La riqueza no se distribuye sola
La Asamblea del FMI de otoño de 2016 ha sido algo más divertida que las últimas, donde apenas se dejaba caer alguna brizna de sentido común y vida inteligente. Tras lustros de errores de previsión significativos y análisis tan ortodoxos, la realidad les ha estallado en la cara y se enfrentan a un escenario nuevo y que apenas saben cómo introducirlo en sus modelos.
La última Asamblea del FMI alumbra una brizna de vida inteligente
El Mundo Feliz de Huxley en el que vivían los gestores de la esencia neoclásica les hacía presagiar que era fácil llegar al pleno empleo, crecimiento robusto y equilibrios presupuestarios sin que fuese necesaria la intervención pública. El mercado libre y los estabilizadores automáticos eran suficientes para restablecer el mantra de Hayek. Los ciudadanos tendrían todos las mismas posibilidades de acceso a bienes y servicios, esto por decreto natural, y el que no alcanzase la gloria es simplemente porque no lo desea o es un vago. El mercado y la globalización, por supuesto, se encargarían de corregir cualquier discriminación por razón de sexo, raza o condición física o psíquica, por lo que los discapacitados, mujeres o negros o personas pobres no deberían temer nada en el mundo LET.
El mundo feliz de la autorregulación y equilibrio perfecto sin desigualdad se ha caído definitivamente
Este ha sido el paradigma recurrente que ha impregnado todo el acerbo cultural e ideológico que, generación tras generación, ha ido saliendo de las Universidades anglosajonas y que se ha filtrado al resto de la metrópoli gracias a los diversos programas Erasmus para profesores que han sucumbido a la verdad revelada por la cuna del liberalismo académico y político. Así, la UE en esta crisis ha implementado toda la batería de instrumentos procíclicos que tanto pregonan sus pastores en la Tierra, lo que sin duda ha tenido un éxito rotundo, como se puede observar en la boyante situación de las economías periféricas, pero también, incluso, en las economías tractoras como Alemania o Italia. Cierto es que algunas decisiones de la UE no responden a la verdad suprema, por ejemplo la política monetaria o la inyección de dinero público en las entidades bancarias, pero eso es una anomalía causada por el miedo a la reacción social en caso de pérdida masiva de ahorro, como algunos liberales insignes proponían.
Pero el mundo ha evolucionado de otra manera a la película que nos habían contado. Esta crisis sistémica, que no financiera, ha traído una destrucción de riqueza sin parangón, lo que unido a factores estructurales de debilidad en la producción y el empleo, ha despertado lo que el FMI y la caverna mediática en España, denomina el populismo. El aumento dramático de la pobreza, muy discutido por el mundo LET, la desigualdad, la reducción de salarios y las amenazas de vuelta al proteccionismo, han despertado el alma social de las entrañas del FMI y sus socios más afines, como EEUU, Reino Unido o incluso Alemania.
El nacimiento de movimientos mal llamados populistas ha despertado el alma social de la ortodoxia económica
Según los más puros, el FMI no nació para preocuparse de banalidades como la desigualdad de la renta o la pobreza, sino para guardar las esencias de la estabilidad macroeconómica guardando y haciendo guardar las esencias del manifiesto LET. Así, en el Informe anual de 2016, la desigualdad es un área prioritaria, estando en el mismo nivel de análisis al sector financiero o los riesgos fiscales.
La gran pregunta que surge es ¿qué ha podido sembrar esta semilla en mentes preparadas únicamente para cumplir reglas de déficit, baja inflación o superávit corriente?Es complejo responder a esta cuestión sin mezclar la economía con la política. El detonante, más allá del auge de Podemos en España, tal vez haya sido el Brexit en el Reino Unido y la posibilidad real que un personaje como Trump en EEUU pudiera llegar a ser Presidente de EEUU. Esto era impensable hace simplemente ocho años, por lo que parte del éxito de este giro ideológico, haya que atribuírselo en el haber de estos partidos que han despertado a las clases medias y trabajadoras del letargo en el que habían caído al ser cómplices de las diferentes burbujas. Pero además de la deriva política, impulsada por el miedo, existe un factor determinante y es que, a pesar del dogmatismo del mundo LET, la desigualdad lastra el crecimiento y mina toda la confianza en este sistema de acumulación que se ha demostrado inútil para albergar en su seno a todas las criaturas con los mismos derechos.
La desigualdad y los bajos salarios ahora pasan a ser elementos claves de análisis para el FMI
La duda que albergan los puristas es si esta fiebre por la igualdad, tachada de bolivariana, comunista o bolchevique por los más fieles a la causa, es pasajera o ha venido para quedarse. Los análisis más sensatos nos indican que nada será igual a partir de ahora, por lo que las huestes más ortodoxas pueden empezar a reconvertirse y hacerse fan del igualitarismo o no podrán seguir vendiendo humo y libros de texto tan obsoletos, como dañinos para el sentido común de los nuevos valientes que se acerquen a las Facultades de Económicas. Si uno mira con distancia, por ejemplo, el legado de Obama en EEUU observa cómo deja una sociedad más pobre, más desigual, con menos crecimiento, menor crecimiento de la productividad, menos participación en el mercado laboral y con un salario incapaz de satisfacer las mínimas condiciones de vida dignas. Y estas frías cifras se engarzan con una supuesta política de corte socialdemócrata que ahora partidos zombis como el PSOE persisten en reivindicar para diferenciarse del otro partido socialdemócrata en España, como es el PP.
La gran conclusión a la que han llegado es que la riqueza no se distribuye sola
La conclusión de todo esto es que, por fin, el mundo LET que dirigía el FMI ha reconocido en sede parlamentaria que la riqueza no se distribuye sola, que hay muchos colectivos desfavorecidos, que no son vagos, sino en algunos casos discapacitados, por ejemplo, y que se necesita una acción pública para corregir esta disfunción. Como en cada reconversión llevada a cabo por la humanidad, loe mecanismos de impulso a este nuevo paradigma tardarán tiempo en filtrarse al lóbulo izquierdo del cerebro de tantos que han despreciado y negado la intervención para corregir desigualdades, pero al menos el primer paso está dado. Ahora, falta que nuevos actores políticos y económicos tomen el testigo y muten el status quo alcanzado en Washington por un nuevo contrato social que reconozca que la desigualdad social existe, que la pobreza es un lastre y que el mercado ya no es el mejor instrumento para equilibrar y distribuir la riqueza entre diferentes. El gran problema es que muchos de los actores políticos que se han puesto a la cabeza de la manifestación, Trump, LePen, Orban, o May en el Reino Unido, no son precisamente un ejemplo para liderar este nuevo mundo, como tampoco lo son algunos que han intentado asaltar los cielos antes de poner orden en su convulsa casa. La orfandad de liderazgo intelectual y político puede hacer fracasar esta revolución pendiente y hacernos volver, por hartazgo, al bipartidismo inútil, infantil y corrupto que nos ha llevado hasta aquí.
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