México secuestrado
Francisco López Bárcenas
M
uy mal deben de andar
las cosas en México para que hasta Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena,
ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se atreva a
señalar que nuestro país atraviesa por una grave crisis social, que
somos una sociedad con miedo, secuestrada por la violencia; y sus
palabras sean secundadas por el Presidente de ese organismo, quien
frente al Presidente de la República hizo referencia al dolor y la
indignación popular por la violación de los derechos humanos. En años
anteriores los miembros del Poder Judicial procuraban no opinar sobre
estos temas, que consideraban propios de los opositores al gobierno en
turno, menos si formaban parte la cúpula judicial. Ahora ya no sucede
así, y si expresan sus opiniones mas allá de la interpretación de las
leyes, seguramente es porque, aunque colocados en una situación de
privilegio, también miran la crisis del país, sienten el miedo en que la
mayoría vemos transcurrir nuestras vidas y temen ser la próxima victima
de la violencia.
La preocupación no es para menos. En México casi 24 mil personas se
encuentran en calidad de desaparecidas, cifra que muestra el horror de
nuestra situación. El pasado mes de agosto, la misma Procuraduría
General de la República reconoció que en esa fecha existían 22 mil 322
personas en esta condición: 12 mil 532 correspondían a la administración
de Felipe Calderón y 9 mil 790 a la de Enrique Peña Nieto. Esta
situación ha llevado a Perseo Quiroz Rendón, director ejecutivo de
Amnistía Internacional en México, a exigir al Presidente de la República
que reconozca que vivimos la peor crisis de derechos humanos en los
últimos 50 años. A esto hay que agregar los asesinados, que en el
gobierno pasado se estimaron entre 60 mil y 150 mil personas, según las
fuentes que se consulten. Por eso tienen razón los ministros de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación cuando afirman que somos un país
secuestrado por la violencia y la gente anda indignada por esa
situación.Pero no nos confundamos. Mal haríamos en pensar que quien tiene secuestrada a la sociedad es el crimen organizado, asociado a algunos gobiernos locales, como pretende hacernos creer el discurso oficial. El secuestro que padecemos lo ha ejecutado una clase social con intereses trasnacionales que busca despojarnos de nuestro patrimonio y cancelar nuestro futuro como país. Primero asaltaron las instituciones gubernamentales, desde donde ilegítimamente pretenden representar al país, y cuando la gente protesta echan mano de los cuerpos represivos o de grupos paramilitares para someter a los descontentos, a quienes quieren quietecitos. Sólo así se explica el enojo y coraje que el almirante Vidal Francisco Soberón Sanz, secretario de Marina en la actual administración, dice tener contra grupos que, según su percepción, manipulan a los padres de los normalistas de Ayotzinapa, asesinados y desaparecidos el 26 septiembre pasado, cuando lo que hacen es solidarizarse con ellos, apoyándolos en su lucha por encontrar a sus familiares.
Es importante no perder de vista quiénes son los que han secuestrado a nuestro país, para no desgastarse en acciones para liberarse que resulten inútiles. Muchos sectores sociales ya lo tienen claro, por eso no recurren a las instancias oficiales para superar su situación, pues están convencidos de que por ahí no hay ninguna salida verdadera al problema. Por esas razones, los pueblos indígenas y campesinos resisten al despojo de su patrimonio al mismo tiempo que luchan por construir gobiernos autónomos y populares. Ese es el mismo llamado que en medio de su dolor e indignación los padres de los jóvenes estudiantes de la normal de Ayotzinapa le hacen a la gente. Ese es el camino que en las urbes comienza a construirse, particularmente entre los sectores decepcionados de los políticos y sus propuestas políticas, que no llevan a ningún lado. En fin, que la única forma de terminar con el secuestro de México, por ahora, parece que es la movilización popular organizada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario