TODOS CRIMINALES
Llegan desde los
medios de comunicación contínuamente casos de crímenes no organizados
entre la poblacion civil. Son crímenes casuales, de enorme gravedad, que
nos quieren hacer creer como algo cotidiano.
Todos los días
recibimos las noticias de la prensa -voz de la policía a pies juntillas,
látigo de la presunción de inocencia- de casos de asesinato, robo a
mano armada y violencia sexual, normalmente bajo el título del enemigo
público que buscan crear. Se da para una probabilidad y un porcentaje de
casos ínfimamente pequeño una generalidad exageradamente acechante. Por
si la realidad no fuera lo bastante preocupante, este aluvión de
notícias va acompañado de documentales, series y películas en los que la
trama es un crímen, convirtiéndose el fenómeno en algo cercano, casi
como si tuviéramos el peligro al lado.
Debido a la
histeria colectiva creada, mucha gente puede vivir con miedo, miedo a
ser víctima de cualquier crímen difundido en los últimos días, o incluso
miedo a ser visto como un posible peligro cuando los datos de los
criminales que salen por televisión se asemejan a costumbres o estilos
de otras personas. En EE.UU. ya es una realidad que las personas con
determinados estereotipos sean sospechosas y por tanto detenidas antes
de que -creen los vigilantes- puedan cometer un crímen. Esto implica una
contÍnua vigilancia que recaba datos de la población civil, crea fichas
policiales con datos privados y comprometidos, y viola la dignidad de
la propiedad de las personas sobre sí mismas al ser íntimamente
analizadas. Pero esto es algo que ya se ha aceptado socialmente a través
del rodaje de ficción. Cada vez más toma protagonismo en la pequeña
pantalla la policía científica de las series de moda americanas, y
cuánto cada vez más proliferan las carreras de criminología y sus
alumnos.
Los casos de
crímenes que crean alarma social justifican la vigilancia y la represión
de las fuerzas del orden del estado, y a su vez la población ve con
buenos ojos estas actividades que "velan" por su seguridad. Cada vez son
más comunes las cámaras de vigilancia en lugares públicos, la mayoría
de veces señalizadas, otras veces ocultas cuando la opinión pública se
manipula y lo permite. Así se crea un bucle cerrado que se muerde la
cola, de efecto-justificación en el control policial, e incluso la
población civil se vuelve vigilante y colaboradora de la paranoia del
crímen. El lema de este mecanismo es todos somos criminales, luego todos
seremos policías.
Nunca se para a
pensar en las causas de los casos de crímenes, que muchas veces vienen
dadas por la propia violencia pasiva de la sociedad. A veces hay gente
enferma que ataca a otras personas, pero la mayoría de veces hay gente
violenta que vuelve enferma a otras. Sólo hay algo claro, que si la
violencia contra otras personas o grupos de población fuera normal, la
sociedad habría dejado de existir. Si la sociedad funciona debería
fagocitar sus defectos sin vigilancia justificada, la inmensa mayoría de
las veces la causa de los mismos está en la violencia del poder mismo
que secuestra su soberanía en nombre de su seguridad, que es a su vez
una justificación.
La histeria
criminológica entre los habitantes disgrega a la población. Crea un
sentido de defensa y recelo que demanda más protección contra sus
propios vecinos. Surgen los fantasmas de los que creen en la maldad
naturalmente intrínseca de la especie humana y la sociedad se vuelve
desconfiada, quiere sentirse segura y necesita aislarse de la gente
desconocida porque "podría ser un psicópata". Cada vez más, parece que
el futuro del capitalismo pasa por el miedo y el control total del
pueblo que se convierte en víctima de sí mismo. No existe la hermandad
ni la unidad de la clase obrera en este tipo de sociedad que se
encomienda a la protección carcelaria del poder, y ve en sus semejantes a
un agresor.
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