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lacunadelsol-indigo.blogspot.comEl ascenso de los robots
Una amarga ironía de la
modernidad es que el sueño ancestral de liberar a la gente del tedio del
trabajo ha sido respondido por los robots, pero el capitalismo ha convertido
esa "libertad" en una vida estéril con poco que perder, escribe el
poeta Phil Rockstroh.
CAPITALISMO: EL ASCENSO DE LOS ROBOTS
Por Phil Rockstroh
La humanidad, al ser una especie inherentemente creadora de herramientas, siempre ha estado en una relación con la tecnología. Nuestras herramientas, armas, máquinas y dispositivos son cruciales para forjar los criterios culturales de la vida humana. En la actualidad, en medio del panorama espectral creado por la tecnología de las imágenes sensacionalistas, aunque de alguna manera estériles, de los medios de comunicación, uno puede sentir que la mente corre el peligro de convertirse en saliva.
A manera de comentario personal, entre mis amigos que comparten una pasión por la lectura se ha formado un consenso informal: Desde el momento en que nos enredamos en el Internet leemos muchos menos libros. Peor aún, encontramos que la sensación de aislamiento que hemos intentado mitigar mediante una inmersión en la actividad en línea, en el mejor de los casos, proporciona solo un efecto paliativo. Sin embargo, como una manera de adicción, o de una aventura amorosa sin esperanza, somos propensos a caminar más profundamente en el marasmo psíquico sumergiéndonos más en la misma fuente que está exacerbando nuestros sentimientos de incomodidad y hastió.
Sin embargo, insistimos en seguir mentalmente pegados a dispositivos electrónicos, mientras que los océanos de nuestro planeta sitiado por la tecnología mueren, la atmósfera está sofocada por el calor de las emisiones de gases de efecto invernadero y, como resultado, seres vivos singulares desaparecen para siempre.
Por lo tanto, es crucial explorar por qué estamos tan aislados unos de otros pero tan conectados a nuestros dispositivos, y emparentados con el sistema de creencias que nos desinforma, la tecnología puede y nos sacará de nuestra situación cada vez más peligrosa. Cuando la realidad dictamina, si el pasado sigue siendo un prólogo, que hacer de la tecnología un fetiche nos esclavizará aún más en una tecno-distopia de facto. Debe realizarse una reevaluación, por numerosas razones, de la relación entre la humanidad y la tecnología.
De hecho, la reevaluación debe incluir las máquinas, que en el presente y en el futuro, hemos creado a nuestra propia imagen. Por ejemplo, aquellas como las tecnologías de inteligencia artificial, que de manera creciente, causarán que un número significativo de la fuerza de trabajo quede inactiva.
Máquinas de carne y hueso
Por supuesto, es un hecho, los capitalistas obsesionados, como siempre, con las ganancias netas y las perdidas, anhelan reemplazar a los trabajadores con una fuerza laboral automatizada. La clase parasitaria siempre ha considerado a los trabajadores como máquinas de carne y hueso, a quienes les molestaba tener que pagar un salario.
El capitalismo es, por su propia naturaleza, deshumanizante. Desde el advenimiento de la época industrial / capitalista, el sistema ha producido alienación masiva, atomización social y anomia. Además, la gran desigualdad económica inherente al sistema permite que la elite capitalista sea la dueña de la clase política: un grupo de lacayos descerebrados que bien podrían ser robots programados por el orden capitalista para servir a sus agendas.
La interrogante es, ¿qué efecto tendrá la condición de ser superfluo para el orden prevaleciente sobre las masas sin poder, que hasta ahora han sido mantenidos bajo control por medio de la coerción económica, las mentiras, sobornos de consumidores que incurren en deudas, el adoctrinamiento a través de los medios masivos de comunicación y la anestesia de la cultura pop? ¿Continuarán los consumidores insistiendo en que sus cadenas mentales son las mismas alas de la libertad?
Sin embargo, la Era de la Mecanización Masiva tiene el potencial de ofrecer una era de libertad, exploración artística, investigación científica, fervor intelectual, la exploracion del alma y el ocio inspirado. O el cambio polar en la razón de ser de la cultura podría infligir una crisis de identidad tan desgarradora que los demagogos repuntaran y los déspotas prometerán cultivar un nuevo orden pero cosecharan los cadáveres de los disidentes y los sin privilegios.
Hace un par de semanas, durante una visita al jardín infantil del vecindario con mi hijo de cuatro años, tuve una conversación con una ejecutiva en licencia voluntaria de su cargo gerencial en BMW (Bayerische Motoren Werke). Ella se quejaba de una infestación de algas marinas que asfixiaban las playas de los Cayos de Florida con la que se había encontrado en una reciente excursión a EE.UU.
Cuando afirmé que el fenómeno del calentamiento de los océanos del planeta, el progenitor del crecimiento exponencial de la flora marina con el que había estado preocupada, era causado, en gran medida, por la misma dinámica socio-económica-cultural que, primero que todo, financió su viaje a Florida... bueno, eso puso un obstáculo a la conversación.
Puede resultar perturbador verse uno confrontado con la complicidad en los males de un sistema que, por su propia naturaleza, proporciona camuflaje a sus perpetradores: los grandes jefes, hasta sus funcionarios y soldados de infantería. Pronto, mediante una serie de movimientos sutiles, ella se apartó de la conversación, y no puedo decir que la culpo. Yo mismo experimenté incomodidad al pensar en la incomodidad que le infligía. Por lo tanto, como regla general, bajo la tiranía de la amabilidad, que es la regla del día del presente orden, uno se siente tentado a evitar infringir en las zonas de confort que ayudan a fortalecer el estatus quo.
Sin embargo, nos enfrentamos al siguiente imperativo: el sistema y sus máquinas deben empezar a servir a la humanidad, a diferencia de lo que ha sucedido desde el advenimiento de la era industrial / tecnológica: la humanidad al servicio de las máquinas. Por lo tanto, tiene que darse un cambio paradigmático en las metáforas y el ethos de la época, por ejemplo, una repudio al concepto, destructor del alma, de los seres humanos como máquinas de carne y hueso, que deben, por el bien del lucro excesivo, separarse del sentimiento humano, así como renunciar a la exploración, el entusiasmo y el arte en la búsqueda del interés propio.
Maquinas Carnales
¿No es sentirse atraído por los bienes de consumo de lo que se trata todo esto, hablando de identidad, en el orden actual? ¿Acaso los clientes no demandan que los esclavos de facto de la industria de los servicios demuestren la conducta de androides obedientes? ¿No es un hecho que la fuerza de trabajo de las clases bajas, empleados de la industria de servicios, pronto será reemplazada por robots? ¿Acaso no adoramos y somos gobernados por el evangelio del culto de la eficiencia?
Por lo tanto, para que se mantenga el orden actual, es crucial que el público en general permanezca alienado utilizando el consumismo como un paliativo, y eso incluye la producción y venta al detalle de aparatos sexualizados que imitan a las parejas sexuales y la válvula de descarga psíquica de la reprimenda, promiscuidad sexual e invectiva superficial dirigido a los pobres diablos que buscan consuelo en ellos.
Anotación: estoy más mortificado por la robótica diseñada para la vigilancia y la guerra que por aquella diseñada para el sexo simulado. Soy simplemente bestial en cuanto a eso.
Los robots pueden programarse para simular el acto sexual, pero es dudoso que las máquinas puedan ajustarse y modificarse para experimentar los variados y complejos estados del ser que definen la conciencia humana y su capacidad innata para la autoexpresión, por ejemplo, la capacidad de expresarse por medio de la generación de metáforas espontáneas.
Si bien es cierto, las tecnologías de IA (Inteligencia Artificial) pueden imitar formas de expresión poética y artística pero, en cualquier descripción honesta de los procesos que utilizan, las máquinas se involucran en la actividad sin una profundidad de sentimiento, la facilidad para demostrar empatía y la capacidad de acceder a la imaginación, por ejemplo, el fenómeno que los seres humanos llamamos sensibilidad. Sin la calidad inefable del alma, las entidades de IA, como es el caso de nuestra actual tecnología de la información, contribuirán con los efectos paliativos, aunque intrínsecamente alienantes, inherentes a nuestra era híper mercantilizada.
Por el contrario, los escritores / artistas / activistas deben dirigirse a lugares peligrosos. Es imperativo que desciendan a la zona de peligro conocida como el alma. El alma no es un reino habitado por seres etéreos que irradian luz divina. Más bien, es un paisaje de trashumantes frágiles y heridos; anhelo incipiente; lamentación abrasadora; las confabulaciones de la memoria imperfecta; de celo y arrebato; transgresión; depresión; lenguaje fragmentado; y de obscuridad devoradora.
Las metáforas reduccionistas inherentes a la era de la mecanización, que describen a los seres humanos en términos mecanizados y mercantilizados -en oposición al panteón orgánico que se despliega compuesto de necesidades, anhelos y deseos nuestros- infligen no solo la alienación de nuestros congéneres sino también de nuestras naturalezas esenciales. En nuestra miseria y confusión, hemos ensanchado nuestros cuerpos, mutilado y envenenado la tierra, y limpiado las horas de nuestras vidas de significado mediante la mercantilización compulsiva de todas las cosas. Por lo tanto, no debería ser una sorpresa cuando los hombres alienados y solitarios se enamoran de glambots.
Una y otra vez hemos insultado el alma del mundo, y sin embargo, nos ama con una gracia intensa y duradera. La pregunta sigue siendo, le retribuimos ese amor y lo suficientemente profundo, para montar una resistencia al orden actual y así revertir el rumbo contra las fuerzas insensibles responsables de la destrucción total del paisaje y el alma.
USA.
CAPITALISMO: EL ASCENSO DE LOS ROBOTS
Por Phil Rockstroh
La humanidad, al ser una especie inherentemente creadora de herramientas, siempre ha estado en una relación con la tecnología. Nuestras herramientas, armas, máquinas y dispositivos son cruciales para forjar los criterios culturales de la vida humana. En la actualidad, en medio del panorama espectral creado por la tecnología de las imágenes sensacionalistas, aunque de alguna manera estériles, de los medios de comunicación, uno puede sentir que la mente corre el peligro de convertirse en saliva.
A manera de comentario personal, entre mis amigos que comparten una pasión por la lectura se ha formado un consenso informal: Desde el momento en que nos enredamos en el Internet leemos muchos menos libros. Peor aún, encontramos que la sensación de aislamiento que hemos intentado mitigar mediante una inmersión en la actividad en línea, en el mejor de los casos, proporciona solo un efecto paliativo. Sin embargo, como una manera de adicción, o de una aventura amorosa sin esperanza, somos propensos a caminar más profundamente en el marasmo psíquico sumergiéndonos más en la misma fuente que está exacerbando nuestros sentimientos de incomodidad y hastió.
Sin embargo, insistimos en seguir mentalmente pegados a dispositivos electrónicos, mientras que los océanos de nuestro planeta sitiado por la tecnología mueren, la atmósfera está sofocada por el calor de las emisiones de gases de efecto invernadero y, como resultado, seres vivos singulares desaparecen para siempre.
Por lo tanto, es crucial explorar por qué estamos tan aislados unos de otros pero tan conectados a nuestros dispositivos, y emparentados con el sistema de creencias que nos desinforma, la tecnología puede y nos sacará de nuestra situación cada vez más peligrosa. Cuando la realidad dictamina, si el pasado sigue siendo un prólogo, que hacer de la tecnología un fetiche nos esclavizará aún más en una tecno-distopia de facto. Debe realizarse una reevaluación, por numerosas razones, de la relación entre la humanidad y la tecnología.
De hecho, la reevaluación debe incluir las máquinas, que en el presente y en el futuro, hemos creado a nuestra propia imagen. Por ejemplo, aquellas como las tecnologías de inteligencia artificial, que de manera creciente, causarán que un número significativo de la fuerza de trabajo quede inactiva.
Máquinas de carne y hueso
Por supuesto, es un hecho, los capitalistas obsesionados, como siempre, con las ganancias netas y las perdidas, anhelan reemplazar a los trabajadores con una fuerza laboral automatizada. La clase parasitaria siempre ha considerado a los trabajadores como máquinas de carne y hueso, a quienes les molestaba tener que pagar un salario.
El capitalismo es, por su propia naturaleza, deshumanizante. Desde el advenimiento de la época industrial / capitalista, el sistema ha producido alienación masiva, atomización social y anomia. Además, la gran desigualdad económica inherente al sistema permite que la elite capitalista sea la dueña de la clase política: un grupo de lacayos descerebrados que bien podrían ser robots programados por el orden capitalista para servir a sus agendas.
La interrogante es, ¿qué efecto tendrá la condición de ser superfluo para el orden prevaleciente sobre las masas sin poder, que hasta ahora han sido mantenidos bajo control por medio de la coerción económica, las mentiras, sobornos de consumidores que incurren en deudas, el adoctrinamiento a través de los medios masivos de comunicación y la anestesia de la cultura pop? ¿Continuarán los consumidores insistiendo en que sus cadenas mentales son las mismas alas de la libertad?
Sin embargo, la Era de la Mecanización Masiva tiene el potencial de ofrecer una era de libertad, exploración artística, investigación científica, fervor intelectual, la exploracion del alma y el ocio inspirado. O el cambio polar en la razón de ser de la cultura podría infligir una crisis de identidad tan desgarradora que los demagogos repuntaran y los déspotas prometerán cultivar un nuevo orden pero cosecharan los cadáveres de los disidentes y los sin privilegios.
Hace un par de semanas, durante una visita al jardín infantil del vecindario con mi hijo de cuatro años, tuve una conversación con una ejecutiva en licencia voluntaria de su cargo gerencial en BMW (Bayerische Motoren Werke). Ella se quejaba de una infestación de algas marinas que asfixiaban las playas de los Cayos de Florida con la que se había encontrado en una reciente excursión a EE.UU.
Cuando afirmé que el fenómeno del calentamiento de los océanos del planeta, el progenitor del crecimiento exponencial de la flora marina con el que había estado preocupada, era causado, en gran medida, por la misma dinámica socio-económica-cultural que, primero que todo, financió su viaje a Florida... bueno, eso puso un obstáculo a la conversación.
Puede resultar perturbador verse uno confrontado con la complicidad en los males de un sistema que, por su propia naturaleza, proporciona camuflaje a sus perpetradores: los grandes jefes, hasta sus funcionarios y soldados de infantería. Pronto, mediante una serie de movimientos sutiles, ella se apartó de la conversación, y no puedo decir que la culpo. Yo mismo experimenté incomodidad al pensar en la incomodidad que le infligía. Por lo tanto, como regla general, bajo la tiranía de la amabilidad, que es la regla del día del presente orden, uno se siente tentado a evitar infringir en las zonas de confort que ayudan a fortalecer el estatus quo.
Sin embargo, nos enfrentamos al siguiente imperativo: el sistema y sus máquinas deben empezar a servir a la humanidad, a diferencia de lo que ha sucedido desde el advenimiento de la era industrial / tecnológica: la humanidad al servicio de las máquinas. Por lo tanto, tiene que darse un cambio paradigmático en las metáforas y el ethos de la época, por ejemplo, una repudio al concepto, destructor del alma, de los seres humanos como máquinas de carne y hueso, que deben, por el bien del lucro excesivo, separarse del sentimiento humano, así como renunciar a la exploración, el entusiasmo y el arte en la búsqueda del interés propio.
Maquinas Carnales
Contrario a todo lo que se sugiere, tenemos una opción en el asunto. Sin
embargo, en la confusión que prevalece sobre qué ethos debería guiar nuestra
relación con la tecnología, nosotros nos enfrentamos a fenómenos como la
situación narrada en un artículo reciente en The Guardian, con el encabezado: “The Sex Robots Are
Coming: seedy, sordid – but mainly just sad.” ("Los robots sexuales están en camino:
escandaloso, sórdido, pero sobre todo triste".)
Con respecto a la naturaleza desdeñosa del titular, ¿no sería más propicio
que todos aquellos interesados pregunten y exploren por qué, bajo el presente
orden, los hombres están tan alienados, socialmente incómodos y solitarios, lo
opuesto a caer en todo el pánico moral predecible, carente de ingenio y juicios
de valor arrogantes que evocan este tipo de historias?¿No es sentirse atraído por los bienes de consumo de lo que se trata todo esto, hablando de identidad, en el orden actual? ¿Acaso los clientes no demandan que los esclavos de facto de la industria de los servicios demuestren la conducta de androides obedientes? ¿No es un hecho que la fuerza de trabajo de las clases bajas, empleados de la industria de servicios, pronto será reemplazada por robots? ¿Acaso no adoramos y somos gobernados por el evangelio del culto de la eficiencia?
Por lo tanto, para que se mantenga el orden actual, es crucial que el público en general permanezca alienado utilizando el consumismo como un paliativo, y eso incluye la producción y venta al detalle de aparatos sexualizados que imitan a las parejas sexuales y la válvula de descarga psíquica de la reprimenda, promiscuidad sexual e invectiva superficial dirigido a los pobres diablos que buscan consuelo en ellos.
Anotación: estoy más mortificado por la robótica diseñada para la vigilancia y la guerra que por aquella diseñada para el sexo simulado. Soy simplemente bestial en cuanto a eso.
Los robots pueden programarse para simular el acto sexual, pero es dudoso que las máquinas puedan ajustarse y modificarse para experimentar los variados y complejos estados del ser que definen la conciencia humana y su capacidad innata para la autoexpresión, por ejemplo, la capacidad de expresarse por medio de la generación de metáforas espontáneas.
Si bien es cierto, las tecnologías de IA (Inteligencia Artificial) pueden imitar formas de expresión poética y artística pero, en cualquier descripción honesta de los procesos que utilizan, las máquinas se involucran en la actividad sin una profundidad de sentimiento, la facilidad para demostrar empatía y la capacidad de acceder a la imaginación, por ejemplo, el fenómeno que los seres humanos llamamos sensibilidad. Sin la calidad inefable del alma, las entidades de IA, como es el caso de nuestra actual tecnología de la información, contribuirán con los efectos paliativos, aunque intrínsecamente alienantes, inherentes a nuestra era híper mercantilizada.
Por el contrario, los escritores / artistas / activistas deben dirigirse a lugares peligrosos. Es imperativo que desciendan a la zona de peligro conocida como el alma. El alma no es un reino habitado por seres etéreos que irradian luz divina. Más bien, es un paisaje de trashumantes frágiles y heridos; anhelo incipiente; lamentación abrasadora; las confabulaciones de la memoria imperfecta; de celo y arrebato; transgresión; depresión; lenguaje fragmentado; y de obscuridad devoradora.
Las metáforas reduccionistas inherentes a la era de la mecanización, que describen a los seres humanos en términos mecanizados y mercantilizados -en oposición al panteón orgánico que se despliega compuesto de necesidades, anhelos y deseos nuestros- infligen no solo la alienación de nuestros congéneres sino también de nuestras naturalezas esenciales. En nuestra miseria y confusión, hemos ensanchado nuestros cuerpos, mutilado y envenenado la tierra, y limpiado las horas de nuestras vidas de significado mediante la mercantilización compulsiva de todas las cosas. Por lo tanto, no debería ser una sorpresa cuando los hombres alienados y solitarios se enamoran de glambots.
Una y otra vez hemos insultado el alma del mundo, y sin embargo, nos ama con una gracia intensa y duradera. La pregunta sigue siendo, le retribuimos ese amor y lo suficientemente profundo, para montar una resistencia al orden actual y así revertir el rumbo contra las fuerzas insensibles responsables de la destrucción total del paisaje y el alma.
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