sábado, 1 de diciembre de 2012

El Regreso; Calderón entrega el poder al PRI

El Regreso; Calderón entrega el poder al PRI

Enrique Peña Nieto emprende a partir de hoy una gestión que tendrá entre sus retos lograr un consenso entre las principales fuerzas políticas para concretar las reformas estructurales que el país requiere.

Leticia Robles de la Rosa / Foto: Reuters y Archivo
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Ernesto Zedillo fue el primer mandatario priista en entregar la banda presidencial a alguien ajeno a su partido.

CIUDAD DE MÉXICO, 1 de diciembre.- El Partido Revolucionario Institucional vuelve al poder presidencial que detentó en las últimas siete décadas del siglo pasado. Regresa en un entorno de mayor protagonismo del país en el ámbito internacional y enfrentado a nuevos y más complejos desafíos.
Entre los problemas que afronta desde este sábado el gobierno de Enrique Peña Nieto es el de un incremento acelerado de la violencia provocada por el crimen organizado, así como abatir los rezagos en materia educativa para generar mayores oportunidades a una población joven más crítica y participativa. Atajar la amenaza de que México quede envuelto en la crisis financiera internacional es otro de los retos. Para ello requerirá el concurso de todas las fuerzas políticas, que ya han sido llamadas a establecer un pacto para ese fin.
PRI retorna tras 12 años
El Partido Revolucionario Institucional  (PRI) regresa hoy al poder presidencial del país que formó durante siete décadas y que ahora tiene un rostro similar al que dejó en 2000 en materia social y económica, pero con una polarización superior, un mayor nivel de politización que fortaleció a su oposición histórica y el desencanto social por un cambio que no logró extirpar los vicios de la clase política nacional.
Hace 12 años, el último presidente priista del siglo pasado, Ernesto Zedillo, entregó al PAN una población con un promedio de escolaridad nacional de 7.5 grados y crecimiento económico anual de 7 por ciento en 2000. Hoy Enrique Peña Nieto, el priista que regresa a Los Pinos, recibe un país con un promedio de escolaridad de 8.5 grados y un crecimiento de 2 por ciento en este año.
El México que hoy amanece no es el mismo que dejó Ernesto Zedillo, pero se le parece mucho. Tiene rostros que parecen perpetuos en el ámbito público, como los líderes sindicales, a quienes la esperanza del cambio que representó Vicente Fox y la ilusión de la consolidación del cambio que encargó Felipe Calderón no mancillaron sus canonjías y sí aumentaron su poder.
Enrique Peña Nieto se encontrará así con Elba Esther Gordillo líder del magisterio nacional, consolidada como la cabeza de uno de los poderes más fuertes del país, porque durante 12 años de panismo ella logró posiciones en el gobierno que el PRI jamás le quiso dar, como colocar a los titulares del ISSSTE, de la Lotería Nacional y palomear a los secretarios de Educación que debieron adoptarse a sus ritmos.
¿El resultado? Los maestros mejoraron en 120 por ciento sus ingresos mensuales; se someten a cursos y exámenes de evaluación que ellos mismos autorizan, mientras la calidad educativa no sale de los últimos lugares internacionales que ya tenía desde Ernesto Zedillo y el promedio nacional de escolaridad sólo aumentó un grado en 12 años.
La educación, así, se mantiene como el talón de Aquiles de un país que muestra altos grados de dependencia de sus ingresos petroleros, los cuales representan un tercio de los ingresos del gobierno federal, y no ha podido despuntar en la generación de su propio desarrollo, pues aun cuando la cobertura de educación superior aumentó en cuatro por ciento, al pasar del 28 al 32 por ciento en 12 años, eso todavía significa que casi siete de cada diez jóvenes se quedan sin un espacio en este grado escolar.
Además, la promesa panista para cambiar de raíz la dinámica de respaldo a la ciencia y la tecnología, para generar que México tuviera mayores oportunidades de degenerar su desarrollo no llegó. El prometido uno por ciento obligatorio del Producto Interno Bruto jamás se cumplió y, en consecuencia, las condiciones nacionales en ese terreno no son significativamente diferentes a las que dejó Zedillo.
Pero al fenómeno del alejamiento de los jóvenes de las aulas, por decisión propia o por carencia de espacios, y que es un fenómeno de décadas, ahora se suma un factor de riesgo que ha envuelto a miles de jóvenes que no estudian ni trabajan: la criminalidad.
A diferencia de lo que ocurría en 2000, cuando el PRI fue sacado de Los Pinos por la decisión mayoritaria de los mexicanos, el delito de secuestro, perpetrado por adultos ex presidiarios o personas con patología criminal era el delito que más lastimaba a la sociedad, mientras que las extorsiones telefónicas comenzaron a surgir, frente a la mayoritaria comisión de delitos del fuero común, como el asalto, eran la principal preocupación de la sociedad.
De acuerdo con estudios de diferentes centros de investigación en materia de delincuencia, inseguridad y justicia de la UNAM, UAM, CIDE, y CIDAC, el incipiente fenómeno del crimen organizado que dejó Ernesto Zedillo tuvo un aumento importante durante el sexenio de Vicente Fox, y la falta de oportunidades de empleo y estudio en el sexenio de Felipe Calderón convirtió a los jóvenes, adolescentes y niños en los principales abastecedores de las filas del narcotráfico, los secuestros y la trata de personas.
La violencia, así, comenzó a permear la vida cotidiana del país, al grado que existen zonas en las cuales los delincuentes tienen el dominio de los territorios y las personas, como lo evidenció un análisis del Departamento de Estado de Estados Unidos, que describió el fenómeno como una muestra de que México, en el gobierno de Felipe Calderón era “un Estado fallido”.
La valoración estadunidense generó la protesta del gobierno de Calderón, que llevó a una corrección pública del diagnóstico, aunque la población en lugares como Apatzingán, Michoacán o diferentes municipios de Sinaloa, Zacatecas, Guerrero y Tamaulipas demuestra que la única ley que impera es la que dictan los líderes criminales.
Esa violencia también se produjo en uno de los ámbitos que históricamente tenía mayor confort: la escuela. Así, el fenómeno del bullying se convirtió en una estampa cotidiana en las aulas hasta convertirse en un problema que ha convocado a especialistas, autoridades y legisladores a construir alternativas de solución urgentes.
Transparencia, politización y polarización
Pero el país que recibe Enrique Peña Nieto tiene ahora rasgos que no conocieron sus antecesores priistas.
Se trata de una sociedad que tiene una cultura de la transparencia y rendición de cuentas que fue fomentada por los gobiernos panistas como una forma de terminar con la corrupción.
Aunque, paradójicamente, han sido los propios gobiernos del PAN quienes traban esta cultura de la transparencia y la rendición de cuentas, como lo han denunciado los integrantes del IFAI, se trata de un rasgo que ha permitido a la sociedad enterarse de gastos, desvíos, abusos de quienes ejercen labores de gobierno.
Y justamente como consecuencia de ese mayor acceso a la información, que es considerado por especialistas como una de las grandes aportaciones del PAN, los mexicanos de 2012 han generado una cultura de la crítica, la denuncia y la presión que no tenían tan desarrollada en el gobierno de Ernesto Zedillo.
Las redes sociales, la proliferación de medios de comunicación tanto independientes como parte de grandes consorcios de servicios informativos,  junto con el desparpajo que caracterizó a Vicente Fox contribuyeron a enraizar a una sociedad que dejó de ver con solemnidad al Presidente de la República y lo llevó a un terreno más humano, incluso al grado de hacerlo sujeto de fuertes críticas, sarcasmos y hasta descalificaciones sobre sus hábitos y características físicas.
De esta forma, el PRI de Enrique Peña Nieto, a diferencia del que encabezaba Ernesto Zedillo, se enfrentará con una sociedad que le gustó vivir sin una fuerte censura. Que se acostumbró a ver en televisión las mofas sobre la clase política que antes eran exclusivas de algunos círculos que las disfrutaban casi en un ámbito de clandestinidad.
El México que presidirá Peña Nieto ya no es el que a todo expresaba “sí señor Presidente”; o se refería a sus mandatarios como “el licenciado” o “el doctor”, o “el general”, sino que ahora simplemente fueron Chente y Felipe.
Y la vida personal de los mandatarios salió de las redes del “dicen” para verse por la televisión, para leerse en periódicos y ser sometidas a un escrutinio constante, porque a diferencia de 2000, en México es cada vez más difícil guardar un secreto.
Esa cultura de información y de colocar a los políticos en una caja de cristal también generó que México tenga una sociedad más politizada, con un mayor número de personas que se interesan en los temas políticos, aunque todavía la mayoría mantiene un desinterés por el tema.
Hoy, Enrique Peña se encontrará con un México que lo mismo exige justicia con marchas que utiliza las redes sociales para pedir castigo a sacerdotes pederastas o exhibir errores de cultura, gramaticales o de vestimenta de sus gobernantes.
Un país que ha diversificado sus preferencias electorales hasta partirse en tres grandes bloques: PRI, PAN y PRD, y que los obliga a negociar, porque la oposición priista es tan fuerte ahora que hasta es capaz de negarle la más elemental cortesía de permitirle formar su estructura de gobierno, como justamente le acaba de ocurrir a Peña Nieto, cuando los senadores del PAN y el PRD le frenaron su propuesta de reforma de administración pública.
Una sociedad politizada que también tiene enconos y que llevan a la descalificación de unos a otros, o a un afán de obstaculizar que en 12 años ha llevado a diferentes enfrentamientos públicos entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, y que Vicente Fox describió como el fenómeno del “Presidente propone y el Congreso de la Unión dispone”.
Ahora se han consolidado reformas que impulsó el PRI en el último gobierno de Ernesto Zedillo para permitir mayor autonomía del Poder Judicial, del Banco de México, y las escenas de decisiones que no satisfacen a todos son cotidianas. Un Poder Judicial que lo mismo declara responsable a un gobernador priista que le frena reformas a un gobierno perredista o le niega la razón a un presidente panista.
Se trata de un México que de acuerdo con especialistas como Diego Valdés y Alberto Aguilar Iñárritu conserva muchos de los rasgos políticos que dejó el viejo PRI, porque el PAN no se atrevió a renunciar a las ventajas de ejercer una Presidencia fuerte y no dejó que se desmantelaran los poderes metaconstitucionales del presidencialismo, pero que tiene rasgos diferentes que generan retos a la cultura tradicional priista.
El primero, por ejemplo, que no podrá rendir protesta de su cargo como Presidente en un ambiente de cordialidad política en el salón de plenos de la Cámara de Diputados. Deberá hacerlo en sólo unos minutos y no volverá a pisar ese espacio sino hasta dentro de seis años, cuando entregue la banda presidencial, pues la polarización política provocó la expulsión del Presidente del recinto de San Lázaro.
Enrique Peña Nieto se encontrará hoy con un país que aprendió a premiar y castigar a los gobiernos. Por eso, en México todos los partidos han sido gobierno, ya sea en municipios, delegaciones y estados. Es un país donde el voto tiene poder. Un poder que sacó al PRI de Los Pinos y que 12 años después le vuelve abrir la puerta de la Presidencia, y que lo puede volver a sacar o mantenerlo, en función de las expectativas que satisfaga.
Mantienen puesto pese a relevo
 Titulares de organismos públicos como INEGI, Bancon de México, IFAI, CNDH, el IFE, entre otros, mantendrán sus puestos pese al cambio de gobierno, como parte del entramado institucional que se ha dado en el país en los últimos años.
Los llamados organismos autónomos son parte de una serie de cambios ocurridos en la administración pública durante los últimos sexenios para dotar al Estado de mecanismos que traten de contener las acciones del Ejecutivo, Legislativo y Judicial en ámbitos como derechos humanos, política monetaria y temas judiciales.
Agustín Carstens continuará el frente del Banco de México, como parte de una reforma de 1994 que lo dotaba de autonomía para evitar que presidentes lo utilizaran a su antojo en cuanto a política monetaria.
En el caso del Instituto Federal Electoral (IFE), Leonardo Valdés permanecerá al frente de instituto, gracias a las reformas que comenzaron en los 90 del siglo pasado, para garantizar elecciones libres.
Raúl Plascencia Villanueva permanecerá al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) hasta hasta 2014.
En el mismo caso está Eduardo Sojo Garza-Aldape, al frente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), quien seguirá en el cargo hasta 2015.
Otros organismos que se menajan de manera autónoma en el país son universidades como la UNAM e IPN, el IFAI, la Cofetel y la Cofeco.
2012-12-01 07:20:00

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