lunes, 1 de octubre de 2012

LA IZQUIERDA NECESARIA

Marco Rascón Si la izquierda es por naturaleza conceptos, ideas, debate, producción incesante de pensamiento, vanguardia de valores, acciones positivas y cambios, la versión mexicana desechó todo eso y redujo su programa máximo a uno mínimo, un solo objetivo: el poder presidencial o nada. Ahí se atoró la izquierda como fuerza del cambio. En un periodo de reformas y que los ideólogos llamaron de la “transición pactada”, contra toda razón, la estrategia que se impuso fue resistir, y con ello se estableció una alianza tácita con el pasado. La izquierda mexicana 2000-2012 1988 marcó un hito y resolvió en los hechos un largo debate al interior de la izquierda sobre lucha por la democracia y la igualdad social; nos ayudó a ampliar el pensamiento democrático y la alternativa electoral, pero hizo mucho daño a partir de 2000, cuando la lucha por la presidencia se convirtió en el único objetivo. La izquierda dejó de pensar en reformas y apostó todo al fracaso del PAN en la alternancia, convirtiéndose en la punta de lanza de un paciente PRI, que esperó la frustración nacional para regresar a la presidencia. La izquierda desde 2000 entró a una de las noches más oscuras de su historia. El 24 de abril de 2005, la gran marcha contra el desafuero significó una especie de 18 brumario de Luis Bonaparte: se entró al Zócalo defendiendo un derecho y la izquierda salió con un caudillo. necesaria En este periodo la izquierda avanzó en prerrogativas, espacios de poder y legisladores, pero retrocedió en calidad política, conceptual y programática. Obviamente, se abandonó la formación de cuadros analíticos y desapareció el método de la autocrítica. Los operadores sustituyeron a los militantes; las encuestas a los debates. Al frente del gobierno del Distrito Federal el lopezobradorismo establece una política social dirigida a los grupos vulnerables mediante el pago de ayudas con despensas electrónicas, que se convierte en política clientelar. De profundo sentido neoliberal —pues no ataca las causas de la pobreza—, esta política benefició a los grandes monopolios comerciales como Wal Mart, Comercial Mexicana o Aurrerá, y por ello, sin empacho, fue seguida por sus adversarios en otros gobiernos locales, marcando la característica del actual sistema de partidos para la manipulación del voto presente hoy en 2012. Este método impuso, erróneamente, que primero era el poder y luego el qué hacer; el programa electoral se convirtió en un listado de ocurrencias individuales y desarticuladas, impuestas sin debate ni argumentos. El método demandó disciplina y obediencia y toda crítica fue acosada, descalificada, acusada de traición a la suprema causa. Esta izquierda se convirtió en un viejo tronco seco, tirado y sin raíces. El lopezobradorismo hegemónico considera que su historia no tiene raíces y, por tanto, su idea de aliados sólo son los que se subordinan. En medio de la batalla de 2006 quiso borrar de la historia al movimiento de 1988 y se confrontó con el neozapatismo, el cardenismo y recientemente con el movimiento de Javier Sicilia. De ese submundo nació el voto a favor de la Ley Televisa, o “Juanito”, como un desprecio al valor del voto ciudadano y una abierta renuncia a la lucha por la legalidad y la libertad del voto. El vacío conceptual condujo al pragmatismo. La crisis del pensamiento democrático debilitó la fuerza de las ideas y al programa. En el tema de la legalidad y la democracia, la izquierda, y en particular el PRD, hizo de cada elección interna un escaparate de su ineficiencia política y falta de vocación por el respeto a la legalidad y las formas democráticas. En 2006 fustiga y busca desacreditar al IFE, una obra conquistada por la izquierda. Desde 2006 su táctica se centra en detener iniciativas del PRI y del PAN, más que en proponer reformas propias. Su NO a cualquier reforma lo acerca más a los peores intereses que viven de la discrecionalidad o se benefician de la falta de actualización de las leyes. La izquierda, pese a su crecimiento, perdió identidad ideológica. Unos se reivindican de izquierda histórica, otros socialdemócratas, otros son progresistas, y los socialistas prácticamente desaparecieron. Lo que nació como un movimiento centro-izquierda en 1988 nominalmente hoy se dice “de izquierdas” para mantener la unidad en la incoherencia. El absurdo máximo de 2006 es cuando teniendo como coalición el 35% de los votos y con el PAN el 70%, suficiente para realizar la reforma del Estado y convertirse en poder de cambio desde la primera minoría, su política “en resistencia” termina ayudando al PRI y devolviéndole el carácter de partido de la “unidad nacional”. En otro aspecto, la izquierda mexicana abandonó la visión hacia América Latina, particularmente hacia Brasil, Chile y Argentina. En los 50 puntos del programa de 2006 ni siquiera aparece el tema latinoamericano. Su presencia en la crisis de relación internacional de México con Cuba o frente a la invasión a Irak, su posición pasa de mínima a casi inexistente. Frente a la acusación de “chavistas”, la izquierda e intelectualidad lopezobradorista nunca salió a debatir o aclarar nada, siendo que fue el centro de la propaganda de sus adversarios. En 2012 todas las corrientes fueron unidas. La “unidad” no salvó de la derrota. ¿Cuáles fueron las causas? Tarea pendiente es aclararlas y reestructurar los objetivos, programas y políticas de la izquierda, pues ante el deslinde del lopezobradorismo ya no habrá pretextos. ¿Qué izquierda se necesita? Una que piense y haga análisis concreto de la realidad y no subjetivamente de sus deseos. Convertirse en una fuerza política que convoque al balance de estos 12 años de alternancia desde la perspectiva del avance democrático y económico. Una presencia de contrapeso con vocación programática, que se atreva a llevar a cabo una reforma del PRD en particular, y de todo el sistema de partidos en forma integral. Una que haga el balance objetivo de 15 años en el gobierno del Distrito Federal. La izquierda debe asumirse como diseñadora del México al que aspiramos, marcando metas claras para los próximos 10, 20, 30 o 50 años y trazando la ruta para alcanzarlas. La izquierda debe construir el diagnóstico sobre la posición de México frente a América Latina y el resto del mundo. Llevar a cabo el balance de los casi 20 años de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá para definir un programa de corto y largo plazos. La izquierda debe hacer un programa general de prioridades sobre el estado general del valor del trabajo en México, distribución del ingreso, estado general de la salud, la educación y la alimentación. La izquierda debe asumir su responsabilidad de segunda fuerza política del país para fijar la agenda y la verdadera reforma para sentar las bases para la competencia económica y la defensa de los grandes recursos nacionales para el desarrollo estratégico del país, como el petróleo, el agua, bosques y minerales. Se necesita un nuevo discurso avanzado a la altura de la realidad del país y que coincida con el México joven que esta despuntando. Hoy cuando el lopezobradorismo se separa del PRD particularmente, y anuncia a Morena como su partido, el eje de él es nuevamente “la resistencia”, que se deriva del desconocimiento de los resultados electorales de 2012. Esto lo aleja del presente y de las luchas sociales concretas, poniendo como artículo único de su estatuto ganar la presidencia en 2018 y él asegurarse desde ahora su candidatura. Para la recuperación política y programática de la izquierda esto ayuda, y para el lopezobradorismo también, pues es la primera vez que éste se propone construir algo propio y que tendrá estructura colectiva y necesidad de acuerdos discutidos, y ya tampoco tendrá pretextos. Frente a ello, puente de plata. Marco Rascón. Analista, fundador del PRD, colaborador de Milenio Diario.

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