La crisis de la distracción

"Aceptar el absurdo de lo que nos rodea es un paso, una experiencia necesaria que no debe convertirse en un callejón sin salida. Provoca una revuelta que puede dar sus frutos".

—Albert Camus


En 2015, nos aproximamos peligrosamente a una tercera guerra mundial a pasos precipitados y, al igual que en la Primera y Segunda Guerra Mundial, el olvido es una tendencia común.

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Propaganda histérica


Desde el completo resurgimiento del fascismo en Ucrania a la admitida financiación y entrenamiento del terrorismo o a la rápida erosión de la salud del planeta, todas las crisis convergen en situaciones que nos afectan a todos nosotros. Y mientras tanto, lo que era la vida real se ha convertido en un reality show de 24 horas al día. A la mayor parte de la población no le interesa (o no sabe) cuál es el legado de Obama como líder belicista del país más sediento de guerra; pero sí alaban sus tweets sobre Caitlyn Jenner u otros superficiales productos del sistema de distracción occidental. Si 2014 fue uno de los años en los que se reforzó la posibilidad de una guerra como algo casi inevitable, 2015 se ha convertido en el año de la promoción casual de esa posible guerra en la prensa. El año 2016 se presenta en el horizonte dominado por las elecciones presidenciales estadounidenses y la construcción de refugios parece una idea menos absurda que esperar ningún tipo de paz con Hillary Clinton o Jeb Bush (¿o quizá Donald Trump?).

Estados Unidos es una nación cuya supremacía depende únicamente de su amenaza de agresión militar como medio de coerción y maniobra política. La deuda nacional estadounidense es difícil de entender cuando se explica junto a la idea del estatus de superpotencia supuestamente en auge. Aunque gran parte de la agresión militar estadounidense se ha disfrazado de intervención humanitaria o promoción de la democracia, la realidad es que se trata del uso del poder blando como medio de colonización y extracción de recursos. Programas como Africom continúan con su recolonización silenciosa de África, mientras otras iniciativas estadounidenses de "paz y democracia" acercan ruidosa y violentamente al mundo a la guerra.

El completo desastre de la intervención occidental liderada por Estados Unidos en Ucrania ha sido completamente ignorado por la prensa de masas, por lo que está garantizado que la respuesta a posibles nuevas crisis en Ucrania sea un constante ataque a Putin. Para comprender la perpetua locura de la "culpa a Rusia" tan común hoy en día solo es necesario observar los artículos abiertamente parciales de cualquier analista de alguna web que se hace pasar por informativa.

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La prensa ha pasado de informar sobre la presencia del fascismo ucraniano (en momentos tan recientes como 2012) a ignorarlo completamente cuando se convirtió en una verdad incómoda en la tarea de tomar el control de los recursos ucranianos y desestabilizar a Rusia. Cuando el cada vez más fuerte grupo paramilitar fascista ucraniano Praviy Sektor se tomó la justicia por su mano y participó en un tiroteo mortal con la policía ucraniana, la prensa occidental lo presentó como "la propaganda rusa haciéndose realidad". Estas reticencias a reconocer la realidad del caos ucraniano y las raíces occidentales de este es comprensible al recordar que el comandante supremo de la OTAN ha exigido al
"conjunto de las naciones occidentales a involucrarse en esta guerra informativa" contra Rusia.
El uso de la prensa para ignorar completamente la verdad y atacar a Rusia a cada oportunidad ha llevado a una desinformación completa con respecto a la gravedad de la situación en Ucrania. ¿Cuánto se conoce del traslado de las reservas ucranianas de oro a Estados Unidos? ¿Qué hay de la rapidez con la que desapareció de los medios la noticia de que tanto los manifestantes de Maidan como las fuerzas especiales de policía, Berkut, habían recibido disparos de los mismos francotiradores? Puede que esto no sea nada nuevo para los lectores de los cada vez más marginados puntos de vista independientes, pero para la mayoría, aunque los hechos sean evidentes, existe una máxima fácil de recordar y que contrarresta todas estas supuestas teorías de la conspiración que consiste en
"culpar a Putin, culpar a Rusia".
¿Dónde lleva esta desinformación y engaño? Recordé uno de los resultados mientras esperaba para una clase de una asignatura llamada Guerra Fría en Europa 1945-1991. Mis compañeros discutían cómo los efectos de la guerra fría aún se sienten hoy día y la frase "la Rusia de Putin" circulaba continuamente en la conversación. Pregunté qué querían decir con "la Rusia de Putin" y las respuestas que recibí parecían sacadas de los titulares de la prensa o de los artículos que la prensa corporativa ha fabricado de forma tan profesional. La Rusia de Putin, según la clase, era un lugar con una calidad de vida medieval, una economía en declive, asesinatos en las calles y una galopante y dictatorial propaganda.

Como respuesta, pregunté qué pensaban de la "América de Obama", con sus constantes protestas contra la brutalidad policial, ataques con drones, encarcelamiento de periodistas, una deuda inmensa o una desproporcionada desigualdad entre ricos y pobres. ¿Y la "Australia de Abott"? ¿"El Reino Unido de Cameron"? La respuesta a estas preguntas fue que, obviamente, no era posible comparar ninguno de estos casos con la Rusia de Putin. El problema evidente y en ocasiones enervante, es que, aunque sea posible defender con hechos por qué Rusia no es peor que Occidente, y es mejor en algunos aspectos, mis colegas enfocaban el tema desde una postura pasional y sin argumentos marcada por la prensa y el fantasma de Iván el Terrible. Si mañana se anunciará una guerra contra Rusia, su reacción más probable sería un apoyo automático. Puede que ahora Rusia reciba como regalo lo que consideran que es la democracia.

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No es necesario decir que a menudo es más sencillo admitir la derrota ante la propensión de las personas a pensar y actuar en grupo, aunque es preocupante pensar qué hará falta para que la verdad sobre Ucrania, Siria o cualquier otra nación demonizada llegue realmente a la prensa generalista. ¿Qué forma de amenaza a la comodidad del excepcionalismo occidental tomará esa verdad? Los escenarios más probables son una gran guerra, una catástrofe ecológica global o ambas. Solo este año, Estados Unidos tiene previsto gastar al menos 598.000 millones de dólares en lo militar, mientras que gastará solo 13.800 millones en alimentos y agricultura. Todo ello mientras California, importantísimo productor agrícola, se enfrenta al cuarto año consecutivo a una catastrófica sequía, tan severa que algunos científicos han llegado a afirmar que el Estado se queda, literalmente, sin agua. Mientras tanto, los halcones estadounidenses exigen un aumento de la "ayuda" militar a Ucrania y conocidos columnistas continúan produciendo artículos animando a intensificar el conflicto.

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© CC
En una situación global tan tensa, es admirable que la diplomacia rusa continúe calificando a sus homólogos occidentales como "socios", aunque con la absoluta ausencia de reciprocidad, puede que eso sea tan fructífero como Neville Chamberlain, que abiertamente cedió Europa a Hitler proclamando que había logrado la "paz en nuestro tiempo". Rusia y el mundo no-occidental siempre serán amenaza existencial para Estados Unidos al margen de si éste se encuentra bajo la influencia del mccarthismo o mccainismo. El objetivo de su leal prensa de masas es aprovechar ese miedo reforzando la imagen de los ogros, ya sea ISIS o la "agresión rusa". Basta con mirar un poco más allá de lo que se presenta como las noticias para ver el trabajo, elaborado, aunque claro, de la mentalidad imperialista que se aferra violentamente al poder. Solo podemos esperar que sean cada vez más quienes rechacen la comodidad del miedo prefabricado y rechacen aún más las posturas belicistas, porque en esta ocasión no será un nuevo Vietnam o un nuevo Irak. Ahora, todo el planeta se enfrenta a las consecuencias de una furibunda agresión, que ha sobrevivido en gran parte gracias a una prensa en bancarrota moral.