"BIENVENIDOS AL BLOG MAS IMPORTANTE DE INVESTIGACIÓN Y RECOPILACIÓN DE NOTICIAS"
Una revista de estudio, recopilación e investigación de noticias que impactan realmente al mundo..
jueves, 2 de febrero de 2017
FASCISMO Y EXTREMA DERECHA HOY EN EUROPA (y III)
FASCISMO Y EXTREMA DERECHA HOY EN EUROPA (y III)
¿Qué sucede con los neo-nazis y otros fascistas al estilo antiguo, herencia de los de hace casi un siglo? Lo cierto es que están siendo desplazados por los musulmanes, que son la nueva fuente de alistamiento para los servicios secretos europeos, para la red Gladio por ejemplo, en particular desde que tales servicios tuvieron que ayudar al Estado Islámico a reclutar carne de cañón en Europa para la guerra de Siria, en 2011-2015. Los neo-nazis de cruz gamada, o de yugo y flechas, son un apéndice de los servicios secretos, por tanto del Estado y el gobierno. La dirección de sus organizaciones está copada por policías y confidentes[1], de manera que todo lo importante en ellos, desde su estética a su línea argumental, es conforme a las órdenes recibidas.
En los países europeos son ahora una fuerza insignificante y sin futuro más allá de hacer de cuando en cuando de partidas de la porra, salvo en Grecia, donde Amanecer Dorado tiene una cierta base social. Hay que entender el lugar que ocupa este partido en la estrategia para controlar y dominar al pueblo griego, pues mientras Syriza se ocupa de la acción gubernamental los neo-nazis cooperan con la izquierda “manteniendo el orden” en la calle. Aquella formación es la excepción que confirma la regla. No es apropiado, por reduccionista, identificar fascismo con violencia, pues aunque ésta es parte fundamental de aquél, lo definitorio está en la categoría de “revolución fascista”, en el proyecto político dirigido a transformar el orden político conforme al ideario mussoliniano. Hoy no hay ninguna organización que se proponga seria y creíblemente tal meta, quedado la extrema derecha fascista como elemento residual entregado al uso esporádico de una violencia de baja intensidad.
El principal servicio que los nazis y neo-nazis han hecho al orden vigente en los últimos dos decenios es de tipo propagandístico. Se les impone decir y hacer aquello que más interesa al poder constituido, en operaciones de contrainformación de enorme calado en algunos casos. Como se sabe que la inmensa mayoría de la población está a la contra del fascismo se impone a éste, desde el poder estatal y gubernamental, determinadas líneas argumentales para que el publico reaccione contra ellas, situándose donde dicho poder quiere que esté. Por ejemplo, se les hace estar verbalmente “rechazar” la emigración, a pesar de que Hitler acarreó a Alemania unos 7 millones de emigrantes para mantener activa la economía alemana, abastecer al ejército y poder continuar la guerra. De ese modo, rechazar hoy el hecho aciago de la emigración es presentado como “nazi”, como “fascista”, por la retórica institucional y por el activismo callejero financiado desde las instituciones. En todo ello la verdad queda ninguneada y el sujeto medio, abastecido de ideas por medios de comunicación uniformemente (totalitariamente) progresistas, burdamente manipulado. La verdad desnuda es que en el asunto de la emigración, el actual régimen alemán, “democrático”, está haciendo lo mismo que los nazis, inundar el país de trabajadores extranjeros.
Pero donde los neo-nazis han tenido que emplearse a fondo, siguiendo las órdenes de sus jefes y financiadores, pertenecientes a la policía y los servicios secretos, es en la cuestión del islam. El proyecto estratégico de islamización de Europa en el siglo XXI choca con un obstáculo enorme, que Hitler y buena parte de los jefes nazis eran entusiastas del islam, que muchos nazis se convirtieron a la religión musulmana y que aquél deseaba islamizar Europa una vez ganase la guerra. Para ocultar esto se ha ido poniendo en marcha una compleja y variada batería de medidas y disposiciones. Se eliminan las referencias favorables del Führer al islam así como sus planes para la postguerra de varias ediciones de sus obras, aunque no han podido borrarlas de todas, ni tampoco suprimir los testimonios de algún alto funcionario del Estado nacional-socialista que conocía tales proyectos.
Pero, sobre todo, se prohíbe hablar de este asunto, de manera que nadie se atreve a llevar a los medios de comunicación tal cuestión, a pesar de estar perfectamente documentada. Incluso se suele ocultar que en el ejército del partido nazi, las Waffen SS, hubo tres divisiones formadas por musulmanes, atendidas espiritualmente por sus ulemas, las cuales combatieron a los partisanos comunistas del este europeo con un derroche de encarnizamiento. Ello es comprensible, dado que Heinrich Himmler, jefe de las SS y máximo verdugo del III Reich, era un lector apasionado del Corán. Esta camaradería combatiente entre nazis y musulmanes ya se había dado en la guerra civil española, 1936-1939, entre la Legión Cóndor y las tropas islámicas de Franco, que formaron el tándem resolutivo fundamental que derrotó a la Segunda República española en los campos de batalla.
Para remachar el clavo, la versión institucional tilda de “odio racista” al supuestamente sentido por los actuales neo-nazis prefabricados hacia los emigrantes musulmanes, ocultando que en el año 1942 los teóricos raciales del nacional-socialismo declararon que “la raza árabe” era asimismo “raza superior” equiparable a la “raza aria”. Así pues, un nazi de convicciones, un seguidor consciente de Adolfo Hitler, no puede despreciar racialmente a los árabes, más bien al contrario. Pero como esto no interesaba que se supiera se concibió una pseudo-versión según la cual el “racismo”, sólo o en compañía de la “xenofobia”, tiene que ser el elemento ideológico motor de la resistencia a la emigración. Para ello, quienes manejan en la sombra a los neo-nazis actuales les convierten en racistas anti-árabes en sus proclamas y panfletos, a fin de provocar la reacción deseada en la opinión pública europea, intencionadamente hecha hiper-sensible a la cuestión del racismo, no así a la de, por ejemplo, el capitalismo.
De ese modo, los servicios secretos han ido creando un movimiento neo-nazi tan peculiar que en la cuestión de la religión musulmana mantiene formulaciones diametralmente opuestas a las de Hitler: donde éste manifiesta admiración aquél expresa “odio”, por supuesto un odio prefabricado. Lo cierto es que nadie puede llamarse nazi con coherencia y ser “islamófobo”, del mismo modo que nadie puede declarase cristiano y ser hostil a los apóstoles que acompañaron a Cristo.
Algo muy similar, la manipulación de la verdad histórica para que sea útil a la política actual, se hizo con la guerra civil española. Había que ocultar que La Falange era apasionada del islam, sobre todo su sector más nacional-socialista, el proveniente de las JONS de Ramiro Ledesma Ramos, y que Franco también lo era, y Mussolini. Había que velar el hecho más concluyente, que sin la masiva recluta (100.000 combatientes) de musulmanes para servir en el ejército de Franco, que se llevó a efecto contando con la aprobación del clero islámico marroquí y valiéndose de su colaboración, aquél habría sido derrotado a los pocos meses de iniciar la guerra. En la cuestión de al-Andalus todos los fascistas (de derecha y de izquierdas) y los progresistas islamófilos repiten los argumentos exaltadores del pseudo-historiador Ignacio Olagüe, afín a las JONS, es decir, nazi. Los libros de Olagüe, mera chatarra historiográfica sin valor cognoscitivo, universalmente repudiados por los historiadores, han sido reeditados por la izquierda. Es esta una de las ocasiones en que más nítida parece la identidad esencial de todos los fascismo, el nazi y el de la izquierda.
Sobre esto hay un libro excelente, editado hace muchos años, “El colonialismo español en Marruecos”, Miguel Martín, 1973, que narra una buena parte de tales asuntos con veracidad, y que ha sido refrendado por varios estudios posteriores. Martín posee una credibilidad política impecable, pues fue un antifranquista que publicó su obra en el exilio, en Francia, en la editorial de la resistencia al franquismo, Ruedo Ibérico. Pero en vano. Su obra ha sido ninguneada universalmente. Incluso cuando se cita en la bibliografía de algún libro no se recoge lo que prueba documentalmente, que el clero islámico norteafricano se alió con Franco y la Falange sobre la base de decisivas coincidencias doctrinales. Esto ha sido borrado de la memoria de todos. Nadie se atreve a desafiar la prohibición de exponer la verdad en esta materia.
La pregunta es ¿por qué? Pues para poder ganar la batalla de la propaganda y la desinformación previa a la instauración en Europa de un régimen de dictadura fascista-musulmana en el presente siglo, un régimen como el de Arabia, Irán, Turquía o, en el “mejor” de los casos, Argelia o Marruecos, lo que equivale para el caso de España, a volver al franquismo, al fascismo castizo y español, aunque esta vez con otra religión de Estado. Si el islam aparece históricamente como lo que fue, un aliado y amigo del nazi-fascismo, la operación queda al descubierto, resultando gravemente dañada, pero si se crea un movimiento “neo-nazi” tan peculiar que es “islamófobo” se capitaliza el muy extendido sentimiento antifascista europeo en beneficio del islam, con lo que la vía hacia la fascistización de Europa queda expedita. Así debe ser, pues ésa es una necesidad cardinal para el gran capitalismo europeo en un momento tan difícil como éste, a fin de manejar a las masas con eficacia y, también, para preparar el choque global con China, el rival imperialista por antonomasia.
La estrategia de la desinformación y la manipulación se atreve a todo, como demuestra el caso de A. Brievik, el noruego que asesinó a 77 personas en julio de 2011, supuestamente para protestar contra la islamización de Europa, lo que “demuestra” según la prensa progresista que la extrema derecha y el nazismo son visceralmente anti-islámicos, y que quienes se oponen a la islamización son asesinos y terroristas fascistas. El estudio de los hechos lleva a otras conclusiones. Brievik es un enfermo mental sin convicciones políticas estables que, probablemente, cometió aquella matanza instigado desde la sombra por alguno de los muchos servicios policiales o de la inteligencia militar que manejan estos asuntos. Hay un documento en el que, pretendidamente, explica por qué lo hizo y un avispado periodista, al examinarlo, concluyó que había sido escrito por al menos dos personas, lo que hace de él la obra de un equipo, ¿formado por quien y al servicio de quien? Así las cosas, y teniendo en cuenta las muchas incoherencias y contradicciones del caso, “alguien” en las alturas dio la orden de dar carpetazo al asunto que quedó olvidado. Pero la opinión pública europea recibió el mensaje: manifestarse crítico o simplemente distanciado con el islam y ejercer en este asunto el derecho a la libertad de expresión es ser un criminal nazi como Brievik… a pesar de que éste, en algún texto, se diga admirador de Churchill, el estadista inglés que fue adversario indesmayable del nazismo.
Más allá de conspiraciones y trapisondas lo indudable es que el análisis imparcial de los regímenes políticos que el fascismo y el islam preconizan e imponen concluye que son muy parecidos, realidad indudable que empujó a Franco en brazos del clero islámico, y viceversa, y que llevó a Hitler a ser un islamófilo. No son escasos los estudiosos de teoría política que señalan que “el islam es incompatible con la democracia”, aunque teniendo cuidado de que tal verdad, evidente, no trascienda. Ese juicio no se hace respecto del budismo, o del hinduismo, o de otras religiones pero sí del islam. Por tanto, cuando se observa la enorme cantidad de medidas y disposiciones para instaurar la religión musulmana en Europa, y cuando se conoce que en un solo año, 2016, Alemania ha incorporado a más de un millón de musulmanes, se siente mucha inquietud por el futuro de la libertad en el viejo continente.
Con todo, ahora mismo se detecta un momento de confusión y vacilación en las posiciones de las minorías mandantes europeas en relación con el islam. Ya no hay una voluntad tan decidida como hace unos años de realizar la completa islamización. Por un lado está la firme y creciente resistencia de los pueblos europeos, que puede elevarse a un alzamiento masivo e incluso a una guerra civil si la clase patronal, la izquierda caviar y el aparato estatal continúan con esa política, lo que daría al traste con las posibilidades del imperialismo europeo para ser alguien en el mundo. Por otra parte, el clero islámico ha demostrado en los hechos tener mucha menos influencia de lo que parecía, de manera que ha perdido bastantes puntos en la valoración que de él tienen los poderosos de Europa.
En efecto, en los países musulmanes crece un movimiento de rechazo y descontento hacia dicho clero, potente en Arabia pero también fuerte en Irán, donde una parte significativa de la juventud está rompiendo con la dictadura de los ayatolás e incluso pasándose al ateísmo. Esto empuja a los teofascistas iraníes, tracistas del concepto “revolución islámica” (que antes no existía en el islam y que es una concreción de la mussoliniana “revolución fascista”, o de la falangista “revolución nacional-sindicalista”, de la nazi “revolución nacional-socialista”), hacia una crisis colosal de su sistema político, ferozmente liberticida y antipopular. En Turquía la reacción de la base de la sociedad al fascismo de Erdogan, apoyado bajo cuerda por Alemania, puede ser muy virulenta y desembocar en una revolución popular a medio plazo.
¿Se opondrá a la islamización desde arriba la nueva derecha populista europea, que la prensa y las televisiones califican obsesivamente de “islamófoba”? No, no lo hará más que con medidas cosméticas y simbólicas. Trump tampoco irá más allá. El motivo es que las clases mandantes de Europa necesitan fascistizar, y para ello el islam es hoy el procedimiento mejor y más rápido. Eso es en gran medida así porque la izquierda está entregada a la tarea de implantar un sistema de tiranía total, lo que es coherente con su naturaleza concreta, pues sueña con un hiper-capitalismo en el que la libertad se extinga. Ya que no puede reproducir aquí el régimen de Corea del Norte fantasea con copiar el de Arabia o Irán, rotunda y explícitamente capitalista, o el de Erdogan, con el que estableció lazos de intimidad en tiempos de Zapatero, cuando el sainete (en el que hubo tantísimo dinero para sus figurantes) de “la alianza de civilizaciones”. Ahora, subordinándose al islam reputa que puede obtener lo único que desean sus jefes y jefas, más poder y más dinero pero, en realidad, se está adentrando en un terreno de lo más espinoso e impredecible, de manera que su futuro, ya bastante oscuro por muchas causas, va a quedar aún más gravemente comprometido.
Los nuevos partidos populistas no pueden resolver una contradicción cardinal, declararse en contra de la imposición autoritaria del credo musulmán al mismo tiempo que dependen de las fuerzas básicas que desean realizarla, las clases altas europeas, los ricos y poderosos del viejo continente. Por eso quienes están dentro del sistema no se opondrán, salvo que lo demande un cambio estratégico de aquéllas. Muy diferente es el enfoque revolucionario, que repudia la marcha hacia el fascismo porque lo rechaza en todas sus variantes y, al mismo tiempo, a las fuerzas clasistas y oligárquicas que lo promueven.
La revolución integral popular no sólo es antifascista sino que se propone liquidar el capitalismo y finiquitar el Estado, los dos generadores de todas las formas de fascismo, ayer y hoy. Una de sus metas es establecer un orden con libertad de conciencia, lo que supone libertad de cultos y libertad para tener la religión que se desee, incluido el islam, o no tener ninguna, sin imposiciones ni prohibiciones. Es legítimo lo que surge del interior de la persona, lo que proviene de un ejercicio libre e informado de la voluntad individual, pero no lo es aquello que resulta del despotismo, del aleccionamiento, de la coacción, de la falta de respeto por los otros, de la intolerancia y la violencia. Ninguna religión puede imponerse, el islam tampoco, como ninguna religión puede perseguirse, tampoco el islam. Al mismo tiempo, los actos liberticidas, seculares o religiosos, tienen que tener una poderosa y severa respuesta popular.
La libertad de expresión, de la que es parte sustantiva la libertad de crítica, la libertad para diferir y disentir, es un derecho natural de cada ser humano. Las Constituciones liberales lo reconocen, en la forma de derecho formal, esto es, huero y hueco para la gente común. Pero, aún así, está recogido y afirmado positivamente. Pero ahora la libertad de disentir del islam ya apenas existe en Occidente. Son cada vez más numerosas las personas que por manifestarse contrarias o simplemente ajenas son encausadas, multadas, detenidas y también encarceladas, y eso en varios países de la Unión Europea. Hay listas de conculcaciones policiales y judiciales de la libertad de expresión en esta materia cuya lectura conmueve. Esto equivale a imponer uno de los principios de la “sharía”, o ley coránica, que es el cuerpo jurídico del Estado islámico fascista, a saber, que todo lo relacionado con dicha religión es intocable, de manera que el disentir, por poco que sea, es incurrir en “blasfemia”.
La negación jurídico-legal de los derechos naturales de la persona para favorecer a la religión musulmana es una prueba (hay otras muchas) de que el Estado/Estados en Europa está islamizándose, ya que da un trato de favor a esa religión, lo que se dirige a una meta obvia, convertir al islam a la población, acallando la disidencia y la pluralidad por medio de la represión. El europeo medio no lo sabe -por el momento- pero lo cierto es que aquél es ya religión de Estado en la UE y que vivimos bajo la dictadura político-religiosa de la ley islámica, aunque por el momento aplicada parcialmente. Y cada vez más. En lo tocante a la libertad de expresión lo apropiado es que nadie debe ser favorecido ni nadie ha de ser reprimido. Todos deben tener libertad para ejercer ese derecho conforme a como les dicte su conciencia, de manera que ha de haber la misma libertad de difundir el islam (libertad que debe ser defendida contra quienes lo nieguen, aunque hoy en la UE nadie con alguna significación propugna esto) que de rechazarlo. Pero no es así: para lo primero la libertad es total, para lo segundo apenas existe. La pregunta es, ¿por qué?
Todo ello significa que la retórica de las Constituciones europeas está siendo subvertida. Ya no hay libertad ni igualdad de los individuos, ni existe una misma ley para todos, ni se garantiza la libertad religiosa, ni hay libertad de expresión, ni tampoco es real la protección judicial de los derechos y libertades. En suma, el Estado de derecho y el gobierno conforme a la ley se están desvaneciendo. Que todo ello esté siendo conculcado con impunidad muestra que vivimos una etapa de transición del parlamentarismo al fascismo, en concreto al fascismo religioso. Y esto está sucediendo en Europa ahora. No puede ponerse en duda que la persecución legal, policial y judicial, de la “islamofobia” es instaurar una forma de inquisición religiosa que premia a un determinado credo y castiga a quienes discrepan de él, o meramente no se adhieren a él. La pregunta, de nuevo, es ¿por qué?, y, ¿qué finalidad tiene todo ello?, y, ¿adónde nos lleva?
Otra interrogación más es por qué no hay libertad para debatir en público, en un ambiente sereno y respetuoso con todas las partes, la relación entre el islam y el nazismo, y entre el islam y el franquismo. Esta cuestión no puede seguir siendo ocultada. Si se dice que estamos en una “sociedad libre” donde todo asunto encuentra su oportunidad para ser públicamente examinado y estas materias, que preocupan mucho a los europeos, tienen que ser puestas sobre la mesa, en la prensa, en las televisiones, en la Red, en los libros, en las calles, en todas partes. Pero no, es imposible, al menos por ahora. El afán de manipular y aleccionar prevalece sobre el principio de la libre controversia y la deliberación sin trabas.
El desasosiego que crea el conjeturar que la UE puede terminar con un sistema legal como el de Arabia bajo la familia Saud es enorme. Dramático es el futuro de los ateos y agnósticos, el 20-25% de la población de Europa, para los cuales la islamización equivale a una condena a muerte. No mejor les irá a los homosexuales. Y, desde luego, los etiquetados de “islamófobos” por el aparato inquisitorial ya en activo lo tendrán todavía peor. Pero las perdedoras netas en esta mutación histórica serán las mujeres europeas.
El proceso de fascistización con imposición del islam a los pueblos de Europa es la realización del proyecto estratégico de Adolfo Hitler en las condiciones actuales. Sólo se diferencia en que el Führer quería primero fascistizar y luego islamizar, de manera que lo segundo fuera la culminación de lo primero, su broche de oro, mientras que hoy lo que se está haciendo es un avance paralelo de la fascistización y la islamización. Y todo está aconteciendo de acuerdo a un plan o proyecto bien elaborado, de una complejidad enorme, que tiene en cuenta numerosos aspectos y elementos. ¿Existe un centro director, con poder para realizar esta difícil y delicada tarea? Todo indica que sí. Por lo que podemos deducir desde los hechos su cabeza está, esta vez también, en Alemania (aunque otros datos parecen situarla en Inglaterra…) teniendo en cada país de la UE una sucursal. Tal equipo de trabajo, o comité dirigente, se puso bastante al descubierto al reclutar a musulmanes europeos para el Estado Islámico de Irak y Siria, miles de personas que fueron enviadas a combatir en la guerra de Siria conforme a los intereses estratégicos de los EUA, Inglaterra, Alemania y Francia. En ese equipo o comité de dirección, muy probablemente, trabajen estrechamente unidos altos funcionarios de diversos ministerios, economistas ligados al Banco Central Europeo (por tanto, al euro), historiadores, juristas, representantes de la gran patronal, jefes de la izquierda y militares. La dirección, de eso no hay duda, está en manos de los militares. Porque el ejército, los ejércitos, han sido siempre, y siempre serán, el partido fascista por excelencia. Como se manifestó en 1936. Fin
[1] Esto quedó en evidencia en el caso del NPD alemán, una formación neo-nazi con unos 6.000 afiliados, que al ser investigada por el poder judicial se comprobó que una buena parte de su dirección estaba formada por “personal infiltrado de los servicios de inteligencia alemana”. Esa es la norma en todos los casos. Publicado por Félix Rodrigo Mora
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario