Usuaria:
Cristina Sada Salinas
EPN o Mireles:
Aceptamos el reto lanzado por el periodista regiomontano Hugo L. Río, ¿lo aceptan ustedes?
HUGO L. DEL RÍO
Michoacán: de un lado, el gobierno en sus tres niveles; del otro, el doctor José Manuel Mireles, ex vocero y antiguo jefe de las Autodefensas, AD. Usted decida.
El comisionado federal en Michoacán, Alfredo Castillo, fue procurador en el Estado de México. Es cómplice, activo o pasivo, en el asesinato de la niña Paulette y tiene una larga, muy larga lista de participación en homicidios y toda clase de actividades ilícitas.
Fausto Vallejo, el ahora ex jefe del Ejecutivo estatal, siempre en Michoacán, a quien le estalló en la cara el obús de pus y sangre, nunca supo que los templarios eran los dueños del estado. Es más: ni siquiera sabía que su hijo Rodrigo es amigo del alma del capo Servando Gómez alias la tuta. Uno de esos indiscretos que nunca faltan, grabó en vídeo a Rodrigo y al traficante en animada y cordial plática, con dama y cerveza y todo eso. El niño Rodrigo le informa a su amigote datos confidenciales de la administración de su señor padre y la del interino, Jesús Reyna, quien perpetró tantas barbaridades que Alfredo Castillo no tuvo más remedio que remitirlo al penal.
Este es el Michoacán oficial: un judicial quien, desde luego pidió el anonimato, reveló a Provincia, diario de Morelia, que “nos ordenaron pedir dinero a los dueños de bares, y si no quieren, que les sembremos (sic) droga para que paguen”. El ministerial, desde luego, habla con errores de ortografía. En la misma ciudad capital, el matutino La Voz de Michoacán confirma que en la que fue una de las joyas del Bajío el narcomenudeo es rutina cotidiana. En menos de una semana han sido arrestados por sus relaciones con el narco 58 policías de cinco Municipios y se sabe que en Quiroga la fetidez de la corrupción policiaca está ahogando a los vecinos.
La depravación no es cosa nueva en Michoacán. No lo es en toda la República, pero en la tierra de tarascos, como en Tamaulipas, el conflicto amenaza la estabilidad de la nación. Si la gendarmería asesina, secuestra y viola por órdenes de las narcorredes; la Procuraduría pone libres a los escasos hampones que son detenidos y los sicarios se adueñan de poblados y pequeñas ciudades donde matan y abusan de mujeres y menores, todo ello gracias a la complicidad de las autoridades.
¿Qué puede hacer el ciudadano común y corriente? El gobierno no sólo no lo defiende: lo pone en manos de los malos. La sociedad, obligada por las circunstancias, se arma y se defiende. Uno de los animadores de las milicias comunitarias fue el cirujano Mireles. Lo sigue siendo desde la penitenciaría federal de Sonora. Al Estado mexicano no lo gustó que las AD triunfaran ahí donde fracasaron el Ejército y la Armada. Para agravar las cosas, el señor Mireles puso de manifiesto que Alfredo Castillo es mentiroso, represivo y corrupto. El comisionado sigue una política favorable a los cárteles. El médico de Tepalcatepec incurrió en el mayor pecado capital: por ello lo raparon, durante dos días le negaron las medicinas que lo mantienen con vida –supongo que confiaban en que moriría— y, aunque el proceso se sigue en Michoacán, Mireles está confinado en Sonora.
Antes, la política era como el póquer cerrado. Hoy, los villamelones que tienen el poder siguen un juego abierto: no han matado a Mireles porque el de Michoacán se convirtió en un mártir conocido y reconocido en todo el mundo. Usted decida, pues: se solidariza con el señor Mireles o está con Peña Nieto. No se vale ser neutral.
hugoldelrioiii@hotmail.com
Aceptamos el reto lanzado por el periodista regiomontano Hugo L. Río, ¿lo aceptan ustedes?
HUGO L. DEL RÍO
Michoacán: de un lado, el gobierno en sus tres niveles; del otro, el doctor José Manuel Mireles, ex vocero y antiguo jefe de las Autodefensas, AD. Usted decida.
El comisionado federal en Michoacán, Alfredo Castillo, fue procurador en el Estado de México. Es cómplice, activo o pasivo, en el asesinato de la niña Paulette y tiene una larga, muy larga lista de participación en homicidios y toda clase de actividades ilícitas.
Fausto Vallejo, el ahora ex jefe del Ejecutivo estatal, siempre en Michoacán, a quien le estalló en la cara el obús de pus y sangre, nunca supo que los templarios eran los dueños del estado. Es más: ni siquiera sabía que su hijo Rodrigo es amigo del alma del capo Servando Gómez alias la tuta. Uno de esos indiscretos que nunca faltan, grabó en vídeo a Rodrigo y al traficante en animada y cordial plática, con dama y cerveza y todo eso. El niño Rodrigo le informa a su amigote datos confidenciales de la administración de su señor padre y la del interino, Jesús Reyna, quien perpetró tantas barbaridades que Alfredo Castillo no tuvo más remedio que remitirlo al penal.
Este es el Michoacán oficial: un judicial quien, desde luego pidió el anonimato, reveló a Provincia, diario de Morelia, que “nos ordenaron pedir dinero a los dueños de bares, y si no quieren, que les sembremos (sic) droga para que paguen”. El ministerial, desde luego, habla con errores de ortografía. En la misma ciudad capital, el matutino La Voz de Michoacán confirma que en la que fue una de las joyas del Bajío el narcomenudeo es rutina cotidiana. En menos de una semana han sido arrestados por sus relaciones con el narco 58 policías de cinco Municipios y se sabe que en Quiroga la fetidez de la corrupción policiaca está ahogando a los vecinos.
La depravación no es cosa nueva en Michoacán. No lo es en toda la República, pero en la tierra de tarascos, como en Tamaulipas, el conflicto amenaza la estabilidad de la nación. Si la gendarmería asesina, secuestra y viola por órdenes de las narcorredes; la Procuraduría pone libres a los escasos hampones que son detenidos y los sicarios se adueñan de poblados y pequeñas ciudades donde matan y abusan de mujeres y menores, todo ello gracias a la complicidad de las autoridades.
¿Qué puede hacer el ciudadano común y corriente? El gobierno no sólo no lo defiende: lo pone en manos de los malos. La sociedad, obligada por las circunstancias, se arma y se defiende. Uno de los animadores de las milicias comunitarias fue el cirujano Mireles. Lo sigue siendo desde la penitenciaría federal de Sonora. Al Estado mexicano no lo gustó que las AD triunfaran ahí donde fracasaron el Ejército y la Armada. Para agravar las cosas, el señor Mireles puso de manifiesto que Alfredo Castillo es mentiroso, represivo y corrupto. El comisionado sigue una política favorable a los cárteles. El médico de Tepalcatepec incurrió en el mayor pecado capital: por ello lo raparon, durante dos días le negaron las medicinas que lo mantienen con vida –supongo que confiaban en que moriría— y, aunque el proceso se sigue en Michoacán, Mireles está confinado en Sonora.
Antes, la política era como el póquer cerrado. Hoy, los villamelones que tienen el poder siguen un juego abierto: no han matado a Mireles porque el de Michoacán se convirtió en un mártir conocido y reconocido en todo el mundo. Usted decida, pues: se solidariza con el señor Mireles o está con Peña Nieto. No se vale ser neutral.
hugoldelrioiii@hotmail.com
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