Sobre coerción y persuasión
Enviado por anonerror (no verificado) en Jue, 06/25/2015 - 13:17
En
breve entrará en vigor la ley mordaza; aunque de manera encubierta
lleve activa desde antes incluso de que ningún político se atreviera a
formularla. Es una vuelta de tuerca más que considerable en la escalada
dictatorial en la que andamos envueltos. Parece que definitivamente los
tiempos de la zanahoria han pasado y se impone el palo como método de
gobierno. Y esta vez, no sólo la gente comprometida y militante es la
que se arriesga a sufrir todo el peso del aparato represivo, sino que
cualquiera puede ser la víctima, especialmente esa especie tan
desarrollada en los últimos años que centra su espíritu de lucha en el
salón de su casa sentada frente al ordenador.
Cuando hablamos del palo y la zanahoria
nos referimos a la típica forma en que las élites ejercen el poder
sobre el común de la humanidad. El ejercicio del Poder exige la coerción
física (o su amenaza) y la manipulación psicológica. Con el despliegue
del aparato represivo (policial, judicial, carcelario...) se ejerce una
presión directa e inmediata sobre toda aquella persona considerada
peligrosa para el orden social establecido y que además se atreve a
demostrar su disconformidad de manera pública a través de sus actos. La
coerción no es sólo a nivel físico (y eso que España es una de esas
democracias donde la tortura y la violación de los derechos humanos
están a la orden del día, tal y como saben todos aquellos que la sufren y
tal y como lo denuncian organismos tan poco revolucionarios como
Amnistía Internacional).
Otro nivel importante de coerción es el
económico. Cada vez se apela más a la sanción económica como método para
persuadir a todos aquellos que creen que tienen algo que conservar de
que la protesta y la disidencia es un camino que conduce directamente a
la desposesión y, por tanto, a la exclusión del sistema y aunque parezca
paradójico esto frena a muchísima gente cuando parecería razonable
vivir excluido de esta locura. Además de todo esto, tenemos la coerción
psicológica que tiene muchas aristas pero que sin duda las políticas de
dispersión en las cárceles son un claro exponente del inmenso daño que
inflingen tanto a los presos como a sus allegados. Podríamos seguir
enumerando situaciones donde los llamados ciudadanos libres (eso se
supone que somos) nos vemos sometidos por la acción del palo, sin
embargo, creo que todos las conocemos sobradamente.
Por otro lado, tenemos la zanahoria.
Porque al poder le interesa una población sumisa pero contenta y
agradecida por el tipo de vida que lleva. Así tenemos que para
garantizar el control social se necesita ejercer la fuerza pero también
desarrollar la persuasión. La persuasión es otra manera de denominar al
adoctrinamiento pero con pequeñas diferencias, ya que la persuasión se
consigue colonizando el imaginario colectivo. Poco a poco a través de la
educación, los medios de desinformación, los espectáculos de masas y la
cultura prefabricada se van imponiendo unos presupuestos básicos que
acotan el mundo adaptándolo a las necesidades de las élites. Esta
constante persuasión hace que vayamos construyendo un personaje que nada
tiene que ver con nosotros pero que acaba dominando nuestra vida,
porque la necesidad de adaptación a las exigencias del sistema hace que
acabemos identificándonos, exclusivamente, con nuestra máscara social,
necesaria para la supervivencia. Con ello se genera un vacío interior,
se aniquila la propia vida y tratamos, entonces, de generar nuevas
realidades a través de redes sociales cibernéticas o cualquier otro
sucedáneo. Así la despersonalización queda consumada.
Lamentablemente esto se extiende también
entre los que se consideran alternativos o contrarios al modelo social
vigente. La persuasión que ejerce el Poder es tan intensa que parece
imposible siquiera imaginar alternativas fuera del orden establecido.
Alternativas que no conlleven en su misma génesis la fiebre economicista
que todo lo envuelve o que no dependan del criterio infalible de unos
cuantos elegidos, son rechazadas por la mayoría de contestatarios al
calificarlas de utópicas. Todo las opciones quedan restringidas al marco
teórico que el propio sistema nos ofrece. En consecuencia, nada de todo
esto puede superar ese marco, nada nacido bajo las mismas premisas que
rigen el sistema puede acabar con ese Poder establecido y ejercido,
independientemente de la forma que adopte cada Estado.
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