lunes, 4 de agosto de 2014

La mayoría, hastiada de desoír objeciones contra las “reformas inconstitucionales”



La mayoría, hastiada de desoír objeciones contra las “reformas inconstitucionales”


2014-08-03 14:16:00 Visitas: 127




ARTURO CANO, La Jornada

“¿Quién se murió, mi diputado?” Pemex y la CFE, dicen los perredistas, que llenan el salón con más de 20 arreglos florales de sepelio. ¿No será, más bien, que asistimos a las exequias del nacionalismo revolucionario?

Para completar su sala de velación, los diputados del PRD llevan un diablito a la biblioteca del Congreso y se cargan el busto del general Lázaro Cárdenas, con todo y pedestal. A lo largo de la sesión harán guardia al lado de la efigie, rodeados de flores, porque a estas alturas sólo les queda la escenografía.

“¡Ellos se tuvieron que robar el busto de don Lázaro! En cambio nosotros podríamos haber traído la estatua que tenemos”, se burla un diputado del PRI que recuerda –harakiri que acaba a su nacionalista interno– que el nombre de Lázaro Cárdenas del Río, en letras de oro en la pared de enfrente, luce ahí gracias a la propuesta de la Confederación Nacional Campesina.

Una semana de debate pactado ha hecho estragos. Los diputados de infantería ya no aguantan los discursos de las izquierdas. Eso tendrá consecuencias esta mañana de viernes.

A lo largo de la semana, muy pocas veces el salón ha lucido lleno. Los diputados de la mayoría se van a sus oficinas o los restaurantes (escena común: diputadas con el bocado a medias: “Ñam, ñam, ahorita venimos, vamos a votar”).

Algunos izquierdistas acechan. Esperan el momento justo y aprovechan un torpe titubeo del presidente de la Cámara, el panista José González Morfín, para exigir que se suspenda la sesión por falta de quórum, debido a que, evidentemente, el salón está casi vacío.

Por un instante existe la posibilidad de que se suspenda la sesión. Los ujieres corren a llamar a los legisladores. González Morfín cae en la jugada y ordena abrir el tablero de votación para corroborar que están presentes más de la mitad de los legisladores (en el Senado, el asunto se resolvió con una simple declaración del presidente: “Desde mi punto de vista hay quórum”).

“Permítanme tantito, vamos a declarar un receso hasta en tanto haya quórum”, se enreda González Morfín.

Silvano Aureoles Conejo, coordinador perredista, ofrece la salida: “Yo le ruego que nos ajustemos estrictamente a lo que dice el artículo 46. Cierre el tablero y vuélvalo a abrir y verifique el quórum. Y con eso iniciamos la sesión”.

El enredo llega al punto de que la diputada neoaliancista San Juana Cerda debe intervenir desde su curul.

“Me temo que se ha sesionado sin quórum legal estos días, y advierto que estas reformas son inconstitucionales y tienen vicios inadmisibles”, suelta Ricardo Monreal, cuando ya la mayoría, con el apoyo del PRD, ofrece una ruta de salida a la torpeza del presidente de la mesa directiva.

Cuando sólo se escuchan los adjetivos

Ah, la democracia, qué flojera, qué aburrición.

Según el Latinbarómetro, que mide la percepción sobre la democracia en la región latinoamericana, sólo 37 por ciento de los mexicanos está de acuerdo con la afirmación “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”. En eso de añorar el autoritarismo sólo nos gana Guatemala.

Pues bien, los diputados no tienen por qué ser la excepción. La escena mañanera tiene que ver con el hastío de los legisladores de la mayoría (¿para qué votar lo que ya acordó el señor Presidente con nuestros aliados?).

El debate, según lo entiende la mayoría en la Cámara de Diputados, consiste en que los legisladores de oposición hablen y nadie los escuche. O, mejor, que sólo se les escuche cuando lanzan obuses como “traidores a la patria” y linduras por el estilo, no cuando argumentan sobre las iniciativas a discusión.

Se ignoran, por ejemplo, los señalamientos opositores sobre la supuesta autonomía del Fondo Mexicano del Petróleo, que será presidido por el secretario de Hacienda, integrado por consejeros ratificados por el Senado a propuesta del Presidente de la República y revisado por un auditor nombrado por el mismo secretario de Hacienda. Autonomía pura.

“Se plantea un cambio fundamental, un nuevo régimen fiscal para Pemex, el cual reduce de manera significativa su carga fiscal”, dice el priísta José Isabel Trejo. (Según la mayoría opositora, la carga fiscal de la ahora “empresa productiva del Estado” pasará de 68 a 65 por ciento.)

El problema está en la letra chiquita. Según la oposición de izquierda, si bien se exime a Pemex del pago de siete derechos, tendrá que pagar más en el llamado dividendo, cuota de exploración e impuesto sobre la renta, con lo que terminará pagando más que ahora.

De víboras y pajaritos

La discusión anterior no emociona tanto a los diputados como otros sucesos que ocurren a lo largo del maratón legislativo. La aparición de una viborilla, supuestamente salida de los arreglos florales traídos por el PRD, es el menor.

José Luis Muñoz Soria, ex delegado en Cuauhtémoc, se convierte en blanco de las burlas de la mayoría porque simula, en la tribuna, tomar un telefonema y dice: “Sí, mi general, aquí peleando contra los enanos traidores que han echado atrás lo que usted entregó a este pueblo. A sus órdenes, general”.

“¡Pajarito, pajarito!”, gritan cuando dejan las risotadas los ­diputados de la mayoría, en alusión obvia a Nicolás Maduro.

Ninguna risa causa, en cambio, la joven diputada del MC Zuleyma Huidobro, quien primero usa una figura para criticar el nuevo fondo petrolero: “Es como vender una casa para hacer las compras en el supermercado”.

Se queja Huidobro de que nunca nadie le responde, aunque tras decir lo que sigue lo harán, y con dureza: “Ojalá alguien en esas curules me pueda decir si del bono especial que les van a dar por aprobar esta reforma en algún momento, por no haber llegado en la mañana y no estar en el quórum reglamentario, se les va a descontar algo”.

La indignación une a la mayoría con el PRD. “Se ha dicho un infundio”, dice el perredista Roberto López.

“¡Usted a mí no me acusa de ladrona ni de que estoy vendiendo mi voto, porque si algo tengo son principios y en mi casa me los inculcaron!”, grita la panista Esther Quintana.

(Huidobro se ha referido a los 359 millones de pesos que los grupos legislativos, con excepción de PT y MC, han recibido desde el inicio de la legislatura como partidas “extraordinarias” que manejan discrecionalmente los coordinadores.)

Se acerca el fin del trecho legislativo en que los verdes alcanzaron el rango oficial de porros del PRI. Los priístas matan sus últimas células nacionalistas para que se imponga y viva en ellos la parte dominante de su ADN: la genuflexa veneración al Presidente de la República.

El PAN se asume victorioso, pero no está dispuesto a compartir los costos de las futuras decepciones. Presume el panista Juan Bueno: “Le quitamos carga fiscal a Pemex”. Se pregunta: “¿Cómo se va a reponer esa carga fiscal?” Y se responde: “Eso es problema del gobierno”.

Es lo que se llama responsabilidad legislativa en los tiempos de la “victoria cultural”.

El Congreso que debate de cara a la nación anuncia en la sala de prensa: “Para los que se queden, de 5 a 7 (de la mañana) habrá pancita”. A la hora del suculento guiso que cantó el gran Germán Valdés, los mexicanos que compren gasolina la pagarán un peso más cara que en Estados Unidos.

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