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El capitalismo lava más blanco
El informe divulgado el domingo por el Consorcio Internacional de
Periodistas de Investigación se basa en el acceso a 13,4 millones de
documentos de empresas que operan en paraísos fiscales de todo el mundo.
Así como el informe similar Panamá Papers, revelado en abril del año
pasado, estuvo basado en documentos pertenecientes al estudio de
abogados Mossack Fonseca, Paradise Papers utilizó datos de Appleby, una
firma radicada en Bermudas y dedicada a prestar servicios legales y
administrativos para la creación de empresas “off shore”.En todo el mundo el dinero negro pasa malos momentos. Para maquillar los balances contables, el capital financiero necesita más dinero, dinero fresco, que tiene que ser de color blanco porque el otro ya no le sirve.
Todo forma parte de lo mismo: Papeles de Panamá, legalización de la cocaína y la marihuana, de la prostitución... Los gigantescos capitales acumulados en el paraíso tienen que descender otra vez al lugar del que han surgido: la tierra.
Son como los niños antaño: cuando necesitan unas monedas para comprar caramelos, rompen la hucha de barro y se dan un festín. También sirve de catarsis “democrática” porque el color negro tiene mala prensa. Es sinónimo de corrupción. En las próximas elecciones algun partido blandirá una consigna novedosa, “Estamos contra la corrupción”, en la que se presentarán como tipos infatigables y, además, enemigos jurados de “los ricos”.
En la historia nunca ha habido ningún partido político que en su programa electoral se haya propuesto fomentar la corrupción y desviar el destino de ciertos dineros, a pesar de lo cual la corrupción es una constante en todos los países capitalistas. Hay corrupción porque hay “libertad”: cada cual es libre de hacer lo que quiera, incluso robar, blanquear y malversar.
Es la concepción cristiana de la culpa: repartida entre muchos, la nuestra se hace más pequeña.
En las cortísimas entendederas de la burguesía, que transmiten las cadenas de televisión, parece que la corrupción afecta a “todos”. Hacienda somos “todos” no sólo porque “todos” somos víctimas de los paraísos fiscales sino porque “todos” somos corruptos y si nos dan la más mínima oportunidad nos marchamos sin pagar, tanto de los restaurantes como de la hacienda pública.
Pero los más cortos se indignan, además, porque los corruptos no devuelven el dinero, a pesar de ser condenados en juicio a una pena de cárcel. Uno se puede indignar durante una semana o un mes. Lo que no tiene sentido es que lleve indignado desde hace un siglo y medio, cuando Sartorius, el Conde de San Luis, era Presidente del Gobierno y las carreteras se pagaban dos veces.
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