Los
llamados porros y el porrismo son expresiones en el ámbito estudiantil
de México del fenómeno universal de los grupos de choque, pandillas de
golpeadores, bandas de pistoleros, guardias blancas y, modernamente,
grupos paramilitares. Pero a pesar de las diferencias de tiempo y lugar,
a todos ellos los caracteriza un rasgo esencial: no trabajan gratis, es
decir, cobran por sus servicios.
Y tienen además una segunda
característica en común: la impunidad garantizada. Obran a la luz
pública y haciendo alarde de violencia. Estos dos factores (dinero e
impunidad garantizada) hacen muy fácil seguirles la huella. Se sabe
quién o quiénes les pagan y quién o quiénes los protegen. Pero esa misma combinación de factores hacen muy difícil desarticularlos y castigarlos. Son un instrumento del poder político y económico utilizado para inhibir, atemorizar y combatir las expresiones de inconformidad, protesta y rebelión contra ese mismo poder. Son, digámoslo así, una expresión muy primitiva de la lucha de clases.
En México durante décadas las guardias blancas han mantenido a raya las luchas campesinas. Y golpeadores y pistoleros también durante decenios han sido el sostén del charrismo o sindicalismo blanco. Grupos de matarifes al servicio del poder (capital y burocracia) contra las reivindicaciones campesinas, proletarias, populares y estudiantiles.
Como lo ha dicho con toda claridad Imanol Ordorika, en México el porrismo estudiantil es un producto priista y de organizaciones de ultraderecha. Casos emblemáticos del porrismo fueron el MURO (Movimiento Universitario de Renovadora Orientación) del que fue miembro y líder el tristemente célebre abogánster panista Diego Fernández de Cevallos, y los también tristemente célebres Halcones, creados por el gobierno priista y que se hicieron de fama universal el 10 de junio de 1971.
Con estos antecedentes no es difícil presumir de dónde provinieron la organización, el dinero y las órdenes para la agresión contra estudiantes frente a la Rectoría el pasado lunes 3 de septiembre con saldo de seis alumnos heridos a golpes y con arma blanca.
De modo que priismo y ultraderecha, en estrecho maridaje, son sin duda los autores intelectuales de este nuevo crimen. Pero hacen falta los nombres de esos priistas y ultraderechistas todavía ignotos. Hay sin embargo muchas pistas, numerosas huellas para identificarlos.
Se sabe positivamente que los agresores partieron del Estado de México. ¿No sabe quiénes son el señor gobernador Alfredo del Mazo González? ¿Y tampoco lo sabe el señor secretario de Gobernación, Alfredo Navarrete Prida? ¿Y lo ignora igualmente el señor rector Enrique Graue?
¿Del Mazo, Navarrete Prida y Graue son solamente ineptos o son cómplices o encubridores? Si estos tres personajes son parte de la trama será fácil identificar y sancionar a los autores materiales del crimen, pero muy difícil llegar y sancionar a los patrones.
Y más difícil todavía sin, como es de suponer, el ataque del 3 de septiembre fue un adelanto, un aviso, un calambre, una advertencia del priismo en bancarrota al nuevo gobierno para que López Obrador sepa y entienda que estar en bancarrota no significa estar muerto.
Y que haber perdido las elecciones de modo avasallador no implica haberse rendido. Para el priismo, representante de la derecha, la batalla política ha entrado en una nueva etapa de provocaciones, sabotajes, agresiones a trasmano y guerra sucia.
Blog del autor: www.economiaypoliticahoy.
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