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voltairenet.orgLo que realmente se definía en la elección presidencial de Venezuela, por Thierry Meyssan
- Entraînement à un débarquement militaire
- © SouthCom
Existen varias lecturas de la crisis que Venezuela enfrenta. Para los países occidentales, es resultado de la mala gestión del presidente Maduro y de su obsesión socialista. Para el ejército, que observa los preparativos militares de Panamá, Colombia, Brasil y Guyana, esa crisis es –por el contrario– resultado de una terrible guerra –por el momento solamente económica– iniciada contra Venezuela por orden de Estados Unidos. En todo caso, el Producto Interno Bruto (PIB) disminuye en un 15% anual y la inflación alcanza cifras enormes (18 000% desde el inicio del año 2018). El gobierno del presidente Maduro ha logrado organizar la distribución de alimentos, alejando así el peligro del hambre, pero no ha podido –al menos por ahora– evitar que la situación siga empeorando.
Sin exponer ninguna razón válida, los 14 países del Grupo de Lima habían cuestionado por adelantado la legitimidad de la elección [2]. Como hicieron Francia y Alemania ante la elección presidencial convocada en Siria, uno de esos países prohibió a la embajada de Venezuela la realización del voto en sus oficinas consulares. El país que violó así deliberadamente la Convención de Viena fue Canadá –miembro del ya mencionado Grupo de Lima [3].
También como en el caso de Siria, la oposición respaldada por Estados Unidos llamó a boicotear la elección. Peor aún, organizó una huelga de transportistas para impedir así que los electores de los suburbios y las zonas rurales pudieran contar con los medios de transporte colectivo para acudir a las urnas.
Si se tiene además en cuenta el hecho que la situación de crisis económica inducida y las carencias que esta conlleva han empujado un millón y medio de venezolanos a salir del país, y que esos electores no han tenido tiempo de inscribirse en las embajadas de Venezuela para votar en el exterior, es evidente que el índice de abstención tenía que ser anormalmente alto.
A pesar de todo eso, 46% de los 20 millones de electores inscritos acudieron a las urnas. Y el 67% de esos votantes aportaron su apoyo al candidato chavista, Nicolás Maduro.
Los estudios sobre los resultados de esta elección demuestran que los índices de participación son elevados principalmente en las circunscripciones correspondientes a los electores más pobres.
Esos mismos estudios muestran que sólo los electores de más de 40 años acudieron a las urnas, mientras que los electores jóvenes estuvieron prácticamente ausentes. O sea, los jóvenes mostraron su desinterés por la política o siguieron las consignas de la oposición apoyada por Estados Unidos, pero las personas que conocieron la Venezuela anterior a la Revolución Bolivariana se esforzaron por votar.
Todo eso demuestra que para votar en la presidencial venezolana del 20 de mayo había que estar verdaderamente deseoso de acudir a las urnas, ¡y para votar además por Nicolás Maduro, a quien se atribuye la crisis general de la economía! Los más desfavorecidos, los trabajadores cuyo salario mensual ya no alcanza para comprar un kilo de carne, han sido proporcionalmente más numerosos en votar. Eso quiere decir que, al contrario de lo que esperaba Estados Unidos, los venezolanos no consideran al gobierno de Maduro responsable de la catástrofe económica… y prosiguen la lucha iniciada por Hugo Chávez para liberar su país del imperialismo estadounidense.
Esta anomalía es consecuencia del sentimiento nacional que se ha desarrollado durante los 18 últimos años de la Revolución Bolivariana y hace difícil toda intervención militar extranjera en Venezuela.
Por otra parte, el hecho que un candidato inicialmente serio, Henri Falcón –ex gobernador del Estado de Lara–, declarara al principio de la jornada electoral que el escrutinio estaba “arreglado”, que por ende él no podía ganarlo y que no valía la pena ir a votar, no impidió que casi 2 millones de electores se tomaran de todas maneras el trabajo de ir a votar por él. El comportamiento de esos electores sólo puede interpretarse como un doble deseo de defender el país y de llamar al conjunto de la clase política venezolana a la reconciliación ante la agresión en marcha contra el país.
Otro síntoma de desorientación es que cerca de un millón de electores votó por el pastor evangélico Javier Bertucci, que para salvar el país no ve otra solución que un arrepentimiento colectivo y una intervención divina.
Sin conocer aún el resultado del escrutinio, Washington anunció la promulgación de una «Orden Ejecutiva de prohibición de ciertas transacciones adicionales con Venezuela» [4] y el G7 [5] tenía preparada una declaración para «rechazar el proceso electoral» [6].
Ante la realidad del resultado… se ha producido un gran silencio. ¿Qué hacer ahora con el plan de destrucción de los Estados y sociedades en los países de la región? ¿No será quizás demasiado peligroso lanzarse al ataque contra Venezuela –como se hizo en Siria– con el riesgo de tener que enfrentar una dura resistencia? En pocas palabras, ¿es aconsejable atacar ahora o quizás sería mejor tratar de seguir empobreciendo a los venezolanos y dividiéndolos más antes de atacarlos?
Además, el hecho, contradiciendo las costumbres en materia de diplomacia, Rusia haya reaccionado por adelantado a las declaraciones del Grupo de Lima, subrayando que constituyen una injerencia en los asuntos internos de Venezuela [7], hace pensar que Moscú no se deja engañar. Ante una intervención de la OTAN, ¿adoptaría Rusia una actitud de oposición, como en el Medio Oriente?
Parece aún demasiado pronto para que el SouthCom pueda decidirse. Durante este periodo de “evaluación” de la situación es probable que el Pentágono siga “trabajando” a la juventud venezolana, prácticamente ausente en la elección del 20 de mayo. También podría acentuar su presión sobre otros países de la «Cuenca del Caribe», principalmente contra Nicaragua.
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