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La mutilación genital masculina
Manuel Pulido Mendoza
Una diputada del Partido Progresista
islandés ha propuesto recientemente que se debata formalmente una ley
que prevé hasta seis años de cárcel para cualquier persona que
circuncide a un menor por razones que no sean exclusivamente médicas.
Aproximadamente un tercio de los hombres en todo el mundo están circuncidados, mayoritariamente por razones religiosas o culturales. La práctica consiste en la amputación total o parcial de la piel, llamada prepucio, que recubre el glande o cabeza del pene.
Por los testimonios históricos conservados, parece ser que esta práctica surgió como parte de los ritos de purificación de los antiguos egipcios, y de ahí pasó a las religiones monoteístas abrahámicas y otras tribus africanas influidas por estas. En estas culturas tiene un significado de rito de paso a la edad adulta o rito de fertilidad, o una medida de supuesta higiene en climas donde escasea el agua, o un sacrificio ritual de sangre, como parece ser que era entre los pueblos prehispánicos de las Américas.
Entre los musulmanes la circuncisión se se llama al-jitan en árabe, o también tahara (“purificación”) y es una práctica igualmente extendida, aunque se efectúa bien a los siete u ocho años de edad o a los trece años, en un rito parecido al de la primera comunión o a la confirmación de los cristianos católicos. Aunque su enraizamiento en la religión islámica no es tan evidente, más allá de la referencia genérica a Abraham, padre de Ismael, la práctica parece tener raigambre preislámica en la península arábiga, y su extensión entre los musulmanes se debe a la expansión del Islam desde Arabia. Igualmente se realiza por personas entrenadas sin necesaria formación médica, ni material quirúrgico apropiado. En algunos cultos islámicos la circuncisión se extiende a las mujeres, llegando a provocar la inhumana práctica de la ablación del clítoris o Mutilación Genital Femenina.
La tendencia occidental ha sufrido un revés a partir de la proliferación del puritanismo evangélico en los Estados Unidos y su expansión por Iberoamérica y Corea, países que han visto aumentar las amputaciones sexuales entre su población masculina por influencia de estas sectas integristas. La patologización y medicalización del parto en la segunda mitad del siglo XX, bajo los intereses de hospitales corporativos públicos y privados, los mismos que desaconsejaron amamantar para usar biberones con leche de fórmula, institucionalizaron en los Estados Unidos esta circuncisión rutinaria sin consultar muchas veces a los mismos padres.
Según cifras de 2012, el 75% de los adultos estadounidenses está circuncidado. Se producen más de un millón de estas intervenciones al año, es decir, una cada tres segundos. Se trata del procedimiento quirúrgico más frecuente en los Estados Unidos, una industria que factura varios cientos millones de dólares al año solo por este procedimiento innecesario.
No obstante, según la Canadian Paediatric Asociation, la necesidad de circuncisiones por razones médicas en una población normal es tan solo de un 1%, siempre en casos de afecciones como la fimosis, la balanopostitis crónica o las hipospadias. Además, el Medical Ethics Committee británico señaló en 2007 que la circuncisión masculina por razones médicas debería ser usada solo cuando los procedimientos menos invasivos no son accesibles o no son efectivos. Es decir, que este tipo de intervención médica debería ser aún menos frecuente en los menores.
A nadie, al menos en el mundo civilizado occidental, se le escapa que la práctica de la circuncisión presenta problemas éticos: en primer lugar, contradice el principio de no dañar, contenido en el juramento hipocrático y, en segundo, entra en conflicto con una serie de convenciones internacionales, especialmente con la Declaración de los Derechos del Niño de la ONU, en vigencia desde 1990.
La retirada del prepucio de un pene sano, según la mayoría de asociaciones médicas e investigaciones científicas, está lejos de ser una práctica inocua o promotora de la higiene, de la fecundidad o de la salud sexual. Hay que desmontar la falsa creencia de que la circuncisión protege contra enfermedades de transmisión sexual como el virus del papiloma humano causante de cáncer de pene o de cuello uterino o, menos aún, de la transmisión del VIH.
La operación es una amputación de una parte sensible y erógena de la sexualidad masculina, lo que supone causar un dolor cruel, innecesario y gratuito a un menor indefenso. Se trata de un procedimiento irreversible que elimina terminaciones nerviosas y, por tanto, la sensibilidad masculina en el área. Lejos de ser algo feo, sucio o que dificulte la higiene, el prepucio cumple una serie de importantes funciones en la protección natural del pene, en la copulación y, por tanto, en la salud reproductiva, que no deben obviarse.
La verdadera razón que motiva esta práctica son los tabúes relativos al sexo y la histeria contra la masturbación que se encuentran en las religiones monoteístas. La circuncisión no aporta ningún beneficio para la salud y sí muchos riesgos. La circuncisión desnuda, incapacita e insensibiliza el pene, que sufre una queratinización del glande, lo que puede causar relaciones sexuales dolorosas, problemas de disfunción eréctil o un estrechamiento patológico de la salida de la uretra en un 5-20% de los circuncidados.
Aunque los padres tengan derecho a educar a sus hijos en los valores que consideren oportunos, no tienen derecho a mutilarlos en nombre de una religión que los menores no han elegido o de unos tabúes sexuales acientíficos, máxime sin su consentimiento informado. Los derechos de la infancia y de los individuos prevalecen sobre cualquier supuesto derecho colectivo a indoctrinar o mutilar a menores. Siguiendo el ejemplo de los países nórdicos, quizás vaya siendo hora de abrir el debate también en las sociedades de habla hispana.
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El debate aún puede durar meses, pero Islandia puede ser el primer país europeo en prohibir esta práctica. El texto del proyecto de ley compara la práctica de la circuncisión masculina con la mutilación genital femenina, ésta última prohibida en la mayoría de los países europeos y declarada ilegal en Islandia en 2005.Musulmanes y judíos ya han protestado por esta iniciativa que consideran que atenta contra su libertad religiosaAunque minoritarios, musulmanes y judíos ya han protestado por esta iniciativa que consideran que atenta contra su libertad religiosa, pues consideran la circuncisión una parte esencial de su identidad colectiva.
Aproximadamente un tercio de los hombres en todo el mundo están circuncidados, mayoritariamente por razones religiosas o culturales. La práctica consiste en la amputación total o parcial de la piel, llamada prepucio, que recubre el glande o cabeza del pene.
Por los testimonios históricos conservados, parece ser que esta práctica surgió como parte de los ritos de purificación de los antiguos egipcios, y de ahí pasó a las religiones monoteístas abrahámicas y otras tribus africanas influidas por estas. En estas culturas tiene un significado de rito de paso a la edad adulta o rito de fertilidad, o una medida de supuesta higiene en climas donde escasea el agua, o un sacrificio ritual de sangre, como parece ser que era entre los pueblos prehispánicos de las Américas.
La mutilación la puede llevar a cabo cualquier varón pío entrenado como ‘mohel’ o circuncidador, sin que requiera formación como médico cirujano plástico, urólogo o andrólogoPara los judíos la circuncisión ritual o brit milá (literalmente “Pacto de quitar [el prepucio]”) supone un ritual parecido al bautismo cristiano, mediante el cual el hijo varón entra a formar parte de la comunidad judía al octavo día tras nacer, renovando el pacto que Abraham hiciera con Dios cuando entregó el anillo de piel que cubría el pene de su hijo Isaac (Génesis 17:1, 9-14, 23-27). La mutilación la puede llevar a cabo cualquier varón pío entrenado como mohel o circuncidador, sin que requiera formación como médico cirujano plástico, urólogo o andrólogo. Esta irregularidad lleva al hecho de que más veces de las que se cree el mohel succione la sangre del pene herido del bebé.
Entre los musulmanes la circuncisión se se llama al-jitan en árabe, o también tahara (“purificación”) y es una práctica igualmente extendida, aunque se efectúa bien a los siete u ocho años de edad o a los trece años, en un rito parecido al de la primera comunión o a la confirmación de los cristianos católicos. Aunque su enraizamiento en la religión islámica no es tan evidente, más allá de la referencia genérica a Abraham, padre de Ismael, la práctica parece tener raigambre preislámica en la península arábiga, y su extensión entre los musulmanes se debe a la expansión del Islam desde Arabia. Igualmente se realiza por personas entrenadas sin necesaria formación médica, ni material quirúrgico apropiado. En algunos cultos islámicos la circuncisión se extiende a las mujeres, llegando a provocar la inhumana práctica de la ablación del clítoris o Mutilación Genital Femenina.
Llama la atención que la Iglesia Católica se haya alineado con judíos y musulmanes ante la posible medida de IslandiaEn los países cristianos, la tradición clásica grecorromana ha pesado generalmente más que la judaica. Incluso en la antigua Roma, y después bajo la influencia Iglesia Católica, se emitieron leyes contra esta práctica. Por eso, llama aún más la atención que la Iglesia Católica, en boca del cardenal Reinhard Marx, presidente de la Iglesia Católica en la Unión Europea, se haya alineado con judíos y musulmanes ante la posible medida de Islandia.
La tendencia occidental ha sufrido un revés a partir de la proliferación del puritanismo evangélico en los Estados Unidos y su expansión por Iberoamérica y Corea, países que han visto aumentar las amputaciones sexuales entre su población masculina por influencia de estas sectas integristas. La patologización y medicalización del parto en la segunda mitad del siglo XX, bajo los intereses de hospitales corporativos públicos y privados, los mismos que desaconsejaron amamantar para usar biberones con leche de fórmula, institucionalizaron en los Estados Unidos esta circuncisión rutinaria sin consultar muchas veces a los mismos padres.
Según cifras de 2012, el 75% de los adultos estadounidenses está circuncidado. Se producen más de un millón de estas intervenciones al año, es decir, una cada tres segundos. Se trata del procedimiento quirúrgico más frecuente en los Estados Unidos, una industria que factura varios cientos millones de dólares al año solo por este procedimiento innecesario.
No obstante, según la Canadian Paediatric Asociation, la necesidad de circuncisiones por razones médicas en una población normal es tan solo de un 1%, siempre en casos de afecciones como la fimosis, la balanopostitis crónica o las hipospadias. Además, el Medical Ethics Committee británico señaló en 2007 que la circuncisión masculina por razones médicas debería ser usada solo cuando los procedimientos menos invasivos no son accesibles o no son efectivos. Es decir, que este tipo de intervención médica debería ser aún menos frecuente en los menores.
En junio de 2012 una corte de Alemania determinó que la circuncisión era dañina para los menores y constituía una violación de los derechos del niñoLa polémica ha crecido desde que en junio de 2012 una corte de Alemania determinó que la circuncisión era dañina para los menores y constituía una violación de los derechos del niño. Según una encuesta de 2016, el 87% de los daneses están en contra de la circuncisión no terapéutica de los menores, aunque la corrección política ha hecho que el asunto quede relegado a un segundo plano de la agenda de los partidos.
La Asociación Médica Danesa señaló que la circuncisión en los niños sanos es éticamente inaceptableEn diciembre de 2016, la Asociación Médica Danesa publicó sus recomendaciones relativas a esta práctica con una inusual claridad de conceptos: la circuncisión en los niños sanos es éticamente inaceptable cuando la persona es sometida al procedimiento sin su consentimiento informado, máxime cuando se trata de menores.
A nadie, al menos en el mundo civilizado occidental, se le escapa que la práctica de la circuncisión presenta problemas éticos: en primer lugar, contradice el principio de no dañar, contenido en el juramento hipocrático y, en segundo, entra en conflicto con una serie de convenciones internacionales, especialmente con la Declaración de los Derechos del Niño de la ONU, en vigencia desde 1990.
La retirada del prepucio de un pene sano, según la mayoría de asociaciones médicas e investigaciones científicas, está lejos de ser una práctica inocua o promotora de la higiene, de la fecundidad o de la salud sexual. Hay que desmontar la falsa creencia de que la circuncisión protege contra enfermedades de transmisión sexual como el virus del papiloma humano causante de cáncer de pene o de cuello uterino o, menos aún, de la transmisión del VIH.
Se trata de un procedimiento irreversible que elimina terminaciones nerviosas y, por tanto, la sensibilidad masculina en el áreaSus principales riesgos son la hemorragia, que puede ser mortal si se complica con una hemofilia no diagnosticada, o la infección de la herida, lo que supone un riesgo innecesario en un recién nacido, más teniendo en cuenta que la práctica religiosa se realiza sin medidas de esterilización o anestesia local.
La operación es una amputación de una parte sensible y erógena de la sexualidad masculina, lo que supone causar un dolor cruel, innecesario y gratuito a un menor indefenso. Se trata de un procedimiento irreversible que elimina terminaciones nerviosas y, por tanto, la sensibilidad masculina en el área. Lejos de ser algo feo, sucio o que dificulte la higiene, el prepucio cumple una serie de importantes funciones en la protección natural del pene, en la copulación y, por tanto, en la salud reproductiva, que no deben obviarse.
La verdadera razón que motiva esta práctica son los tabúes relativos al sexo y la histeria contra la masturbación que se encuentran en las religiones monoteístas. La circuncisión no aporta ningún beneficio para la salud y sí muchos riesgos. La circuncisión desnuda, incapacita e insensibiliza el pene, que sufre una queratinización del glande, lo que puede causar relaciones sexuales dolorosas, problemas de disfunción eréctil o un estrechamiento patológico de la salida de la uretra en un 5-20% de los circuncidados.
La circuncisión no terapéutica atenta contra los derechos humanos de los niños y, concretamente, contra los derechos sexuales y reproductivos de los varonesLa circuncisión no terapéutica atenta contra los derechos humanos de los niños y, concretamente, contra los derechos sexuales y reproductivos de los varones. Su prohibición, más que un atentado contra la libertad religiosa, supone una garantía para la libertad de conciencia de los individuos menores de edad. Como bien dice Richard Dawkins en su libro El espejismo de Dios (2006), los niños no nacen con una religión, sino que nacen en una comunidad con unas creencias concretas.
Aunque los padres tengan derecho a educar a sus hijos en los valores que consideren oportunos, no tienen derecho a mutilarlos en nombre de una religión que los menores no han elegido o de unos tabúes sexuales acientíficos, máxime sin su consentimiento informado. Los derechos de la infancia y de los individuos prevalecen sobre cualquier supuesto derecho colectivo a indoctrinar o mutilar a menores. Siguiendo el ejemplo de los países nórdicos, quizás vaya siendo hora de abrir el debate también en las sociedades de habla hispana.
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