jueves, 16 de mayo de 2019

La sociedad siria y el laicismo, por Thierry Meyssan


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La sociedad siria y el laicismo, por Thierry Meyssan


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En Damasco, el mausoleo de San Juan Bautista, en la Gran Mezquita de los Omeyas, es un sitio ‎de peregrinaje y recogimiento para musulmanes, judíos y cristianos. ‎
El general sunnita Hassan Turkmani concibió la defensa de Siria contando con sus habitantes ‎‎ [1]. Según ese ‎general, era posible prestar atención a todas las comunidades y lograr que cada una de ellas, con ‎sus relaciones culturales específicas, defendiera el país, que pertenece a todos. ‎
Era sólo una teoría, pero acabamos de comprobar que el general Turkmani estaba en lo cierto. ‎Siria sobrevivió al ataque de la coalición más amplia que se haya visto en toda la Historia de la ‎Humanidad, como ya había sobrevivido a las guerras púnicas en tiempos de la Roma antigua. ‎
‎«Carthago delenda est» (en español, “Hay que destruir Cartago”) [2], repetía Catón el Viejo al final de todos sus discursos. En pleno siglo ‎XXI, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, repetía constantemente «¡Bachar ‎tiene que irse!». ‎
Quienes aún esperan destruir Siria ya saben que tendrían que destruir primeramente el mosaico ‎religioso de este país. Para lograrlo se dedican a difamar a las minorías y empujan a ciertos ‎elementos de la comunidad mayoritaria a tratar de imponer su propio culto a las demás. ‎
Pero Siria tiene una larga historia de colaboración entre las religiones. En el siglo III, la reina ‎Zenobia se levantó contra la tiranía de Roma poniéndose a la cabeza de los pueblos árabes ‎de Arabia, de Egipto y de todo el Levante e instaló su capital en Palmira [3]. La reina Zenobia ‎no sólo veló por el desarrollo de las artes sino que también garantizaba la protección de todas las ‎comunidades religiosas. ‎
La Francia del siglo XVI fue teatro de sangrientas guerras de religión entre dos vertientes del ‎cristianismo: el catolicismo y el protestantismo. Aquel derramamiento de sangre no se detuvo ‎hasta que el filósofo Montaigne concibió y describió el sistema de relaciones interpersonales que ‎hizo posible la paz entre los católicos franceses y sus compatriotas protestantes. ‎
El proyecto sirio que Hassan Turkmani describió va aún más lejos. No se trata sólo de que las ‎diferentes confesiones religiosas se toleren unas a otras, o de que crean en el mismo Dios, ‎aunque se dirijan a Él y lo veneren de maneras diferentes. Se trata de que las diferentes ‎confesiones sean capaces de orar juntas. La cabeza de san Juan Bautista ha sido venerada ‎durante siglos por judíos, cristianos y musulmanes en la Gran Mezquita de los Omeyas ‎de Damasco, la capital siria [4]. La Gran Mezquita de los Omeyas de Damasco es la única donde los ‎musulmanes han rezado con un Papa, Juan Pablo II, alrededor de reliquias comunes. ‎
En Europa, después de todos los sufrimientos provocados por dos Guerras Mundiales, los clérigos ‎de las diferentes confesiones predicaron que había que vivir temiendo a Dios para ser ‎recompensado en el más allá [5]. ‎
Desde entonces, la práctica religiosa ha progresado, pero los corazones han perdido su fuerza. ‎Dios no envió a sus profetas para amenazar a los humanos. Treinta años después de los ‎conflictos mundiales, la juventud, deseosa de emanciparse de las obligaciones impuestas ‎mediante el temor a Dios, ha acabado rechazando bruscamente la idea misma de la religión. ‎El Laicismo [6], que ‎fue una forma de gobierno concebida para que viviéramos juntos en el respeto de nuestras ‎diferencias, ha sido transformado en un arma contra esas diferencias. ‎
No debemos cometer el mismo error. ‎
El papel de las religiones no es imponer la dictadura de un modo de vida, como hizo Daesh en las ‎zonas que llegó a controlar, ni aterrorizar nuestras conciencias con el temor a Dios, como ‎hicieron los europeos en el pasado. ‎
El papel del Estado no es actuar como árbitro en las disputas teológicas, y mucho menos ‎seleccionar una religión como superior a las otras. Como sucede en Occidente, los partidos ‎políticos suelen envejecer mal en el mundo árabe. Pero desde su creación, el PSNS [7] y el Baas [8] ‎planteaban la fundación de un Estado laico, o sea de un Estado que garantizaría a cada cual la ‎libertad de practicar su religión libremente. Eso es Siria. ‎
[1] Sucesivamente jefe del estado mayor y ministro de Defensa, fue el general Hassan Turkmani ‎‎(1935-2012) quien trazó los planes de defensa de Siria. Dirigía el Consejo Nacional de Seguridad ‎sirio en el momento del gran atentado de la OTAN que decapitó ese órgano, el 18 de julio ‎de 2012. El propio general Turkmani murió en aquel acto de terrorismo de Estado.
[2] Cartago, actualmente Túnez, ‎era una colonia fundada por los fenicios provenientes de la ciudad de Tiro (en el Líbano actual). ‎Cuando los romanos arrasaron Cartago y masacraron a sus habitantes, Aníbal se refugió en ‎Damasco. Los romanos lo persiguieron y amenazaron con destruir Damasco también. Aníbal ‎se rendió y los romanos impusieron a los sirios un tratado que les impedía tener elefantes ‎de guerra y les imponía visitas periódicas de inspectores romanos encargados de verificar que ‎respetaban ese acuerdo.
[3] La actual ciudad siria ‎de Palmira fue en la Antigüedad una próspera capital. Por allí pasaba la Ruta de la Seda, que ‎conectaba la ciudad china de Xi’an con la ciudad de Antioquía, en la actual Turquía. Los actos de ‎destrucción cometidos en Palmira por los yihadistas del Emirato Islámico (Daesh) y las ejecuciones ‎que perpetraron en las ruinas del célebre anfiteatro romano de esa ciudad eran una clara ‎referencia a ese prestigioso pasado, que los agresores pretendían borrar.
[4] En la mayoría de los países musulmanes, las mezquitas sólo admiten ‎a los fieles musulmanes. Nunca ha sido así en Siria, donde los lugares de culto de cada religión ‎están abiertos a todos.
[5] La creencia de que los Buenos serán acogidos por vírgenes en el ‎Paraíso proviene precisamente del Corán. Pero en realidad es un error de comprensión ya que ‎el Corán no se escribió en árabe sino en una lengua más antigua que incluye numerosas ‎expresiones provenientes del arameo.
[6] El laicismo francés es una forma de gobierno que los reyes de Francia fueron ‎instaurando poco a poco porque les convenía hacer valer que reinaban «por la gracia ‎de Dios», pero no querían que la iglesia católica interfiriese en sus «reales» decisiones. En el ‎siglo XVI, el rey francés Enrique IV reunió a protestantes y católicos bajo su autoridad católica, ‎algo que Luis XIV cuestionó después. Los Estados Generales convocados en Francia en 1789 ‎trataron de crear una iglesia católica francesa, menos dependiente de Roma. Pero el Breve ‎Apostólico de Pío VI exigió a los obispos que abrogaran la Declaración de los Derechos del ‎Hombre y del Ciudadano, documento que antes habían votado. La iniciativa de Pío VI abrió paso ‎a nuevas atrocidades en Francia, como la Guerra de la Vendée. Sólo después del derrocamiento ‎de la monarquía basada en el «derecho divino», lograron los republicanos radicales –ya en el ‎siglo XX– proclamar la separación entre las religiones y el Estado, conforme al proyecto político ‎de los reyes de Francia. Pero hoy en día nadie conoce esa historia y el concepto de laicismo es ‎utilizado abusivamente de una manera que constituye un verdadero contrasentido, tanto por los ‎adversarios de las religiones en general como por los adversarios del islam en particular.
[7] El Partido ‎Social Nacionalista Sirio (PSNS) fue fundado en 1932 por 5 personas entre las que se hallaban el libanés ‎cristiano Antoun Saadé y el padre del ex vicepresidente de la Red Voltaire, Issa el-Ayoubi. ‎El PSNS se plantea como objetivo la reunificación de la Gran Siria, desmembrada por la ‎colonización europea. Muy progresista, ese partido militó rápidamente por la igualdad entre ‎los sexos. Durante su lucha contra el Imperio francés, el PSNS estuvo bajo la influencia de los ‎británicos. La propaganda israelí lo clasifica como un partido de extrema derecha, lo cual es ‎totalmente falso. Hoy en día, numerosos intelectuales de Chipre, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, ‎Palestina y Siria han sido miembros del PSNS pero no se han mantenido entre sus militantes y el ‎partido mismo se ha dividido en varias formaciones políticas.
[8] El Partido Socialista de ‎la Resurrección Árabe (Baas o Baaz, también llamado Partido de la Resurrección Árabe Socialista) ‎fue fundado en 1947 alrededor del sirio cristiano Michel Aflak. El Baas difiere del PSNS en que ‎plantea no sólo la reunificación de la Gran Siria sino la unificación de todas las regiones de ‎cultura árabe. Cada país árabe tiene su propia rama del Baas, con el Baas sirio como núcleo. En ‎los años 1980, el Baas iraquí renunció al laicismo, apoyó a la Hermandad Musulmana y comenzó a ‎predicar el ‎«regreso a la fe». Esa defección contaminó otras ramas del Baas, cuyos dirigentes ‎comenzaron entonces a dejarse crecer la barba y a imponer el velo islámico a sus mujeres.

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