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miércoles, 28 de enero de 2015
¿Hay vida inteligente en Kepler-186f?
¿Hay vida inteligente en Kepler-186f?
El 19 de marzo de 2014, en un encuentro científico sobre la búsqueda de vida extraterrestre celebrado en Tucson (EE. UU.), el investigador de la NASA Tom Barclay presentó el primer exoplaneta de tamaño similar a la Tierra situado a una distancia de su estrella que permitiría la vida; ni demasiado lejos ni demasiado cerca, en esa franja templada que los investigadores denominan “zona Ricitos de Oro”, en alusión a la niña del cuento que no quería su sopa ni caliente ni fría.
Aunque Kepler-186f, a unos 500 años luz de nosotros, fue incorrectamente bautizado por los medios como un gemelo de la Tierra (su estrella es una enana roja, muy diferente del Sol), el anuncio fue acogido como la primera posibilidad real de haber hallado un nicho para la vida más allá del Sistema Solar. Un mes después, los detalles de Kepler-186f se publicaban por todo lo alto en la revista Science.
Pero ¿realmente puede existir vida en Kepler-186f? Una astrofísica opina que sí. O que, al menos, las posibilidades de que aquel planeta esté habitado por seres inteligentes son de un nada desdeñable 50,3%.
Esta es la historia. Tras el hallazgo de Kepler-186f, los investigadores del Instituto de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI) dirigieron las antenas de su matriz de telescopios Allen (ATA) hacia esa coordenada del cielo, en busca de alguna señal de radio que pudiera delatar la existencia de una civilización tecnológica.
Los científicos, dirigidos por el astrónomo jefe del Instituto SETI, Seth Shostak, rastrearon un intervalo de frecuencias entre 1 y 10 gigahercios, en la banda alta del dial de la radio. “Hasta ahora no ha habido suerte, aunque seguiremos buscando”, escribía Shostak en un artículo publicado entonces.
Pero no todos piensan que la búsqueda fue infructuosa. La astrofísica Hontas Farmer, profesora asociada de los City Colleges of Chicago y del College of DuPage, lleva años participando en la iniciativa de colaboración SETILive, que permite la participación de voluntarios en la observación y el análisis de los datos.
Farmer estuvo observando los gráficos del ATA llamados “de cascada” obtenidos durante el rastreo de Kepler-186f. En este tipo de gráficos, el eje horizontal representa la gama de frecuencias, mientras que el vertical corresponde al tiempo, de modo que cada píxel es un segundo.
Cuando hay una señal, aparece un punto destacado sobre el fondo, más claro a mayor intensidad. En apariencia y para un ojo no entrenado, un gráfico de cascada solo muestra nieve como la de los antiguos televisores, pero un patrón de puntos en una línea vertical o ligeramente diagonal podría revelar una señal artificialmente creada.
Cuando Farmer se topó con un gráfico obtenido el 12 de abril de 2014, observó un ligero, casi imperceptible patrón de líneas verticales. Según escribió la astrofísica en su blog, es una señal muy “ruidosa y degradada”, como sería de esperar en una red de satélites orbitando un planeta. Pero no dudó en afirmar: “Esos datos tienen exactamente el aspecto que yo esperaría de una señal extraterrestre”.
Este mes, Farmer ha actualizado sus observaciones aplicando filtros que reducen el ruido y que en su opinión sostienen su hipótesis, ya que parecen mostrar breves cadenas de píxeles que podrían corresponder a brotes de emisiones de varios segundos que “se apagan y se encienden de nuevo en las mismas frecuencias”.
La investigadora cifra en algo más de un 50/50 las posibilidades de vida en Kepler-186f; concretamente, y aplicando la ecuación que propone en su estudio aún pendiente de publicación, un 50,3%. Por supuesto, no niega que “algún fenómeno natural podría mimetizar esta señal”.
Gráfico de cascada de emisiones de radio de Kepler-186f obtenidas por SETILive. Las líneas muestran lo que podrían ser señales, según Hontas Farmer. Imagen de SETILive/Hontas Farmer.
Cabe preguntarse si no podríamos obtener algo mejor y más concluyente, pero según los investigadores de SETI el rastreo de señales de tecnología extraterrestre es la búsqueda de la aguja en el pajar.
Todos recordamos la fuerte e inequívoca emisión captada por los astrónomos en la película Contact, basada en la novela de Carl Sagan.
Según los científicos, para enviar una señal de esa magnitud se requeriría una fuente varias veces más potente que el mayor emisor de la Tierra, el del radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico.
Por supuesto que esto no sería un obstáculo para una civilización más avanzada que la nuestra, pero existe otro problema fundamental. Dado que Kepler-186f se encuentra a unos 500 años luz, nuestras primeras emisiones de radio no llegarán allí hasta dentro de varios siglos.
Es decir: ellos, si existieran, no sabrían que estamos aquí, por lo que no habría ningún motivo para que enviaran una señal potente en nuestra dirección.
De hecho, y a pesar de lo que imaginó para su ficción, “lo cierto es que Carl Sagan no esperaba ver una señal tan fuerte; eso solo hace una buena historia para Hollywood”, señala Farmer a Ciencias Mixtas.
La astrofísica menciona un estudio que Sagan publicó en 1975 y en el que “argumenta que, siendo realistas, todo lo que podríamos esperar es una distribución no térmica en las señales de radio de una civilización inteligente; en otras palabras, sabríamos que están en el aire, pero sería como tratar de sintonizar una emisora de radio de 100 vatios desde 10.000 millas de distancia, o peor”.
Después de filtrar el ruido, “lo que queda es precisamente la señal sobre la que escribió Sagan”, arguye la investigadora. O sea, que podemos olvidarnos de las instrucciones para crear la nave que nos desplace a través de los agujeros de gusano.
Mientras Farmer trata de publicar su estudio, lo cierto es que su optimismo no es compartido por los responsables del Instituto SETI. Shostak admite que los gráficos de cascada analizados por la investigadora parecen mostrar algo, pero en su opinión se trata de contaminación terrestre: “Para ser honestos, vemos ese tipo de emisión todo el tiempo, debido sobre todo a los satélites de telecomunicaciones.
Cada vez que apuntamos las antenas al cielo, también captamos interferencias de radio”, precisa el astrónomo a este blog.
Shostak explica que la diferencia entre señales e interferencias es clara: las primeras solo se detectan al dirigir las antenas al punto concreto del cielo, mientras que las segundas cubren todo el firmamento.
Según este criterio, prosigue Shostak, “las señales son interferencias terrestres, y este es el motivo por el que no hemos continuado observando”.
“Probablemente Farmer no está familiarizada con estos procedimientos de búsqueda”, concluye el astrónomo jefe del Instituto SETI. Por su parte, Farmer confía en que las observaciones continúen para llegar a una conclusión definitiva. “Para saberlo con certeza necesitamos estudiar Kepler-186f mucho más de lo que lo hemos hecho”.
http://goo.gl/cu1Je9
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