A propósito del Impuesto a las ganancias (impuesto al salario): Lo inviable es el sistema
por
El debate por el mal llamado Impuesto a las
Ganancias ha estallado con fuerza en el centro de la escena política del
país. Por supuesto, manipulado desde los medios masivos de
comunicación, desde concepciones siempre amañadas, contemplando los
intereses de los privilegiados a los cuales les son funcionales,
queriendo hacer ver una pelea entre actores (oficialismo vs oposición)
que, en realidad, están de acuerdo en lo fundamental: el peso de
sostener las cuentas del Estado debe recaer en las masas laboriosas
En esta farsa llamada “democracia” burguesa,
el pueblo humilde, el pueblo trabajador, asiste a la supuesta
confrontación de los que deciden sobre sus ingresos como un mero
espectador, pues no existe una herramienta política legitimada y de
masas que pueda terciar desde una posición clasista en la discusión.
Nadie repara en el hecho de que tanto el macrismo como la oposición
parlamentaria pretenden mantener ese tributo que es una afrenta a la
dignidad laboral. En realidad, los que deciden, los que tienen el poder,
los dueños del poder económico, han logrado que sus representantes
políticos en el Estado burgués, de hoy o de años anteriores,
precarizaran de manera vergonzosa el nivel salarial de los trabajadores.
El 90% de los asalariados en este país cobra por debajo no sólo del
mínimo no imponible del nefasto impuesto, sino por debajo del nivel de
pobreza.
Para poner las cosas en su lugar desde el comienzo, hay que decir que el supuesto “impuesto a las ganancias” tal como se viene cobrando desde los tiempos de la Alianza, es un impuesto al salario, y el salario no es ganancia. Ganancias tienen las empresas, no los trabajadores.
El sólo hecho de generar esa confusión es funesto. El dueño de la criatura, JJ Machinea, esgrime que él la pergeñó pensando en salarios muy altos, y de hecho, el mínimo no imponible de aquella época en la que DeLaRúa gobernaba se le cobraba a sueldos que hoy serían de alrededor de $150.000. Pero el concepto desde el cual se pensó la medida le abrió la puerta a la posibilidad de que se le cobre a cualquier salario. Y así fue. El kirchnerismo hizo lo suyo al no modificar en 12 años las escalas y apenas el mínimo no imponible, por lo cual, al ritmo de la inflación nunca controlada, no sólo lo terminaron pagando los salarios de ceos y gerentes, sino los de trabajadores comunes cuyos gremios habían logrado mejoras salariales por encima de la media, pero de ningún modo de privilegio. Al fin de la era K, todo aquél que ganara por encima de $17.000 tributaba el 35%, con una canasta familiar que rondaba los 12 ó 13mil pesos.
La excusa de los políticos del sistema, que argumentan que sólo el 10% de los asalariados paga el vergonzoso tributo, grafica el patetismo en el que ha caído la política en Argentina: esgrimen como virtud una calamidad. Nótese que digo “políticos del sistema” y no “funcionarios oficialistas”, porque cuando estaban en el gobierno, los cuadros kirchneristas argumentaban exactamente lo mismo que hoy los de Cambiemos: “las intenciones de eliminar el impuesto son inviables, como inviable es por lo tanto cualquier propuesta que lo contemple, porque desfinancian las cuentas del Estado” dijeron y dicen.
¿Qué es lo inviable? Lo que se le dice “al pueblo”, en un discurso dirigido a que los trabajadores se resignen ante una realidad que se les hace aparecer como incontrastable, es que el Estado (burgués) necesita de los impuestos para poder funcionar, y que el gasto de las cuentas fiscales debe ser menor a la totalidad de los ingresos, porque si no produce lo que refiere esa palabrita que tanto machacan los medios masivos de comunicación: déficit. Algo que suena lógico. El problema se produce porque a la mayoría se le oculta detrás de una nebulosa, cuánto ingresa en las arcas del Estado y dónde se originan esos ingresos; y cuánto se gasta y hacia dónde va dirigido ese gasto.
Hay que ir a los números entonces. Según el Presupuesto 2016 (gobierno kirchnerista), el total de ingresos al estado por impuestos se previó en casi 2 billones de pesos, de los cuales la mitad los componen el IVA y el Impuesto a las Ganancias.
Total de recaudación por impuestos: $1.997.733.900.000 (un billón, novecientos noventa y siete mil setecientos treinta y tres millones novecientos mil pesos)
IVA: $576.749.100.000 (29% del total recaudado)
Impuesto a las Ganancias: $424.509.200.000 (21%)
Pero no es lo único regresivo; los impuestos a los combustibles, que los pagan los trabajadores igual que cualquier ceo o dueño de empresas, y el monotributo, gravamen impuesto a los sectores más bajos de la actividad económica formal no asalariados (muchas veces obligados a convertirse en monotributistas por sus explotadores), suman:
Combustibles naftas: $33.070.200.000
Combustibles gasoil: $13.145.700.000
Combustibles otros: $30.713.400.000
Monotributo: $ 6.768.500.000
La suma total de estos tributos es: $83.697.800.000 (4%)
Por créditos y débitos bancarios, operatorias financieras que generalmente son más baratas para los más ricos por los volúmenes que manejan, y que los asalariados en blanco y monotributistas deben pagar también, la recaudación es:
Créditos y débitos bancarios y otras operatorias: $132.002.400.000 (6,60%)
Los ingresos por aportes y contribuciones a la seguridad social, que aportan tanto patrones como trabajadores, son:
Aportes y contribuciones a la Seguridad Social: $563.499.600.000 (28%)
¿Qué pagan exclusivamente los ricos entonces? Podríamos decir que los impuestos específicamente para empresas y empresarios son:
Bienes personales: $19.141.900.000
Ganancia mínima presunta: $3.128.400.000
Derechos de importación: $57.566.300.000
Derechos de exportación: $76.266.200.000
Tasa estadística: $1.101.500.000
Total de estos impuestos: $157.204.300.000 (7,86% del total de lo recaudado)
¡¡Los ricos aportan específicamente el 7,86% de todo lo recaudado por el Estado a través de impuestos!!
¿Queda claro quiénes llevan el peso para que el Estado Burgués, el Estado Capitalista, sea “viable”?
Lo “inviable” para los patrones y sus medios de comunicación masivos, formadores de opinión y adoctrinadores ideológicos que callan estas verdades, es intentar hacer menos inequitativo este esquema impositivo.
(Las cifras expuestas son las que figuran en el Presupuesto 2016) (1)
El Presupuesto 2017, recientemente aprobado en el Congreso, tiene los siguientes números, y de paso los comparamos con los del 2016:
En el sistema que le cuida sus privilegios, los ricos aportan migajas a las arcas del Estado
Para colmo de males las empresas, que ya poco aportan “para hacer viables” las cuentas fiscales, fraguan sus balances para tributar menos aún. Según la CEPAL (3), el Estado argentino deja de recaudar la mitad de lo que debería por el impuesto a las ganancias, porque las empresas subdeclaran sus beneficios. Cosa que no pueden hacer los asalariados, ya que el impuesto se les deduce en el momento de liquidarles los sueldos. Según el informe, sólo en 2015 se perdieron de recaudar u$d24.000 millones de esa manera. Los medios de comunicación machacan sobre lo nefasta que resulta la corrupción en perjuicio del Estado, y eso es innegable. Pero según el FMI, esas prácticas representan pérdidas de hasta el 2% del PBI mundial, mientras que la ONG especializada en evasión tributaria Tax Justice Network, estima que por esa vía (la evasión) se pierde el 5% del mismo (4).
En Argentina, los datos de Ganancias están sujetos al secreto fiscal, por lo cual se conocen sólo los de las empresas que los hacen públicos por cotizar en bolsa, haber emitido obligaciones negociables (deuda) o las de la órbita del Estado. Así, de las 600 principales corporaciones que desarrollan su actividad en el país, los números de 488 están ocultas al público, y sólo 112 exhiben sus cuentas.
De esas 112 grandes empresas, según se relevó entre 2012 y 2015, el 20% no pagó impuesto a las ganancias, ya sea porque están exentas o porque declararon pérdidas. Un dato de color es que uno de los que no pagan es el Banco Credicoop, exento por declararse una “cooperativa”, a pesar de ser uno de los bancos capitalistas más grandes del país. (5)
Tomando sector por sector de la producción y los servicios, las compañías eléctricas pagaron sólo en el 40% de sus balances; el de la distribución de agua en el 50%; el sector gasífero no pagó en el 30%; el petrolero, en el 28%; químico, holdings, forestal, curtidor, maquinarias y autopistas, en el 25%; la construcción en el 24% y el agroalimentario en el 21%.
De eso nada se dice.
El gobierno de la alianza PRO-UCR-ARI, apenas asumido, bajó el 5% las retenciones para la soja y a los demás granos le sacó la totalidad de las mismas, y eximió de los tributos por exportaciones a las industrias y al sector minero. Según los “sueños” del oficialismo, ello empujaría a los sectores empresariales a realizar las inversiones tan declamadas y nunca efectivizadas. En realidad, después de esas quitas, entre el campo (16.496) y la minería (2.926), se perdieron casi 20 mil puestos de trabajo (19.422) sólo en el primer trimestre del 2016. (6)
Lo concreto es que con esa política, Cambiemos desfinanció el Estado en unos $100.000 millones, según estimaciones de Ecolatina (7).
Allí la lógica de la alianza gobernante no fue la misma que la que esgrime hoy para frenar la modificación en el impuesto a las ganancias. Es decir, cuando se trata de beneficiar (aunque sea con migajas) a los trabajadores, se pone el grito en el cielo, pero cuando se trata de favorecer al sector empresarial, la decisión se toma en un santiamén. Eso define la ideología que mueve a los que gobiernan. Tan claramente como lo deja expuesto el perdón a las empresas de energía eléctrica de 19 mil millones de dólares de deuda con el Estado, mientras se lleva a cabo una bestial suba de tarifas cuyo peso recae en las espaldas del pueblo.
Hay un déficit, sí, producto del descalabro que genera el modo de producción, de organización y de financiación capitalista, sobre todo en un país dependiente como el nuestro.
En Argentina, son mayores los gastos que las entradas al fisco desde que se tenga memoria, por lo tanto ese déficit existe desde hace años. Para equilibrar las cuentas se ha recurrido a la emisión monetaria o al endeudamiento externo. Pero eso tiene un costo dentro del esquema en el que se decide vivir: pertenecer a la “comunidad internacional” y así poder comerciar dentro de ella requiere el cumplimiento de las reglas que imponen quienes dominan el mundo, y las cuentas nacionales dependen entonces de las variables globalizadoras.
La moneda nacional se referencia inevitablemente con las monedas de las potencias en clara desventaja, y el desarrollo económico pasa a depender del financiamiento y las inversiones externos, lo cual produce endeudamiento. Por eso hoy en día, una gran parte de los ingresos van a parar al pago de la deuda pública, una afrenta a la dignidad nacional que fundamentalmente se generó de manera fraudulenta durante la última dictadura, donde los militares se ofrecieron y actuaron como lacayos al servicio del poder financiero global. Sin embargo, con la excepción de Alfonsín en el comienzo de su gobierno, él mismo y todos los demás que le siguieron decidieron “honrar” la deshonra y pagar lo que nunca debimos, condicionando hasta hoy el desarrollo de nuestras fuerzas productivas y nuestra supuesta “independencia”. El kirchnerismo se jactaba de haber pagado 200mil millones de dólares al sistema financiero imperialista, a pesar de su retórica antiimperialista. Claro, una cosa es el dicho y otra cosa los hechos. Los números no mienten. Tomando como lo hicimos el último presupuesto K, del 2016, podemos ver que se destinaron para el pago de la deuda el 6,6% del presupuesto, $104.133.900.000 (en aquél momento, más de 10.000 millones de dólares), aunque el presupuesto actual indica que se terminaron pagando $187.071.800.000.
El nuevo presupuesto (2017) prevé el pago de $247.632.100.000 en concepto de pago de la Deuda (unos 15.500 millones de dólares, 10,5% del total presupuestado). A modo de comparación, podemos decir que las asignaciones a los ministerios de salud y educación fueron de $37.214.300.000 (2,4% del Presupuesto) y $82.904.000.000 (5,3%) respectivamente para 2016; y $46.267.700.000 (2%) y $130.950.600.000 (5,5%) respectivamente para 2017. (8)
Los tipos que acusan de provocar el déficit fiscal a las pretensiones de los trabajadores, son los que le dan prioridad a la deuda de origen fraudulento antes que a la salud y la educación públicas.
El déficit existe, y no porque los asalariados tributen poco. Para cubrirlo, así como el kirchnerismo apelaba a la maquinita para imprimir billetes y con ello generaba la inflación que negaba, el macrismo lo hace acudiendo al endeudamiento: en los primeros 10 meses del año, emitió bonos de deuda por 45.800 millones de dólares, de los cuales u$d 16.500 millones fueron destinados para pagarle a los fondos buitres, decisión que los aliancistas de Cambiemos promocionaron como la antesala necesaria para el círculo virtuoso de las inversiones que iban a llover: sin embargo, ni siquiera garuó en realidad.
El gobierno PRO-UCR-ARI entonces, quiere apagar un incendio con nafta. Las políticas que aplica son desastrosas para los intereses de los trabajadores, pero son lógicas para su ideología y pertenencia de clase. Ellos son eso. Lo increíble es que haya habido y todavía haya asalariados que les crean y esperen algo de semejantes personajes. Las pretendidas virtudes declamadas por el oficialismo brillan por su ausencia. Le bajó la carga impositiva al sector empresarial esperando que generen trabajo, pero al contrario, lo destruyeron. Le pagó a los buitres todo lo que pretendían con lo que prometieron una “lluvia de inversiones” que llegarían para motorizar la economía del país, y los capitales que llegaron sólo lo hicieron para especular debido a las altas tasas de interés que aseguran grandes y fáciles ganancias. Devaluó el peso, vetó la ley antidespidos y ahora va por los convenios colectivos de trabajo, y a pesar de todo sus compañeros de clase, los patrones, no invierten, crece el desempleo, la inflación se mantiene y el consumo no para de desplomarse.
Lo que queda demostrado es que, aún ofreciéndoles todas las condiciones posibles para favorecer sus intereses, el capitalismo no genera empleo si no ve asegurada su tasa de ganancia. En Argentina, quieren más aún de lo que el gobierno les ha dado. La brutal desigualdad ya instalada no les basta.
No queda la menor duda, después de repasar los números, de que lo verdaderamente inviable para la humanidad es el sistema capitalista, gobierne quien gobierne, sea del signo que sea. Esperar “algo de humanidad” en su marco es pecar de candidez, utopismo o complicidad. Para generar una sociedad justa, hay que terminar con cada uno de sus cimientos.
(1) – Presupuesto 2016
(2) – Presupuesto 2017
(3) – “Impuesto a las ganancias: cuánto pagan las grandes empresas en la Argentina” – El Cronista, 19/8/16
(4) – “Impuesto a las ganancias: cuánto pagan las grandes empresas en la Argentina” – El Cronista, 19/8/16
(5) – “Impuesto a las ganancias: cuánto pagan las grandes empresas en la Argentina” – El Cronista, 19/8/16
(6) – “Pese a quita de retenciones, la minería y la agricultura destruyeron empleo” – InfoBae, 14/7/16
(7) – “La baja de impuestos agregará $ 100.000 millones al déficit de 2016” – El Cronista, 29/3/16
(8) – Presupuestos 2016 y 2017
Para poner las cosas en su lugar desde el comienzo, hay que decir que el supuesto “impuesto a las ganancias” tal como se viene cobrando desde los tiempos de la Alianza, es un impuesto al salario, y el salario no es ganancia. Ganancias tienen las empresas, no los trabajadores.
El sólo hecho de generar esa confusión es funesto. El dueño de la criatura, JJ Machinea, esgrime que él la pergeñó pensando en salarios muy altos, y de hecho, el mínimo no imponible de aquella época en la que DeLaRúa gobernaba se le cobraba a sueldos que hoy serían de alrededor de $150.000. Pero el concepto desde el cual se pensó la medida le abrió la puerta a la posibilidad de que se le cobre a cualquier salario. Y así fue. El kirchnerismo hizo lo suyo al no modificar en 12 años las escalas y apenas el mínimo no imponible, por lo cual, al ritmo de la inflación nunca controlada, no sólo lo terminaron pagando los salarios de ceos y gerentes, sino los de trabajadores comunes cuyos gremios habían logrado mejoras salariales por encima de la media, pero de ningún modo de privilegio. Al fin de la era K, todo aquél que ganara por encima de $17.000 tributaba el 35%, con una canasta familiar que rondaba los 12 ó 13mil pesos.
La excusa de los políticos del sistema, que argumentan que sólo el 10% de los asalariados paga el vergonzoso tributo, grafica el patetismo en el que ha caído la política en Argentina: esgrimen como virtud una calamidad. Nótese que digo “políticos del sistema” y no “funcionarios oficialistas”, porque cuando estaban en el gobierno, los cuadros kirchneristas argumentaban exactamente lo mismo que hoy los de Cambiemos: “las intenciones de eliminar el impuesto son inviables, como inviable es por lo tanto cualquier propuesta que lo contemple, porque desfinancian las cuentas del Estado” dijeron y dicen.
¿Qué es lo inviable? Lo que se le dice “al pueblo”, en un discurso dirigido a que los trabajadores se resignen ante una realidad que se les hace aparecer como incontrastable, es que el Estado (burgués) necesita de los impuestos para poder funcionar, y que el gasto de las cuentas fiscales debe ser menor a la totalidad de los ingresos, porque si no produce lo que refiere esa palabrita que tanto machacan los medios masivos de comunicación: déficit. Algo que suena lógico. El problema se produce porque a la mayoría se le oculta detrás de una nebulosa, cuánto ingresa en las arcas del Estado y dónde se originan esos ingresos; y cuánto se gasta y hacia dónde va dirigido ese gasto.
Hay que ir a los números entonces. Según el Presupuesto 2016 (gobierno kirchnerista), el total de ingresos al estado por impuestos se previó en casi 2 billones de pesos, de los cuales la mitad los componen el IVA y el Impuesto a las Ganancias.
Total de recaudación por impuestos: $1.997.733.900.000 (un billón, novecientos noventa y siete mil setecientos treinta y tres millones novecientos mil pesos)
IVA: $576.749.100.000 (29% del total recaudado)
Impuesto a las Ganancias: $424.509.200.000 (21%)
Pero no es lo único regresivo; los impuestos a los combustibles, que los pagan los trabajadores igual que cualquier ceo o dueño de empresas, y el monotributo, gravamen impuesto a los sectores más bajos de la actividad económica formal no asalariados (muchas veces obligados a convertirse en monotributistas por sus explotadores), suman:
Combustibles naftas: $33.070.200.000
Combustibles gasoil: $13.145.700.000
Combustibles otros: $30.713.400.000
Monotributo: $ 6.768.500.000
La suma total de estos tributos es: $83.697.800.000 (4%)
Por créditos y débitos bancarios, operatorias financieras que generalmente son más baratas para los más ricos por los volúmenes que manejan, y que los asalariados en blanco y monotributistas deben pagar también, la recaudación es:
Créditos y débitos bancarios y otras operatorias: $132.002.400.000 (6,60%)
Los ingresos por aportes y contribuciones a la seguridad social, que aportan tanto patrones como trabajadores, son:
Aportes y contribuciones a la Seguridad Social: $563.499.600.000 (28%)
¿Qué pagan exclusivamente los ricos entonces? Podríamos decir que los impuestos específicamente para empresas y empresarios son:
Bienes personales: $19.141.900.000
Ganancia mínima presunta: $3.128.400.000
Derechos de importación: $57.566.300.000
Derechos de exportación: $76.266.200.000
Tasa estadística: $1.101.500.000
Total de estos impuestos: $157.204.300.000 (7,86% del total de lo recaudado)
¡¡Los ricos aportan específicamente el 7,86% de todo lo recaudado por el Estado a través de impuestos!!
¿Queda claro quiénes llevan el peso para que el Estado Burgués, el Estado Capitalista, sea “viable”?
Lo “inviable” para los patrones y sus medios de comunicación masivos, formadores de opinión y adoctrinadores ideológicos que callan estas verdades, es intentar hacer menos inequitativo este esquema impositivo.
(Las cifras expuestas son las que figuran en el Presupuesto 2016) (1)
El Presupuesto 2017, recientemente aprobado en el Congreso, tiene los siguientes números, y de paso los comparamos con los del 2016:
En el sistema que le cuida sus privilegios, los ricos aportan migajas a las arcas del Estado
Para colmo de males las empresas, que ya poco aportan “para hacer viables” las cuentas fiscales, fraguan sus balances para tributar menos aún. Según la CEPAL (3), el Estado argentino deja de recaudar la mitad de lo que debería por el impuesto a las ganancias, porque las empresas subdeclaran sus beneficios. Cosa que no pueden hacer los asalariados, ya que el impuesto se les deduce en el momento de liquidarles los sueldos. Según el informe, sólo en 2015 se perdieron de recaudar u$d24.000 millones de esa manera. Los medios de comunicación machacan sobre lo nefasta que resulta la corrupción en perjuicio del Estado, y eso es innegable. Pero según el FMI, esas prácticas representan pérdidas de hasta el 2% del PBI mundial, mientras que la ONG especializada en evasión tributaria Tax Justice Network, estima que por esa vía (la evasión) se pierde el 5% del mismo (4).
En Argentina, los datos de Ganancias están sujetos al secreto fiscal, por lo cual se conocen sólo los de las empresas que los hacen públicos por cotizar en bolsa, haber emitido obligaciones negociables (deuda) o las de la órbita del Estado. Así, de las 600 principales corporaciones que desarrollan su actividad en el país, los números de 488 están ocultas al público, y sólo 112 exhiben sus cuentas.
De esas 112 grandes empresas, según se relevó entre 2012 y 2015, el 20% no pagó impuesto a las ganancias, ya sea porque están exentas o porque declararon pérdidas. Un dato de color es que uno de los que no pagan es el Banco Credicoop, exento por declararse una “cooperativa”, a pesar de ser uno de los bancos capitalistas más grandes del país. (5)
Tomando sector por sector de la producción y los servicios, las compañías eléctricas pagaron sólo en el 40% de sus balances; el de la distribución de agua en el 50%; el sector gasífero no pagó en el 30%; el petrolero, en el 28%; químico, holdings, forestal, curtidor, maquinarias y autopistas, en el 25%; la construcción en el 24% y el agroalimentario en el 21%.
De eso nada se dice.
El gobierno de la alianza PRO-UCR-ARI, apenas asumido, bajó el 5% las retenciones para la soja y a los demás granos le sacó la totalidad de las mismas, y eximió de los tributos por exportaciones a las industrias y al sector minero. Según los “sueños” del oficialismo, ello empujaría a los sectores empresariales a realizar las inversiones tan declamadas y nunca efectivizadas. En realidad, después de esas quitas, entre el campo (16.496) y la minería (2.926), se perdieron casi 20 mil puestos de trabajo (19.422) sólo en el primer trimestre del 2016. (6)
Lo concreto es que con esa política, Cambiemos desfinanció el Estado en unos $100.000 millones, según estimaciones de Ecolatina (7).
Allí la lógica de la alianza gobernante no fue la misma que la que esgrime hoy para frenar la modificación en el impuesto a las ganancias. Es decir, cuando se trata de beneficiar (aunque sea con migajas) a los trabajadores, se pone el grito en el cielo, pero cuando se trata de favorecer al sector empresarial, la decisión se toma en un santiamén. Eso define la ideología que mueve a los que gobiernan. Tan claramente como lo deja expuesto el perdón a las empresas de energía eléctrica de 19 mil millones de dólares de deuda con el Estado, mientras se lleva a cabo una bestial suba de tarifas cuyo peso recae en las espaldas del pueblo.
Hay un déficit, sí, producto del descalabro que genera el modo de producción, de organización y de financiación capitalista, sobre todo en un país dependiente como el nuestro.
En Argentina, son mayores los gastos que las entradas al fisco desde que se tenga memoria, por lo tanto ese déficit existe desde hace años. Para equilibrar las cuentas se ha recurrido a la emisión monetaria o al endeudamiento externo. Pero eso tiene un costo dentro del esquema en el que se decide vivir: pertenecer a la “comunidad internacional” y así poder comerciar dentro de ella requiere el cumplimiento de las reglas que imponen quienes dominan el mundo, y las cuentas nacionales dependen entonces de las variables globalizadoras.
La moneda nacional se referencia inevitablemente con las monedas de las potencias en clara desventaja, y el desarrollo económico pasa a depender del financiamiento y las inversiones externos, lo cual produce endeudamiento. Por eso hoy en día, una gran parte de los ingresos van a parar al pago de la deuda pública, una afrenta a la dignidad nacional que fundamentalmente se generó de manera fraudulenta durante la última dictadura, donde los militares se ofrecieron y actuaron como lacayos al servicio del poder financiero global. Sin embargo, con la excepción de Alfonsín en el comienzo de su gobierno, él mismo y todos los demás que le siguieron decidieron “honrar” la deshonra y pagar lo que nunca debimos, condicionando hasta hoy el desarrollo de nuestras fuerzas productivas y nuestra supuesta “independencia”. El kirchnerismo se jactaba de haber pagado 200mil millones de dólares al sistema financiero imperialista, a pesar de su retórica antiimperialista. Claro, una cosa es el dicho y otra cosa los hechos. Los números no mienten. Tomando como lo hicimos el último presupuesto K, del 2016, podemos ver que se destinaron para el pago de la deuda el 6,6% del presupuesto, $104.133.900.000 (en aquél momento, más de 10.000 millones de dólares), aunque el presupuesto actual indica que se terminaron pagando $187.071.800.000.
El nuevo presupuesto (2017) prevé el pago de $247.632.100.000 en concepto de pago de la Deuda (unos 15.500 millones de dólares, 10,5% del total presupuestado). A modo de comparación, podemos decir que las asignaciones a los ministerios de salud y educación fueron de $37.214.300.000 (2,4% del Presupuesto) y $82.904.000.000 (5,3%) respectivamente para 2016; y $46.267.700.000 (2%) y $130.950.600.000 (5,5%) respectivamente para 2017. (8)
Los tipos que acusan de provocar el déficit fiscal a las pretensiones de los trabajadores, son los que le dan prioridad a la deuda de origen fraudulento antes que a la salud y la educación públicas.
El déficit existe, y no porque los asalariados tributen poco. Para cubrirlo, así como el kirchnerismo apelaba a la maquinita para imprimir billetes y con ello generaba la inflación que negaba, el macrismo lo hace acudiendo al endeudamiento: en los primeros 10 meses del año, emitió bonos de deuda por 45.800 millones de dólares, de los cuales u$d 16.500 millones fueron destinados para pagarle a los fondos buitres, decisión que los aliancistas de Cambiemos promocionaron como la antesala necesaria para el círculo virtuoso de las inversiones que iban a llover: sin embargo, ni siquiera garuó en realidad.
El gobierno PRO-UCR-ARI entonces, quiere apagar un incendio con nafta. Las políticas que aplica son desastrosas para los intereses de los trabajadores, pero son lógicas para su ideología y pertenencia de clase. Ellos son eso. Lo increíble es que haya habido y todavía haya asalariados que les crean y esperen algo de semejantes personajes. Las pretendidas virtudes declamadas por el oficialismo brillan por su ausencia. Le bajó la carga impositiva al sector empresarial esperando que generen trabajo, pero al contrario, lo destruyeron. Le pagó a los buitres todo lo que pretendían con lo que prometieron una “lluvia de inversiones” que llegarían para motorizar la economía del país, y los capitales que llegaron sólo lo hicieron para especular debido a las altas tasas de interés que aseguran grandes y fáciles ganancias. Devaluó el peso, vetó la ley antidespidos y ahora va por los convenios colectivos de trabajo, y a pesar de todo sus compañeros de clase, los patrones, no invierten, crece el desempleo, la inflación se mantiene y el consumo no para de desplomarse.
Lo que queda demostrado es que, aún ofreciéndoles todas las condiciones posibles para favorecer sus intereses, el capitalismo no genera empleo si no ve asegurada su tasa de ganancia. En Argentina, quieren más aún de lo que el gobierno les ha dado. La brutal desigualdad ya instalada no les basta.
No queda la menor duda, después de repasar los números, de que lo verdaderamente inviable para la humanidad es el sistema capitalista, gobierne quien gobierne, sea del signo que sea. Esperar “algo de humanidad” en su marco es pecar de candidez, utopismo o complicidad. Para generar una sociedad justa, hay que terminar con cada uno de sus cimientos.
(1) – Presupuesto 2016
(2) – Presupuesto 2017
(3) – “Impuesto a las ganancias: cuánto pagan las grandes empresas en la Argentina” – El Cronista, 19/8/16
(4) – “Impuesto a las ganancias: cuánto pagan las grandes empresas en la Argentina” – El Cronista, 19/8/16
(5) – “Impuesto a las ganancias: cuánto pagan las grandes empresas en la Argentina” – El Cronista, 19/8/16
(6) – “Pese a quita de retenciones, la minería y la agricultura destruyeron empleo” – InfoBae, 14/7/16
(7) – “La baja de impuestos agregará $ 100.000 millones al déficit de 2016” – El Cronista, 29/3/16
(8) – Presupuestos 2016 y 2017
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