viernes, 6 de marzo de 2015

El Hambre' o cómo carajo vivir ajeno a la enfermedad más letal y evitable

El Hambre' o cómo carajo vivir ajeno a la enfermedad más letal y evitable

  • Martín Caparrós reflexiona en este ensayo sobre el “mayor fracaso humano”
  • Recorre Níger, Bangladesh, India, Sudán del Sur, Estados Unidos y España
  • Hay 800 millones de personas que pasan hambre en el mundo, según la FAO
India es la mayor democracia y el país con más hambrientos del mundo.India es la mayor democracia y el país con más hambrientos del mundo.AFP

ESTEFANÍA DE ANTONIO 05.03.2015Antes de que continúes, lector, una advertencia: cuando llegues al final de este artículo, en esos apenas cuatro minutos invertidos, en el mundo habrán muerto unas 40 personas de hambre *. Igual es una lectura incómoda y prefieras entretenerte con la última crónica de la Copa del Rey los próximos estrenos de la cartelera de cine. ¿Quieres seguir? Entonces, da la bienvenida a Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957), autor de El Hambre.
Las cifras son conocidas. Según la FAO, hay 805 millones de hambrientos. Una de cada nueve personas en el mundo. Más del 11% de los habitantes del planeta. “Pero la estadística es engañosa porque, entonces, deberíamos conocer a varias personas a nuestro alrededor que pasan hambre. Y aquí en el primer mundo eso no pasa. El hambre está muy bien distribuida. Y creemos que es algo que les pasa a otros”, afirma a RTVE.es este periodista y escritor argentino que ha dedicado cuatro años y más de 600 páginas a explicar, precisamente, "por qué “el hecho de que cientos de millones de personas pasen hambre en el mundo es algo que nos sucede a todos”.
El Hambre nació en un pueblo de Níger hace ocho años, cuando Caparrós le preguntó a Aisha que si esa bola de harina de mijo que preparaba con tesón era lo único que comía todos los días de su vida. Y ella, extrañada, le contestó: “Bueno, todos los días que puedo”. Superada la vergüenza y el choque cultural, entonces, él, le hizo por primera vez esa pregunta que después haría tantas veces: “¿Si pudieras pedir cualquier cosa a un mago capaz de dártela, qué sería?”.
- Quiero una vaca que me dé mucha leche, entonces si vendo un poco de leche puedo comprar las cosas para hacer buñuelos para venderlos en el mercado y con eso más o menos me las arreglaría.
- Pero lo que te digo es que el mago te puede dar cualquier cosa, lo que le pidas.
- ¿Cualquier cosa?
- Sí, lo que le pidas.
- ¿Dos vacas? (...) Con dos sí que nunca más voy a tener hambre.

"La miseria acaba con la posibilidad de desear"

“Esa conversación fue muy brutal para entender cómo la miseria acaba con la posibilidad de desear, de tener un horizonte de futuro, la posibilidad de que uno se piense diferente a lo que es… Eso es lo que me hizo decidirme a escribir esta novela”, afirma.
Y dice novela, sin darse cuenta (o quizás sí) de que acaba de trascender los géneros porque, en realidad, El Hambre es un ensayo, que se lee como una crónica extensa, detallada y asfixiante. Un recorrido por los estómagos vacíos de decenas de niños y las mentes ingeniosas de madres que ponen a hervir unas piedras en el fuego para que sus hijos se duerman, tranquilos, creyendo que tendrán algo para cenar.
“Todas estas historias no significan nada si no tratamos de entender cómo y por qué pasan hambre. Si no tratara de explicarlo me quedaría en una especie de pornografía de la miseria”, dice. Y es ahí, en las grietas de la culpa, donde Caparrós se desliza, implacable. Sacude, sin dejar nada en pie, a gobiernos, empresas, religiones. A ti y a mí.
“La riqueza está espantosamente distribuida en el mundo. Este planeta produce comida para 12.000 millones de personas y somos poco más de 7.000 millones. Todos deberíamos comer lo suficiente pero mientras algunos se quedan demasiado, otros no consiguen lo estrictamente necesario”, denuncia.

De Níger a EE.UU., las semillas del hambre

Cada año se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos. Y cada año más de tres millones de niños (cinco cada minuto) se mueren a causa del hambre y sus enfermedades -tos, diarreas, rubeolas, malarias- que el hambre favorece. Enfermedades que serían sólo anécdotas en la vida de un chico bien nutrido. Los otros 20 millones de niños que no han comido lo que deberían durante sus primeros años tendrán, dice Caparrós, “medias vidas”. Habrán perdido su oportunidad de formar las neuronas necesarias y nunca serán lo que podrían haber sido.
El hambre es el peor fracaso de nuestra civilización
Caparrós viaja por Níger, la India, Bangladesh, Sudán del Sur, Argentina, EE.UU. y España para encontrar a quienes pasan hambre, a quienes trabajan en precarias condiciones para tratar de paliarla y a quienes especulan con los alimentos y hambrean a casi mil millones de personas en todo el mundo. Explica, por ejemplo, que el hambre de una familia en El  Cairo o Níger puede estar relacionada con un corredor de Bolsa de Chicago que la pasada semana ganó millones de dólares especulando con el precio del trigo.
"Es el peor fracaso de nuestra civilización", subraya. "El hambre es una palabra gastada, que ya no atrae atención, que ya no se manifiesta como antes, en crisis puntuales y grandes urgencias. Ahora vivimos un hambre sorda, subterránea, constante de millones de personas que no comen lo que deberían".
Y, entonces, le hago esa pregunta que él ha hecho tantas veces: “¿Si pudieras pedir cualquier cosa a un mago capaz de dártela, qué sería?”.
“Le pediría que no hubiera más magos, que se fueran, que renunciaran, que viviéramos en un mundo donde los magos no fueran necesarios porque no hubiera nada que pedirles”, dice.
* Esas 40 personas habrán muerto igual haya o no leído este artículo. Pero, al menos, quedará revoloteando la otra pregunta que Caparrós hace sin cesar: "¿Cómo carajo conseguimos vivir sabiendo que pasan estas cosas?

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