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El día de su elección, el 26 de noviembre de 2015, Antonio Costa dejo claras las dos claves que regirían su futuro gobierno: quería “dejar atrás las políticas de austeridad” y ser una alternativa “realista, cuidadosa y prudente”. El primer ministro de Portugal, que logró la segunda posición en las elecciones, había negociado y conseguido el apoyo del Partido Comunista y del Bloco de Esquerda, el Podemos luso. En la UE muchos auguraban un futuro negro para el país, ante el riesgo de que diese marcha atrás en las reformas y recortes del anterior gobernante, el conservador Passos Coelho. En el interior del país hubo quien aseguró un breve futuro a ese “gobierno de la geringonça”, débil o inestable, por no contar con una mayoría parlamentaria suficiente.
Y, sin embargo, este pasado lunes 22 de mayo, Lisboa cerró un capítulo oscuro de su reciente historia, los ocho años de estricta vigilancia económica por parte de Bruselas. Y lo hizo además con una felicitación pública del comisario comunitario de Economía. “Portugal ha reducido su déficit por debajo del 3% en una forma duradera”, aplaudió Moscovici. La Comisión recomendó al Consejo, el órgano que reúne a todos los países de la UE, el cierre del procedimiento por déficit excesivo luso, abierto hace 9 años. Sólo falta la confirmación en junio.
Portugal es el ganador de las Country Specific Recommendations, los informes económicos país por país de la Comisión Europea, destinadas a ‘recomendar’ la adopción de medidas en el mercado de trabajo, en las pensiones, en el gasto público, en el sector financiero y hasta en la lucha contra la corrupción. Francia y España están entre los perdedores.
En 2017, “no se requieren nuevos compromisos”, relata el informe luso de la Comisión, “tras la derogación del proceso de déficit excesivo, Portugal está en el brazo preventivo del Pacto de Estabilidad y Crecimiento”. Traducido, el país cumple con el déficit, escapa a futuras multas y las exigencias de Bruselas se relajan. Sólo cuatro estados permanecen dentro del brazo correctivo, el de las sanciones: Reino Unido, que no puede ser multado al estar fuera de la eurozona, Grecia, bajo una situación especial por su rescate soberano, Francia y España.
Mientras que Portugal cerró 2016 con un déficit del 2% --y según las previsiones lo reducirá hasta el 1,5% en 2017 y al 1% en 2018--, el agujero de las cuentas españolas es más abultado. Bruselas pronostica un 3,2% este año y un 2,6% para el siguiente pese a “la velocidad de crucero de la economía” de la que suele hacer gala Luis de Guindos. Más discretos, los portugueses han adelantado a los españoles por la izquierda tras escapar ambos países a una multa europea el verano pasado. La situación de partida de España era peor, pero los informes de la Comisión no sólo hablan de cifras.
Aunque España y Portugal tienen estructuras económicas parecidas, con un sector servicios hegemónico donde la hostelería y el turismo son claves en la ocupación de la mano de obra, el desempleo luso baja desde 2014 y “el número absoluto de parados de larga duración también está cayendo”, explican en la Comisión. El país vecino no solo tiene un paro del 9,8%, sino que además es donde más se ha reducido en la UE en los últimos meses. “El empleo crece al doble que en la zona euro”, presume Mario Centeno, su ministro de Finanzas. En España, la tasa de paro es del 18,2%, la segunda más alta en la UE tras el 23,5% de Grecia, según los últimos datos de Eurostat.
La reducción del desempleo tiene mucho que ver con el impacto diferenciado de la crisis. En España afectó a sectores intensivos en mano de obra como la construcción y sus industrias auxiliares. En Portugal, sin embargo, buena parte del desempleo llegó de un sector bancario que precisamente estaba en manos españolas. El economista Antonio Sanabria, profesor asociado en la Universidad Complutense de Madrid, apunta para CTXT otro dato interesante, Portugal habría ajustado más vía salarios y España en empleo.
El salario medio en España ha crecido durante los años de crisis, aunque parezca una paradoja, porque los millones de despedidos procedían en gran parte “de empleos menos remunerados”, explica Sanabria, “lo que hace subir la media al desaparecer los valores más bajos”. En Portugal, asegura el economista del Colectivo Novecento, “el salario medio nominal cayó entre 2010 y 2015". Es decir, España ajustó destruyendo puestos de trabajo y Portugal vía salarios. Por eso el pico del paro luso fue sólo del 16% en 2013, el mismo año que en España alcanzó un pico del 26%.
La diferente situación de partida favorece también que Portugal pueda ahora centrarse en mejorar las condiciones de los trabajadores, mientras que en España los mordiscos al paro son gracias a la temporalidad y los contratos a tiempo parcial. Comparando los informes de la Comisión, la gran diferencia aparece en la precariedad laboral y la capacidad para crear empleo. Sobre Portugal, Bruselas explica que “las condiciones del mercado laboral han mejorado” mientras que a España le da un severo toque de atención porque el desempleo “sigue estando entre los más altos de la UE, en particular el juvenil o el de la gente con baja cualificación, implicando riesgos de una desvinculación del mercado laboral”. Y todo ello con “una de las tasas de empleo temporal más elevadas en la UE y donde muchos de esos contratos son de muy corta duración”.
La temporalidad española es un cáncer del mercado laboral español. La movilidad hacia contratos permanentes está entre las más bajas de la UE, sólo superada por Polonia. Y este problema genera otro, el del subempleo, un concepto que engloba a los trabajadores a tiempo parcial que quieren trabajar más horas. En España afecta a 1,4 millones de trabajadores, el 7,7% de la población ocupada, según los datos de Eurostat. De nuevo, en el furgón de cola europeo, en este caso junto a Chipre.
La agenda progresista del gobierno luso funciona
Año y medio después de la llegada al poder de Antonio Costa, las inversiones y exportaciones lusas crecen en torno al 10% y el PIB cabalga, tras trece trimestres consecutivos de expansión, a ritmo del 1% trimestral. El ministro Centeno no solo tiene claro que estos datos son el “reflejo de la confianza iniciada en 2016”, sino que además defiende que estos demuestran que las políticas seguidas por su ejecutivo eran “correctas y que era posible hacer más y mejor”.
Lisboa ha subido por tercer año consecutivo el salario mínimo, reducido la jornada laboral para los funcionarios a 35 horas y, una vez que las cuentas cuadraron en 2016, aplicó nuevos incentivos fiscales para la conversión de contratos temporales en indefinidos y rebajas en las contribuciones a la seguridad social para los nuevos empleos juveniles.
Díez insiste además en que la política fiscal de Costa ha sido neutral con ligeras subidas de impuestos, como los pequeños incrementos en las tasas al combustible o al tabaco, para recaudar 400 millones de euros, o en el impuesto a la circulación a los automóviles, y ligeros recortes. Es decir, que no se han puesto frenos al crecimiento.
Portugal se ha ganado el reconocimiento de la Bruselas de la austeridad, que tiene que admitir que las políticas de Costa y Centeno ofrecen resultados. “Una parte significativa de los nuevos empleos creados son indefinidos”, se lee en el informe de la Comisión. Un guante que se apresuró a recoger el ministro de finanzas luso. “El compromiso con las mismas políticas debe seguir”, reivindicó en la capital comunitaria el día en que se presentó el informe.
Todavía hay más de 300.000 desempleados más que en 2007, lo que lleva a Sanabria a advertir de que Portugal todavía está mal, tiene una deuda pública enorme, lleva arrastrando problemas de productividad desde antes de la crisis y el sector bancario está tocado. Eso sí, al menos sus políticos parecen limpios de toda duda, algo que no ocurre en España
La lacra de la corrupción
Más allá de los palos propinados al mercado laboral, a la precariedad o a que su vecino luso haya salido ya del proceso de déficit excesivo, la gran diferencia entre España y Portugal es la corrupción. La Comisión menciona esa palabra cuatro veces en el informe luso para destacar “el aumento de la transparencia y la lucha” contra la corrupción al tiempo que destaca que “se ha convertido en una prioridad real de los servicios de la fiscalía”.
La palabra maldita aparece sólo una vez más en el informe sobre España, pero Bruselas duda de las verdaderas intenciones de sus gobernantes. Pese a un aumento de las investigaciones por corrupción a nivel local y regional, “no se han desarrollado estrategias preventivas a medida para mitigar los riesgos de esos gobiernos y tampoco existe una estrategia preventiva compartida entre los diferentes niveles de la administración”, se afirma en el informe de la Comisión. Además, se reprocha al gobierno de Mariano Rajoy que la enmienda a la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 2015, destinado a reducir el tiempo de las investigaciones, “podría derivar en la impunidad en casos de corrupción complejos en los cuales la limitación de tiempo no sería suficiente para construir un caso”. El peligro del sobreseimiento está presente y en la Comisión advierten a Madrid.
La cuarta potencia de la eurozona sale señalada de los informes de Bruselas. Portugal está de moda, sus políticos de momento parecen inmaculados. La depresiva socialdemocracia europea mira al ejecutivo de Costa como un ejemplo a seguir y, además, se ha ganado el respaldo de sus ciudadanos. “Las políticas sociales deben estar funcionando bien a juzgar por la distancia que le saca a la derecha en intención de voto”, destaca Díez sobre el actual gobierno portugués.
La Portugal socialista conquista Bruselas
Alexandre Mato
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El día de su elección, el 26 de noviembre de 2015, Antonio Costa dejo claras las dos claves que regirían su futuro gobierno: quería “dejar atrás las políticas de austeridad” y ser una alternativa “realista, cuidadosa y prudente”. El primer ministro de Portugal, que logró la segunda posición en las elecciones, había negociado y conseguido el apoyo del Partido Comunista y del Bloco de Esquerda, el Podemos luso. En la UE muchos auguraban un futuro negro para el país, ante el riesgo de que diese marcha atrás en las reformas y recortes del anterior gobernante, el conservador Passos Coelho. En el interior del país hubo quien aseguró un breve futuro a ese “gobierno de la geringonça”, débil o inestable, por no contar con una mayoría parlamentaria suficiente.
Y, sin embargo, este pasado lunes 22 de mayo, Lisboa cerró un capítulo oscuro de su reciente historia, los ocho años de estricta vigilancia económica por parte de Bruselas. Y lo hizo además con una felicitación pública del comisario comunitario de Economía. “Portugal ha reducido su déficit por debajo del 3% en una forma duradera”, aplaudió Moscovici. La Comisión recomendó al Consejo, el órgano que reúne a todos los países de la UE, el cierre del procedimiento por déficit excesivo luso, abierto hace 9 años. Sólo falta la confirmación en junio.
Portugal es el ganador de las Country Specific Recommendations, los informes económicos país por país de la Comisión Europea, destinadas a ‘recomendar’ la adopción de medidas en el mercado de trabajo, en las pensiones, en el gasto público, en el sector financiero y hasta en la lucha contra la corrupción. Francia y España están entre los perdedores.
En 2017, “no se requieren nuevos compromisos”, relata el informe luso de la Comisión, “tras la derogación del proceso de déficit excesivo, Portugal está en el brazo preventivo del Pacto de Estabilidad y Crecimiento”. Traducido, el país cumple con el déficit, escapa a futuras multas y las exigencias de Bruselas se relajan. Sólo cuatro estados permanecen dentro del brazo correctivo, el de las sanciones: Reino Unido, que no puede ser multado al estar fuera de la eurozona, Grecia, bajo una situación especial por su rescate soberano, Francia y España.
Mientras que Portugal cerró 2016 con un déficit del 2% --y según las previsiones lo reducirá hasta el 1,5% en 2017 y al 1% en 2018--, el agujero de las cuentas españolas es más abultado. Bruselas pronostica un 3,2% este año y un 2,6% para el siguiente pese a “la velocidad de crucero de la economía” de la que suele hacer gala Luis de Guindos. Más discretos, los portugueses han adelantado a los españoles por la izquierda tras escapar ambos países a una multa europea el verano pasado. La situación de partida de España era peor, pero los informes de la Comisión no sólo hablan de cifras.
Mientras que Portugal cerró 2016 con un déficit del 2% --y según las previsiones lo reducirá hasta el 1,5% en 2017 y al 1% en 2018--, el agujero de las cuentas españolas es más abultadoMenos paro y menos precariedad en Portugal
Aunque España y Portugal tienen estructuras económicas parecidas, con un sector servicios hegemónico donde la hostelería y el turismo son claves en la ocupación de la mano de obra, el desempleo luso baja desde 2014 y “el número absoluto de parados de larga duración también está cayendo”, explican en la Comisión. El país vecino no solo tiene un paro del 9,8%, sino que además es donde más se ha reducido en la UE en los últimos meses. “El empleo crece al doble que en la zona euro”, presume Mario Centeno, su ministro de Finanzas. En España, la tasa de paro es del 18,2%, la segunda más alta en la UE tras el 23,5% de Grecia, según los últimos datos de Eurostat.
La reducción del desempleo tiene mucho que ver con el impacto diferenciado de la crisis. En España afectó a sectores intensivos en mano de obra como la construcción y sus industrias auxiliares. En Portugal, sin embargo, buena parte del desempleo llegó de un sector bancario que precisamente estaba en manos españolas. El economista Antonio Sanabria, profesor asociado en la Universidad Complutense de Madrid, apunta para CTXT otro dato interesante, Portugal habría ajustado más vía salarios y España en empleo.
El salario medio en España ha crecido durante los años de crisis, aunque parezca una paradoja, porque los millones de despedidos procedían en gran parte “de empleos menos remunerados”, explica Sanabria, “lo que hace subir la media al desaparecer los valores más bajos”. En Portugal, asegura el economista del Colectivo Novecento, “el salario medio nominal cayó entre 2010 y 2015". Es decir, España ajustó destruyendo puestos de trabajo y Portugal vía salarios. Por eso el pico del paro luso fue sólo del 16% en 2013, el mismo año que en España alcanzó un pico del 26%.
La diferente situación de partida favorece también que Portugal pueda ahora centrarse en mejorar las condiciones de los trabajadores, mientras que en España los mordiscos al paro son gracias a la temporalidad y los contratos a tiempo parcial. Comparando los informes de la Comisión, la gran diferencia aparece en la precariedad laboral y la capacidad para crear empleo. Sobre Portugal, Bruselas explica que “las condiciones del mercado laboral han mejorado” mientras que a España le da un severo toque de atención porque el desempleo “sigue estando entre los más altos de la UE, en particular el juvenil o el de la gente con baja cualificación, implicando riesgos de una desvinculación del mercado laboral”. Y todo ello con “una de las tasas de empleo temporal más elevadas en la UE y donde muchos de esos contratos son de muy corta duración”.
La temporalidad española es un cáncer del mercado laboral español. La movilidad hacia contratos permanentes está entre las más bajas de la UE, sólo superada por Polonia. Y este problema genera otro, el del subempleo, un concepto que engloba a los trabajadores a tiempo parcial que quieren trabajar más horas. En España afecta a 1,4 millones de trabajadores, el 7,7% de la población ocupada, según los datos de Eurostat. De nuevo, en el furgón de cola europeo, en este caso junto a Chipre.
La agenda progresista del gobierno luso funciona
Año y medio después de la llegada al poder de Antonio Costa, las inversiones y exportaciones lusas crecen en torno al 10% y el PIB cabalga, tras trece trimestres consecutivos de expansión, a ritmo del 1% trimestral. El ministro Centeno no solo tiene claro que estos datos son el “reflejo de la confianza iniciada en 2016”, sino que además defiende que estos demuestran que las políticas seguidas por su ejecutivo eran “correctas y que era posible hacer más y mejor”.
Lisboa ha subido por tercer año consecutivo el salario mínimo, reducido la jornada laboral para los funcionarios a 35 horas y, una vez que las cuentas cuadraron en 2016, aplicó nuevos incentivos fiscales para la conversión de contratos temporales en indefinidos y rebajas en las contribuciones a la seguridad social para los nuevos empleos juveniles.
Lisboa ha subido por tercer año consecutivo el salario mínimo, reducido la jornada laboral para los funcionarios a 35 horas y ha aplicado incentivos fiscales para la conversión de contratos temporales en indefinidosPara el economista José Carlos Díez, redactor de la ponencia económica del PSOE, también ha ayudado al gobierno portugués la “política monetaria ultraexpansiva del BCE”. Algo que comparte el economista Sanabria, quien añade a esto “el fin de las medidas de la troika, porque al mejor contexto se unió poner fin a medidas contraproducentes”.
Díez insiste además en que la política fiscal de Costa ha sido neutral con ligeras subidas de impuestos, como los pequeños incrementos en las tasas al combustible o al tabaco, para recaudar 400 millones de euros, o en el impuesto a la circulación a los automóviles, y ligeros recortes. Es decir, que no se han puesto frenos al crecimiento.
Portugal se ha ganado el reconocimiento de la Bruselas de la austeridad, que tiene que admitir que las políticas de Costa y Centeno ofrecen resultados. “Una parte significativa de los nuevos empleos creados son indefinidos”, se lee en el informe de la Comisión. Un guante que se apresuró a recoger el ministro de finanzas luso. “El compromiso con las mismas políticas debe seguir”, reivindicó en la capital comunitaria el día en que se presentó el informe.
Todavía hay más de 300.000 desempleados más que en 2007, lo que lleva a Sanabria a advertir de que Portugal todavía está mal, tiene una deuda pública enorme, lleva arrastrando problemas de productividad desde antes de la crisis y el sector bancario está tocado. Eso sí, al menos sus políticos parecen limpios de toda duda, algo que no ocurre en España
La lacra de la corrupción
Más allá de los palos propinados al mercado laboral, a la precariedad o a que su vecino luso haya salido ya del proceso de déficit excesivo, la gran diferencia entre España y Portugal es la corrupción. La Comisión menciona esa palabra cuatro veces en el informe luso para destacar “el aumento de la transparencia y la lucha” contra la corrupción al tiempo que destaca que “se ha convertido en una prioridad real de los servicios de la fiscalía”.
La palabra maldita aparece sólo una vez más en el informe sobre España, pero Bruselas duda de las verdaderas intenciones de sus gobernantes. Pese a un aumento de las investigaciones por corrupción a nivel local y regional, “no se han desarrollado estrategias preventivas a medida para mitigar los riesgos de esos gobiernos y tampoco existe una estrategia preventiva compartida entre los diferentes niveles de la administración”, se afirma en el informe de la Comisión. Además, se reprocha al gobierno de Mariano Rajoy que la enmienda a la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 2015, destinado a reducir el tiempo de las investigaciones, “podría derivar en la impunidad en casos de corrupción complejos en los cuales la limitación de tiempo no sería suficiente para construir un caso”. El peligro del sobreseimiento está presente y en la Comisión advierten a Madrid.
La cuarta potencia de la eurozona sale señalada de los informes de Bruselas. Portugal está de moda, sus políticos de momento parecen inmaculados. La depresiva socialdemocracia europea mira al ejecutivo de Costa como un ejemplo a seguir y, además, se ha ganado el respaldo de sus ciudadanos. “Las políticas sociales deben estar funcionando bien a juzgar por la distancia que le saca a la derecha en intención de voto”, destaca Díez sobre el actual gobierno portugués.
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