Rusia da un paso más en la desconexión con Occidente ante el asedio militar y financiero
11.06.2016
La
dicotomía en la que siempre se ha movido Rusia, tanto antes como
después de la URSS, se está exacerbando en las últimas semanas. Esa
dicotomía, pro-occidentales (ellos se llaman a sí mismos
“euroatlánticos”) frente a euroasiáticos (1) está resurgiendo con fuerza
en lo que supone el último intento por parte de los primeros por
condicionar la política del Kremlin.
Putin, un euroasiático convencido, ha estado
intentando mantener un delicado equilibrio entre la oligarquía
pro-occidental, a la que descabezó en el año 2000 al llegar la
presidencia pero a la que también ha intentado controlar otorgándola
importantes parcelas de poder en sus gobiernos (sobre todo poniendo en
sus manos los ministerios económicos y el Banco Central), y la
euroasiática. Los pro-occidentales defienden a capa y espada el
neoliberalismo y la globalización occidental, mientras que los segundos
proclaman un mayor distanciamiento respecto a un Occidente “cada vez más
agresivo”.
La situación ha llegado a un punto en el que los
pro-occidentales están viendo cómo la política agresiva de la OTAN y la
combinación de las amenazas militares con las geo-financieras está
reforzando el poder y la influencia de los euroasiáticos, ya de forma
definitiva, por lo que han hecho un último movimiento muy arriesgado:
intentar convencer a Putin, en la última reunión del Consejo Económico
de Rusia, de que sólo haciendo concesiones geopolíticas será posible una
buena sintonía con Occidente. Por supuesto que no lo dicen así, sino
que lo enmascaran con un discurso económico en el que afirman que “Rusia
se ha quedado atrás tecnológicamente” y que si se quiere revertir esa
situación “hay que integrarse en las cadenas de producción
internacionales para atraer la inversión”. Y dado que eso es hoy por hoy
imposible debido a las sanciones unilaterales impuestas por Occidente a
Rusia desde 2014, “hay que reducir las tensiones geopolíticas”. Es
decir, que Rusia tiene que rendirse.
El problema es que una gran parte de Rusia, por no
decir toda dado que los pro-occidentales son irrelevantes entre la
población, ha llegado al convencimiento que haga lo que haga, cualquier
acto de defensa en términos militares –ante la expansión de la OTAN- o
económicos –en respuesta a las sanciones-, va a ser interpretado por
Occidente como agresivo y ofensivo. La OTAN, es decir, EEUU y sus
vasallos, no perdona a Rusia que tuviese que retirarse con el rabo entre
las piernas de Georgia en 2008, ni que en 2014 Rusia apoyase a los
antifascistas del Donbás que se oponían al golpe nazi del Maidán. Esta
fue la excusa para las sanciones, que todavía se mantienen aunque cada
vez hay más grietas entre los europeos para que se renueven. Por eso en
la reunión el pasado mes de mayo del conocido como G-7 (supuestamente
los países más industrializados del mundo, pero curiosamente no está
China en él y Rusia fue excluida del mismo hace dos años) se insiste
mantenerlas para evitar la disidencia dentro de la UE. Un dato: el
presidente de Ucrania, el filonazi Poroshenko, acaba de nombrar asesor
presidencial al antiguo secretario general de la OTAN Anders Fogh
Rasmussen, quien nunca ocultó su simpatía por el golpe fascista del
Maidán.
Por eso los euroasiáticos, especialmente fuertes
en los ministerios relacionados con la industria y la defensa, están
contraatacando y presionando a Putin: Rusia no tiene que mirar hacia
Occidente, que está acelerando los preparativos para una guerra clásica
con sus despliegues en el Báltico, Polonia, Rumanía, etc., en abierta
violación del acuerdo alcanzado en 1997 por el que la OTAN se
comprometió a no desplegar tropas ni armas nucleares en la Europa del
Este, –además de intentar reforzar las sanciones económicas y reforzar
la guerra financiera-, sino separarse de él. Y una forma de hacerlo es
eliminar a sus partidarios de los cargos que ostentan, especialmente en
el ámbito económico.
De hecho, en Rusia se está produciendo un fenómeno
curioso puesto que Putin sigue manteniendo una popularidad altísima,
casi el 85%, mientras que la de sus ministros económicos está por los
suelos. Como consecuencia de las sanciones, el rublo fue devaluado en
2014 y la economía entró en recesión. Las tasas de interés subieron
hasta el 17%, la inflación se disparó hasta el 16% en 2015 y tanto la
inversión como la demanda y la producción se redujeron. El PIB cayó el
3’5% y la producción industrial casi el mismo porcentaje (2).
Luego la pregunta es ¿por qué se salva a Putin y
se critica a su gobierno? Porque no se identifica el gobierno con Putin
sino con su primer ministro, Dmitri Medvedev, el cabeza visible de los
pro-occidentales. Incluso el Partido Comunista de la Federación Rusa, el
heredero del antiguo PCUS, se apunta a esta tesis.
Las sanciones occidentales, ilegales según el
derecho internacional, han dejado sin apoyo alguno, si es que lo tenían,
a los pro-occidentales y cada vez son más frecuentes las críticas hacia
ellos. En Rusia es muy frecuente oír críticas de la gente a la
“inacción” de Putin con “el bloque económico del gobierno”, al que se
acusa de nepotismo, corrupción y –en última instancia- de ser el
responsable de la situación económica por sus vínculos con el Occidente
que sanciona.
Este es el caldo de cultivo que está alimentando
muy claramente el sector euroasiático para terminar de aniquilarles y
tal vez Putin les está dejando hacer. Una pista de lo que está pasando
nos la darán las elecciones que tendrán lugar este año y si en ellas hay
un declive de Rusia Unida, por pequeño que sea, se culpabilizará a este
sector pro-occidental de ello y será el momento propicio para reducir o
finalizar su presencia en el gobierno. De hecho, en las elecciones
gubernamentales que se celebraron en octubre de 2015 ya se comenzó a
visibilizar este descenso y en casi todas las gobernaciones el Partido
Comunista quedó en segundo lugar aunque, eso sí, a mucha distancia de
Rusia Unida (que no bajó en ninguna del 50% y llegó en varias al 80%)
pese a que en algunas de ellas los comunistas alcanzaron porcentajes
superiores al 20%. En Moscú cada vez hay más gente convencida de que
Putin va a realizar una remodelación del gobierno para finales de año
aprovechando esos resultados. Si son buenos, mantendrá a una parte de
los pro-occidentales en algún puesto clave para no romper de forma
brusca con Occidente –por ejemplo, en el Banco Central- pero si no lo
son eliminará a la práctica totalidad de ellos.
Con el apoyo, renovado, de los euroasiáticos Putin
ya está dando pasos para ir alejándose de Occidente y de lo que
representa. Gracias a las sanciones, Rusia ha comenzado una ambiciosa
política de sustitución de las importaciones en la práctica totalidad de
sectores, desde la industria hasta la alimentación. Porque es un hecho
que Rusia, aún habiendo sido afectada, ha resistido mucho mejor de lo
que esperaba Occidente y está desafiando con relativo éxito la hegemonía
estadounidense y occidental.
La producción agrícola está respondiendo incluso
mejor de lo diseñado por el gobierno, logrando una producción de
cereales casi igual a la de antes de las sanciones mientras que en
sectores claves como el cerdo, las aves y las verduras la expansión y el
crecimiento son notorios, con porcentajes del 25% en el cerdo, el 15%
en las aves y el 3% en las verduras. El único sector donde todavía hay
problemas es en el lácteo, pero el gobierno estima que se habrá logrado
la autosuficiencia alimentaria el año 2020. Si los planes se cumplen,
Rusia no dependerá en absoluto de Occidente en este aspecto. De hecho,
como consecuencia de este significativo avance, la importación de
alimentos de otros lugares alternativos a Europa y EEUU –por ejemplo, de
América Latina, con Ecuador, Argentina y Brasil como principales
suministradores- se redujo el 30% en 2015 y va a seguir la misma senda
este 2016.
Lo mismo, aunque con porcentajes menores, está
sucediendo en la industria y sobre todo la del automóvil. La demanda de
coches extranjeros ha caído en picado mientras que la de los nacionales
se ha mantenido. Es una cuestión de precios, sobre todo, pero también
porque una parte de la población parece estar siguiendo los
requerimientos del gobierno para ayudar a la presión a las marcas
extranjeros con fábricas en Rusia para que todo el ciclo de fabricación
se haga en Rusia y así dejar de depender de los componentes importados.
A pesar de las cifras, los euroasiáticos aún
consideran que o se aceleran estos procesos o Rusia no va a poder
responder con contundencia a la agresión militar y financiera de
Occidente y han dado una “alerta de peligro” si Putin finaliza el año
sin hacer cambios en el gobierno y con los pro-occidentales en sus
puestos.
Bolsa petrolera en rublos
Tal vez por ello, ya se ha producido lo que parece
una primera reacción y es de calado: Rusia anunció el pasado 29 de
abril que está dispuesta a establecer su propio precio de referencia del
petróleo. Lo hizo en el marco de la Bolsa Internacional Mercantil de
San Petersburgo y la intención es muy clara puesto que Rusia, al no ser
miembro de la OPEP, puede desconectar sin problemas el mecanismo de
formación de precios del marcador de petróleo más usado a nivel mundial,
el petróleo Brent. La apuesta rusa es “crear un sistema en el que tiene
un precio el petróleo ruso y se negocia de manera justa y directa” (3).
El simple anuncio ha provocado un terremoto en
Occidente, puesto que es claramente un paso de gran calado hacia la
desdolarización de la economía no sólo rusa, sino mundial. El objetivo
ruso es muy claro: reducir las transacciones comerciales petrolíferas en
dólares incrementando e incentivando el comercio en rublos. Si se tiene
en cuenta que Rusia y China ya comercian en sus propias monedas (el 6%
del comercio total entre ambos fue en sus monedas en 2015 y la
estimación es que para este año 2016 la cantidad alcance el 13%) y que
Irán hace lo mismo con estos dos países, habiendo anunciado que renuncia
a comerciar en dólares su petróleo y que la moneda que use "por ahora",
que diría Chávez, es el euro y que en el futuro será el yuan, tenemos
el cuadro casi completo (4) de cómo cada vez más países están tomando
medidas para reducir la dependencia del dólar estadounidense y no sólo
eso, sino dar un golpe espectacular a la dominación del petrodólar.
Rusia exporta aproximadamente la mitad del
petróleo que extrae y sabe que en el marco de las sanciones que
Occidente le impuso, de forma unilateral y en contra del derecho
internacional, el tener su propio precio de referencia le ayudará, y
mucho, a fortalecer su industria y a generar ingresos adicionales y
superiores a los de ahora puesto que ya no estarían vinculados a diseños
occidentales. Esto, al mismo tiempo, perjudica al monopolio occidental
para controlar el precio mundial del petróleo dado que el petrodólar es
esencial para mantener la hegemonía de la moneda estadounidense.
Las tres principales empresas rusas vinculadas al
petróleo (y al gas), Rosneft, Lukoil y Gazprom, están dando los primeros
pasos para que este proceso sea inmediato. Y ya se están realizando las
primeras ofertas: entrega mínima de 720.000 barriles de petróleo con el
precio que quede marcado por Rusia, fuera del de Londres.
Rusia no está sola en esta apuesta. China, que ha
estado manteniendo en un cajón una propuesta similar durante dos
décadas, la Bolsa Petrolera de Shangai, ahora parece que finalmente se
ha decidido a ponerla también en marcha y se espera que lo haga antes de
que finalice este año. En ello ha influido el cambio no sólo
geopolítico, donde Rusia y China aparecen como claros contrapoderes de
Occidente, sino económico puesto que Rusia ya ha desbancado a Arabia
Saudita como el principal suministrador de petróleo de China. El anuncio
de Rusia de abrir su propia bolsa petrolera refuerza la alianza con
China y estimula a este país para hacer frente a la guerra financiera
(divisas) que está lanzando EEUU contra Beijing desde que el FMI se vio
obligado a incluir en su canasta de divisas al renmimbi o yuan en
diciembre de 2015.
El anuncio ruso y la posibilidad de que China siga
el mismo camino ha generado movimientos de pánico en Occidente –y ello
tiene mucho que ver con el despliegue de la OTAN en el Este de Europa y
de la marina de EEUU en el mar asiático- porque se estima que en el
momento en que se ponga en marcha este precio de referencia del petróleo
en rublos se producirá una desdolarización de la economía mundial de
entre el 5% y el 7%, un porcentaje que se duplicaría, cuando menos, si
se añade la bolsa petrolera china.
Notas:
(1) Alberto Cruz, “Eurasia como eje del siglo XXI” http://katehon.com/es/article/eurasia-como-eje-del-siglo-xxi
(2) Ibid.
(3) Bloomberg, “Putin’s Decade-Old Dream Realized as Russia to Price Its Own Oil” http://www.bloomberg.com/news/articles/2016-04-28/putin-s-decade-old-dream-realized-as-russia-to-price-its-own-oil
(4) Alberto Cruz, op. cit.
Alberto Cruz es periodista, politólogo y
escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento
“Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La
Caída con la colaboración del CEPRID.
Los pedidos se pueden hacer a libros.lacaida@gmail.com o bien a ceprid@nodo50.org También se le puede encontrar en librerías.
CEPRID
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