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Por amor al dinero
Todo esto que ocurre
en Guatemala ya no es debate y lucha política, sino acciones de familias
mafiosas que ven en la detentación de los cargos públicos la manera fácil de
hacer dinero. De escalar posiciones sociales ante su mediocridad existencial,
para confirmar lo dicho por un poeta: “Todo lo barato se compra con dinero”.
POR AMOR AL DINERO
Por Luciano Castro Barillas
Todo tenía visos de que el proceso electoral guatemalteco de 2019 iba a ser caótico y hasta peligroso, desde que los legisladores del Pacto de Corruptos o Diputados Mañosos, dejaron sin dientes una ley verdaderamente reformadora que hubiese mejorado profundamente el sistema político nacional, entendiendo que la política es el estudio y práctica de las correlaciones de fuerzas políticas y sociales, que podían salir un poco más limpias a la hora de que se convocara a la elección de los cargos de elección popular. Pero no fue posible, los poderes tradicionales de este país que detentan el poder desde hace más de 60 años y son la causa última y final de la miseria social, política y cultural de este país de tanta riqueza humana y natural.
Todo empezó verdaderamente mal. Se tuvo que ir pisando fuerte -huyendo- el fiscal encargado de los Delitos Electorales, luego siguió otro alto funcionario del Tribunal Supremo Electoral.
Pero algo estaba terriblemente mal en este tinglado, habían elegido o designado por su indudable experiencia y capacidad, a don Julio Solórzano como presidente del tribunal electoral. De mala fe o apelando a sus créditos profesionales, este señor con una irresistible y vertiginosa ancianidad a cuestas, estaba incapacitado físicamente para ese cargo y cualquier otro, por su enfermedad. Un indisimulado Mal de Parkinson lo hace aparecer tembloroso en sus declaraciones públicas. Su cerebro está en franco deterioro desde el momento que en que ya no produce el químico dopamina, el cual regula los movimientos musculares. Está tan avanzado el mal de este pobre hombre que en una de sus apariciones ante los medios de comunicación no podía ya ponerse de pie. ¿Cómo puede un ser humano en esas condiciones de mal funcionamiento cerebral presidir de la mejor manera un evento tan delicado -por su conflictividad, claro- como las elecciones de 2019?
Se hizo la elección del señor Solórzano deliberadamente para facilitar algún oscuro propósito. Ya Jimmy Morales, el presidente idiota, la hacía de agorero, cuando anunciaba que “cosas muy malas pasarán en las elecciones”. ¿Ya estaba enterado de esta debacle? Porque todo esto que ocurre en Guatemala ya no es debate y lucha política, sino acciones de familias mafiosas que ven en la detentación de los cargos públicos la manera fácil de hacer dinero. De escalar posiciones sociales ante su mediocridad existencial, para confirmar lo dicho por un poeta: “Todo lo barato se compra con dinero”.
Aquí está varado en la incertidumbre este proceso electoral. Con dudas en los resultados y quizá más que fraude electoral, es la glorificación de la incompetencia y lo baladí. Todo un tratado de la incompetencia. Pero allí están los magistrados del tribunal electoral, devengado abultados dineros por su trabajo insulso de consagrados atorrantes. De manera especial el señor Julio Solórzano, que a su edad y con su grave enfermedad, debiera estar disfrutando a sus nietos y de la tranquilidad de su hogar, pues con las tremendas presiones y tensiones vividas, es muy probable que su perspectiva de vida no sea tan halagüeña. Pero fue su decisión, pero todo, por amor al dinero.
Publicado por La Cuna del Sol
POR AMOR AL DINERO
Por Luciano Castro Barillas
Todo tenía visos de que el proceso electoral guatemalteco de 2019 iba a ser caótico y hasta peligroso, desde que los legisladores del Pacto de Corruptos o Diputados Mañosos, dejaron sin dientes una ley verdaderamente reformadora que hubiese mejorado profundamente el sistema político nacional, entendiendo que la política es el estudio y práctica de las correlaciones de fuerzas políticas y sociales, que podían salir un poco más limpias a la hora de que se convocara a la elección de los cargos de elección popular. Pero no fue posible, los poderes tradicionales de este país que detentan el poder desde hace más de 60 años y son la causa última y final de la miseria social, política y cultural de este país de tanta riqueza humana y natural.
Todo empezó verdaderamente mal. Se tuvo que ir pisando fuerte -huyendo- el fiscal encargado de los Delitos Electorales, luego siguió otro alto funcionario del Tribunal Supremo Electoral.
Pero algo estaba terriblemente mal en este tinglado, habían elegido o designado por su indudable experiencia y capacidad, a don Julio Solórzano como presidente del tribunal electoral. De mala fe o apelando a sus créditos profesionales, este señor con una irresistible y vertiginosa ancianidad a cuestas, estaba incapacitado físicamente para ese cargo y cualquier otro, por su enfermedad. Un indisimulado Mal de Parkinson lo hace aparecer tembloroso en sus declaraciones públicas. Su cerebro está en franco deterioro desde el momento que en que ya no produce el químico dopamina, el cual regula los movimientos musculares. Está tan avanzado el mal de este pobre hombre que en una de sus apariciones ante los medios de comunicación no podía ya ponerse de pie. ¿Cómo puede un ser humano en esas condiciones de mal funcionamiento cerebral presidir de la mejor manera un evento tan delicado -por su conflictividad, claro- como las elecciones de 2019?
Se hizo la elección del señor Solórzano deliberadamente para facilitar algún oscuro propósito. Ya Jimmy Morales, el presidente idiota, la hacía de agorero, cuando anunciaba que “cosas muy malas pasarán en las elecciones”. ¿Ya estaba enterado de esta debacle? Porque todo esto que ocurre en Guatemala ya no es debate y lucha política, sino acciones de familias mafiosas que ven en la detentación de los cargos públicos la manera fácil de hacer dinero. De escalar posiciones sociales ante su mediocridad existencial, para confirmar lo dicho por un poeta: “Todo lo barato se compra con dinero”.
Aquí está varado en la incertidumbre este proceso electoral. Con dudas en los resultados y quizá más que fraude electoral, es la glorificación de la incompetencia y lo baladí. Todo un tratado de la incompetencia. Pero allí están los magistrados del tribunal electoral, devengado abultados dineros por su trabajo insulso de consagrados atorrantes. De manera especial el señor Julio Solórzano, que a su edad y con su grave enfermedad, debiera estar disfrutando a sus nietos y de la tranquilidad de su hogar, pues con las tremendas presiones y tensiones vividas, es muy probable que su perspectiva de vida no sea tan halagüeña. Pero fue su decisión, pero todo, por amor al dinero.
Publicado por La Cuna del Sol
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