miércoles, 6 de noviembre de 2019

La naturaleza de la Protesta social

La naturaleza de la Protesta social


En el desarrollo del capitalismo, el llamado Neoliberalismo, es la manifestación más acabada de un modelo de segregación social. Podemos fijar sus inicios a partir de mediados de los años ´70, donde el capital financiero pasa de ser dominante a ser hegemónico. Es decir, además de condicionar la estructura económica y social desde el campo de la finanzas, construye –o intenta hacerlo-, un orden cultural y simbólico que le sea funcional.
Este orden, adquiere múltiples características según el país que se trate. En nuestra América de Sur, el Neoliberalismo se sirvió de cierto progresismo cultural e ideológico. Fue así que habilitó el acceso a ciertos derechos de minorías y grupos sociales. Esta ampliación de ciudadanía por reconocimiento de derechos específicos, fue en desmedro del sentido de pertenencia a una comunidad más amplia.
Por otra parte, en esta etapa se ampliaron las libertades para discutir innumerables temas de interés general, pero se soslayó el debate de aquellos temas que hacen al poder real. Una suerte de democracia discursiva, en donde la ciudadanía se entretiene en pseudos-debates, mientras las decisiones sustanciales pasan por otro lado.
En síntesis, el Neoliberalismo y cierto progresismo cultural, forman parte de un mismo bloque histórico. En el fondo, más individualismo y menos comunidad. El Neoliberalismo, construye en ese orden cultural, un mundo virtual (aprovechando las TICs., y los MCM), cada vez más alejado de la vida real de millones de personas.
A este orden cultural, que necesita el capital financiero, hay que agregarle los efectos que genera el dinero que se multiplica de forma artificial, y que no tiene ninguna relación con la economía real. Este dinero ficticio, se reproduce tanto a partir del mismo sistema financiero bancario, como a través de los mecanismos creados para blanquear la actividades delictivas (venta clandestina de armas, drogas, tratante de blancas, contrabando, etc.)
¿Cómo incide, o cómo vincular este proceso con las protestas sociales?
En primer lugar se están desarrollando en nuestra América una serie de protestas en varios de los países. Cada uno de ellos tiene sus propias características, pero la idea de esta nota, es caracterizar la naturaleza de esas protestas desde una mirada general.
Las protesta de hoy, tienen un ribete insurreccional. Esto es, las manifestaciones rompen el cerco, o más bien, trascienden los marcos institucionales de los supuestos canales naturales de representación: sindicatos y partidos políticos.
Ecuador y Chile
En dos países hermanos[1], han sucedido en este último tiempo hechos de suma gravedad. La protesta se inicia en el Ecuador, por el incremento del combustible y en Chile, por el aumento del boleto del transporte público. Siempre dentro del marco de los acuerdos con el FMI.
En Ecuador, la protesta que se inicia con los transportistas, se extiende a los estudiantes y finalmente a los indígenas, que son quiénes por su importancia en la economía y por su grado de organización, llevan a delante las negociaciones con el gobierno[2]. Este da marcha atrás a los aumentos y todo vuelve a comenzar, pero eso sí, bajo otras condiciones.
En Chile, la protesta adquiere un mayor dramatismo, ya que además de la razón inicial, crece en profundidad y extensión. Se suma gran parte de la sociedad castigada por la situación económica y social, pero en esta oportunidad, no aparece hasta el momento una conducción orgánica del conflicto. La protesta entonces se define insurreccional, más difusa, pero más profunda.
Un país que hasta hace días era considerado por el establishment como un país modelo para el resto del continente. El gobierno anuncia que están en guerra, contra un enemigo poderoso. Interviene las FFAA, toque de queda de por medio y la movilización continúa.[3]
Dos países, dos situaciones con características parecidas y desarrollos diferentes. ¿Qué enseñanza nos deja?
La naturaleza de la protesta hoy, es más inorgánica, no se distinguen claramente las conducciones. Las reivindicaciones son muy heterogéneas e involucran a varias fracciones y segmentos de la sociedad. No se debe a una circunstancia específica, sí, al momento en que transita el desarrollo de la sociedad en general. Una sociedad que en nuestro continente, en una etapa post-moderna, no deja de tribalizarse.
El orden social en dónde las finanzas y el capital ficticio son lo determinante, se genera una porción de la sociedad en estado de exclusión extremo y permanente. Desde mediados de los años ´70, ese tercio de la sociedad queda fuera de relaciones salariales formales y nunca más ingresará al sistema del salariado.
Esta porción de la sociedad con o sin intervención estatal, construye su propio mundo. De generación en generación, crean sus propias estrategias de vida, sus códigos de convivencia, sus normas al borde de la legalidad. Cuando se manifiestan lo hacen como pueden, casi como un regreso a la edad media, cuando los primeros trabajadores quemaban las máquinas industriales, por temor a perder la fuente de trabajo.
A esto se les suma diversas capas medias desahuciadas, frustradas al no poder realzar su vida con dignidad. Capas medias invitadas a un consumo compulsivo que no pueden satisfacer, y que viven aspirando a una movilidad inalcanzable. Una sociedad desigual, inequitativa, como todas en donde pasa el neoliberalismo y sobre todo en países dependientes.
En tal sentido la protesta se hace más inorgánica, otra manera de nombrar la crisis del orden industrial y sus instituciones. Por eso sostenemos que este tipo de protesta es una cara de la sociedad bajo la hegemonía de las finanzas y de la desestructuración del orden moderno en los países con baja capacidad soberana.
No es el boleto del subte, es la dignidad de la vida humana lo que está en juego.
Octubre de 2019
Carlos Chino Fernández 
CGTRA-CEES

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