OTRA PRUEBA DE LA INHUMANIDAD DE LOS GOBIERNOS
Por alguna razón incomprensible, la mayoría de personas siguen confiando ciegamente en sus gobiernos, a pesar de que la mayoría de veces, éstos se comportan como sus peores enemigos.
Un ejemplo de ello se encuentra en el libro titulado “The Plutonium Files” (Los archivos del Plutonio), que habla sobre la experimentación médica secreta del gobierno estadounidense contra ciudadanos estadounidenses durante la Guerra Fría.
El gran auge de los experimentos contra la población estadounidense comenzó durante y después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los militares empezaron a probar todo tipo de sustancias y agentes químicos en sus propios soldados, llegando a pulverizar bacterias en ciudades costeras como San Francisco, para estudiar cómo se expandían las posibles epidemias causadas por ataques biológicos hasta dónde se extendería.
Hablamos de ello en el artículo NO ES “CONSPIRANOIA”, ES HISTORIA: UN EJEMPLO DE EXPERIMENTOS BIOLÓGICOS SOBRE LA POBLACIÓN
Cuando la guerra terminó, el gobierno de EEUU se embarcó en una serie de proyectos y experimentos sobre su propia población, ocultados convenientemente bajo el manto de la paranoia anti-comunista y la seguridad nacional.
Ciudadanos inconscientes, incluyendo soldados, prisioneros, pacientes terminales de cáncer, e incluso niños, fueron sometidos a toda clase de experimentos, desde inyecciones de radiación hasta pruebas de control mental.
El libro “The Plutonium Files” describe específicamente experimentos médicos de todo tipo, como uno que incluyó la inyección de sustancias radioactivas en pacientes con cáncer y enfermos terminales, incluyendo a un niño de 10 años de edad que murió días más tarde, con altas dosis de radiación.
Una de las historias contenidas en el libro, describe cómo científicos del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussetts), alimentaron a niños de una escuela reconocidamente eugenésica, la Fernald State School, destinada a educar a “niños mentalmente débiles”, con avena irradiada, bajo el engaño de que fueron elegidos para formar parte de un “club especial de Ciencias”.
A sus padres incluso les enviaron cartas donde se les decía que esa violación de los derechos humanos era una cosa saludable para los niños, llegando a afirmar que el estudio “estaba en relación con el departamento de nutrición del Instituto Tecnológico de Massachusetts” con “el propósito de ayudar a mejorar la nutrición de nuestros hijos”.
A cambio, se les ofrecían premios, en forma de juguetes, comida gratis y entradas para ver a los Red Sox de Boston.
En ningún momento se comunicó a los padres que la Comisión de Energía Atómica, había firmado convertir a sus hijos en los conejillos de indias humanos.
A principios del siglo XX, Walter E. Fernald se convirtió en superintendente de dicha escuela. Fernald, que pregonó la escuela como un “modelo en el campo del retraso mental”, era también un miembro importante del creciente movimiento eugenésico en los EE.UU.
De los 2.500 niños en la escuela Fernald, no todos tenían problemas de desarrollo mental; de hecho, algunos fueron transferidos desde orfanatos, o habían sido abandonados por sus padres. Sin embargo, todos eran recibidos en la escuela bajo la misma mentalidad: que no formaban exactamente “parte de la especie humana”
Para el MIT, el Centro de Fernald fue el lugar perfecto para llevar a cabo la investigación. Los sujetos eran fáciles de convencer para que participaran, eran un grupo de control ideal, y, lo más importante, eran ajenos a lo que estaban siendo sometidos.
Setenta y cuatro niños entre 1946 y 1953 fueron alimentados con esa mezcla radiactiva y los testigos supervivientes aún recuerdan cómo los científicos les obligaban a beberse hasta la última gota de leche irradiada de sus tazones de cereales. Incluso se les dejaba repetir si querían.
Tras el experimento, estaba la empresa de alimentación Quaker Oats, que utilizaba calcio y hierro radiactivos como marcadores, con el objetivo de que los científicos pudieran seguir fácilmente la absorción de los nutrientes de dichos alimentos cuando eran digeridos.
Estas clases de primeros experimentos secretos se prolongaron durante décadas sin el conocimiento del público. Después de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno norteamericano incluso se llevó a su país a miles de científicos alemanes y japoneses bajo la Operación Paperclip. Algunas de esas personas se habían dedicado en cuerpo y alma a la investigación en guerra biológica y química durante la guerra, contra los propios EEUU. La mayoría de ellos nunca se enfrentaron a juicios por las atrocidades cometidas contra la humanidad: en su lugar, fueron recompensados con un trabajo en norteamérica.
Hoy en día aún no se sabe el alcance completo de todo lo que ocurrió durante esa época. Todavía hay 600 millones de documentos relacionados con la Operación Paperclip que aún no se han desclasificado.
En cuanto al asunto de los cereales contaminados con radiación, en 1998, el MIT y Quaker Oats acordaron pagar 1.85 millones de dólares a las 45 víctimas del estudio con avena radiactiva; Massachusetts se vio obligado a pagar otros 676.000 dólares a 27 participantes.
Y esto solo es un pequeño detalle de lo que se ha llegado a saber: científicos alimentando con productos irradiados a niños en beneficio de empresas particulares.
Este es el respeto que tienen los gobiernos hacia sus ciudadanos.
Mientras los gobernantes llaman a la lucha, presuntamente para defender una patria y una bandera, experimentan con la población como si fueran conejillos de indias. Y cuando acaba la guerra, contratan a los mismos asesinos del enemigo que trabajaban ansiosamente para matar a sus propios ciudadanos y los recompensan con trabajos bien pagados.
Y este es un ejemplo procedente de un país como EEUU, que a pesar de su nivel de corrupción y opacidad, aún ofrece la mínima posibilidad de que algún investigador pueda llegar a indagar alguna cosa, aunque sea mínima, sobre la verdad que se oculta.
Asusta pensar lo que puede pasar en otros países donde los medios aún están más controlados.
El problema del asunto es que la mayoría de gente cree que estos son ejemplos del pasado y que estas cosas no están sucediendo en la actualidad.
¿Alguien es capaz de imaginar lo que pueden estar haciendo en estos momentos los gobiernos compinchados con las grandes multinacionales armamentísticas, químicas y farmacéuticas para multiplicar sus ya enormes ganancias?
En España tenemos un oscuro caso al respecto, un auténtico crimen contra la humanidad: el Síndrome Tóxico, que provocó la muerte de más de 700 personas (de clase humilde, por supuesto) y más de 25.00 afectados. En dicho caso se vieron implicados los sucesivos gobiernos españoles de UCD, PSOE y PP y la multinacional química Bayer, aunque la historia oficial, repleta de todo tipo de mentiras y manipulaciones diga otra cosa bien diferente.
Ante tantos antecedentes, ¿alguien es capaz de imaginar lo que sucederá en un futuro inmediato si se implementan las reformas contenidas en tratados como el TPP o el TTIP y el poder de facto pasa a estar en manos de las transnacionales sin que apenas nadie pueda controlarlas?
Quizás es el precio que debemos pagar por nuestra indolencia, pasividad y estupidez…y por creer que a nuestros gobernantes les importa la vida humana …
(Visto en http://elrobotpescador.com/)
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