Ayotzinapa cimbra a la nación: ninguna versión oficial creíble
11. enero, 2015
Autor: José Enrique González Ruiz Fuente contralínea
¿Y por quién hablará el espíritu si están matando a mi raza?
Manta en la manifestación del 20 de noviembre de 2014, en el Distrito Federal
Han pasado más de 3 meses del crimen que
el Estado cometió en Iguala, Guerrero, contra estudiantes de la Escuela
Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, con el doloroso saldo de
seis personas asesinadas y 43 desaparecidas (una ya identificada como
víctima mortal); y el gobierno no acierta a dar una explicación creíble.
Lo
más cercano a una versión oficial sobre los hechos fue lo que dijo el
procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, quien se basó
en las presuntas declaraciones de tres individuos a los que calificó
como sicarios, que “confesaron” que ellos y otros miembros del crimen
organizado mataron a los estudiantes desaparecidos y quemaron sus
cuerpos en el basurero de Cocula. Sólo habrían quedado cenizas que
fueron puestas en bolsas de plástico negras que a su vez fueron lanzadas
al cercano Río San Juan. La orden habría provenido de un jefe
del cartel Guerreros Unidos, quien a su vez obedeció al perredista José
Luis Abarca, exalcalde de Iguala, y a su esposa. Sobre la base de que
hay que creer eso, tendríamos que pasar a otras cosas importantes para
México.
Sólo que esa versión no convence, porque es totalmente inverosímil.
Los agujeros lógicos son enormes:
1. ¿Qué ganaba el grupo criminal
asesinando e incinerando estudiantes? ¿Si la consigna vino del
presidente municipal de Iguala, qué hizo que los sicarios obedecieran
una orden tan espeluznante como asesinar a 43 muchachos y quemar sus
cuerpos?
2. ¿Cómo podía el alcalde de Iguala
dictar órdenes a los policías de Cocula, que es un municipio distinto y,
por si fuera poco, gobernado por un priísta?
3. ¿Por qué no se aplicaron el 26 y el 27
de septiembre las reglas del mando policial único que desde hace varios
años rige en Guerrero?
4. ¿Por qué la policía entregó a los
muchachos a los sicarios, a fin de que realizaran la barbarie? ¿Quién se
los ordenó y quién dio las instrucciones a los autores materiales de la
masacre?
5. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta del
incendio (para quemar los cuerpos), si dicen que duró alrededor de 15
horas? ¿Cómo encendieron las llamas si fue noche de lluvias intensas?
¿Qué ocurrió con las llantas que derritieron para la incineración y sus
cables de acero?
6. ¿Por qué no impidió el Ejército tan
antihumano accionar, máxime si, como se dice, los primeros hechos
ocurrieron muy cerca del cuartel del 27 Batallón de Infantería? Los
disparos de los agresores y los gritos de los corderos deben
haberse escuchado en casi toda la población (la noche estaba bien
entrada). Hay estudiantes que declaran haber pedido ayuda a los
soldados, quienes se las negaron.
7. ¿Por qué no sabemos qué declararon los
detenidos, que son casi un centenar? Informan que Abarca y su esposa se
reservaron el derecho a deponer en juicio, pero ¿el resto? ¿Ninguno da
indicios para saber quién dio las órdenes?
8. ¿De qué nivel es la persona o personas
a las que se está protegiendo y cuánta es su importancia en el sistema,
para que tenga en vilo a México entero?
9. ¿Qué han hecho las autoridades de
Guerrero para investigar y por qué tardó más de 8 días la Procuraduría
General de la República (PGR) para intervenir? ¿Qué estaban haciendo?
10. ¿Por qué ningún funcionario, ni de mediano rango, ha sido citado a declarar para que aclare lo sucedido?
Quién ganó y qué ganó
El descubrimiento del móvil es
fundamental para esclarecer cualquier hecho delictuoso. Un investigador
sabe que lo primero es encontrar quién se benefició y cómo. Sin este
conocimiento es imposible encontrar la verdad y comenzar a hacer
justicia.
Según el gobierno federal (y la totalidad
del sistema político mexicano), Abarca fue el autor intelectual de la
masacre y su motivación fue la rabia que le causó que los Ayotzinapos fuesen a Iguala a ensombrecer el destape
de su esposa como candidata a la presidencia municipal. Un arranque de
ira lo habría llevado a ordenar a sus policías, a los sicarios de
Guerreros Unidos y a los policías de Cocula el exterminio de sus enemigos, mediante actos de barbarie como arrancarle la piel de la cara a uno de ellos, ejecutar extrajudicialmente a dos de ellos en la primera agresión y después liquidar a 43 y quemar sus cuerpos en un basurero.
¿Y cuál habría sido su ganancia? No se ve
claro, porque al parecer sólo perdió. Ya estaba acusado de asesinar a
sangre fría a dos luchadores sociales y un testigo lo denunció
internacionalmente. Y ahora está preso, perdió su puesto, se derrumbó su
carrera política (que prometía ser brillante al amparo de los Chuchos), sus empresas quedaron al garete y, de remate, su esposa está arraigada y seguramente será enjuiciada también.
Cayó el gobernador Ángel Aguirre; ¿éste
ganó algo? Todo indica que no, pues fue defenestrado del cargo, pasó a
la historia como represor y se cerró toda posibilidad de que su hijo sea
candidato a la presidencia municipal de Acapulco, que es la joya de la corona.
Se habla incluso de que puede ser encarcelado por haber recibido
financiamiento de la familia Abarca-Pineda, a la que vinculan con el
Cártel de los Beltrán Leyva.
¿El grupo criminal que domina la zona
Norte saca provecho de esta situación? Como todo negocio, el tráfico de
drogas y la extorsión requieren cierta estabilidad. En medio de las llamas
no es fácil realizar operaciones mercantiles. Además, cuando los
delitos y sus autores alcanzan gran difusión, el Estado se ve obligado a
hacer algo para combatirlos, y eso perjudica a los grupos
delincuenciales.
Entonces, ¿qué ocurrió realmente?
Mi hipótesis es que, aprovechando que la
policía de Iguala había cometido un primer crimen grave (asesinato de
tres personas), alguien con poder vio la oportunidad de jugar
políticamente y sacar ventaja. Estaba en un municipio gobernado por el
Partido de la Revolución Democrática, que ha ganado la mayoría de las
elecciones en Guerrero en las décadas pasadas, y lo ocurrido
posibilitaba darle un golpe demoledor. Había que llevar las cosas a su
máximo nivel, secuestrando y desapareciendo a los normalistas de
Ayotzinapa y haciéndolos víctimas de acciones brutales como el
desollamiento y la incineración. De esa forma, asegurarían “la
recuperación” de Guerrero en la elección de 2015, y marcharían hacia el carro completo. La monstruosa orden sería bien vista arriba, porque implicaba un escarmiento a los Ayotzinapos, que tanta lata
han dado. No descarto que se haya dado la asesoría del general
colombiano Óscar Naranjo, experto en armar y operar contrainsurgencia,
que fue contratado por Peña Nieto desde que era candidato a la
Presidencia. Tampoco dejo fuera la posibilidad de la participación de
agentes gringos, pues fueron éstos quienes armaron a los grupos delincuenciales de México, con operativos como Rápido y Furioso.
No hay que olvidar que estaban a punto de
aprobarse los reglamentos de las leyes sobre petróleo, que tanto
interesan a nuestros vecinos del Norte. Y por eso era buena una acción desestabilizadora de estas dimensiones.
Por eso el gobierno federal está impedido
de dar una versión creíble. Tendría que decir quién dio las órdenes de
ejecutar extrajudicialmente a las personas, de secuestrarlas y
desaparecerlas, de aplicarles torturas extremas, de incinerar sus
cuerpos y de tratar de asesinar también a la verdad. Y todos estos son
crímenes de lesa humanidad, que no prescriben y que no dan derecho a
amnistía ni a indulto.
La incontenible respuesta de los padres
Está probado que no hay crimen perfecto.
“Fue tanto lo que nos quitaron, que hasta el miedo se llevaron”, dicen
los padres de los asesinados y desaparecidos en Iguala. Lo que el
gobierno pretende imponer como verdad –que todo queda en la alcaldía
igualteca y que es tiempo de superarlo– no lo cree nadie. Los padres y
madres de las víctimas son la punta de lanza de una respuesta
social sin precedentes en la historia moderna de México. Es seguro que
lograrán cambios profundos en el sistema político mexicano, aunque ya
les debemos la desmitificación del neotlatoani Peña Nieto, a quien hicieron ver muy mal en la audiencia que tuvieron con él en Los Pinos.
No han podido confundirlos quienes los
llaman a la resignación (plumas a sueldo del gobierno y empresarios que
sólo piensan en el negocio), ni los pocos que los señalan como
manipulados (incluido el secretario de Marina). No han podido tentarlos
con promesas económicas ni engañarlos con promesas demagógicas. Son los
padres y madres un magnífico ejemplo de consistencia ética y decisión de
reclamo de justicia.
Eso les ha ganado un apoyo internacional
que no ha tenido ninguna otra causa de nuestra historia, por lo que es
seguro que habrá cosecha de buenos frutos. Con trabajo y con sacrificio de por medio, pero vendrán resultados positivos.
Nos toca apoyarlos y divulgar por doquier
su justo reclamo. Vendrá una nueva constituyente y dará nuevas formas
al quehacer político en México, para erradicar definitivamente la
corrupción y fincar las bases de una sociedad justa y fraterna.
Ayotzinapa está cimbrando a la nación y escribiendo brillantes páginas
de su historia.
José Enrique González Ruiz*
*Doctor en ciencias políticas por la Universidad Nacional Autónoma de México
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