La naturaleza de la Protesta social
En
el desarrollo del capitalismo, el llamado Neoliberalismo, es la
manifestación más acabada de un modelo de segregación social. Podemos
fijar sus inicios a partir de mediados de los años ´70, donde el capital
financiero pasa de ser dominante a ser hegemónico. Es decir, además de
condicionar la estructura económica y social desde el campo de la
finanzas, construye –o intenta hacerlo-, un orden cultural y simbólico
que le sea funcional.
Este orden, adquiere múltiples características
según el país que se trate. En nuestra América de Sur, el Neoliberalismo
se sirvió de cierto progresismo cultural e ideológico. Fue así que
habilitó el acceso a ciertos derechos de minorías y grupos sociales.
Esta ampliación de ciudadanía por reconocimiento de derechos
específicos, fue en desmedro del sentido de pertenencia a una comunidad
más amplia.
Por otra parte, en esta etapa se
ampliaron las libertades para discutir innumerables temas de interés
general, pero se soslayó el debate de aquellos temas que hacen al poder
real. Una suerte de democracia discursiva, en donde la ciudadanía se
entretiene en pseudos-debates, mientras las decisiones sustanciales
pasan por otro lado.
En síntesis, el Neoliberalismo y cierto
progresismo cultural, forman parte de un mismo bloque histórico. En el
fondo, más individualismo y menos comunidad. El Neoliberalismo,
construye en ese orden cultural, un mundo virtual (aprovechando las
TICs., y los MCM), cada vez más alejado de la vida real de millones de
personas.
A este orden cultural, que necesita el capital
financiero, hay que agregarle los efectos que genera el dinero que se
multiplica de forma artificial, y que no tiene ninguna relación con la
economía real. Este dinero ficticio, se reproduce tanto a partir del
mismo sistema financiero bancario, como a través de los mecanismos
creados para blanquear la actividades delictivas (venta clandestina de
armas, drogas, tratante de blancas, contrabando, etc.)
¿Cómo incide, o cómo vincular este proceso con las protestas sociales?
En primer lugar se están desarrollando en nuestra
América una serie de protestas en varios de los países. Cada uno de
ellos tiene sus propias características, pero la idea de esta nota, es
caracterizar la naturaleza de esas protestas desde una mirada general.
Las protesta de hoy, tienen un ribete
insurreccional. Esto es, las manifestaciones rompen el cerco, o más
bien, trascienden los marcos institucionales de los supuestos canales
naturales de representación: sindicatos y partidos políticos.
Ecuador y Chile
En dos países hermanos[1],
han sucedido en este último tiempo hechos de suma gravedad. La protesta
se inicia en el Ecuador, por el incremento del combustible y en Chile,
por el aumento del boleto del transporte público. Siempre dentro del
marco de los acuerdos con el FMI.
En Ecuador, la protesta que se inicia con los
transportistas, se extiende a los estudiantes y finalmente a los
indígenas, que son quiénes por su importancia en la economía y por su
grado de organización, llevan a delante las negociaciones con el
gobierno[2]. Este da marcha atrás a los aumentos y todo vuelve a comenzar, pero eso sí, bajo otras condiciones.
En Chile, la protesta adquiere un mayor
dramatismo, ya que además de la razón inicial, crece en profundidad y
extensión. Se suma gran parte de la sociedad castigada por la situación
económica y social, pero en esta oportunidad, no aparece hasta el
momento una conducción orgánica del conflicto. La protesta entonces se
define insurreccional, más difusa, pero más profunda.
Un país que hasta hace días era considerado por el
establishment como un país modelo para el resto del continente. El
gobierno anuncia que están en guerra, contra un enemigo poderoso.
Interviene las FFAA, toque de queda de por medio y la movilización
continúa.[3]
Dos países, dos situaciones con características parecidas y desarrollos diferentes. ¿Qué enseñanza nos deja?
La naturaleza de la protesta hoy, es más
inorgánica, no se distinguen claramente las conducciones. Las
reivindicaciones son muy heterogéneas e involucran a varias fracciones y
segmentos de la sociedad. No se debe a una circunstancia específica,
sí, al momento en que transita el desarrollo de la sociedad en general.
Una sociedad que en nuestro continente, en una etapa post-moderna, no
deja de tribalizarse.
El orden social en dónde las finanzas y el capital
ficticio son lo determinante, se genera una porción de la sociedad en
estado de exclusión extremo y permanente. Desde mediados de los años
´70, ese tercio de la sociedad queda fuera de relaciones salariales
formales y nunca más ingresará al sistema del salariado.
Esta porción de la sociedad con o sin intervención
estatal, construye su propio mundo. De generación en generación, crean
sus propias estrategias de vida, sus códigos de convivencia, sus normas
al borde de la legalidad. Cuando se manifiestan lo hacen como pueden,
casi como un regreso a la edad media, cuando los primeros trabajadores
quemaban las máquinas industriales, por temor a perder la fuente de
trabajo.
A esto se les suma diversas capas
medias desahuciadas, frustradas al no poder realzar su vida con
dignidad. Capas medias invitadas a un consumo compulsivo que no pueden
satisfacer, y que viven aspirando a una movilidad inalcanzable. Una
sociedad desigual, inequitativa, como todas en donde pasa el
neoliberalismo y sobre todo en países dependientes.
En tal sentido la protesta se hace más inorgánica,
otra manera de nombrar la crisis del orden industrial y sus
instituciones. Por eso sostenemos que este tipo de protesta es una cara
de la sociedad bajo la hegemonía de las finanzas y de la
desestructuración del orden moderno en los países con baja capacidad
soberana.
No es el boleto del subte, es la dignidad de la vida humana lo que está en juego.
Octubre de 2019
Carlos Chino Fernández
CGTRA-CEES
Carlos Chino Fernández
CGTRA-CEES
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