La administración Obama pone en marcha la propaganda para "vender" el ataque contra Siria
- Los asesores de Obama intentan evitar paralelismos con Irak
- El apoyo de los líderes del Congreso, una victoria para el presidente
- EE.UU. busca aliados exteriores para no actuar solo
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, saluda a su llegada al aeropuerto de Arlanda en Estocolmo (Suecia).EFE/Erik Martensson
El presidente de EE.UU, Barack Obama, se ha lanzado a una campaña de comunicación tanto interna, en su país, como externa para sumar apoyos para un eventual ataque a Siria.Su estrategia parece estar dando resultados al menos en casa, ya que este martes el Comité de Exteriores del Senado y los líderes de los dos principales partidos se han mostrado partidarios de darle luz verde. Y este miércoles, Obama inicia una gira por Europa previa a la cumbre del G-20, en la que la crisis siria será central.
Sin embargo, la Casa Blanca tendrá que usar mayores dosis de persuasión o de propaganda si quiere recabar aliados internacionales (solo el gobierno francés ha mostrado por el momento su voluntad de participar) y convencer a los estadounidenses de a pie, que según las encuestas aún se oponen mayoritariamente a la intervención.
El fantasma de Irak
"La guerra de Irak pasa factura, y por eso [Obama] goza de menos credibilidad", explica, en declaraciones a RTVE.es, Alejandro Pizarroso, catedrático de Historia de Comunicación Social de la Universidad Complutense de Madrid y experto en propaganda.Pizarroso cree que la actual administración estadounidense "intenta evitar el paralelismo con Irak, pero se le parece bastante", aunque también cita como antecedente la intervención de la OTAN en Kosovo en 1998, sin autorización de la ONU.
"Bush contó con apoyo interno sólido, basado en mentiras, y dejó a Irak sumido en la guerra civil", recuerda Pizarroso, por lo que ahora Obama está obligado a "buscar aliados fuera y convencer a la opinión pública dentro".
"Obama dice que está 'convencido' de que el régimen de Asad usó armas químicas, y basa el mensaje en su credibilidad personal", añade el profesor.
Incluso en la parafernalia que rodea las comparecencias oficiales, los asesores de Obama han intentado evitar los paralelismos con la situación de 2003. El propio anuncio de un posible ataque se produjo en los jardines de la Casa Blanca, y no desde una alocución en el Despacho Oval, como es habitual cuando el presidente hace uso de sus poderes militares (Foto: AFP/Nicholas Kamm).
Una imagen diferente a esta otra: la alocución en la que Bush amenazaba a Saddam Hussein, con toda la pompa del líder de la primera potencia militar.
Petición al Congreso
Obama se ha cuidado también de no usar sus poderes presidenciales en solitario y buscar el máximo consenso político posible en Washington, recabando el apoyo del Congreso, que tras la jornada del martes parece más probable."Se ha metido en un lío, pero así se cubre las espaldas", explica el profesor Pizarroso.
Su apuesta por recurrir al Congreso despertó las dudas sobre su verdadera convicción de atacar. Quizá por eso los creadores de la imagen del presidente, siempre atentos, han querido hacerle parecer resuelto y confiado al mando en esta otra instantánea, en la que se le ve hablando por teléfono, el pie apoyado en la mesa, con el presidente de la Cámara de Representantes y líder de los republicanos del Congreso, John Boehner (Foto: EFE/EPA/Pete Souza).
Solo un día después, esta estrategia daba su primer triunfo a Obama, que el martes podía fotografiarse flanqueado por Boehner y por la líder de los demócratas, Nancy Pelosi (dcha. de la imagen), quienes le daban su apoyo, y apuntalaban la percepción de que está por encima de las disputas partidistas en los momentos importantes (Foto: REUTERS/Larry Downing).
Convencer a la opinión pública será más difícil. Según una encuesta divulgada el martes, solo cuatro de cada díez estadounidenses apoyaría un ataque a Siria con misiles.
Las "pruebas"
El "fallo importante" de la campaña propagandística de la Casa Blanca es, según Alejandro Pizarroso, que no ha mostrado aún las supuestas pruebas que demuestren que hubo un ataque químico y que el responsable fue el Gobierno sirio.En febrero de 2003, el entonces secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell, presentaba en el Consejo de Seguridad de la ONU, y ante el mundo, las imágenes de lo que, según afirmaba, eran laboratorios móviles iraquíes para la producción y transporte de armas de destrucción masiva. Finalmente, dichas armas nunca aparecieron.
En esta ocasión no ha sido Estados Unidos, sino Francia quien ha divulgado un informe de inteligencia y ha dado por buenos vídeos de las televisiones sirias que pretendidamente avalan la tesis de que el régimen de Asad bombardeó con gas a su propia población para "recuperar terreno".
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha advertido ya que no se cree nada y ha pedido retrasar cualquier decisión hasta que termine la investigación de la ONU.
EE.UU., sin embargo, no parece dispuesto a esperar, pese a que comprobar el rastro de agentes químicos es más fácil que la determinación de la autoría, según los expertos. Además, los partidarios del ataque han ignorado otras versiones, que apuntan a un posible accidente de los propios rebeldes, que habrían manipulado de forma inadecuada armas químicas facilitadas por Arabia Saudí.
De nuevo, armas de destrucción masiva
Otra similitud con la invasión de Irak: ahora, como entonces, la justificación para una intervención es el uso de armas no convencionales, prohibidas por las convenciones internacionales. Como se encargó de recordar esta semana el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, las armas químicas son, "por su propia naturaleza", armas de destrucción masiva, aunque Obama aún no ha pronunciado estas cuatro palabras.Según EE.UU. y sus aliados, el uso de este armamento en el conflicto sirio es intolerable y amenaza gravemente a sus vecinos (Turquía en primer lugar).
En el pasado, sin embargo, otros ataques con armas químicas en la región no han provocado estas airadas reacciones: fue el caso de la campaña del Anfal de 1988, cuando Sadam Hussein gaseó a los kurdos, o el uso de gas en la guerra Irán-Irak (1980-88).
Hay que tener en cuenta además que estas armas son producidas y vendidas por multitud de países, algunos de los cuales aún tienen reservas de agentes tóxicos (entre ellos los propios Estados Unidos).
Búsqueda de aliados
Obama sabe que una operación exclusivamente estadounidense podría convertirse en una encerrona y desmentiría su pretendido enfoque multilateral.También en 2003, Bush buscó aliados formales para la aventura iraquí, pese al veto del Consejo de Seguridad, y los halló en el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, y en otros países europeos, como España y Portugal. Este último fue el anfitrión del famoso encuentro en las Azores, que contó con la presencia del entonces presidente español, José María Aznar (Foto: Efe).
La situación actual es radicalmente distinta. El actual primer ministro británico, David Cameron se ha visto sorprendido con un voto en contra en el Parlamento, incluso de algunos diputados conservadores, sin duda ahuyentados por el fantasma de Irak. El gobierno español tampoco ha comprometido su apoyo.
En cambio el presidente francés, François Hollande, se ha mostrado partidario de castigar a Asad sin demora. El gobierno galo ha convocado una sesión extraordinaria informativa de la Asamblea Nacional este miércoles, pero no se prevé que haya una votación, como pedía la oposición del Partido Socialista.
Obama cuenta también con el beneplácito de Arabia Saudí y el resto de las monarquías del Golfo, y con el decidido apoyo de Turquía, por lo que cabría la posibilidad de repetir el modelo de la guerra de Libia, donde varios países musulmanes participaron en las operaciones militares que permitieron la victoria rebelde y la muerte de Muamar al Gadafi.
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