La “cultura” audiovisual que nos invade |
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Escrito por José Luis Rozalén Medina |
En
la actual liturgia de la comunicación ya no ofician ni los teólogos, ni
los filósofos, ni los científicos. Los verdaderos sacerdotes que
imparten y reparten sus bendiciones, sus juicios y sus ‘excomuniones’
son los informadores, periodistas, presentadores, locutores y directores
de programas de radio y televisión, los presidentes de los ‘grupos de
opinión’ (muchas veces, ‘de presión’).
Hacen
llover ‘píldoras de opinión’, juicios valorativos, actitudes morales
más o menos racionales, más o menos ideologizadas, más o menos
‘infumables’, más o menos ‘progre’, más o menos retrógradas... Los
‘platós’, los estudios de televisión, las emisoras de radio, las
redacciones de los periódicos y revistas imponen su ley y, por lo tanto,
tienen una grave responsabilidad en la educación permanente de las
gentes de un país.
En muchas ocasiones ya no interesa lo que debe haber, ni siquiera lo que hay: ahora
sólo interesa cómo se cuenta lo que hay. Y el que cuenta lo que hay es
ese profesional, con más o menos moralidad, formación, carisma, gancho o
capacidad de transmisión; el que proyecta sobre el mensaje sus filias y
sus fobias, sus asignaturas pendientes, sus prejuicios.
Desde
que sabemos que “el mensaje es el medio”, deberíamos tener más cuidado
con nuestras actitudes, con nuestras sonrisas cómplices, con nuestras
maniobras para llevar el diálogo hacia donde nosotros queremos y no
hacia donde debiera caminar, con la sinuosa intención de imponer nuestra
verdad y no de buscar, con todos, la Verdad; de una forma especial,
deberían tener más cuidado, para evitar la ceremonia de la confusión,
los que con un micro en la mano, con una cámara delante, o con un medio
escrito a su disposición, están educando al pueblo, están marcando
estilos de vida, están dando pautas de comportamiento, incluso con más
fuerza y vigor que los mismos padres y educadores.
Un
programa de radio o de televisión no puede ser una clase o una tesis
doctoral, ni es responsable el director o el presentador de un espacio
de las ideas que allí se digan. Pero hay que recordar la responsabilidad
intelectual, ética y hasta lingüística que tienen los profesionales de
los medios de comunicación.
Hay excelentes profesionales que realizan su labor con rigor, preparación y honestidad. Pero hay un buen número
de programas que, de una forma casi subliminal, nos va haciendo cada
vez más insensibles y ciegos a la auténtica realidad, a la existencia de
que viven con normalidad trabajando, luchando, gozando, ilusionándose,
sufriendo; insensibles y ciegos a las injusticias sociales, a las lacras
y desigualdades cercanas o lejanas, a los verdaderos problemas que
agitan el mundo, a los genuinos valores familiares, sociales, políticos,
éticos, religiosos, estéticos... que constituyen la verdadera urdimbre
de la vida.
Muchos
jóvenes-adolescentes sólo se nutren de violencia y agresividad en
estado puro, de culebrones insulsos, de concursos estúpidos, de
chistosos que dan grima, de publicidad mentirosa, hedonizada y agresiva,
de presentadores cínicos e impresentables, de vagos que pululan por los
llamados programas rosa, por las caóticas tertulias a gritos y sin
substancia, en las que no existe ni una pizca de profundidad en los
temas, ni pudor, ni sensibilidad o buen gusto en la manera de hablar, en
donde se ríen de todo y de todos de forma torpe y chabacana.
Están
apareciendo generaciones enteras de analfabetos funcionales que ni
saben, ni piensan, ni se afanan por saber, ni hablan de otra cosa
(incluso gente con estudios universitarios) que no sea del pobre y
empobrecedor programa televisivo de la noche anterior.
Si
nosotros, nuestros hijos, nuestros alumnos… consumimos sin ningún tipo
de control los productos de algunos Medios de Comunicación que maltratan
nuestras neuronas, machacan nuestro idioma y nos convierten en seres
inermes, inermes, pasivos, incapaces de reflexionar por nosotros mismos,
podemos deducir la gravedad del asunto y la urgente necesidad de
reaccionar ante esta lamentable situación que está destruyendo nuestra
dignidad de personas racionales y libres.
José Luis Rozalén Medina es Catedrático y doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación
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