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La poderosa realidad de Instagram o la ventaja de llamarse Selena Gómez
Alberto Garín
Sí, lo sé, Instagram no es el mundo real. Si lo fuera, con sus más de 800 millones de seguidores, sería el tercer país más poblado del planeta.
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Sí, lo sé, Instagram es un espacio de frivolidad para poner fotos chulas de momentos alegres. Algo así como lo que tratamos de hacer la mayor parte de los seres humanos cuando charlamos frente a unas cañas de cerveza, o en las tertulias de sobremesa, o al sentarnos al final del día a ver series de televisión superfluas, o en la mayor parte de los sueños que tenemos por la noche.
Sí, lo sé, Instagram es lugar virtual donde las relaciones, filias, fobias y demás interacciones entre personas distan mucho de ser auténticas. Que es lo mismo que pensar que todos los seguidores de un equipo de fútbol son amigos, todos los votantes de un partido político piensan en igual, o todas las personas nacidas en un determinado país se comportan de igual manera.
Sí, lo sé, es posible que muchos de los likes que aparecen en Instagram no lo han dado personas reales, sino servidores conectados para hacer aumentar la fama de los usuarios del servicio.
Llegados a este punto, podríamos pensar que los “instagramers” con más seguidores, los más influyentes, deberían coincidir con los paradigmas de personalidad y comportamiento que tenemos por mayoritarios. Es decir, los diez primeros en la lista de Instagram deberían ser los estereotipos de personas del siglo XXI por antonomasia.
Por ejemplo, cuando pensamos en el modelo del hombre contemporáneo nos viene a la mente el tipo del WASP estadounidense: blanco, anglosajón, de rígida moral protestante.
Es más, el imperante racismo no permitirá que nos fijemos en personas de grupos étnicos alternativos a los de piel blanca, porque sólo los blancos se hacen ver.
Por supuesto, dada la insistencia de muchos grupos feministas integristas, que recuerdan la intolerable desigualdad entre hombres y mujeres, en especial, en el mundo occidental, a la cabeza de Instagram debe haber muchos hombres, mostrando su dominio patriarcal.
Una sociedad patriarcal donde, sin embargo, la familia está en retroceso, la natalidad se reduce y nadie quiere tener hijos.
La obsesión por la vida sana hará que nuestros instagramers de cabecera sean muy delgados hasta ser enjutos, sólo coman productos naturales o reciclables, y aboguen por un consumo moderado.
La necesidad de huir de la belleza como antesala de la cosificación de los seres humanos, provocará que aquellos que tienen más seguidores sean personas normales tirando a feas, para asegurarnos evitar esa cosificación.
E, inevitablemente, los instagramers números uno serán personas que huyan del mundo empresarial, que apuesten por soluciones colectivas, de mercado justo y sindicalización. Que entiendan que la solución para todos los problemas sociales es el reparto y no la creación de la riqueza.
Llegados aquí, qué nos dice en realidad la lista de los top de Instagram y su relación con el mundo políticamente esperable.
La primera, que, siguiendo la clasificación étnica que emplearían en Estados Unidos y donde el resto del mundo se maneja con soltura, los blancos blancos son minoría y no están entre los primeros: Taylor Swift (6ª) y Justin Bieber (9º). Las minorías étnicas abundan y tenemos un par de latinos (Selena Gómez, 1ª, y Cristiano Ronaldo, 2ª), las dos morenas armenias Kardashian (Kim, 5ª, y Kylie, 7ª), tres mulatos (Beyonce, 4ª, Dwayne Jonshon, 8º, y Neymar, 10º) y la extravagante Ariana Grande (3ª), declarada italo-americana, pero con una larga controversia entre sus fans por lo oscuro de su piel.
Como verán por los nombres enunciados, hay mayoría de mujeres, con el añadido de que quien tiene más seguidores es una chica, Selena Gómez; pero también quien gana más dinero como influencer gracias a su estancia en Instagram es otra chica, Kylie Jenner.
Sobre el empeño por mantener un cuerpo delgado y casi rectilíneo, la mayor parte de los instagramers más populares, sobre todo ellas, son gentes de curvas abundantes, muy abundantes. En cuanto al consumo sano, la número uno, Selena Gómez logró superar los cien millones de seguidores el día que apareció en un foto tomándose una botella de Coca Cola que no era una versión baja en calorías.
Finalmente, si algo obsesiona a buena parte de los muchachos que aparecen en los primeros puestos de Instagram es su empeño por trascender a su oficio inicial, más o menos definido (cantante, futbolista, celebridad…), para convertirse en empresarios. Es decir, habiendo ganado una fortuna por su profesión inicial, se empecinan en reinvertirla en la creación de un negocio que les garantice el futuro (a ellos y a los que emplean).
Hemos de preguntarnos si las redes sociales nos están entregando mundos absurdos claramente enfrentados. Mientras el Twitter nuestro de cada día nos habla de una sociedad machista, patriarcal, racista (dominada por blancos), en clara crisis moral y demográfica, donde la gente pelea por conseguir una igualdad inalcanzable, un equilibrio perfecto con la naturaleza y una organización económica políticamente correcta, en Instagram, las mujeres pueden tener el mismo peso o más que los hombres, no hay razas dominantes, la gente quiere tener hijos y los tiene, abogan por el consumo y apuestan por la empresarialidad.
Considero que la imagen de Instagram sí se acerca al modelo social que la mayor parte de los seres humanos aspiramos, ese modelo que se opaca por los gritos de minorías supuestamente contestatarias, que sólo se hacen ver porque gritan mucho.
Una vez más, habrá quien me diga que Instagram no es el mundo real. Pero eso ya lo dije al principio del artículo.
Pero que la número uno de Instagram, Selena Gómez, sea una mujer y no un hombre, demuestra que la lucha por la igualdad entre géneros, en el mundo occidental, hace años que esta bien resuelta. Que sea latina, da fe que el racismo existe, pero hace menos daño del que pensamos. Que no le incomoden sus curvas y beba Coca Cola (con todo su azúcar), nos recuerda que la vida puede ser sana, pero no perfecta y que todos tenemos debilidades.
Y sobre todo, que tenga nombre y apellido hispanos viene a decirnos que el éxito no está ligado inexorablemente al mundo que suene a anglosajón.
No, Instagram no es el mundo real, pero se acerca mucho al que vivimos cotidianamente y muy poco al que nos pintan las noticias amarillistas de los periódicos, los discursos oficiales de los políticos y las proclamas de los revolucionarios de salón.
Foto Ian Dooley
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Sí, lo sé, Instagram es un espacio de frivolidad para poner fotos chulas de momentos alegres. Algo así como lo que tratamos de hacer la mayor parte de los seres humanos cuando charlamos frente a unas cañas de cerveza, o en las tertulias de sobremesa, o al sentarnos al final del día a ver series de televisión superfluas, o en la mayor parte de los sueños que tenemos por la noche.
Sí, lo sé, Instagram es lugar virtual donde las relaciones, filias, fobias y demás interacciones entre personas distan mucho de ser auténticas. Que es lo mismo que pensar que todos los seguidores de un equipo de fútbol son amigos, todos los votantes de un partido político piensan en igual, o todas las personas nacidas en un determinado país se comportan de igual manera.
Sí, lo sé, es posible que muchos de los likes que aparecen en Instagram no lo han dado personas reales, sino servidores conectados para hacer aumentar la fama de los usuarios del servicio.
Pese a su frivolidad y sus muchas debilidades, Instagram tiene un gran poder e influencia sobre la sociedad contemporáneaAceptando, por tanto, todas las debilidades de Instagram, sin embargo, no podemos negarle el poder de influencia que ejerce sobre la sociedad contemporánea, hasta el punto de que las recomendaciones de aquellos “instagramers” que tienen mayor número de seguidores marcan la pauta en las modas no sólo de vestir, sino de actuar, opinar en política o reflexionar sobre la forma de llevar una familia.
Llegados a este punto, podríamos pensar que los “instagramers” con más seguidores, los más influyentes, deberían coincidir con los paradigmas de personalidad y comportamiento que tenemos por mayoritarios. Es decir, los diez primeros en la lista de Instagram deberían ser los estereotipos de personas del siglo XXI por antonomasia.
Por ejemplo, cuando pensamos en el modelo del hombre contemporáneo nos viene a la mente el tipo del WASP estadounidense: blanco, anglosajón, de rígida moral protestante.
Es más, el imperante racismo no permitirá que nos fijemos en personas de grupos étnicos alternativos a los de piel blanca, porque sólo los blancos se hacen ver.
Por supuesto, dada la insistencia de muchos grupos feministas integristas, que recuerdan la intolerable desigualdad entre hombres y mujeres, en especial, en el mundo occidental, a la cabeza de Instagram debe haber muchos hombres, mostrando su dominio patriarcal.
Una sociedad patriarcal donde, sin embargo, la familia está en retroceso, la natalidad se reduce y nadie quiere tener hijos.
La obsesión por la vida sana hará que nuestros instagramers de cabecera sean muy delgados hasta ser enjutos, sólo coman productos naturales o reciclables, y aboguen por un consumo moderado.
La necesidad de huir de la belleza como antesala de la cosificación de los seres humanos, provocará que aquellos que tienen más seguidores sean personas normales tirando a feas, para asegurarnos evitar esa cosificación.
E, inevitablemente, los instagramers números uno serán personas que huyan del mundo empresarial, que apuesten por soluciones colectivas, de mercado justo y sindicalización. Que entiendan que la solución para todos los problemas sociales es el reparto y no la creación de la riqueza.
Llegados aquí, qué nos dice en realidad la lista de los top de Instagram y su relación con el mundo políticamente esperable.
La primera, que, siguiendo la clasificación étnica que emplearían en Estados Unidos y donde el resto del mundo se maneja con soltura, los blancos blancos son minoría y no están entre los primeros: Taylor Swift (6ª) y Justin Bieber (9º). Las minorías étnicas abundan y tenemos un par de latinos (Selena Gómez, 1ª, y Cristiano Ronaldo, 2ª), las dos morenas armenias Kardashian (Kim, 5ª, y Kylie, 7ª), tres mulatos (Beyonce, 4ª, Dwayne Jonshon, 8º, y Neymar, 10º) y la extravagante Ariana Grande (3ª), declarada italo-americana, pero con una larga controversia entre sus fans por lo oscuro de su piel.
Como verán por los nombres enunciados, hay mayoría de mujeres, con el añadido de que quien tiene más seguidores es una chica, Selena Gómez; pero también quien gana más dinero como influencer gracias a su estancia en Instagram es otra chica, Kylie Jenner.
¿Y cuáles son las fotos más recompensadas? En esencia, aquellas en las que nuestros protagonistas aparecen con sus bebés, incluso, ellas embarazadasTodas estas personas que he citado aquí no sólo tienen el récord de seguidores, sino también sus fotos son las que más likes han recibido. ¿Y cuáles son las fotos más recompensadas? En esencia, aquellas en las que nuestros protagonistas aparecen con sus bebés, incluso, ellas embarazadas. Uno esperaba un derroche de frivolidad y sale uno de ternura. Bien es cierto que sus construcciones familiares son complejos y que no se ajustan a las familias modelo. Tenemos separados y vueltos a juntar, con una larga lista de romances, e, incluso, como las Kardashian, quienes tienen una madre que es una señora y un padre que también se ha hecho señora. No hay que partirse la cara por defender las familias alternativas. Existen y salen adelante.
Sobre el empeño por mantener un cuerpo delgado y casi rectilíneo, la mayor parte de los instagramers más populares, sobre todo ellas, son gentes de curvas abundantes, muy abundantes. En cuanto al consumo sano, la número uno, Selena Gómez logró superar los cien millones de seguidores el día que apareció en un foto tomándose una botella de Coca Cola que no era una versión baja en calorías.
Lejos de huir de la ‘cosificación’, los ‘instragramers’ top se empecinan por ser modelos de belleza física, algo que se esfuerzan por mostrar, realzar y hasta mejorar con sus retoques aquí y alláSobre lo de huir de la cosificación, al contrario, los instragramers top se empecinan por ser modelos de belleza física, algo que se esfuerzan por mostrar, realzar y hasta mejorar con sus retoques aquí y allá. Bien, esto de la belleza no deja de tener su carga de subjetividad. Por ejemplo, a mí, Beyoncé no me parece atractiva, Kylie Jenner, sí, pero habrá millones de personas que discrepen conmigo, por la una y por la otra. Pero esa discrepancia no nos ha de evitar reconocerles que se esfuerzan por ser bellos, que, esencialmente, consiste en mirarse uno a sí mismo y verse bien.
Finalmente, si algo obsesiona a buena parte de los muchachos que aparecen en los primeros puestos de Instagram es su empeño por trascender a su oficio inicial, más o menos definido (cantante, futbolista, celebridad…), para convertirse en empresarios. Es decir, habiendo ganado una fortuna por su profesión inicial, se empecinan en reinvertirla en la creación de un negocio que les garantice el futuro (a ellos y a los que emplean).
Hemos de preguntarnos si las redes sociales nos están entregando mundos absurdos claramente enfrentados. Mientras el Twitter nuestro de cada día nos habla de una sociedad machista, patriarcal, racista (dominada por blancos), en clara crisis moral y demográfica, donde la gente pelea por conseguir una igualdad inalcanzable, un equilibrio perfecto con la naturaleza y una organización económica políticamente correcta, en Instagram, las mujeres pueden tener el mismo peso o más que los hombres, no hay razas dominantes, la gente quiere tener hijos y los tiene, abogan por el consumo y apuestan por la empresarialidad.
Twitter parece el foro serio. Instagram, el frívolo. Twitter el lugar para debatir por las mejoras sociales, Instagram donde dar rienda suelta a nuestras fantasías. Pero esta visión es equivocadaTwitter parece el foro serio. Instagram, el frívolo. Twitter el lugar para debatir por las mejoras sociales, Instagram donde dar rienda suelta a nuestras fantasías. Pero esta visión es equivocada. Si el análisis que he hecho de Instagram lo hiciéramos de Twitter, descubriríamos que entre los 10 primeros tuiteros con más seguidores hay tres que también están entre los diez primeros de Instagram. Y que de los siete restantes, salvo Barack Obama, el resto son gente del espectáculo. Twitter también puede ser frívolo. Por cierto, por número de seguidores, Twitter sería el quinto país del mundo, justo por detrás de China, India, Instagram y Estados Unidos, eso sí, con menos de la mitad de seguidores que tiene Instagram.
Considero que la imagen de Instagram sí se acerca al modelo social que la mayor parte de los seres humanos aspiramos, ese modelo que se opaca por los gritos de minorías supuestamente contestatarias, que sólo se hacen ver porque gritan mucho.
Una vez más, habrá quien me diga que Instagram no es el mundo real. Pero eso ya lo dije al principio del artículo.
Pero que la número uno de Instagram, Selena Gómez, sea una mujer y no un hombre, demuestra que la lucha por la igualdad entre géneros, en el mundo occidental, hace años que esta bien resuelta. Que sea latina, da fe que el racismo existe, pero hace menos daño del que pensamos. Que no le incomoden sus curvas y beba Coca Cola (con todo su azúcar), nos recuerda que la vida puede ser sana, pero no perfecta y que todos tenemos debilidades.
Y sobre todo, que tenga nombre y apellido hispanos viene a decirnos que el éxito no está ligado inexorablemente al mundo que suene a anglosajón.
No, Instagram no es el mundo real, pero se acerca mucho al que vivimos cotidianamente y muy poco al que nos pintan las noticias amarillistas de los periódicos, los discursos oficiales de los políticos y las proclamas de los revolucionarios de salón.
Foto Ian Dooley
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