domingo, 15 de octubre de 2017
Sanciones financieras contra Nicaragua
Por Hedelberto López Blanch.
Nuevamente, Estados
Unidos lanza sanciones económicas contra otro gobierno latinoamericano
cuyo “delito” ha sido llevar beneficios sociales y económicos a la
mayoría del pueblo y no obedecer las directrices de Washington de
implantar el sistema capitalista neoliberal.
En esta
ocasión, Nicaragua es el país amenazado con aplicársele un bloqueo
económico-financiero, al aprobar en primera instancia la Cámara de
Representantes el proyecto de Ley Nica Act, debido a que el Gobierno
Sandinista, encabezado por su presidente Daniel Ortega desde 2007, ha
impulsado un desarrollo nacional independiente y a la par, estrechado
relaciones con países catalogados por Estados Unidos como enemigos,
entre los que aparecen Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Rusia, China,
irán.
El proyecto
fue presentado por los ultraderechistas Ileana Ros Lehtinen y Albio
Sires, ambos de origen cubano, que se han caracterizado por sus
posiciones extremistas en contra de cualquier país latinoamericano que
no obedezca las órdenes de la Casa Blanca.
La Nica Act
(Ley de Condicionamiento a la Inversión Nicaragüense) pretende impedir
que el gobierno Sandinista tenga acceso a créditos o inversiones de
instituciones financieras internacionales.
Para
levantar las sanciones o mejor dicho, el bloqueo financiero, Nicaragua
deberá “tomas medidas efectivas para celebrar elecciones libres, justas y
transparentes, combatir la corrupción y respeto a partidos opositores”.
Solo faltó poner en el documento, y entregar a Estados Unidos y las
compañías transnacionales el control del país.
El proyecto
pasará al Senado que al contar con mayoría republicana se da por
descontado que lo apruebe. En septiembre de 2016 (antes de las
elecciones generales donde fueron elegidos Daniel Ortega y Rosario
Murillo con el 72,5 % de las boletas) la Nica Act no se llevó a votación
en esa instancia legislativa por no contar con los sufragios
necesarios.
Para el
gobierno sandinista, la “Nica Act 2017 es una amenaza más, de las muchas
que a lo largo de la historia se han cernido sobre Nicaragua, en el
afán de las mentalidades imperialistas de apropiarse de nuestro país”.
Lo que
ocurre actualmente es que Estados Unidos ha retornado a su larga
historia de mantener como su patio trasero, por cualquier medio, a todas
las naciones de América Latina. Pero esos tiempos ya han pasado.
Las
verdaderas razones de esa agresiva política es la de derrocar a un
Gobierno que ha alcanzado éxitos económicos y sociales desde que en 2007
el Sandinismo regresó al poder después de 16 años de nefastos regímenes
neoliberales.
Vale la pena hacer un poco de historia para entender mejor el porqué de las sanciones económicas.
Nicaragua
sufrió a principios del siglo XX, varias invasiones e intervenciones
norteamericanas las que combatió fuertemente, bajo la dirección del
general Augusto César Sandino. En 1979 el Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN) alcanzó el poder tras una larga lucha contra
la dictadura somocista, impuesta y apoyada por Washington.
Durante 10
años, (1979-1989) el FSLN llevó a cabo transformaciones
socio-económicas: grandes campañas de alfabetización; introdujo la
atención médica gratuita e inició una reforma agraria para beneficiar al
empobrecido campesinado, pero una violenta guerra impuesta desde
Estados Unidos, desangró al país y le abrió las puertas a las fuerzas de
derecha que ocuparon la presidencia en 1990.
Siguieron
16 años de profundas políticas neoliberales. Se sucedieron tres
regímenes de derecha que aplicaron y llevaron adelante las políticas de
privatización diseñadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial (BM) las que provocaron graves afectaciones a los
programas sociales y a la débil economía nicaragüense.
Datos del
Banco Mundial señalaban que el 46 % de los nicaragüenses sobrevivía con
poco más de un dólar al día y el desempleo alcanzaba al 60 % de la
Población. El analfabetismo subía al 35 % y casi un millón de menores
estaban fuera del sistema educacional. Como consecuencia directa, en
2006 existían más de 1.400.000 personas pobres, en su mayoría niños, y
el país tenía el índice más alto de desnutrición de Centroamérica.
Al retornar
el FSLN y Daniel Ortega a la presidencia en 2007, se dio un vuelco
completo a esa política neoliberal. Se restablecieron la educación y la
atención médica gratuita en las instituciones públicas. Se logró
alfabetizar a toda la población con el programa cubano Yo Si Puedo y
Nicaragua fue declarada por la UNESCO en 2009 como el tercer país del
área, libre de ese flagelo. Con la ayuda económica entregada a las
familias disminuyó la alta deserción escolar debido a que ya los menores
no tenían que buscar sus propios sustentos en infames labores.
La salud
pública llegó a todo el país y se establecieron programas como la
Operación Milagro (en colaboración con Cuba y Venezuela) que ha devuelto
la visión a miles de ciudadanos. La misión Todos con Voz detectó a
personas con discapacidad para atenderlas gratuitamente.
A través del convenio Usura Cero se
ofrecen micro créditos a bajos intereses a los pobladores de las zonas
rurales para incrementar los pequeños negocios familiares lo cual ha
favorecido a miles de ciudadanos.
Mediante el programa Hambre Cero,
familias pobres que poseen pequeños pedazos de tierra, reciben ayuda
financiera y animales de crianza para mejorar e incrementar las crías y
poderlas comercializar.
Se han otorgado 28.000 inmuebles a familias pobres que solo disponían de chozas cubiertas de cartón y pedazos de lata.
Si en el
2006 Nicaragua apenas cerró con 280 millones de dólares en inversiones,
para el 2016 alcanzó más de 1.500 millones, mientras el número de países
inversionistas se duplicó de 20 a 40 en ese mismo período.
Una
encuesta del Instituto Nacional de Información de Desarrollo, detalló
que en el período 2009-2014, hubo una disminución de 13 puntos
porcentuales en la pobreza nacional, que descendió de 42.5 % a 29.6 %.
Para el mismo período, la pobreza extrema presentó una disminución de 6
%, al pasar del 14.6 % al 8.3 %.
Las
palabras y los datos huelgan. La realidad es que Estados Unidos no
quiere gobiernos progresistas en la región y trata por todos los medios
de desestabilizarlos.
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