Televisa, el Monopolio
es el Mensaje
Por: Jenaro Villamil - octubre 31 de 2012 - 0:02
LOS ESPECIALISTAS, Villamil en Sinembargo - Sin comentarios
Antes de la irrupción del movimiento #YoSoy132, en plena campaña
presidencial, un fenómeno agudizado en los últimos meses despertó los
focos rojos al interior de Televisa: el gigante estaba perdiendo
aceleradamente a las audiencias menores de 25 años, urbanas, con
preparación universitaria y, lo peor de todo, de clases media y media
alta.
En otras palabras, el Canal 2 de Televisa ya no les dice nada (o muy
poco) a los adolescentes y jóvenes de ahora que serán los futuros
adultos y consumidores de información y publicidad mexicanos en los
siguientes diez años.
A pesar de iniciativas como los Espacios o los “encuentros
universitarios” (perfectamente controlados y con guión previo), Televisa
se encuentra ante la primera generación de audiencias que mandará a
Chabelo al baúl de los recuerdos, que ya no escucha a Luis Miguel, que
no está esperando hacer casting para el Big Brother y que Carlos Loret
les resulta más aburrido que Werevertumorro.
Ni los gustos musicales ni las películas ni las modas y mucho menos la
información se define en función de los contenidos de la televisión
abierta mexicana para esta minoría de jóvenes que tienen acceso a otras
fuentes y canales de expresión. Televisa es una referencia del
establishment y TV Azteca se ve como una muestra de la vulgarización del
mismo modelo.
Desde 2009 a la fecha, las nuevas plataformas de comunicación
interactiva, especialmente Facebook, Youtube y Twitter, irrumpieron en
este mismo sector como alternativa, como medio y como plataforma de
información en sí mismos. Televisa ya era considerado como un monopolio
con una agenda muy específica: llevar a su candidato a la presidencia de
la República.
De pronto, los creativos de Televisa se dieron cuenta de algo más grave
de lo que imaginaban: “lo de hoy” era estar en contra de Peña Nieto y de
los productos del Canal de las Estrellas. La rebelión sigilosa e
invisible para la pantalla comercial era en contra de la monopolización
de los contenidos y la pretensión uniformadora de la agendas de cultura
de masas.
El episodio del ex gobernador mexiquense en la Feria Internacional del
Libro de Guadalajara, en diciembre de 2011, clarificó esta tendencia.
Ocho de cada diez mensajes en Twitter y más del 70 por ciento de los
videos de Youtube y de las referencias en Facebook eran una burla a la
ignorancia de Peña Nieto. #SoyProle se convirtió no sólo en Trending
Topic sino en definición política de una generación frente al fenómeno
mercadológico.
Cuando irrumpió el movimiento #YoSoy132 era muy claro que, en cualquier
circunstancia, la rebelión silenciosa iba a tener rostros y a tomar la
calle. El equipo de Peña Nieto y Televisa nunca imaginaron que un evento
en la Universidad Iberoamericana derivaría en el dolor de cabeza
reciente: la exigencia de democratización de los medios de comunicación.
Desde que nació el movimiento #YoSoy132 se apresuraron a minimizarlo, a
relativizarlo y a partidizarlo. “Son manipulados por López Obrador”,
“han sido infiltrados por Atenco”, “ternuritas que no saben para qué
intereses trabajan”, “son una moda”, etc.
A pesar de todo y sin la milésima parte de los recursos de una campaña
presidencial, los integrantes del movimiento se organizaron, se
fragmentaron y deliberaron, pero, sobre todo, se convirtieron en un
mensaje en sí mismo, la contraparte del monopolio mediático y político.
El primer ensayo para debilitar y fracturar a un movimiento tan
heterogéneo como la propia composición social de sus integrantes,
ocurrió a través del caso de Saúl Alvídrez, uno de los creadores del
concepto #YoSoy132 desde el ITAM. El golpe fue en redes sociales y en
algunos medios de comunicación masiva. Era un anuncio de lo que podía
venir.
A pesar de eso, #YoSoy132 no abandonó el eje central a partir del cual
ha construido una causa social y generacionalmente extendida: la
democratización de los medios. Y como derivación de este tema, la
denuncia a la concentración y al poder monopólico de Televisa, el ícono
empresarial de este modelo.
En vísperas de la toma del poder de Peña Nieto, Televisa ha ensayado una
nueva fórmula para demostrar que es un monopolio amable y hasta radical
chic. Inventaron en el peor horario (domingo a las 22 horas) y en el
canal de menos audiencia (Foro TV) un programa de debate con jóvenes
“rebeldes” para demostrar que la empresa de Emilio Azcárraga Jean está
dispuesta a la apertura.
El experimento fue un éxito en redes sociales por la polémica generada
en torno a la figura de Antonio Attolini, ex vocero del #YoSoy132, un
joven con facilidad para la polémica y el debate. “No queremos Attolini
con el dedini”, twittearon infinidad de usuarios para desmarcarse del
caramelo envenenado que Televisa planteaba.
Pronto quedó claro que no se trataba de un asunto de libertad de
expresión sino de congruencia. Los caballos de Troya ensayados por
Televisa han resultado ser caballitos de papel. Atractivos para quince
minutos de fama efímera. Ineficaces para recuperar credibilidad.
La primera emisión del programa Sin Filtro prácticamente pasó
desapercibido entre las mismas audiencias jóvenes que ha perdido
Televisa en los últimos años. El tema fue, precisamente, la
democratización de los medios. Un debate de café en cualquier
universidad privada hubiera estado más coherente que esa emisión.
Parafraseando a McLuhan, el problema no es que el medio sea el mensaje
sino que el monopolio quiera dar un mensaje incongruente con su
naturaleza. Ahí radica la falta de credibilidad de este intento reciente
por recuperar de lo perdido, lo que aparezca.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/31-10-2012/10440. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
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