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¿Quién está usando la prensa y la Justicia contra Donald Trump y Francois Fillon?
May Schwarzkopf
por Thierry Meyssan
¿Es posible que alguien no perciba el parecido entre la campaña mediática contra Donald Trump y la que se ha desatado en Francia contra el candidato a la presidencia Francois Fillon? ¿Será que estos dos hombres, con rasgos personales e ideológicos muy diferentes, amenazan los mismos intereses?
Dos campañas de prensa de muy gran envergadura se desarrollan actualmente en el mundo occidental contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y, a menor escala, contra un candidato a la elección presidencial francesa, Francois Fillon. A Trump se le acusa de ser un supremacista blanco irresponsable; a Fillon le imputan haber cometido lo que se describe como una falta moral no castigada por la ley.
Hace sólo un año, jamás hubiésemos podido imaginar que pudieran realizarse campañas de tal envergadura contra un ex primer ministro de Francia –en el caso de Francois Fillon– y menos aún contra el presidente en funciones de los Estados Unidos de América.
Ambas campañas utilizan los 10 argumentos tradicionales de la propaganda de guerra, tal y como los definió en 1928 el político británico Lord Arthur Ponsonby, en su libro Falsehood in Wartime y posteriormente precisados por la historiadora belga Anne Morelli en su obra Principes élémentaires de propagande de guerre:
– Deploramos este enfrentamiento con un presidente en funciones –en Estados Unidos– y en plena campaña electoral por la presidencia –en Francia.
– Los señores Trump y Fillon son los únicos responsables de lo que está sucediendo.
– Los señores Trump y Fillon son personalidades peligrosas.
– Nosotros defendemos una noble causa, la de los principios de nuestra Constitución –en Estados Unidos– y la de la igualdad –en Francia– mientras que los señores Trump y Fillon sólo se preocupan por su fortuna personal.
– Los señores Trump y Fillon están portándose muy mal. Trump arremete contra los musulmanes; Fillon es un ladrón. Es cierto que nosotros también hemos cometido errores pero no de tanta gravedad.
– Los señores Trump y Fillon recurren a métodos no ortodoxos.
– Los señores Trump y Fillon están derrotados. Trump acaba de ser desautorizado por los tribunales federales; Fillon está deslegitimado por los sondeos.
– Los artistas e intelectuales comparten nuestra indignación.
– Nuestra causa es sagrada.
– Quienes cuestionan a nuestros medios de difusión no son verdaderos «americanos», ni verdaderos franceses.
En ambos casos, esta campaña incluye una serie de acciones legales condenadas al fracaso. La primera apunta a invalidar un decreto presidencial sobre la inmigración, a pesar de tratarse de una medida perfectamente legal y constitucional. La segunda trata de justificar la apertura de investigaciones policiales a pesar de que la persona en cuestión no es sospechosa de haber cometido ninguna violación de la ley. Contra toda lógica, ambas acciones legales están avanzando.
En años anteriores, campañas de este tipo se desarrollaron por instigación de la OTAN. Las más recientes apuntaban contra la República Árabe Siria. Sin embargo, nada permite esta vez acusar a la OTAN de actuar contra la Casa Blanca ni de perturbar la elección presidencial en Francia.
Además de la hipótesis de la OTAN como comanditario, es posible imaginar también la existencia de una coalición de intereses financieros transnacionales capaz de influir sobre los magnates de la prensa hasta que el efecto de bola de nieve arrastra a los demás medios.
¿Es posible que alguien no perciba el parecido entre la campaña mediática contra Donald Trump y la que se ha desatado en Francia contra el candidato a la presidencia Francois Fillon? ¿Será que estos dos hombres, con rasgos personales e ideológicos muy diferentes, amenazan los mismos intereses?
Dos campañas de prensa de muy gran envergadura se desarrollan actualmente en el mundo occidental contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y, a menor escala, contra un candidato a la elección presidencial francesa, Francois Fillon. A Trump se le acusa de ser un supremacista blanco irresponsable; a Fillon le imputan haber cometido lo que se describe como una falta moral no castigada por la ley.
Hace sólo un año, jamás hubiésemos podido imaginar que pudieran realizarse campañas de tal envergadura contra un ex primer ministro de Francia –en el caso de Francois Fillon– y menos aún contra el presidente en funciones de los Estados Unidos de América.
Ambas campañas utilizan los 10 argumentos tradicionales de la propaganda de guerra, tal y como los definió en 1928 el político británico Lord Arthur Ponsonby, en su libro Falsehood in Wartime y posteriormente precisados por la historiadora belga Anne Morelli en su obra Principes élémentaires de propagande de guerre:
– Deploramos este enfrentamiento con un presidente en funciones –en Estados Unidos– y en plena campaña electoral por la presidencia –en Francia.
– Los señores Trump y Fillon son los únicos responsables de lo que está sucediendo.
– Los señores Trump y Fillon son personalidades peligrosas.
– Nosotros defendemos una noble causa, la de los principios de nuestra Constitución –en Estados Unidos– y la de la igualdad –en Francia– mientras que los señores Trump y Fillon sólo se preocupan por su fortuna personal.
– Los señores Trump y Fillon están portándose muy mal. Trump arremete contra los musulmanes; Fillon es un ladrón. Es cierto que nosotros también hemos cometido errores pero no de tanta gravedad.
– Los señores Trump y Fillon recurren a métodos no ortodoxos.
– Los señores Trump y Fillon están derrotados. Trump acaba de ser desautorizado por los tribunales federales; Fillon está deslegitimado por los sondeos.
– Los artistas e intelectuales comparten nuestra indignación.
– Nuestra causa es sagrada.
– Quienes cuestionan a nuestros medios de difusión no son verdaderos «americanos», ni verdaderos franceses.
En ambos casos, esta campaña incluye una serie de acciones legales condenadas al fracaso. La primera apunta a invalidar un decreto presidencial sobre la inmigración, a pesar de tratarse de una medida perfectamente legal y constitucional. La segunda trata de justificar la apertura de investigaciones policiales a pesar de que la persona en cuestión no es sospechosa de haber cometido ninguna violación de la ley. Contra toda lógica, ambas acciones legales están avanzando.
¿Quién está en condiciones de utilizar al mismo tiempo los medios de difusion y la justicia?
Dado el carácter internacional de esas campañas, es evidente que los comanditarios no están reaccionando ante una simple cuestión nacional y que no son simplemente estadounidenses o franceses.En años anteriores, campañas de este tipo se desarrollaron por instigación de la OTAN. Las más recientes apuntaban contra la República Árabe Siria. Sin embargo, nada permite esta vez acusar a la OTAN de actuar contra la Casa Blanca ni de perturbar la elección presidencial en Francia.
Además de la hipótesis de la OTAN como comanditario, es posible imaginar también la existencia de una coalición de intereses financieros transnacionales capaz de influir sobre los magnates de la prensa hasta que el efecto de bola de nieve arrastra a los demás medios.
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