elpais.com
Corea del Norte abre sus fronteras a científicos occidentales por miedo a un volcán
Nuño Domínguez
El
objetivo de la expedición es el monte Paektu, un volcán de 2.744 metros
situado en la frontera con China. Lo poco que se sabía de él es que en
el siglo X causó la Erupción del Milenio, una de las mayores que se han
registrado en toda la Historia. Entre 2002 y 2005, el Paektu dio signos
de renovada actividad, lo que hizo saltar las alarmas en Pyongyang ante
un volcán impredecible, especialmente sin la tecnología necesaria. Ante
esta situación el régimen dictatorial lanzó una llamada de ayuda en
forma de petición de colaboración científica a través de ONG que
acabaron en los oídos de dos británicos, Clive Oppenheimer, vulcanólogo
de la Universidad de Cambridge, y James Hammond, de la Universidad de
Londres.
En 2013 ambos formaron parte de una expedición
internacional al Paektu, la primera en su clase desde el advenimiento de
la dictadura comunista inaugurada por Kim il-Sung en 1945. El Paektu es
la montaña más alta de la península coreana y, dentro de las fronteras
del régimen, el monte sagrado de la revolución. Su cima nevada aparece
en los mensajes televisados del régimen, los escudos y las esculturas
laudatorias de los dictadores en Pyongyang. Es además un lugar de
peregrinaje para todo norcoreano, ya sea ascendiendo a la espectacular
cima o para visitar los campos revolucionarios cercanos, incluido el
supuesto lugar de nacimiento del fallecido sátrapa Kim Jong-il. En su
cráter, el Paektu alberga un lago de 14 kilómetros de circunferencia
que, en el peor de los casos, podría causar una enorme riada que se
sumaría a la de lava. En las cercanías del monte viven decenas de miles
de personas a ambos lados de la frontera con China, país que también ha
participado en este proyecto.
“Este volcán podría causar una erupción 100 veces mayor que la del volcán islandés en 2010 [Eyjafjallajökull ]”, explica a Materia
Clive Oppenheimer. Ese estallido sísmico desbarató el tráfico aéreo
europeo causando unas pérdidas de unos 5.000 millones de euros. Aunque
es imposible saber cuándo el Paektu podría volver a la actividad, una
nueva erupción del milenio podría tener un alcance global y dañar la
agricultura, las comunicaciones, la infraestructura energética…”,
resalta Oppenheimer. El monte además está a unos 100 kilómetros del
lugar subterráneo donde Pyongyang realiza sus experimentos con bombas
nucleares.
Los expertos norcoreanos “se dieron cuenta de
que su equipo sismológico de vigilancia no estaba al día”, relata
Oppenheimer. El primer objetivo del proyecto fue instalar una nueva red
de sismómetros de banda ancha, capaces de captar temblores en un amplio
rango de frecuencias, pero antes había que conseguir el dinero para
ello. Era todo un reto geopolítico, pues Corea del Norte está sometida a
sanciones internacionales que impiden este tipo de colaboraciones
científicas. Lo más delicado es que algunos de los instrumentos
avanzados para estudiar el interior de las formaciones geológicas pueden
tener un doble uso militar, por ejemplo para detectar submarinos.
“Después de dos años de discusiones con las autoridades conseguimos los
instrumentos necesarios para estudiar el interior del volcán y conocer
su estructura”, explica James Hammond, al teléfono desde Pekín.
Los primeros resultados científicos de este insólito proyecto se acaban de publicar en la revista científica Science Advances.
Es todo un hito, pues junto a los nombres de Oppenheimer, Hammond y
otros expertos que han estado afiliados al Servicio Geológico de los EE
UU, firman el trabajo homólogos norcoreanos de la Administración de
Terremotos o el “Centro Internacional de Corea del Norte de Nuevas
Tecnologías y Economía”. Más raro aún, los científicos norcoreanos
viajaron hasta Londres para dar un seminario sobre la expedición en la
Royal Society de Londres, el primero en la historia de esta prestigiosa
organización fundada en 1662 protagonizado por científicos de este país.
Este
primer estudio presenta un detallado análisis del grosor de la corteza
del Changbaishan (nombre chino del Paektu) y, por lo demás, supone el
primer estudio de este tipo jamás publicado sobre la hermética Corea del
Norte. Las conclusiones indican que hay zonas donde la corteza es más
delgada y ha sido modificada por la actividad magmática. “Lo que vemos
es que hay bolsas de roca fundida bajo la superficie que posiblemente
fueran el origen de la inestabilidad detectada entre 2002 y 2005”,
explica Hammond.
El trabajo es un ejercicio de ciencia
básica, pero puede tener aplicaciones importantes. “En cualquier volcán,
los tres grandes objetivos son vigilar la sismicidad y el escape de
gases, conocer la geología, el tipo de rocas de las que está hecho, y
detallar sus características geofísicas, es decir, su estructura interna
hasta lo más profundo”, detalla Oppenheimer. “Las cosas más importantes
en un volcán suceden en puntos muy alejados de la superficie, así que
necesitamos este tipo de métodos para saber qué está pasando a 10
kilómetros o 20 kilómetros bajo el suelo”, añade. El estudio recién
publicado ayuda a entender esta tercera parte de la ecuación.
¿Y
qué hay de poder predecir cuándo volverá a despertar el Paektu?
“Realmente no sabemos cuándo puede suceder”, reconoce Hammond. Su
compañero británico apunta que normalmente las erupciones grandes son
menos frecuentes, pero predecir su intensidad es “extremadamente
difícil. “En sismología estamos mucho peor que en predicción
meteorológica y algo mejor que en predicción de terremotos”, resume.
Este
primer proyecto internacional de vulcanología en la historia de la
República Popular de Corea ha sido muy modesto, pero sus implicaciones
son enormes. Su presupuesto ha sido de apenas 100.000 dólares, unos
88.000 euros. Ahora, el equipo quiere ampliar la colaboración para
seguir reforzando la red de seguimiento sísmico en torno al volcán, lo
que permitiría a su vez mejorar la capacidad de reacción en caso de una
nueva explosión.
Otro de los aspectos que ha estudiado
el equipo científico es cómo fue la gran Erupción del Milenio, acaecida
en el año 946. Sus datos vienen del estudio geológico realizado durante
la expedición de 2013 y otras dos en 2014 y 2015. “No hay ningún
testimonio escrito de testigos de aquella explosión, así que realmente
no sabemos cuáles fueron sus dimensiones exactas”, explica Oppenheimer.
Los datos sobre este otro aspecto se van a publicar próximamente en la
que ya será la segunda publicación científica a nivel internacional
sobre vulcanología con nombres occidentales y norcoreanos en la firma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario