sábado, 1 de diciembre de 2012

Qué cómodo es, sin conocer la lucha de cerca y sin haber marchado jamás por la justicia en el país.

Qué cómodo es, sin conocer la lucha de cerca y sin haber marchado jamás por la justicia en el país.

escrito por #YoSoy132Media
Probablemente la violencia y la agresión no son la mejor forma de enfrentarse a esta imposición, eso es cierto. Pero tampoco sé qué sea lo correcto. Veo por aquí y por allá en el internet comentarios de amigos y conocidos que mencionan que si somos unos rebeldes agresivos entonces tenemos el gobierno que nos merecemos y que la gente que estaba afuera de San Lázaro y ahora marcha en los alrededores del centro de la ciudad pone en vergüenza a México… Temo estar en desacuerdo con su planteamiento pues aquella persona, grande o chica sin importar las ideologías políticas con las que simpatice, que no se indigne y cuya sangre no hierva de coraje con la actitud represora del estado mayor presidencial, con la vejación sistemática durante años y años de los derechos humanos, con la represión ideológica y de expresión que México ha sufrido durante tanto tiempo, aquella persona cuyo corazón y mente no se indigne infinitamente con la desaparición, tortura y muerte de hermanos, padres y madres, esposos y compañeros, estas personas que así se expresan de nuestros compañeros en lucha demuestran, además de su desconocimiento de la historia mexicana y de su lucha de clases, la más triste pérdida de empatía con la justa lucha por dignidad que por siglos ha realizado nuestro país.
Esta gente que se expresa en descontento por unas cuantas piedras y bombas molotov es la misma gente que no abrió jamás la boca para gritar en contra de los más de 60 mil muertos del gobierno del espurio Calderón, en ese momento ¿dónde estaban para expresarse contra la violencia? Es la gente que se golpea el pecho por que un grupo de personas tiró un parabús pero no se indignó por todos esos pueblos que ahora son fantasmas después de que mataron a la mitad de sus habitantes y amenazaron a la otra mitad. Esa gente que se molesta porque le cierran la calle por la que transita al trabajo jamás se molestó por los muertos que viajando hacia la frontera con ilusiones de trabajo les cerraron el paso y dejaron huérfanos a miles de niños que intentan como sus padres muertos cruzar al otro lado.
Qué cómodo es, sin conocer la lucha de cerca y sin haber marchado jamás por la justicia en el país, sin compartir el luto y dolor por los 40 mil muertos y luego por los 60 mil y luego por los 80 mil, sin haber escuchado a las madres llorar a sus hijos estudiantes muertos y desaparecidos y verlas caminar por países enteros buscando en cada esquina y en cada barrio un indicio de dónde está el ser amado, sin haber escuchado jamás las circunstancias de lucha de los electricistas del SME, sin perder sus tierras sagradas a manos de empresas extranjeras, sin haber asistido jamás a una asamblea, ni siquiera la asamblea de su colonia donde se vota si ponen o no luminarias en su calle, qué cómodo es pensar que la gente que está afuera en la calle es gente lejana que simplemente se dedica a arruinar el país y hacer alboroto. Qué fácil es pensar olvidando la historia, tomando esas acciones como acciones planas sin contexto: una paloma blanca es el bien, una bomba molotov es el mal. Que observación tan superficial, tan falta de escenarios y sustancia, nuestra paloma de paz la mataron antes, durante y después del 68, la han matado cada día de nuestra vida y de la vida de nuestros padres y nuestros abuelos, ¿qué es el bien y el mal ahora?
El país ya está arruinado y esa gente que estaba afuera de San Lázaro protestando y defendiendo los derechos de todos nosotros no es cualquier gente, civiles que ahora se enfrentan en las cercanías de la Acampada Revolución a los granaderos, atrás de ese paliacate, de ese pasamontañas y de esa gorra está mi compañero de clases, mi compañera de asambleas, mi hermano y mi maestro, el compañero de Atenco y de Cherán, gente organizada desde la raíz, gente que ama cada centímetro de la tierra en que vive, es gente real de carne y hueso que he tenido el privilegio de tocar con mis manos, gente a la que admiro porque no cualquiera tiene tanto amor combativo, gente que estudia y trabaja y conoce a su país, que su indignación es tan grande que ya no les cabe en el pecho, que se les escapa de las manos como una botella llena de gasolina, que se les escapa de las manos como su vida cuando los comienzan a reprimir, cuando una “inofensiva” bala de goma les destroza el cráneo. ¿Qué hacemos? ¿nos quedamos callados y esperamos que sigan las agresiones? ¿o tomamos una botellas viejas y las convertimos en bombas molotov? La línea que separa una decisión y otra es casi invisible. La agresión está mal es cierto, pero tampoco sé qué sea lo correcto cuando nos han ignorado y han golpeado cada intento pacífico y organizado que hemos tenido de cambiar este país ¿el vivir indiferente y tranquilo está bien? ¿el quedarse callado está bien? ¿el refugiarse en el “yo hago mi parte y voy todos los días a trabajar y pago mis impuestos” es suficiente? ¿el olvido de la historia está bien? ¿la sumisión está bien?.
Mariana Ortizalbo.
Hipócrita y cobarde el que obedece 
ciegamente al que manda. Vil esclavo,
en las cadenas de opresión perece;
pero el que duda y se rebela, crece
y alienta libre como alienta el bravo.
Dios hizo al hombre, y lo formó insumiso
al darle voluntad e inteligencia,
y fue Adán un esclavo manumiso
que en vez de la abyección del paraíso
buscó la libertad de la conciencia.
No habría humanidad sin este acto, 
que fue del rebelión el más sublime,
y puso al hombre en íntimo contacto
con la naturaleza, haciendo pacto
de luchar, contra todo lo que oprime:
Contra la secta que su credo impone,
contra el imperio que proclama el fuerte,
contra la ciencia, cuando un veto opone,
contra todo principio que baldone,
contra la enfermedad, contra la muerte.
Progreso es redención y no progresa
quien se funde en la fe, sino el que indaga,
el que a través de la neblina espesa
enciende con su soplo la pavesa 
que, por mengua de oxígeno, se apaga.
Grandes no son los hombres que obedientes
inclinan la cerviz a todo yugo,
grandes son los que se alzan insolentes
y a la faz del pasado dicen: ¡Mientes!
escupiendo en el rostro a su verdugo.
Poema de 1903 (pero muy vigente) de Rafael de Zayas Enríquez.

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