martes, 7 de junio de 2016

ARMAS PSICOTRONICAS AFECTAN BASICAMENTE AL CEREBRO

ARMAS PSICOTRONICAS AFECTAN BASICAMENTE AL CEREBRO

 


¿SE ESTÁN UTILIZANDO YA ARMAS PSICOTRÓNICAS?
Afectan básicamente al  cerebro, no dejan huella y por tanto no se puede acusar a quienes las usan de  los daños que producen pero  son numerosas las patentes y las investigaciones secretas que están aflorando a  la luz revelando una lamentable realidad que muy poca gente conoce: las llamadas  armas psicotrónicas son una realidad. De hecho más de 400 personas de medio  mundo se han agrupado en una asociación que asegura aglutinar a víctimas de esos  dispositivos, aparatos que pueden llevar incluso a la muerte a quienes son  blanco de ellos y que algunos quieren utilizar discretamente para deshacerse de personas  incómodas para los grupos de poder.La existencia de armas psicotrónicas  nos devuelve a lo más oscuro de las investigaciones acerca del cerebro y de los  efectos de las radiaciones sobre seres humanos, a experimentos llevados a cabo  con enfermos psiquiátricos, con reclusos e incluso con meditadores en  prestigiosas instituciones estadounidenses como el Instituto Tecnológico de  Massachussets o la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Stanford  (California). En ambas se confirmaría –tras infinitas pruebas- el fundamento  cuántico de que el ser humano es un organismo electromagnético cuyo  funcionamiento se puede alterar mediante señales de ondas a frecuencias  determinadas. Esto es fácil de entender para quien, por ejemplo, haya utilizado  dispositivos como el Quantum-SCIO que si bien envían frecuencias armonizadoras  tienen también un uso del “lado oscuro” desconocido para la mayoría. Y es que  según Louise Doswald-Beck -abogada especialista en Derecho Internacional y  miembro de la División Jurídica del Comité Internacional de la Cruz Roja- y  Gerald Cauderay -asesor industrial y científico de la embajada suiza en Moscú  (Rusia) y que en el citado comité se encarga de asuntos relacionados con el  señalamiento y la identificación de las unidades y los medios de transporte  médico protegidos- “pequeñas dosis de energía electromagnética pueden alterar el  funcionamiento de las células” (así puede leerse en un informe sobre nuevas  armas publicado por ellos en el Boletín de la Cruz Roja del 1 de noviembre de  1990). Conocido este dato no le extrañará a nadie saber que quienes anticiparon  el peligro potencial del uso de armas de ondas fueran precisamente físicos; y  más concretamente los físicos atómicos abanderados de la mecánica cuántica, por  entonces de los pocos en disposición de comprender las inabarcables  implicaciones que tiene saber que el ser humano es un ente electromagnético y  sus emociones, pensamientos y pasiones pueden “traducirse” a frecuencias y  potencias, es decir, cuantificarlas, “parametrizarlas”. De ahí que los servicios  secretos de algunos gobiernos interesados en saber si ese conocimiento podía ser  utilizado civil y militarmente pusieran a trabajar en ello a neurólogos,  psiquiatras y psicólogos.
La doctora Elisabeth Rauscher -física nuclear que dirigía el Laboratorio de  Investigación Tecnológico de San Leandro en California (Estados Unidos)- es una  de las que por ejemplo llevó a cabo concienzudas investigaciones sobre las  posibilidades de las ondas ELF (siglas en inglés de extremadamente baja  frecuencia) y consiguió encontrar frecuencias específicas que permiten inducir a  distancia en alguien tanto náuseas como un estado de euforia. Fueron tales sus  hallazgos que llegó a afirmar: “Si se me dieran suficientes fondos, en tres  meses sería capaz de modificar el comportamiento del 80% de los habitantes de  esta ciudad sin que lo sepan. Podría hacer que fueran felices o -al menos que se  creyeran felices- o hacerlos agresivos”. Quizás al lector le parezca una  afirmación enormemente pretenciosa pero ya en diciembre de 1965 el doctor David Krech -de la  Universidad de Berkeley en California (Estados Unidos)- había afirmado en un  artículo publicado en The New York Times que “los investigadores deben  plantearse ya la posibilidad de que sus estudios les lleven a conseguir  controlar las mentes de los seres humanos. Creo que no me paso de melodramático:  las posibilidades futuras de tomar el control de una mente conllevan mucho más  peligro que las capacidades que puedan llegar a tener los físicos nucleares”.
Que fue  escuchado es obvio: pocos años después inconfesables investigaciones dieron  lugar a lo que dio en llamarse armas no letales. Apenas veinte años después de  ese artículo de Krech, en 1984, el capitán Paul Tyler -médico de la marina  norteamericana responsable de la investigación sobre los efectos de las  radiaciones en humanos- reconocía en el Centro Universitario para la Doctrina  Aeroespacial sito en Alabama (EEUU) que “se podían alcanzar efectos biológicos  precisos con la ayuda de ondas electromagnéticas”. Es más, Tyler dijo que habían  identificado ya esas ondas pero que para poder usarlas de forma operativa tenían  que solucionar el problema de cómo transmitirlas con la potencia suficiente (por  supuesto ondas ELF).
Añadiremos que la División de Armas Avanzadas de  Estados Unidos fue adscrita a una agencia ultrasecreta, DARPA, que por cierto  tiene sus instalaciones en el estado de Virginia, muy cerca de la universidad en  la que un estudiante coreano llamado Cho Seung-hui llevó a cabo en abril del  2007 una inexplicable matanza. Asimismo se sabe que también se investigó con las  microondas en el Centro Militar de  Investigación Walter Reed de Washington (Estados Unidos) dentro del llamado  Proyecto Pandora. Pues bien, el director del DARPA durante el Proyecto Pandora  fue Richard Cesaro -personaje que trabajó cuarenta años en ese campo para la  Marina y la NSA, agencia especializada en telecomunicaciones y espionaje- y  terminó haciendo público sus objetivos: “Para conseguir un salto tecnológico en  el campo militar hay que ir más allá de las bombas y llegar a controlar las  mentes de los enemigos”, afirmaría. Añadiendo: “La posibilidad de ejercer cierto  grado de control sobre el comportamiento humano mediante microondas de baja  intensidad es, a la luz de nuestras investigaciones, algo razonable”. Por lo que  instó a continuar las investigaciones. Obviamente el hecho de que estemos  hablando de proyectos ultrasecretos hace que las investigaciones puedan en  realidad estar más avanzadas de lo confesado. Hay que tener en cuenta que la  mayor parte de las evidencias que hoy se tienen del desarrollo logrado proceden  casi exclusivamente del antiguo bloque comunista ya que cuando cayó ese régimen  muchos archivos secretos salieron a la luz.
ATAQUES CON ONDAS
Ahora bien, no son sólo las  posibilidades de las ELF (ondas de extremadamente baja frecuencia) las que se  han investigado. También se han estudiado las EHF (siglas en inglés de las ondas  de extremadamente alta frecuencia) porque tienen una característica importante:  operan en línea recta y pueden dirigirse hacia objetivos muy concretos en lugar  de hacerlo sobre zonas más amplias. El investigador Joe Vials publicaría en New  Dawn Magazine un artículo en que explicaría que las microondas pueden dirigirse  hacia un blanco concreto gracias a un sistema llamado Magnetrón merced al cual  los electrones que se producen por calentamiento en un tubo catódico pueden ser  dirigidos luego hacia un punto determinado combinando un campo eléctrico y uno  magnético. Solo sabemos que se trata de un cilindro hueco cuyo exterior se rodea  con emisoras de bario y de óxido de estroncio y que dispuesto concéntricamente  en torno a él hay un amplio cilindro de corriente anódica que contiene un gran  número de cavidades de resonancia sobre la superficie. El caso es que cuando se  pone en macha el Magnetrón produce una corriente eléctrica radiante entre el  ánodo y el cátodo mientras el campo magnético es estimulado por el cátodo. El  dispositivo se sella en un espacio al vacío. Y auque su potencia está limitada  por el tamaño del Magnetrón utilizado las investigaciones ponen de manifiesto  que el más potente puede producir una corriente de microondas de más de ¡diez  millones de vatios por pulsación! Y que el rayo de microondas que emite puede  concentrarse de la misma forma que una lente fotográfica; puede hacerlo pues  incluso sobre un punto infinitesimal.Agregaremos que el primer ataque  confirmado con armas psicotrónicas tuvo lugar en 1953 y lo perpetraron los  soviéticos atacando con ondas electromagnéticas de baja frecuencia la embajada  norteamericana en Moscú (Rusia). Poco antes el Gobierno ruso, en plena guerra  fría, se había reunido con el norteamericano para intentar parar la carrera  armamentística en lo que a las armas electromagnéticas se refiere pero su  ofrecimiento fue rechazado así que éstos decidieron atacar la delegación  estadounidense con ellas. ¿El resultado? Varios  empleados enfermaron gravemente, muriendo algunos de ellos. Incluido el  embajador, Walter Stoessel, cuyos ojos enrojecieron llamativamente y murió a  causa de cáncer, concretamente de un linfoma. Como es obvio, las autoridades  norteamericanas dijeron ignorar ese ataque durante años pero existe la fundada  sospecha de que lo permitieron para investigar los efectos de esas radiaciones.  La prueba está en que Henry Kissinger escribió un informe secreto en los años  setenta en el que se ofreció una indemnización a los empleados que lo sufrieron.Años más tarde, en 1976, el Comité del Senado de Derechos  Constitucionales publicaría un escrito titulado Estudios de armas de microondas  de los soviéticos incluido en el apartado Tecnologías para el control-vigilancia  que a su vez citaba lo publicado en Federal Times el 13 de diciembre de ese  mismo año. Pues bien, en la página 1.280 se puede leer que “la oficina de  inteligencia del Ministerio de Defensa ha publicado un estudio sobre los avances  de los soviéticos en el-ámbito de las armas de microondas. Las microondas se  usan en el radar, en la televisión y en los hornos microondas. Pueden causar  desorientación e infartos en seres humanos. Otro efecto biológico que puede  lograrse es crear voces. Es posible transmitir sonidos y palabras para que se  escuchen intracranealmente mediante la modulación de señales a una densidad  media muy baja. Los avances logrados por los comunistas pueden llevarles a  desarrollar un sistema que les permita incidir en el comportamiento del personal  de la embajada”.Tres años después de la publicación de este escrito, en  el marco de una conferencia que se dictó en la sede de la Organización de  Naciones Unidas (ONU), los soviéticos darían su visión sobre las microondas e,  incluso, proporcionarían una lista de armas de destrucción basadas en ellas  describiendo su funcionamiento: “Las armas electromagnéticas –reconocerían  públicamente- operan en cierto rango de radiofrecuencias y pueden causar daños  en los organismos humanos”. Más tarde se sabría -a través del editorial de  Pravda del 27 enero de 1986, como recoge un documental de la BBC- que “los  soviéticos habían desarrollado rayos, microondas, infrasonidos y armas genéticas  que, en términos de su capacidad destructiva, podían no ser inferiores a las  existentes en la actualidad”.El tiempo confirmaría que todo lo dicho  era verdad pues tras la caída del régimen soviético aparecieron hasta 44  publicaciones sobre este tipo de armas. En Estados Unidos los avances en este  campo se justificaron hasta entonces por la necesidad de contrarrestar los  descubrimientos soviéticos pero tras la caída de la URSS tales armas no dejaron  de investigarse; sólo se modificó la justificación. Ahora eran necesarias para  controlar a los “enemigos internos”. En otras palabras, decidieron usarse -aprovechando que no dejan huella y por tanto no se puede culpar a nadie de sus  efectos- contra “las personas que pusieran en peligro la Seguridad Nacional”. Y  parece que son muchas y en todo el mundo. Salvo que se esté utilizando de  cobayas a miles de personas en todo el  mundo simplemente para perfeccionarlas. Porque, insistimos, no dejan huella.  Bueno, quizás el extraño aumento de personas “psicóticas” que cada vez en mayor  número tienen que atender los psiquiatras sin que éstos sepan la realidad de las  causas de tales “patologías”.Sólo que muchas de las víctimas sí lo  saben. Parte, de hecho, ha llegado a conocerse y hoy se agrupa en la Federación  Mundial de Víctimas de Armas de Control Mental. Alfredo Nieto, informático  español, es uno de ellos. “En general somos personas que por una u otra razón  molestamos en el grupo social en el que estamos. Me consta que hay una red  global secreta basada en nanomáquinas que espía el comportamiento de mucha gente  y puede influir en sus emociones. Con seguimientos que implican a veces la  participación de helicópteros”. Los miembros de esta organización están  de hecho convencidos de que tales armas explican la aparición inexplicable desde  hace años de enfermedades fulminantes en muchas personas sanas –inducen sobre  todo cáncer al poder alterar gravemente las células-, incluidos conocidos  disidentes.
Louis Slesin, director de la revista Microwave (Microonda),  sabe que todo ello es posible: “Dado que el cuerpo humano es básicamente un  organismo electromagnético -explica- los aparatos que causen interrupción en sus  impulsos eléctricos pueden afectar su conducta y su salud. Pero esos programas  son tan secretos que los militares no hablan de nada concerniente a ello”.
El catedrático de Filología francés Rudy Andria está convencido por ejemplo de  haber sido víctima de esas armas tras tener problemas físicos cuyas causas los  médicos no fueron capaces de detectar. “Al principio no sabía por qué sufría  dolor de cabeza, vértigos, diarrea, sensación de calor intenso dentro del  cuerpo, alternancia de sensaciones de calor y frío, privación de sueño, dolores  musculares, calambres en las piernas… pero luego descubrí que hay personas con  los mismos síntomas que yo. Somos víctimas de lo que podríamos llamar crímenes  electromagnéticos. El problema es que ningún médico quiere informarse. Todos  optar por considerarlo un mero problema psiquiátrico”.
Bueno, pues según  la mencionada federación de víctimas serían ya entre 100.000 y medio millón de  personas en el mundo las que habrían sufrido o sufren agresiones con armas  psicotrónicas. Solo que, ¿cómo va eso a ser posible? Según ellos porque tales  armas están dirigidas desde satélites cuando no instaladas en ellos. Una  afirmación que apoyaría el hecho de que hoy día hay centenares de satélites en  funcionamiento que mueven billones de dólares en contratos con compañías  privadas. Siendo la principal entidad que los gestiona la National  Reconnaissance Office (NRO), una institución que fue secreta hasta 1992 y en la  que desembocarían todos los programas negros de investigación; es decir,  aquellos que escapan al control judicial y parlamentario de los estados. Y es  que como dijo hace tiempo un científico ruso “quien controla el espacio  electromagnético controla el mundo”. De ahí la carrera espacial.
TECNOLOGÍAS DIRECCIONABLES
Suponemos que el  lector se preguntará a estas alturas cómo es posible que las armas psicotrónicas  dañen a unas personas y no a las que están al lado. Y la respuesta, como ya  adelantamos, es que las modernas armas de este tipo son direccionables, siendo  hoy su grado de precisión extraordinario. Algo que lleva a la persona atacada a  una agobiante sensación de aislamiento pues las personas de su entorno no le  creen cuando cuenta lo que le está pasando.
Es más, se sabe que los  investigadores al servicio de estos programas ultrasecretos han avanzado mucho  en el ámbito del sonido, que no deja de ser otra onda pero potencialmente  inaudible cuando se emite en una frecuencia inferior a la que capta el ser  humano. De hecho en la declaración leída en la ONU en 1979 a la que aludimos  antes los soviéticos hacían especial hincapié en los sonidos no detectables por  el ser humano afirmando que “la variación de sonidos infrasónicos puede  ocasionar daños en el sistema nervioso y el cerebro”.Claro que en este terreno los  norteamericanos no se quedaron atrás y de hecho desarrollaron un sonido por  encima del grado de frecuencia audible por nuestro oído. Por si lo duda: “El  sonido hipersónico se usa -cuenta el US Lab Test en un artículo titulado Sonido  hipersónico para uso no letal- para incapacitar a los enemigos. Y es  direccionable. Causa desorientación, dolor y náuseas”. Para obtenerlo el  Ejército norteamericano trabajó con la patente de un inventor alemán llamado  Hans Raida que combinaba alta potencia y baja frecuencia con un potente haz de  sonido. Tecnología por cierto –según se afirma en círculos diplomáticos- que  actualmente estaría utilizando Israel contra las guerrillas urbanas de Hamás y  Hezbolá. Cabe añadir que son muchos los investigadores que han comprobado ya que  cuando las neuronas reciben unas dosis de electricidad determinadas sus  propiedades eléctricas cambian en la misma forma en la que actúa la memoria. “Uno de los experimentos –cuenta el investigador George Seffens en Defense News  al hablar de las nuevas tácticas de guerra urbana- incluye el uso de sonidos que  mutan a altos decibelios mientras se amplían los sonidos en las más típicos  rangos de la voz o de la transmisión de radio”.
VOCES EN EL CEREBRO
Otro paso más lo supone la  posibilidad de crear “voces” en el cerebro. En este sentido Thomas Jensen -del Rush  Presbyterian St. Luke’s Medical Center (Missouri, Estados Unidos)- comprobaría  que “milésimas de segundo antes de pronunciar una palabra el cerebro emite unas  ondas determinadas para esa palabra. Y esas ondas son exactamente las mismas de  una persona a otra”. Este dato hizo que Richad Clark -de la Universidad Flinders  de Australia del Sur- propusiera el uso de redes neuronales de ordenadores para “reconocer los patrones de aprendizaje de conceptos en los campos eléctricos de  la mente. “La CIA –afirma Gary Selden en su artículo Máquinas que leen mentes- ha estudiado sin duda los campos eléctricos u ondas que la mente emite después  de haber aprendido algo. Con monitores remotos sería el sueño del espionaje”. Edward Hoffman -subdirector del Instituto Psiquiátrico de Yale (Connecticut,  Estados Unidos)- sostiene por su parte que se pueden destruir las voces que “oyen” los esquizofrénicos mediante simples pulsos magnéticos. Y un grupo de  neurocientíficos del Caltech (Instituto Tecnológico de California, Estados  Unidos) afirma que las intenciones pueden ser leídas directamente midiendo la  actividad eléctrica en el córtex parietal. Para comprobarlo en una de sus  investigaciones insertaron cables en esa zona de la cabeza a un grupo de monos y  grabaron la actividad eléctrica neuronal que aparecía poco antes de que éstos  tocaran el cursor para recibir la recompensa. Seguidamente cambiaron las  recompensas y las grabaron de nuevo. De esa manera pudieron anticipar qué  recompensa iban a elegir: bastaba ver la actividad neuronal que se producía  previamente a su acción.Giorgio Ganis y Stephen Kosslyn -de la  Universidad de Harvard en Massachusetts (EEUU)- han constatado además que las  mentiras bien organizadas requieren la activación de distintas partes del  cerebro y altas dosis de concentración. De hecho comprobaron las diferencias  cerebrales que hay entre una mentira espontánea y una elaborada.Agregaremos que el investigador francés Denis Le Bihan -director de la Unidad de  Imaginería Neuroanatómica Funcional de la Comisaría de la Energía Atómica de  Francia- afirmaría en la revista Nature del 22 de enero de 1998: “Casi podemos  leer los pensamientos”.¿Meros descubrimientos sin aplicaciones  prácticas? Pues si lo piensa sepa que la patente norteamericana 3.951.134 de  1976 –está a nombre de un tal Malech (Robert G., de Nueva York)- describe “un aparato y método para monitorear y alterar el comportamiento de las  ondas cerebrales de un sujeto desde una posición alejada mediante señales  electromagnéticas de diferentes frecuencias de manera que unas intercedan con  las otras para conformar una onda de forma que modula las ondas cerebrales del  sujeto en cuestión. Esa interferencia en la onda cerebral será retransmitida por  el cerebro del sujeto al receptor que la modulará y ampliará a su antojo”. Y es que lo que hasta ahora se achacaba a “conspiranoicos” está pasando  a formar parte de los medios de comunicación que suelen normalmente dar fe sólo  de las versiones oficiales. Un ejemplo cercano: el pasado 10 de febrero el  diario español Público contaba que un grupo de científicos australianos había  conseguido “leer los pensamientos de unos voluntarios”. Concretamente habían  constatado que la decisión de tomar un tipo de bebida u otro se podía saber  midiendo simplemente la actividad cerebral en la corteza prefrontal del cerebro  mediante una luz infrarroja. Claro que, como antes se explicó, los propios  científicos han reconocido que hoy es habitual usar monos –muy parecidos a los  humanos- para estudiar en ellos los efectos biológicos de las microondas,  incluso las altamente concentradas.
Y si esta práctica de por sí puede  sobrepasar los límites éticos todavía lo hace más si tenemos en cuenta que esos  experimentos han sido realizados también con humanos. Se tiene constancia por  ejemplo de que investigaciones similares se han llevado a cabo en Estados Unidos  en el Hospital de Kansas City en Missouri, en la Universidad de Rochester de  Nueva York, en los centros Brooks Airforce Space de San Antonio (Texas), en el  Johns Hopkins de Baltimore (Maryland), en el Instituto Tecnológico de  Massachussets, en la Universidad de Pennsylvania y en otros laboratorios.  Incluso en España. De hecho una de las mayores autoridades en la materia es un  español, el neurofisiólogo José Manuel Rodríguez Delgado, cuyo envidiable  currículo incluye una etapa de docencia de más de veinte años en la Universidad  de Yale (Connecticut, EEUU) y que es autor de un conocido experimento en el que  un toro de lidia con unos electrodos en la cabeza escapa repentinamente del  capote rojo al que se dirigía… pero que también ha experimentado con humanos. En  una ocasión, por ejemplo, irradió a cuatro personas con microondas y según  explicaría eso les provocó muy diferentes emociones, sensaciones y visiones.  Llegando por ello a hacer afirmaciones como que “estas armas son más dañinas que  una bomba nuclear”, que “con conocimiento del cerebro podemos transformar, manipular, dirigir o  robotizar seres humanos” y que “el principal problema en el futuro será que se  robotice a seres humanos sin que se den cuenta de ello”. Y lo dice con  conocimiento de causa ya que entre muchos otros inventos el doctor Rodríguez  Delgado es responsable del desarrollo de un emisor cerebral que sirve para  dirigir a distancia seres humanos como robots. “En el futuro –afirma- podríamos  llegar a gobernar de manera inteligente y razonable la fuente de todas las  actividades humanas”. Otro de sus experimentos consistió en investigar “los  ciclos de sueño de los astronautas” según publicó el New York Post el 22 de  marzo de 1967.
Terminamos diciendo que un equipo de científicos del  Instituto de Descubrimientos del Cerebro y el Comportamiento de la Facultad de  Medicina de Georgia (Estados Unidos) dirigido por el doctor Joe Z. Tsien afirmó  el pasado 2008 que habían conseguido “borrar” la memoria de un grupo de ratones.
RADIACIONES A CUENTA DEL GOBIERNO
Y no  olvidemos al doctor Ewen Cameron, presidente de la Asociación de Psiquiatras  Americanos y Canadienses durante largos años y director del Allen Memorial  Psychiatric Institute en Montreal (fundado en 1943 con fondos de la Fundación  Rockefeller para desarrollar el proyecto de control mental Monarca, una rama más -al igual que el Proyecto Pandora- del famoso MK Ultra) cuyas investigaciones  financió la CIA a través de la Fundación Cornell para el estudio de la ecología  humana. Porque su equipo consiguió la anulación sistemática de la mente de un  ser humano o de su memoria empleando para ello sobredosis de LSD, barbitúricos  que le hacían permanecer 56 días seguidos dormido o terapias de electroshock  superiores 75 veces a la dosis recomendada. Cameron comprobó que un adecuado  condicionamiento psíquico –concretamente la repetición de un mensaje  veinticuatro horas al día- conseguía programar una mente previamente vaciada.  Unas investigaciones que bien pudieron ser el origen de las torturas de  Guantánamo (Cuba) y Abu Ghraib (Iraq) en las que se utilizó la privación  sensorial y la repetición ad náuseam de canciones (por ejemplo de Bruce  Springsteen que se quejó por razones éticas alegando violación de sus derechos  de autor). Claro que las barbaridades cometidas por psiquiatras en nombre de la  ciencia podrían llenar una enciclopedia.
Otro ejemplo significativo es  el del psicólogo, neurocientífico y profesor universitario en la Laurentian  University de Ontario (Canadá) Michael Persinger quien investigó los efectos de  las radiaciones electromagnéticas sobre el cerebro para un programa de armas del  Pentágono. Persinger perfeccionó los métodos para realizar experimentos de  inducción de experiencias subjetivas como -por mencionar algunas- hacer creer a  alguien que fue abducido por extraterrestres o que tuvo encuentros con ángeles o  con el mismo Dios. Para ello empleaba un casco de motocicleta modificado con  realidad virtual que enviaba señales electromagnéticas a la parte delantera del  cerebro. Su conclusión fue que “la experiencia humana de Dios puede ser generada  mediante procesos que no tienen nada que ver con que Dios exista o no”. Persinger publicó el estudio en 1995 con el título Sobre la posibilidad de  acceder directamente a cada cerebro humano mediante inducción electromagnética  de algoritmos fundamentales y en él se podía leer, por ejemplo, que “un proceso  ligado a la temperatura del cerebro puede permitir afectar a todos los cerebros  humanos normales por medio de una frecuencia subarmónica cuya variación a 10  hertzios sería de sólo 0.1 hertzios”; que “las variaciones del ruido dentro de  la matriz pueden servir para distinguir entre distintos cerebros. Variaciones al  azar del ruido pueden diferenciar entre las mentes de diferentes individuos. En  otras palabras, cada individuo puede ser identificado en función de los  característicos outputs de su cerebro” o que “la identificación de estas  secuencias puede permitir llegar directamente a las más complejas funciones  cognitivas asociadas a la personalidad, la conciencia humana y la agregación de  representaciones de experiencias”. Es decir, que Persinger está hablando de la  capacidad para modificar la conciencia de un individuo, su personalidad o su  memoria (agregando recuerdos falsos)… mediante ondas electromagnéticas. La  posibilidad de “crear terroristas” a base de torturas y ondas se desprende  asimismo de las palabras de este afamado científico que ha aparecido en algunos  documentales recientes del televisivo Canal Historia y que sostiene que los  procesos mentales pueden ser engañados enviando esta des-información  directamente al cerebro. El principio sobre el que se basa para hacer tal  afirmación es que la duplicación sintética de la red neuroeléctrica del cerebro  generada por los sensores a un estímulo real que excita ese proceso puede  producir la experiencia de ese estímulo sin la presencia del mismo. Es decir, un  engaño a la mente. Lo que propone el doctor Persinger es que, virtualmente,  cualquier estado mental puede ser generado artificialmente desde una fuente  exterior. Y lo más aterrador es que los medios para conseguirlo existen ya y son  operativos a nivel global. “Los niveles paralelos de potencia para estas  amplitudes –explica Persinger- son similares a los que utilizan las señales de  radio y los sistemas de telecomunicaciones. En las pasadas dos décadas el  potencial para realizar esto se ha desarrollado tanto que lo improbable ya puede  ser factible”.
En suma, todas estas evidencias llevan al convencimiento  de que hoy se puedan crear asesinos dirigidos por control remoto mediante voces  en su cerebro emitidas por su “controlador”. Timothy McVeigh, autor de la  matanza de Oklahoma (Estados Unidos) en 1995, decía que el Ejército le había  implantado un chip en sus nalgas. El asesino de Robert Kennedy, Sirhan Sirhan,  aseguraría no recordar nada de lo que ocurrió el día del asesinato. Y el de John  Lennon, Mark Chapman, afirmó que “oía voces”. También en los años 80 y 90 del  siglo pasado se hizo famoso Theodore John Kaczynski, un profesor de Matemáticas  norteamericano que mató a tres personas e hirió a otras veintitrés enviándoles bombas y que pasó a la historia con  el apodo de Unabomber. Lo que poca gente sabía es que a finales de los años 50  ese hombre había sido estudiado por el doctor Henry A. Murray, un psicólogo de  la ya mencionada Universidad de Harvard (Massachussets) al servicio de las OSS  (Office of Strategic Services), organización que dio lugar a la CIA. Hoy se sabe  que Kaczynski participó durante tres años -sin su consentimiento- en un  experimento universitario que implicaba tormentos, humillaciones y bombardeo con  ondas lo que dejó huellas profundas en su psique. El dato aparece en el libro de  Jonathan Moreno Guerras de la mente: investigación sobre la mente y defensa  nacional, de innegable valor puesto que el autor conoció directamente al propio  Murray por ser amigo de sus padres, también psicólogos.
Walter Bowart, autor  del libro Operación Control Mental, afirma por su parte que en 1989 un grupo de  mujeres inglesas que se manifestaba contra las armas nucleares sirvió de cobaya  al Ministerio de Defensa del Reino Unido para probar algunas clases de rayos de  microondas EHF. Sin conocer bien el origen del dolor que empezaron a notar,  estas activistas se resguardaron en sus tiendas de campaña. Según las  declaraciones de Bowart al fallecido investigador antes mencionado Joe Vials los  experimentos con personas siempre que no fueran norteamericanas los apoyó la  propia Casa Blanca. En cuanto a los síntomas específicos que presentaron esas  mujeres pasaron por ciclos mensuales irregulares, abortos, problemas  ginecológicos, quemaduras de la retina, problemas auditivos y hasta tumores de  crecimiento rápido. Bowart asegura que cuando sugirió a las manifestantes que  cubrieran sus tiendas con hojas de aluminio los efectos cesaron inmediatamente.  Según él las microondas rebotan en el papel de aluminio.
ARMAS  NO LETALES
Finalizaré diciendo que todas las armas descritas en  este texto se conocen bajo el paraguas desinformativo de armas no letales,  denominación con la que aparecen en los documentos secretos de la CIA desde los  años 60 aunque, curiosamente, su desarrollo ha estado controlado por compañías  privadas. De hecho la que fuera Fiscal General de Estados Unidos, Janet Reno,  confirmó que “las agencias acordaron desarrollar en común armas que sean válidas  tanto para el campo militar como para la seguridad interna”. Así, por ejemplo,  la compañía aeronáutica Lockheed Martin afirma sin reparos en la web de su  división de Ciencia e Ingeniería -www.seabase.com- lo siguiente: “Proveemos al  Gobierno de tecnologías como láseres, sensores espectros trópicos, microondas de  gran potencia, campos electromagnéticos y armas no letales” (el subrayado es  nuestro).También Vector Microondas Investigaciones está contratada por  el Gobierno norteamericano para desarrollar estas tecnologías. Como muestra  baste mencionar el premio de investigación otorgado por la CIA que en 1996  recayó en el científico John Craven por dos proyectos: uno llamado Microondas  para computadores y otro con el título Láser para comunicación. Aunque como ha  quedado claro a lo largo de estas páginas esta carrera armamentística ha sido  secreta 25 países han desarrollado ya este tipo de armas, según afirmaría el ex  Secretario de Defensa norteamericano Wiliam Cohen.Y si el lector aún  precisa una definición de lo que son esas armas no letales quizás pueda servirle  la que la doctora Barbara Hatch Rosenberg recogió ya en 1994 en el Boletín de  Físicos Atómicos en el que se puede leer que “las armas no letales utilizan  energía electromagnética en frecuencias de láser, microondas, radiación de  radiofrecuencias o luz visible pulsada a la frecuencia en la que emite el  cerebro”. Agregando que “sus resultados son: ceguera temporal, desórdenes en el  pensamiento, dolor severo, náusea, diarrea y disfunciones en los órganos  internos”.
Para terminar añadiremos que en la actualidad no existe ningún  aparato accesible al público específico para detectar un ataque psicotrónico. Lo  más parecido es un Detector de fugas de microondas ideado por un investigador  australiano llamado Dick Smith. En su origen ese dispositivo estaba destinado  únicamente a rodear la junta de caucho de los hornos microondas para detectar  las posibles fugas de radiaciones. Se trata de un detector direccional capaz de  recoger una emisión de onda tan leve como un miliwatio por centímetro cuadrado,  lo que le convierte en una defensa interesante si se tiene en cuenta que  investigaciones médicas realizadas en Estados Unidos también han demostrado que  una exposición prolongada a fugas de baja intensidad puede causar problemas  serios en los ojos (como cataratas). Estas investigaciones se refirieron a un  grupo de mujeres que se habían expuesto a fugas de microondas de esa intensidad  en el lugar de trabajo durante muchos meses. Y en cada caso el nivel de  perjuicio fue proporcional a la distancia del horno microondas en el que estaba  la fuga.
Finalizamos recordando que muchos gobiernos -y las entidades  bancarias- quieren ahora que todos los seres humanos llevemos implantados en  nuestros cuerpos chips -que funcionan mediante radiofrecuencias- para mejorar la  seguridad de las transacciones e implantar en ellos nuestros datos médicos. Sólo  que esos chips llevarían un GPS incorporado para saber dónde estamos en cada  momento y quizás pudiesen recibir emisiones que desde la distancia nos podrían  llevar a enfermar o a la muerte. Bueno, pues ya han empezado a usarlos  discotecas de alto standing para que una maquina reconozca a sus clientes  habituales y éstos no tengan que esperar en la cola. Y cientos de hijos de  millonarios –sobre todo en México y Brasil- ya se los han puesto por si los  secuestran.. Quizás más seguros pues… pero sin duda también más controlados.  Como le gusta al poder…Fuente:http://www.dsalud.com/index.php?pagina=articulo&c=167

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