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rebelion.orgQué habrá que enfrentar
Ya es evidente que la abstención será esta vez algo menor y que López
Obrador obtendrá la primera mayoría relativa frente a sus adversarios
que probablemente no lleguen ni a la mitad del electorado incluso
sumando sus resultados.
Las urnas mostrarán abiertamente a todo el mundo la crisis gravísima del establishment y la debilidad de las clases dominantes en México, que hoy están divididas respecto a qué hacer al día siguiente de las elecciones presidenciales.
En efecto, mientras la prensa de los patrones y la mayoría aplastante de los grandes capitalistas, que están entrelazados con las empresas transnacionales, pretende impedir que se vote por AMLO, una minoría de ellos y las organizaciones de empresarios ligados al mercado interno así como los referentes de los capitalistas medios aceptan la posibilidad de su triunfo, esperando cooptarlo. El “voto” de Donald Trump y del capitalismo internacional es también muy claro y se opone terminantemente a la posibilidad de que México deje de aplicar al pie de la letra las políticas económicas y sociales impuestas en Davos.
Estados Unidos considera que nuestro país es una mera extensión de su economía y un problema interior y Trump mira hacia las elecciones parlamentarias estadounidenses y sus posibilidades de reelección. Por eso endurecerá aún más su política hacia Canadá y México y mantendrá su proteccionismo, que le gana apoyo interno, frente a las importaciones de cualquier producto, industrial o agrícola, que pueda competir con la producción estadounidense.
Esa actitud, por otra parte, y la guerra de tarifas amenaza asfixiar la ligera recuperación de la economía europea y el crecimiento de la economía china provocando como efecto secundario una baja de los precios de los productos minerales, de los carburantes y de todos los insumos para la industria y para los salarios (alimentos humanos y forrajes), lo cual tendrá efectos recesivos en México y en todo el mundo.
El Citi bank y un sector de la burguesía han indicado ya que aceptarán un gobierno “para frenar al tigre”, sin cambios sociales importantes y con una política neoliberal y de sumisión a Washington, pero eso no es lo que quieren los votantes de AMLO que, como mínimo, exigen una política desarrollista como la de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo. Ahora bien, una política igual a la de Peña Nieto implica mantener la ocupación del país por las fuerzas armadas y aumentar la represión de las inevitables protestas y de los movimientos sociales que serían estimulados por la decepción y la ira de los votantes de AMLO si éstos se sintiesen estafados.
El CITI también se preocupa porque AMLO podría no obtener la mayoría parlamentaria, lo cual quiere decir que apuesta a la multitud de tránsfugas de otros partidos y de otros gobiernos de derecha que treparon al carro de AMLO porque saben que la principal relación del tabasqueño es con el “tigre” que lo puede amenazar o que él podría tratar de controlar mientras que esa gentuza oportunista tiene, en cambio, una relación “con el mercado” pues se vende sin problemas al mejor postor y demostró ser flexible, ultraconservadora y controlable.
Las opciones de la burguesía, por consiguiente, son dos: o un fraude descarado e inmediato oculta, como en 1988 y en 2006, el resultado real de la elección o, por el contrario, el establishment se inclina por domesticar al domesticador del “tigre” para poderlo ir adormeciendo y cortarle las garras. En el primer caso, la represión armada y masiva sería la principal respuesta de la clase dominante ante una respuesta popular indudablemente masiva y airada pero desorganizada. En el segundo, el establishment ganaría tiempo y posiciones desgastando al gobierno de Morena ante sus seguidores mientras practicaría una represión preventiva y desorganizadora para impedir o desunir las protestas sociales.
Hay un fraude en marcha con la compra de votos. Para los trabajadores y la población pobre que se niegue a vender su voto y vote en cambio por AMLO buscando construir un México más justo, más honesto, más equitativo y reformas de fondo que lo hagan posible, no hay otra opción que su organización y su independencia.
Eso necesitarán tanto si hay un golpe y se instaura una dictadura con AMLO en la cárcel o en su finca La Chingada como si el tabasqueño es elegido para mantener la política del PRIAN y abandona las pocas promesas progresistas que formuló durante su campaña.
En un artículo titulado “A Dios rogando y con el mazo dando” recordé la semana pasada este proverbio para insistir en que es urgente y necesario cambiar la relación de fuerzas entre explotados y explotadores. Pero eso no se hace en las urnas sino en las conciencias y en las movilizaciones y se concreta como frente anticapitalista unido que se apoye en una red de comités, de asambleas barriales permanentes de control y de organizaciones comunitarias surgidas de asambleas populares.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Las urnas mostrarán abiertamente a todo el mundo la crisis gravísima del establishment y la debilidad de las clases dominantes en México, que hoy están divididas respecto a qué hacer al día siguiente de las elecciones presidenciales.
En efecto, mientras la prensa de los patrones y la mayoría aplastante de los grandes capitalistas, que están entrelazados con las empresas transnacionales, pretende impedir que se vote por AMLO, una minoría de ellos y las organizaciones de empresarios ligados al mercado interno así como los referentes de los capitalistas medios aceptan la posibilidad de su triunfo, esperando cooptarlo. El “voto” de Donald Trump y del capitalismo internacional es también muy claro y se opone terminantemente a la posibilidad de que México deje de aplicar al pie de la letra las políticas económicas y sociales impuestas en Davos.
Estados Unidos considera que nuestro país es una mera extensión de su economía y un problema interior y Trump mira hacia las elecciones parlamentarias estadounidenses y sus posibilidades de reelección. Por eso endurecerá aún más su política hacia Canadá y México y mantendrá su proteccionismo, que le gana apoyo interno, frente a las importaciones de cualquier producto, industrial o agrícola, que pueda competir con la producción estadounidense.
Esa actitud, por otra parte, y la guerra de tarifas amenaza asfixiar la ligera recuperación de la economía europea y el crecimiento de la economía china provocando como efecto secundario una baja de los precios de los productos minerales, de los carburantes y de todos los insumos para la industria y para los salarios (alimentos humanos y forrajes), lo cual tendrá efectos recesivos en México y en todo el mundo.
El Citi bank y un sector de la burguesía han indicado ya que aceptarán un gobierno “para frenar al tigre”, sin cambios sociales importantes y con una política neoliberal y de sumisión a Washington, pero eso no es lo que quieren los votantes de AMLO que, como mínimo, exigen una política desarrollista como la de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo. Ahora bien, una política igual a la de Peña Nieto implica mantener la ocupación del país por las fuerzas armadas y aumentar la represión de las inevitables protestas y de los movimientos sociales que serían estimulados por la decepción y la ira de los votantes de AMLO si éstos se sintiesen estafados.
El CITI también se preocupa porque AMLO podría no obtener la mayoría parlamentaria, lo cual quiere decir que apuesta a la multitud de tránsfugas de otros partidos y de otros gobiernos de derecha que treparon al carro de AMLO porque saben que la principal relación del tabasqueño es con el “tigre” que lo puede amenazar o que él podría tratar de controlar mientras que esa gentuza oportunista tiene, en cambio, una relación “con el mercado” pues se vende sin problemas al mejor postor y demostró ser flexible, ultraconservadora y controlable.
Las opciones de la burguesía, por consiguiente, son dos: o un fraude descarado e inmediato oculta, como en 1988 y en 2006, el resultado real de la elección o, por el contrario, el establishment se inclina por domesticar al domesticador del “tigre” para poderlo ir adormeciendo y cortarle las garras. En el primer caso, la represión armada y masiva sería la principal respuesta de la clase dominante ante una respuesta popular indudablemente masiva y airada pero desorganizada. En el segundo, el establishment ganaría tiempo y posiciones desgastando al gobierno de Morena ante sus seguidores mientras practicaría una represión preventiva y desorganizadora para impedir o desunir las protestas sociales.
Hay un fraude en marcha con la compra de votos. Para los trabajadores y la población pobre que se niegue a vender su voto y vote en cambio por AMLO buscando construir un México más justo, más honesto, más equitativo y reformas de fondo que lo hagan posible, no hay otra opción que su organización y su independencia.
Eso necesitarán tanto si hay un golpe y se instaura una dictadura con AMLO en la cárcel o en su finca La Chingada como si el tabasqueño es elegido para mantener la política del PRIAN y abandona las pocas promesas progresistas que formuló durante su campaña.
En un artículo titulado “A Dios rogando y con el mazo dando” recordé la semana pasada este proverbio para insistir en que es urgente y necesario cambiar la relación de fuerzas entre explotados y explotadores. Pero eso no se hace en las urnas sino en las conciencias y en las movilizaciones y se concreta como frente anticapitalista unido que se apoye en una red de comités, de asambleas barriales permanentes de control y de organizaciones comunitarias surgidas de asambleas populares.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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