Turistas desesperados buscan escapar de Acapulco
AP
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Por MICHAEL WEISSENSTEIN
Publicado: 18/09/2013 01:52 EDT
Con los caminos a Ciudad de México cerrados, por lo menos 40.000 turistas vieron cómo un fin de semana que se alargó por el feriado del Día de la Independencia se transformaba en una lucha desesperada por lograr que regresen a casa niños llorosos, ancianos e incluso algunos perros mojados y enlodados.
Todos aquellos que no pudieron esperar a que se cumpla la promesa del gobierno de reabrir los caminos en dos días, llenaron la Base Aérea 7 que está a unos 20 minutos al norte del puerto de Acapulco, donde un puente aéreo militar compuesto por poco más de una decena de aviones transportó a los turistas a la capital del país. La base militar que está frente a una playa generalmente tranquila, se convirtió en lo que parecía una zona de conflicto.
Familias vestidas con pantalones cortos y sandalias esperaron hasta ocho horas afuera de las puertas de la base, controlados por soldados armados con fusiles, hasta que les permitieron llevar hasta la pista sus maletas, cajas transportadoras de mascotas y niños con ojos rojos, donde se daban furiosos empujones para tener la posibilidad de ganar uno de los 150 asientos en el próximo Boeing 727 de la Fuerza Aérea.
Autoridades militares informaron que sólo dos de los aviones de pasajeros estaban en servicio, aunque unos pocos cientos de personas alcanzaron lugar en uno de los cinco helicópteros o siete aviones de carga también prestados para tareas de puente aéreo.
Muchos relataron historias de terror por pasar el fin de semana atrapados en sus hoteles por los aguaceros y cuando salieron descubrieron que no había camino de regreso a casa.
"Probablemente sea una de las peores vacaciones que he tenido", dijo David Jefferson Gled, un británico de 28 años que trabaja como maestro de inglés una escuela privada en Ciudad de México. "No eran realmente vacaciones, parecía más un encarcelamiento".
Para el anochecer del martes, 24 horas después de cuando la mayoría de los vacacionistas planeaban estar de regreso, menos de 700 personas lo habían logrado.
"Es horrible, no hemos comido nada desde las 9 de la mañana", dijo Lizbeth Sasia, de 25 años, una maestra de la ciudad de Cuernavaca. "Siempre dicen eso, en el siguiente (vuelo), pero nunca llega el siguiente".
Para colmo, unas pocas familias inmaculadamente vestidas se brincaban la fila y soldados los escoltaban a aviones privados ante la mirada incrédula de las sudorosas masas.
"Estamos aquí, bien tostados, quemados. Nos sentimos cansados, desesperados", dijo Irma Antonio Martínez, un ama de casa, de 43 años. "Ya queremos regresar a su pobre casa. Nuestros familiares nos esperan".