México: séptimo lugar en impunidad por homicidios contra periodistas
25. mayo, 2014
Autor: Álvaro Cepeda Neri
En un no muy riguroso análisis de la
organización no gubernamental Comité para la Protección de los
Periodistas (CPJ, por su sigla en inglés), domiciliada en Nueva York, se
asienta que México, el alias de los Estados Unidos Mexicanos,
ocupa el séptimo lugar con más impunidad respecto a homicidios contra
periodistas. Esto a pesar de que desde hace 13 años y medio han
asesinado a 79 de ellos. Y ya sea con investigaciones o sin ellas,
ignoramos quiénes fueron los sicarios y, sobre todo, quiénes ordenaron
privarlos de la vida, desde que el 30 de mayo de 1984 fuera asesinado el
singular, incisivo y rigurosamente informado Manuel Buendía (Miguel
Ángel Granados Chapa, Buendía. El primer asesinato de la narcopolítica en México, editorial Grijalbo).
Desde
el presidencialismo delamadridista, pasando por Carlos Salinas, Ernesto
Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y el peñismo (1982-2014), la
narcopolítica, es decir, las complicidades entre funcionarios, políticos
y capos del narcotráfico, se asociaron también para eliminar
periodistas a la sombra de las delincuencias organizadas (Carlos Moncada
Ochoa, Oficio de muerte. Periodistas asesinados en el país de la impunidad, con prólogo de Miguel Ángel Granados Chapa, Grijalbo-Proceso).
No solamente en el caso de los
periodistas nuestro país se ha convertido en el paraíso de la impunidad;
sobre todo si se trata de quitarle la vida a los mexicanos que critican
a gobernantes, y más si informan de los nexos entre funcionarios y
narcos o entre funcionarios y empresarios corruptos; por ejemplo –a
todas luces responsable de imputaciones penales–, Amado Yáñez Osuna,
quien ya lleva 80 días “arraigado” en su mansión de Acapulco por el
desfalco de Oceanografía, filtrándose rumores de que hay panistas
involucrados que pueden llegar hasta Calderón.
Se abarrotan las cárceles y se
multiplican los arraigos, pero la violencia se expande por todo el país
con todo y los desarmes del procónsul de Enrique Peña en Michoacán. Y renace la delincuencia en otros estados, como en Sonora (donde prevalece la rapiña del desgobernador
Guillermo Padrés con el robo del agua de la tribu yaqui), en
Tamaulipas, Estado de México y Veracruz (esta última entidad ostenta el
primer lugar en impunidad, con más de 10 homicidios de periodistas, y
donde priva la corrupción con Javier Duarte –peor que la bestial de
Fidel Herrera–, quien paga inserciones en todos los medios de
comunicación para hacerse el “protagónico eficaz”).
En ese caos social, económico, político,
delincuencial que parece una “crisis perpetua” al estilo colombiano
(Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera), los
periodistas también están pagando facturas, ya que el CPJ, con datos en
la mano, calificó a México en el séptimo lugar en el lapso 2004-2013.
Ésta es la lista de ese cuadro
sangriento: Irak, Somalia, Filipinas, Sri Lanka, Siria, Afganistán,
México, Colombia, Pakistán, Rusia, Nigeria e India. La Red Nacional de
Defensoras de los Derechos Humanos reportó 41 agresiones a comunicadores
(ambas informaciones en La Jornada, 17 y 22 de abril de 2014). Y
el reportero Ángel Villarino nos hizo saber que la organización Freedom
House clasificó a México durante 2013 –ya con el peñismo– como el país
donde la libertad de prensa es la de un “país no libre”, por cuanto que
“México sigue presentando los mismos niveles de violencia, intimidación e
impunidad, además de la concentración mediática” (Reforma, 2 de mayo de 2014).
La comunicadora-periodista Carmen
Aristegui es víctima constante de ataques e intimidaciones por parte de
quienes están en desacuerdo con su profesionalismo y manera de ejercer
las libertades de prensa; y en su columna semanal analiza y comenta el
informe de Freedom House: “Algunos periodistas y críticos en este país
hemos sufrido, de un tiempo para acá, fabricaciones, montajes,
falsificaciones, amenazas y orquestaciones que sólo pueden realizarse
con la disposición de importantes recursos –públicos y/o privados– que
les permiten sostenerse con gran libertad y periodos prolongados […]. El
clima es peligroso, inhibidor, induce a la autocensura. Todo lo cual
debería poner en alerta a la sociedad mexicana. La calidad informativa,
el derecho a saber, el libre flujo de las ideas y de la información
están en México seriamente amenazados” (Reforma, 2 de mayo de 2014).
Y habría que agregar que en gran parte de ese amenazante panorama está la mano invisible-visible
del peñismo, ya que durante los 18 meses del relevo presidencial tras
el final del Partido Acción Nacional, Peña Nieto ha ido de menos a más
en la molestia contra la prensa crítica impresa y por radio y televisión
(¡por Dios que no es Televisa!), pues ninguna de sus reformas-contrarreformas ha tenido aceptación. Los empresarios están contra la contrarreforma
fiscal; la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CNTE) contra la educativa, y en seis entidades interpuso Peña
controversias constitucionales ¡porque la CNTE impuso una legislación
contraria a él!; Televisa, Slim-Telcel, Telefónica de Francisco Gil Díaz
–primo de uno de los que pescaron en Oceanografía– están en contra de
la de telecomunicaciones; la laboral es impugnada por los trabajadores
independientes y viene la energética, que tiene a punto de incendiar
al país. En ese contexto, los periodistas con sus análisis y críticas
han creado una oposición que tiene nervioso al señor Peña, y es entonces
que las agresiones, homicidios, intolerancias y censuras han aumentado,
y las libertades de prensa “están, en México, seriamente amenazadas”.
*Periodista
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