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rebelion.orgLa victoria pírrica de la oligarquia
En
Colombia ganó la presidencia de la República un representante del
bloque de poder oligárquico. Triunfó el continuismo de un modelo
económico neoliberal a tono con la estructura de inversión de un Narco
Para Estado. Se impuso la continuidad y lo aplauden los corruptos,
detentadores de la Administración Pública. Impera un modelo
extractivista de las riquezas naturales, y las fauces de la ferocidad
inversionista de las depredadoras multinacionales que se mueven - como
“Pedro por su casa”-en los territorios de las desmovilizadas farc,
aplauden la acción de la traición del establecimiento a las insurgencias
que, de buena fe y acorde con la observancia internacional, confiaron
en un sistema político matrero e indecente. Ganaron los de siempre
contra los que pierden siempre. Perdieron los que mueren sin asistencia
en las puertas de lo que fueron los hospitales públicos, hoy
privatizados, de inconmensurable valor, entregados a las mafias blancas
del capital privado, los jóvenes y los padres de quienes soportan
préstamos y no podrán entrar a la universidad pública y popular, puesto
que los recursos oficiales son entregados para el buen funcionamiento
“científico” de las universidades privadas. Perdieron los jóvenes
rurales que engrosaran las fuentes de empleo de las fuerzas armadas,
cuales maquinaria voraz de guerra en Latinoamérica, ante la permanencia
de un servicio militar obligatorio y extorsivo y la potencialidad de
niveles de elevación del conflicto armado interno. De jolgorio quienes
ayudan a la permanencia de los fatídicos Tratados de Libre Comercio
desiguales con Colombia, la permanencia de las bases y los efectivos
militares estadounidenses, quienes abogaron por la suspensión de
Colombia de la UNASUR, para conspirar abiertamente contra el gobierno
venezolano. Quienes precipitaron a Colombia a la OCDE y en brazos de la
OTAN, acorde con la teoría del enemigo interno, el gigantismo del
ejército nacional y la expansión territorial del imperio para dominar la
Amazonía. En el país festejan los de siempre, quienes no ajenos a
despropósitos de creerse con un “mandato claro” en beneficios de sus
intereses revivirán el conflicto armado interno, político, militar,
económico, ecológico. Los del capital financiero parasitario y
explotador que usufructúan el fruto del trabajo honrado, privando la
posibilidad de ahorro y bienestar. Acaparan los fondos públicos de
pensiones impidiendo un disfrute de cesantía digna. Los latifundistas,
terratenientes y casa tenientes, que engordan el patrimonio improductivo
y desconocen la función social de la propiedad, que implica
obligaciones, conforme al espíritu constitucional vigente de 1991.
Brindan los fundamentalistas religiosos de la tradición en una sociedad
excluyente a las determinaciones de la libre personalidad, la escogencia
de sexo y respeto por la comunidad LGTB. Están de jolgorios los sub
judice de cuello blanco y crímenes de lesa humanidad, que esperan la
reunificación de las altas cortes para continuar disfrutando de
impunidad; puesto que los ex insurgentes están sometidos, el generalato
colombiano y los terceros coparticipes en el conflicto armado interno,
sindicados de crímenes de lesa humanidad, esperan la definición
autónoma, e inescindible de una JEP que les atormenta. Festejan los que
derrotaron a las negritudes, a los mestizos, a los pobres, a los
indígenas, a los obreros, a los campesinos, a los líderes sociales,
populares, sindicales, comunales, ambientalistas. Quienes desconocieron
el llamado de solidaridad internacional de personalidades, filósofos,
economistas, científicos, cientistas sociales, de una intelectualidad
cosmogónica que subsumen el padecimiento de un pueblo para conjurar el
caos y la incertidumbre en un mundo de inequidades, en búsqueda
civilizada a extirpar, tantos padecimientos del pueblo
colombiano. ¿Qué vendrá? De todas formas, el panorama político de Colombia ha cambiado. La social democracia liberal desvaneció y se integró a la derecha. El Liberalismo dejó de existir en Colombia. El MOIR con Robledo y el tal Fajardo se pusieron al lado de los que vencieron al pueblo. Si el Polo Democrático Alternativo no se autocritica y purga internamente, desaparece. Los Verdes no se ubicaron hacia la izquierda. Los Progresistas se corrieron hacia el centro. La tendencia de los candidatos del bloque de poder oligárquico: Duque, Vargas Lleras, De La Calle, Fajardo, confluyeron tácticamente. El discurso del centro y derecha tomó auge, con la distinción que el bloque de poder oligárquico no matiza en tendencias y consolida la vigencia de una hegemonía de partido único de derecha. Hasta ahora habrá una verdadera oposición al sistema; pero carente de un partido político de masas, oteando el reto de las próximas elecciones de Alcaldías y consejos en que las oligarquías locales y militaristas- no así triunfantes absolutas en las grandes ciudades- cuentan con inconmensurables recursos de corrupción y del narcotráfico y con la existencia de un sistema electoral que le garantizará el dominio y ejercicio de los poderes locales. De otro lado, los incontables, quienes expresan el pensamiento de la izquierda revolucionaria NO armada y aquellos que permanecerán en la opción de la lucha armada por la consecución del poder por ese medio incivilizado y que les inspira el derecho universal de rebelión de los pueblos, contra las injusticas empotradas de un régimen neoliberal, sumiso al imperio, militarista, expansionista y salvaje. En ese sentido aceptemos la distinción entre la izquierda legal y la izquierda ilegal dentro de los elementos de distinción analítica de la compleja situación colombiana plasmada, un día después de una decisión electoral en que en cualquier país del mundo los corruptos (genocidas) son destituidos y en Colombia en cambio son entronizados.
Se demostró la eficacia del andamiaje electorero corrupto, anacrónico y condicionante del sistema electoral para perpetuarse en el poder. En forma insolente e insultante para la opinión nacional e internacional comenzó la emisión de boletines electorales cuando, aún en vivo, las cadenas televisivas registraban entrevistas a los jurados in situ, preguntando sobre la labor del conteo, manifestando que duraría en esa labor, cada mesa unos 20 minutos o más. Resulta ofensiva la arrogante presentación por parte de la Registraduría de conteo de millones de votos en menos de un cuarto de hora. Es despectivo que ab initio, en la mediática dictatorial, al lado de los guarismos anunciados, la fotografía del candidato Petro aparezca con una fisonomía o rostro de derrotado o afligido y la del Duque retocada, maquillada y su nariz (“el hocico del oso” de la derecha como lo indicó el hiriente expresidente Ernesto Samper) reluciente, aguileña y respingada. Resultó una prueba de fuego para el movimiento popular y revolucionario aceptar esa segunda vuelta electoral pese a todos los entuertos y falencias observadas durante la primera vuelta. Ante la no implementación de la Reforma Electoral, Rebelion.org publicó, en el mes de julio de 2017, mi artículo sobe la Imperiosa Necesidad de Aplazar las elecciones de 2018, demandándose, para entonces, la aplicación de conmoción interna por parte presidencial, ante la inminencia del saboteo a los Acuerdos de La Habana. Pero todo resultó ser hábil maniobra del jugador de póker Santos. (Una de las mil observaciones que se le hacen a la incapacidad política del Secretariado de las antiguas farc-ep, para sortear, a futuro, el manejo del brioso corcel de la implementación). La sola firma no valía.
Loable el discurso de reconocimiento institucional del candidato Petro. Ya no es el caudillo presidenciable, ahora se erige en el Dirigente de su pueblo. Sobre el elegido Duque, quien tendrá que alejarse de sus conmilones de camarilla corrupta tradicional, para alcanzar un mínimo respeto de los gobernados. Electo o escogido por siniestro personaje, resultó elegido en toda la acepción irregular del verbo. 8 millones de votos de imperiosa potencialidad de actividad política en las calles serán su prueba de fuego en los llamados primeros cien días de su gobierno. Anunció la Seguridad para los colombianos, pero en el imaginario popular significa la seguridad a los latifundistas terratenientes y explotadores de todos los pelambres, para continuar disfrutando de los privilegios de casta en el segundo país más inequitativo del planeta.
El panorama de las disidencias armadas, que en modo alguno nos vengan con el cuento de que son carteles de la droga, repuntan la gravedad y ahondamiento del conflicto armado que persiste en el país.
¡Entonces concluimos que fue lo que se ganó la oligarquía colombiana y que tanto lo que perdió el movimiento popular!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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