El Ejército del pueblo es el de la Revolución Mexicana
En su
discurso del 5 de febrero durante la ceremonia de aniversario del Día de
la Lealtad, el general secretario de la Defensa Nacional, Salvador
Cienfuegos Zepeda, se refirió a la perversidad de quienes pretenden
apartar al pueblo de las Fuerzas Armadas de México. La perversidad no
viene de quienes no pueden controlar los medios de comunicación, sino de
quienes tienen en su poder las televisoras y los medios a sueldo del
Poder Ejecutivo. La perversidad es de quien olvida el origen
revolucionario del Ejército Mexicano. Es un error creer que las
apariencias físicas de los soldados denotan la igualdad con quienes los
mandan. No. Negativo. Lo que hace la diferencia son las acciones de
mando: el generalato que mal conduce a los históricos y venerados
Juanes, son quienes los llevaron al descrédito, la humillación, al odio
de la gente que los idolatraba, que les confió sus armas para que los
defendieran, armas de la nación para la protección del pueblo. Los altos
mandos de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de
Marina los usan para imponer al Ejecutivo federal, que no demostró
legitimidad, para resguardarlo pretorianamente de la indignación de los
ciudadanos, de la gente que exige su renuncia por haber destrozado la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, proclamada el 5
de febrero de 1917 por la Revolución Mexicana; máxima ley a la que los
altos mandos juraron defender y las leyes que de ella emanen.
Socios
Ciertamente, el gran muro de la historia de México
distingue a los traidores, a los desleales: “la verdadera lealtad
siempre es perpetua, absoluta y total”. Es por eso que los altos mandos
no deben olvidar el juramento ante la patria y la tropa formada. No
pueden alegar la servil “lealtad a las instituciones” corruptas, impunes
al saqueo de las arcas públicas, narcoludidas, deshonestas, inmorales,
cínicas y discriminadoras sin tener que confesar ineptitud o
complicidad. Los altos mandos tendrán que explicar a la nación de qué
poderoso ardid se valió el comandante supremo para que no se percataran
de los propósitos aviesos de los pactos por México y las reformas
estructurales, que llevaron a México a la encrucijada en que se
encuentra, al Ejército Mexicano bajo el mando de los políticos y, peor
aún, sujeto a los planes del imperio estadunidense contra la soberanía y
la seguridad nacional.
Es un error pensar que los soldados mexicanos, del raso al general,
no son capaces de tomar conciencia del interés de los mandos de
llevarlos contra su propia gente, su familia, sus parientes, a cambio de
apoyar a las clases económicamente poderosas. Vale recordar a la tropa
del Ejército federal de Porfirio Díaz, que desertaba en la primera
oportunidad para engrosar las filas revolucionarias; el Ejército es la
tropa, el pueblo, no los generales.La maldad, la corrupción, son privilegios de los poderosos; caen de arriba sobre las clases inermes, desprotegidas a merced de los funcionarios que creen ser la ley. Tlatlaya y Ayotzinapa son pruebas irrefutables. Los altos mandos han demostrado y expresado en su oportunidad que están con los poderosos, cumplirán la amenaza de defender a las putrefactas instituciones, pero no olviden que la tropa se levanta; dos veces venció al Ejército federal de los tiranos, primero a Porfirio Díaz y luego a Victoriano Huerta. La patria es primero.
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