Lituania ya está construyendo una barrera similar –de 135 kilómetros– en su frontera con el enclave ruso de Kaliningrado.
Estonia, por su parte, anunció la próxima construcción de una barrera, también en la frontera con Rusia y también de 2,5 de altura, que se extenderá sobre 110 kilómetros. Se prevé que costará más de 70 millones de euros y el gobierno estonio solicitará un financiamiento a la Unión Europea.
El objetivo de esas barreras o cercas, según las declaraciones gubernamentales, es «proteger las fronteras externas de Europa y de la OTAN». Si excluimos que su construcción esté motivada por una necesidad de «proteger» esas fronteras de flujos migratorios masivos provenientes de Rusia sólo queda una explicación: una necesidad de «proteger las fronteras externas de Europa y de la OTAN» ante la «amenaza rusa».
Por ser prácticamente nula la eficacia militar que pudiera tener la barrera metálica que los países bálticos están construyendo a lo largo de la frontera con Rusia, está claro que su objetivo es fundamentalmente ideológico: el de un símbolo físico que señala que, del otro lado de esa barrera, hay un peligroso enemigo que nos amenaza.
Esto es parte de la constante PsyOp (operación psicológica) político-mediática tendiente a justificar la escalada de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia.
Es en ese contexto que el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, ha viajado a Letonia, dos veces. La primera fue en julio, en ocasión de una gira por los países bálticos y Georgia. Durante la cena oficial celebrada en Riga, el presidente de Italia felicitó a Letonia por haber optado por la integración a la OTAN y a la Unión Europea y por haber decidido «abrazar un modelo de sociedad abierta, basada en el respeto del Estado de derecho, la democracia y la centralidad de los derechos humanos».
Eso dijo Mattarella al presidente letón Raymond Vejonis, quien ya en abril había aprobado el proyecto de ley que prohíbe la enseñanza de la lengua rusa en Letonia, país cuya población cuenta casi un 30% de habitantes de la etnia rusa mientras que un 40% de sus habitantes utilizan el ruso como lengua principal. Se trata de una medida liberticida que, al prohibir el bilingüismo –reconocido incluso por la Unión Europea– discrimina a la minoría rusa, ya acusada de ser «la quinta columna de Moscú».
Dos meses después, en septiembre, el presidente italiano Mattarella volvió a Letonia para participar en una cumbre informal de los jefes de Estados de la Unión Europea, donde se habló, entre otros temas, de ataques informáticos provenientes de «Estados que tienen una actitud hostil», en clara referencia a Rusia.
Después de la cumbre, el presidente de Italia visitó la base militar de Adazi, donde se reunió con el contingente italiano que forma parte del Grupo de Batalla desplegado en Letonia por la OTAN en el marco de la «presencia avanzada reforzada» (eFP) de ese bloque militar en las fronteras con Rusia. «La presencia de ustedes es un elemento que tranquiliza a nuestros amigos letones y de los demás países bálticos», declaró el presidente italiano, palabras que también nutren la PsyOp al sugerir que una «amenaza rusa» se cierne sobre los países bálticos y el resto de Europa.
El 24 de septiembre también llegará a Letonia el papa Francisco, en una visita de 3 días en los países bálticos. ¿Quién sabe si, al repetir que hay que «construir puentes, no muros», también dirá el Papa algo sobre la nueva cortina de hierro que, al dividir Europa, prepara las mentes para la guerra? ¿O si, al depositar en Riga una ofrenda floral en el «Monumento a la libertad», reclamará la libertad de los jóvenes letones rusos para aprender y utilizar su propia lengua?
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
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