martes, 6 de noviembre de 2018

"Dolor, impotencia y desesperación", el retrato de la periodista hondureña Yanina Romero al éxodo migrante


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"Dolor, impotencia y desesperación", el retrato de la periodista hondureña Yanina Romero al éxodo migrante

 

 

 


MATÍAS ROMERO, Oax. (apro).- “La solidaridad no se condiciona”. Con esa frase del pensador cubano José Martí, la periodista hondureña Yanina Romero resumió la decisión de cambiar su vida para convertirse en vocera de los pobres.
“No sabía que tenía tan intrínseco en mi sangre la solidaridad como para hacer a un lado el periodismo y sumarme al éxodo migrante con un propósito: vigilar que se respeten los derechos humanos de mis compatriotas que viven en condiciones vulnerable en Honduras y que van en condición sumamente vulnerable en el éxodo”, subraya.
“Y aquí estoy presente porque son mis compatriotas, son mis hermanos centroamericanos y cómo no apoyarlos”.
Hace 15 días Yanina llegó a México, precisamente a Arriaga, Chiapas, con el objetivo de encontrarse con sus compatriotas retenidos en zonas de albergue o de detención, donde “fue imposible verlos porque resultó un poco agresiva la policía mexicana y las autoridades encargadas de esos centros”.
Entrevistada a su paso por Matías Romero, Oaxaca, Yanina Romero reconoce que hacer periodismo en Honduras no es fácil.
Y sintetiza lo señalado por una agencia internacional: “Es que en Honduras todos estamos en riesgo por la violencia, en riesgo por la falta de oportunidades, en riesgo por la impunidad y, por supuesto, un poder muy arraigado que no le permite a la gente expresar lo que piensa, y lo que quiere es aspirar a tener condiciones más dignas de vida”.
Tras reconocer que muchos periodistas han sido asesinados en ese país centroamericano, apunta: “Honduras está en la lista, después de México, donde se asesinan más comunicadores sociales, eso es indiscutible, no lo podemos negar”.
Y pese a que hay una ley para la protección de periodistas y abogados, dice, se sigue atacando a la gente que protesta en el interior del país, sobre todo con el tema del extractivismo, que es una de las principales causas de la emigración, porque cuando llegan las empresas mineras despojan a la gente de sus territorios y entonces les toca migrar.
Este éxodo, apunta, es resultado del “fracasó del sistema neoliberal, del neocolonialismo que colapsó en nuestros países, y ni Centroamérica, ni México, ni los países de América Latina están exentos de eso y hay grandes responsables, los que deciden en el norte, los del G-16 y G-8”.
Al final, agrega, estos grandes países “están interesados en desaparecernos para quedarse con nuestros recursos y no permiten la sobrevivencia humana y que se mantengan la cultura y buenas costumbres; seguimos siendo comunidades o colectivos indígenas que van a seguir peleando su patrimonio y que van a seguir cuidando lo que les pertenece porque era de los mayas, de los aztecas y porque van seguir siendo de ellos”.
Al hablar del éxodo de centroamericanos a México, dice que ha visto “mucho dolor, impotencia, desesperación y demasiado aguante de los hondureños. No es fácil, salieron desde el 13 de octubre, han aguantado mucho sol, lluvia y discriminación”.
Prosigue: “Me ha tocado ir a hoteles donde como india hondureña me han cerrado la puerta, entonces, imagínate si esto le pasa a un profesional que anda reglamentado, que no le pase al que anda con ropa sucia, con zapatos echados a perder y que huye. El éxodo es huir de la tierra donde no tienen oportunidades y no pueden vivir”.
Al preguntarle qué dejó en Honduras para acompañar a sus connacionales, se le humedecen los ojos y suelta: “Tengo una mamá, un papá, muchos hermanos, una iglesia, trabajo, un hijo de 20 años, una hija de 17 años. Mi hijo me dijo: ‘mamá, eres mi héroe’, y eso significa que ellos están orgullosos de que he dejado la comodidad para sumarme a una situación que estos hermanos no habían planificado, pero que la necesidad y la violencia en sus comunidades los obligó a escapar.
“Ahora asumo con mucho más compromiso el reto de decirle al mundo que en Honduras es un delito ser pobre, que se criminaliza a los jóvenes, se criminaliza a los líderes sociales, se criminaliza a las mujeres y no tenemos derecho a la vida”.
Y destaca que el pasado 29 de agosto la Comisión de Acción Social Menonita y la Pastoral de Movilidad Humanidad, que dirige monseñor Ángel Garachana en la ciudad más importante de Honduras, San Pedro Sula, donde más de 63% de la economía mantiene al país, tuvieron un foro con cerca de 120 organizaciones y no se presentaron las autoridades, “pese a que estábamos hablando de temas de por qué migran”.
Lamentablemente la prensa y los medios de comunicación tocaron el tema “suavecito”, cuando la Iglesia ya advertía de una bomba de tiempo que va a explotar en cualquier momento, y no pasaron ni siquiera dos meses cuando la bomba estalló, apunta.
Al salir el éxodo le preguntaron a monseñor Garachana: ¿Usted cree que hay líderes políticos? Y éste respondió: “¿por qué buscan culpables? ¿Por qué no se revisan ustedes y se preguntan qué han hecho?
“Ahora, nosotros sólo podemos caminar en solidaridad con nuestros hermanos, no podemos juzgarlos.
¿Quiénes somos para juzgarlos? Esa situación se viene dando desde 2014. Estamos atendiendo una emergencia de deportaciones desde 2014 decretada en junio por Barak Obama y no hicieron nada las autoridades.
Entonces, abunda, “lo que tenemos que resolver son los problemas de impunidad, desigualdad social, porque es la pobreza la que nos ha llevado a este nivel, una pobreza de la que tienen responsabilidad los medios de comunicación de Honduras, la empresa privada y un sector de la Iglesia que calla y que es aliado del grupo de poder que desde hace más de 30 años nos mantienen sometidos en la pobreza e indiferencia”.
Yanina remata: “Como he ejercido con tanta pasión el periodismo, no puedo estar de otro lado más que del lado de los pobres”.

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