Primero fue sutil “quinazo”; después, el ramalazo
La dueña vitalicia del SNTE llegó al poder en base a una traición a su mentor
Cuando
se envió a la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión la propuesta
de reforma educativa, que le devuelve al Estado la rectoría sobre la
educación, en este mismo espacio de SDPnoticias califiqué el movimiento peñanietista como un sutil quinazo contra Elba Esther La Maestra del Mal Gordillo, dueña absoluta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Era evidente que el gobierno federal iba
en serio contra los privilegios que hacían del SNTE una agencia de
colocaciones para recomendados, aviadores, parientes, amigotes y demás
fauna de acompañamiento. Por supuesto, esto no significa un ataque a los
verdaderos maestros, sino a los que medraban con las plazas
magisteriales y administrativas, es decir, los líderes sindicales.
Muchos creíamos que de ahí no pasaría la
cosa. La dueña del SNTE, por supuesto, desde el principio se mostró
reacia al cambio constitucional que representa la reforma educativa.
Primero manifestó tibiamente su desacuerdo; después, ya engallada,
comenzó con sus movilizaciones por todo el país para mostrar su
inconformidad, en la mejor tradición de izquierda, aunque de eso no
tenga nada.
En un personaje con autoridad moral, las
protestas contra la reforma educativa del peñanietismo habrían cobrado
sentido; sin embargo, La Maestra del Mal Gordillo podrá poseer
una gran cantidad de millones birlados de las cuotas de sus
“representados”, pero está peleada a muerte con valores tales como la
honestidad, la honradez, la pulcritud y la decencia.
Por consiguiente, se rastreó el mal
manejo de dinero perteneciente a los maestros que pertenecen al SNTE y,
zas, el desenlace de esta apasionante historia es de todos conocido:
sólo de dos cuentas –de las 81 con que cuenta el gremio— se había
embolsado la bendita mujer 2 mil 600 millones de pesos. El golpe a esta
santa mujer fue demoledor.
La dueña vitalicia del SNTE llegó al
poder en base a una traición a su mentor, el cacique magisterial Carlos
Jonguitud Barrios, que fue quien la descubrió al exclamar entre los que
componían su séquito: “A ver, tráiganme a esa flaca”. De la misma forma
llegó a encumbrarse Carlos Romero Deschamps, líder del sindicato de
Pemex, que traicionó a Joaquín La Quina Hernández Galicia.
El Propio Hernández Galicia acaba de
reconocer que lo de Elba Esther es un acto de justicia, pues lo que
sucedido con él, en tiempos de Salinas de Gortari, fue una traición. En
efecto, a La Quina lo traicionó Romero Deschamps; a Jonguitud Barrios lo traicionó La Maestra del Mal Gordillo. Hoy paga la dueña del SNTE por su mezquino comportamiento.
A los traidores, según Mario Puzo en la novela El Padrino,
los mandaban a dormir con los peces. A la traidora Elba Esther le fue
mucho mejor: la mandaron a dormir tras las rejas. En estos momentos ella
va en su segunda noche.
En una de sus últimas bravatas lanzadas al peñanietismo, La Maestra del Mal
Gordillo había declarado: “Ni amenazas ni nadie me va a intimidar. Para
morir nací, y quiero morir con un epitafio: aquí yace una guerrera, y
como guerrera murió”. Bueno, la realidad es un poco diferente: no va a
morir como una guerrera; al menos, hoy no pasa de ser una simple
delincuente: de alcurnia, sí, pero al final de cuentas una delincuente.
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