El Sistema, síntoma de enfermedad colectiva
Por Patrocinio Navarro Valero
Con todo, todavía son muchos más los ciudadanos poco exigentes,
ante lo cual uno se pregunta si esto del Poder tiene alguna raíz
hipnótica que dé lugar a su existencia como árbol podrido en el jardín
Mundo, pero esta pregunta se quedará sin respuesta mientras no seamos
capaces de mirar a través de
Este desorden general del mundo
bautizado cínicamente como Nuevo Orden, tiene en jaque a las personas
tanto como a la Naturaleza y todas sus formas de vida. Contra esta
sinrazón impuesta con violencia existen toda suerte de contestaciones de
movimientos ciudadanos con creciente participación. Esto se hace
notorio a gran escala con ocasión de los foros sociales mundiales y
contra las cumbres de los “Gs” que reúnen a los fieles servidores de los
magnates del mundo.
Igualmente notoria es la creciente
movilización de los pueblos en contra de las políticas neoliberales de
recortes y privatizaciones con que se lleva a la práctica este Orden
Nuevo. Así que también tenemos un movimiento mundial creciente de
ciudadanos con matices cada vez más políticos, pero opuestos a la forma
de entender la política los partidos oficiales. Creciente oposición,
pues, de movimientos ciudadanos y grupos anticapitalistas a los abusos
que el capitalismo ejerce en nombre de la democracia tanto como a las
agresiones medioambientales y a las restricciones de derechos sociales y
políticos que lleva consigo esta arremetida general del mundo de las
finanzas que ha convertido las democracias teóricas encaminadas a
emerger como estados policiales
¿Todos a una?
Aunque los grupos opuestos al Nuevo
Orden tengan distinta ideología, y actúen en diversos frentes
(vivienda, trabajo, ecología, estafas bancarias, derechos humanos,
defensa de los animales, etc), les une estar en contra de este Sistema.
Y tienen eco entre multitudes afectadas por esta deriva regresiva de
los poderes públicos encaminada a terminar con los ya de por sí exiguos
avances de derechos de todo orden conseguidos en muchos años.
Este avance opositor está poniendo
nerviosos a los gobernantes, que se sientan cada vez más amenazados y
por ello recrudecen las acciones represivas y aceleran sus políticas
regresivas en todas sus versiones: políticas, económicas, religiosas,
mediáticas, policiales, y judiciales. Cuentan, por desgracia, con la
pasividad de cientos de millones de ciudadanos grises tan fastidiados
como sumisos, tan victimas como cómplices; tan resignados como confiados
en la “voz de su amo”. Creen estos que las urnas les librarán de sus
miserias, y cada cuatro años, vuelven a confiar en ellas sin haber
adelantado nada, sino al contrario. Este es el juego del Sistema para
perpetuarse y lo que rechazan las nuevas generaciones con espíritu
crítico, para quienes por un lado no basta con votar cuando se les dice,
sino que desean exigir que se cumplan las promesas electorales bajo la
amenaza de sanción, dimisión y exclusión de cargos públicos en caso
contrario, mientras a la vez proponen alternativas más interesantes a
esos programas porque nacen de las necesidades de las gentes y no de las
de los ricos y poderosos.
Con todo, todavía son muchos más los
ciudadanos poco exigentes, ante lo cual uno se pregunta si esto del
Poder tiene alguna raíz hipnótica que dé lugar a su existencia como
árbol podrido en el jardín Mundo, pero esta pregunta se quedará sin
respuesta mientras no seamos capaces de mirar a través de la piel sucia
del Poder, pues lo que hipnotiza a las masas es el teatro, las
tradiciones repetitivas, la verborrea, las parafernalias y puestas en
escena de los Parlamentos. Sí, pero ¿qué hay tras eso? ¿Qué energía es
la que alimenta a esta planta venenosa y de dónde le viene? Acerquemos
nuestra lupa a estas cuestiones.
Cada persona es como una célula del gran
cuerpo social; una célula individual que a menudo vemos aquejada de
diversas alteraciones que según las circunstancias terminan por
manifestarse antes o después en este gran cuerpo Humanidad. Y como quien
lanza una piedra a las tranquilas aguas de un estanque, las ondas
negativas que emanan de cada uno – que son ondas de energía- terminan
por hacerse visibles alimentando a esto que llamamos El Sistema.
En otras páginas expuse que los
sentimientos negativos de odio, rencor, envidia, codicia y semejantes
son las ondas negativas que llevan a las catástrofes que observamos a
diario, porque están presentes en el corazón de las gentes, y finalmente
en el Sistema, porque el Sistema es una consecuencia concreta, no un
ente abstracto.
El Sistema, nombre con que unificamos la
forma social mundial dominante, con su rostro poliédrico económico,
político, religioso y cultural, es una enfermedad social, un gigantesco
cáncer gestado en las conciencias individuales que se manifiesta con
metástasis en las organizaciones e instituciones del mundo, sean las que
sean.
Está bien que nos produzcan repudio, por
ejemplo, el capitalismo o la Iglesia, como grandes columnas de sostén
del Sistema, por el daño físico, económico, social, emocional o moral
que producen, pero no podemos quedarnos ahí, lamiendo nuestras heridas,
o al menos no deberíamos hacerlo si queremos cambios estructurales que
comiencen sanando nuestra propia estructura de pensamientos y emociones
negativas, y no cambios coyunturales de gobiernos para que todo siga
igual, porque entonces todo irá a peor.
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