Clima
de euforia en los medios de la derecha latinoamericana, después de
década y media de sucesivas frustraciones. Creen que pueden volver a ser
protagonistas de la historia latinoamericana contemporánea. En los
medios financieros y en los medios de información internacionales, hay
verdadera euforia.
El ímpetu con que actúan en Argentina y en Venezuela puede dar la impresión de que saben hacia dónde quieren ir, que tienen la clave del futuro de nuestras sociedades, que se han renovado al punto de poder volverse fuerza hegemónica en la región. Critican a los gobiernos progresistas, como si se tratara de un ciclo agotado, al cual ellos se proponen suceder y superar.
Pero, ¿qué tanto es así? ¿Qué se puede desprender de los primeros movimientos del gobierno de Mauricio Macri en Argentina y de los de la oposición victoriosa en las elecciones parlamentarias en Venezuela? Aunque se propongan imprimir un nuevo impulso a la economía, todos los síntomas indican que retomarán el liberalismo económico, a pesar de su fracaso espectacular en el pasado reciente de esos países y en los que aún lo mantienen como modelo, como México, Perú y otros. Las medidas puestas en práctica en Argentina y las que se anuncian en Venezuela representan la vieja fórmula del retiro del Estado de su capacidad de regulación de la economía, de la liberación de acción de las fuerzas del mercado, de reinserción internacional e incluso subordinación al FMI y a la política norteamericana en la región. Profundización de la recesión y aguda crisis social son los corolarios obligatorios de esas políticas.
Nada que ver con la superación del ciclo progresista, aunque declararon formalmente que mantendrían las políticas sociales de esos gobiernos, reconociendo su éxito y apoyo popular. Pero al reafirmar a los supuestos duros de las políticas neoliberales, cortando recursos y afectando directamente a los núcleos que las implementaban, demuestran, en Argentina, la contradicción entre su política económica y los objetivos sociales. Contradicción clara en Argentina, donde se multiplica el desempleo con enorme rapidez, y probable, en caso de que llegaran a gobernar en Venezuela, por la forma cómo se critica la generación de empleos, supuestamente de manera artificial y política por parte de los gobiernos tildados de “populistas”.
Como llegaron al gobierno por la vía electoral, no pueden recurrir a la represión abierta de los movimientos populares, que dio un margen de maniobra a las dictaduras para imponer su “paz social”. En Argentina se enfrentan, desde los primeros días, a movilizaciones populares masivas e indignadas por la brutalidad con que se intenta desmontar los derechos reconquistados a lo largo de los últimos 12 años. No hay luna de miel para el gobierno de Mauricio Macri que, al contrario, cuando recién empiezan las primeras y duras negociaciones salariales, no va a tener la vida fácil como su risueña campaña electoral auguraba.
¿Qué pasará cuando el gobierno se dé cuenta que la economía no volverá a crecer con las medidas que toma? ¿Qué, al contrario, se ahonda la recesión, con elevación del desempleo y de la crisis social? ¿Qué pasará cuando se dé cuenta que no dispone de mayoría política para seguir gobernando mediante decretos? ¿Qué pasará cuando tome conciencia que no puede establecer acuerdos internacionales que se contrapongan al Mercosur, salvo que intente la aventura de abandonar esa alianza regional de la que tanto depende la economía argentina y se aleje cada vez más de Brasil?
En Venezuela, la derecha, eufórica por su mayoría parlamentaria y proyectando el cambio de gobierno en seis meses, también va a tener que enfrentarse con la dura realidad concreta. En primer lugar, triunfaron en las elecciones parlamentarias, obteniendo 400 mil votos más que en la elección anterior – el voto castigo probablemente de chavistas descontentos -, pero también hubo una gran abstención – 2 millones – de chavistas que no optaron por el voto castigo, pero que son una reserva de apoyo para el gobierno. Esos amplios sectores, frente a un referendo revocatorio que la oposición logre convocar, no se sumarán automáticamente al fin del gobierno chavista, a sabiendas de todas las consecuencias negativas para los sectores populares. En segundo lugar, las nuevas iniciativas del gobierno para reactivar a la economía, a ser enviadas a la Asamblea Nacional, van a plantear a la oposición el desafío de compartir medidas en contra de la crisis o de mantenerse en la impopular actitud de cuanto peor, mejor. A sabiendas que los problemas económicos son los que más afectan a la gente y que el sector moderado de la oposición quiere ayudar a superar la crisis, mientras que el sector radical solo piensa en cambiar el gobierno, las dificultades y el desgaste para la oposición pueden ser decisivos frente a una población necesitada de soluciones inmediatas para sus problemas.
Por otra parte, las medidas con las que el gobierno se ha blindado, dificultan mucho las primeras medidas anunciadas por la oposición, sea en relación a la amnistía o cualquier otra que busque la sustitución del gobierno en seis meses, van a chocar con una institucionalidad adversa, ya sea del Ejecutivo o del Poder Judicial. La euforia inicial se va agotar rápidamente. Quedaría la convocatoria del referendo en la mitad del gobierno de Nicolás Maduro, que puede ser logrado con el 20% de firmas de los electores.
Pero frente a la disyuntiva de terminar de una vez con los gobiernos chavistas y entregar el poder a la oposición o seguir peleando por la superación de la crisis en el marco de esos gobiernos, la oposición no contará fácilmente con una mayoría. Lo decisivo será la lucha de masas en los próximos meses, junto con la reacción popular frente a las iniciativas del gobierno para superar la crisis y las respuestas de la oposición. Las movilizaciones populares, que se han iniciado ya, favorecen ampliamente al gobierno, que cuenta con una militancia activa, mientras que la oposición cuenta con un gran apoyo silencioso y el descontento de sectores populares que siempre habían apoyado al chavismo.
Pero lo determinante será la postura política de la izquierda, de proponer alternativas concretas, de desencadenar la lucha de ideas y ser capaz de movilizar a los más amplios sectores populares en la resistencia en contra de la derecha, dirigiendo, de forma unificada, la continuidad de las luchas en contra del neoliberalismo y de los intentos de restauración conservadora en nuestras sociedades.
Emir Sader es sociólogo y científico político brasileño, coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
Fuente: Alai-Amlatina
El ímpetu con que actúan en Argentina y en Venezuela puede dar la impresión de que saben hacia dónde quieren ir, que tienen la clave del futuro de nuestras sociedades, que se han renovado al punto de poder volverse fuerza hegemónica en la región. Critican a los gobiernos progresistas, como si se tratara de un ciclo agotado, al cual ellos se proponen suceder y superar.
Pero, ¿qué tanto es así? ¿Qué se puede desprender de los primeros movimientos del gobierno de Mauricio Macri en Argentina y de los de la oposición victoriosa en las elecciones parlamentarias en Venezuela? Aunque se propongan imprimir un nuevo impulso a la economía, todos los síntomas indican que retomarán el liberalismo económico, a pesar de su fracaso espectacular en el pasado reciente de esos países y en los que aún lo mantienen como modelo, como México, Perú y otros. Las medidas puestas en práctica en Argentina y las que se anuncian en Venezuela representan la vieja fórmula del retiro del Estado de su capacidad de regulación de la economía, de la liberación de acción de las fuerzas del mercado, de reinserción internacional e incluso subordinación al FMI y a la política norteamericana en la región. Profundización de la recesión y aguda crisis social son los corolarios obligatorios de esas políticas.
Nada que ver con la superación del ciclo progresista, aunque declararon formalmente que mantendrían las políticas sociales de esos gobiernos, reconociendo su éxito y apoyo popular. Pero al reafirmar a los supuestos duros de las políticas neoliberales, cortando recursos y afectando directamente a los núcleos que las implementaban, demuestran, en Argentina, la contradicción entre su política económica y los objetivos sociales. Contradicción clara en Argentina, donde se multiplica el desempleo con enorme rapidez, y probable, en caso de que llegaran a gobernar en Venezuela, por la forma cómo se critica la generación de empleos, supuestamente de manera artificial y política por parte de los gobiernos tildados de “populistas”.
Como llegaron al gobierno por la vía electoral, no pueden recurrir a la represión abierta de los movimientos populares, que dio un margen de maniobra a las dictaduras para imponer su “paz social”. En Argentina se enfrentan, desde los primeros días, a movilizaciones populares masivas e indignadas por la brutalidad con que se intenta desmontar los derechos reconquistados a lo largo de los últimos 12 años. No hay luna de miel para el gobierno de Mauricio Macri que, al contrario, cuando recién empiezan las primeras y duras negociaciones salariales, no va a tener la vida fácil como su risueña campaña electoral auguraba.
¿Qué pasará cuando el gobierno se dé cuenta que la economía no volverá a crecer con las medidas que toma? ¿Qué, al contrario, se ahonda la recesión, con elevación del desempleo y de la crisis social? ¿Qué pasará cuando se dé cuenta que no dispone de mayoría política para seguir gobernando mediante decretos? ¿Qué pasará cuando tome conciencia que no puede establecer acuerdos internacionales que se contrapongan al Mercosur, salvo que intente la aventura de abandonar esa alianza regional de la que tanto depende la economía argentina y se aleje cada vez más de Brasil?
En Venezuela, la derecha, eufórica por su mayoría parlamentaria y proyectando el cambio de gobierno en seis meses, también va a tener que enfrentarse con la dura realidad concreta. En primer lugar, triunfaron en las elecciones parlamentarias, obteniendo 400 mil votos más que en la elección anterior – el voto castigo probablemente de chavistas descontentos -, pero también hubo una gran abstención – 2 millones – de chavistas que no optaron por el voto castigo, pero que son una reserva de apoyo para el gobierno. Esos amplios sectores, frente a un referendo revocatorio que la oposición logre convocar, no se sumarán automáticamente al fin del gobierno chavista, a sabiendas de todas las consecuencias negativas para los sectores populares. En segundo lugar, las nuevas iniciativas del gobierno para reactivar a la economía, a ser enviadas a la Asamblea Nacional, van a plantear a la oposición el desafío de compartir medidas en contra de la crisis o de mantenerse en la impopular actitud de cuanto peor, mejor. A sabiendas que los problemas económicos son los que más afectan a la gente y que el sector moderado de la oposición quiere ayudar a superar la crisis, mientras que el sector radical solo piensa en cambiar el gobierno, las dificultades y el desgaste para la oposición pueden ser decisivos frente a una población necesitada de soluciones inmediatas para sus problemas.
Por otra parte, las medidas con las que el gobierno se ha blindado, dificultan mucho las primeras medidas anunciadas por la oposición, sea en relación a la amnistía o cualquier otra que busque la sustitución del gobierno en seis meses, van a chocar con una institucionalidad adversa, ya sea del Ejecutivo o del Poder Judicial. La euforia inicial se va agotar rápidamente. Quedaría la convocatoria del referendo en la mitad del gobierno de Nicolás Maduro, que puede ser logrado con el 20% de firmas de los electores.
Pero frente a la disyuntiva de terminar de una vez con los gobiernos chavistas y entregar el poder a la oposición o seguir peleando por la superación de la crisis en el marco de esos gobiernos, la oposición no contará fácilmente con una mayoría. Lo decisivo será la lucha de masas en los próximos meses, junto con la reacción popular frente a las iniciativas del gobierno para superar la crisis y las respuestas de la oposición. Las movilizaciones populares, que se han iniciado ya, favorecen ampliamente al gobierno, que cuenta con una militancia activa, mientras que la oposición cuenta con un gran apoyo silencioso y el descontento de sectores populares que siempre habían apoyado al chavismo.
Pero lo determinante será la postura política de la izquierda, de proponer alternativas concretas, de desencadenar la lucha de ideas y ser capaz de movilizar a los más amplios sectores populares en la resistencia en contra de la derecha, dirigiendo, de forma unificada, la continuidad de las luchas en contra del neoliberalismo y de los intentos de restauración conservadora en nuestras sociedades.
Emir Sader es sociólogo y científico político brasileño, coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
Fuente: Alai-Amlatina
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