Ejecuciones en Arabia Saudita. La doble moral internacional
Richard Canan
Sociólogo
@richardcanan
Sociólogo
@richardcanan
Arabia
Saudita es uno de los países más poderosos y ricos del planeta, tiene
un PIB de más de 730.000 millones de dólares (puesto 22 del mundo).
Están literalmente nadando sobre petróleo, sobre El Dorado negro. Poseen
las segundas mayores reservas de petróleo del mundo con unos 265.000
millones de barriles.
Esta
“abundancia” y su influencia sobre varios países del Golfo Pérsico, la
han aprovechado para ejecutar una obcecada misión suicida, “acabar con
la competencia” en el mercado petrolero mundial. Con todos los chorros
abiertos, bombea de sus pozos más de 10.000.000 de barriles diarios,
exportando más del 80% hacia sus países aliados, en especial Estados
Unidos. Arabia Saudita es el principal responsable de la actual crisis
petrolera mundial. Sus políticas han ocasionado la vertiginosa caída del
precio del petróleo (27 dólares por barril, el más bajo en los últimos
12 años). Está empeñado en mantener la excesiva oferta en el mercado y
ha bloqueado los intentos de acuerdos, en el marco de la OPEP, para
tratar de reducir las cuotas de producción
Como
esto es un suicidio totalmente provocado y planificado, para matar de
inanición a la competencia alrededor del mundo, Arabia Saudita
“absorbió” sin sobresaltos un déficit fiscal de casi 100.000 millones de
euros en 2015. Casi nada, una minucia para este poderoso reino.
Hablando
de reino, el sistema político de este incondicional aliado de Estados
Unidos es la Monarquía Absoluta. Es decir, nada de elecciones, ni voto
popular, ni democracia, ni libertades, ni alternancia, ni cohabitación
(jerga de moda entre la fauna adeca). Allí el gabinete real concentra
toda la autoridad y el poder. Un tres en uno con los poderes ejecutivo,
legislativo y judicial.
Desde el punto de vista religioso, en territorio de Arabia Saudita se encuentran las ciudades santas de La Meca y Medina, de obligatoria peregrinación para cada musulmán, aunque sea una vez en la vida. La mayor parte de la población saudita pertenece a la rama del Islam Suní wahabista (Casa de Saud), siendo la población de la rama Chií, minoritaria y confinada a algunas regiones del país. Por siglos estas dos ramas del Islam se han enfrentado en conflictos de tipo religioso y político, lo que en la actualidad se refleja en las desavenencias entre Irán (antigua Persia) y de mayoría Chií, con Arabia Saudita, de mayoría Sunita.
Desde el punto de vista religioso, en territorio de Arabia Saudita se encuentran las ciudades santas de La Meca y Medina, de obligatoria peregrinación para cada musulmán, aunque sea una vez en la vida. La mayor parte de la población saudita pertenece a la rama del Islam Suní wahabista (Casa de Saud), siendo la población de la rama Chií, minoritaria y confinada a algunas regiones del país. Por siglos estas dos ramas del Islam se han enfrentado en conflictos de tipo religioso y político, lo que en la actualidad se refleja en las desavenencias entre Irán (antigua Persia) y de mayoría Chií, con Arabia Saudita, de mayoría Sunita.
En medio
de todo este contexto, la poderosa monarquía saudita acaba de
“acaparar” la atención mediática mundial por la ejecución de 47 líderes
opositores, entre ellos el clérigo Nimr al Nimr, activista reformista
Chií, acusado de “sedición” y “desobediencia a las leyes”, por ser la
“cara visible del movimiento de protesta que estalló en 2011 en la
provincia de Al Qatif, al este del país, donde es mayoría y se concentra
la minoría chií, comunidad que se queja de sufrir la marginación de los
suní”. Este levantamiento recuerda a las Primaveras Árabes, impulsadas y
financiadas por Estados Unidos, y que dieron origen a la imparable
espiral de violencia e ingobernabilidad en todo el Medio Oriente. Las
Primaveras Árabes son bien recibidas cuando se ejecutan contra los
enemigos de Occidente, pero no son toleradas cuando se ejecutan en
contra de sus aliados. El doble rasero.
El
repudio por las ejecuciones fue contundente a nivel mundial.
Principalmente por la gran ligereza con que se aplica la pena de muerte,
aunado a que en la ejecución del líder religioso Nimr al Nimr se
entiende como una provocación para atizar aún más la candela y los
enfrentamientos sectarios en la región. Con un “poema” casi que
surrealista, el Departamento de Estado Norteamericano a través de su
portavoz John Kirby, emitió una escuetísima y blandengue declaración
donde “llamó al gobierno de Arabia Saudita a respetar y proteger los
derechos humanos, y asegurar procesos legales justos y transparentes… El
Departamento de Estado de EE.UU. urgió a los líderes de toda la región a
redoblar esfuerzos para suavizar tensiones”. Que estilo tan pudoroso y
mojigato la del Imperio Norteamericano. Su doble moral.
Con
cualquier otro país ya se habrían rasgado las vestiduras, impuesto
sanciones, enviado drones y lanzado a los Marines. Pero la tolerancia se
mueve al vaivén de los barriles de petróleo y con su muy mimado aliado
petrolero que nadie se meta. El supuesto paladín de la democracia y las
libertades aplica a discreción su doble moral, su doble rasero, su muy
conocida política de “viendo para otro lado”. Inmorales.
Las
ejecuciones son solo la tapita del frasco de otros “tolerados deslices”
y violaciones de los Derechos Humanos, los cuales siempre cuentan con
el notorio silencio del Imperio Norteamericano y los “rasga vestiduras”
de la Comunidad Internacional (nada de opacidad). Nada como el Imperio
cuando trata tozudamente de imponer las costumbres occidentales a otras
culturas y países del mundo. El que no se arrodilla ante las presiones
políticas y económicas, lo hace bajo el poder de las bombas asesinas.
La
relación de violaciones a los Derechos Humanos es larga y abarca una
recurrente “situación desastrosa”, como señala Amnistía Internacional:
“Es uno de los cinco primeros países del mundo en la ejecución de la
pena capital, aplicada a un amplio abanico de delitos no letales como el
adulterio, robo a mano armada, apostasía, narcotráfico, secuestros,
violaciones y brujería”; “los castigos corporales se utilizan mucho en
Arabia Saudí, incluyendo la flagelación y la amputación”;
“discriminación sistemática de las mujeres”; así como la “trata de
personas” (con propósitos de servidumbre involuntaria o explotación
sexual); o la discriminación religiosa contra las minorías Chií
(exclusión “sistemática en religión, educación, justicia y empleo”).
Para
agravar este panorama han aumentado las protestas y recriminaciones en
Europa (ahora más sensible, por ser víctima directa del terrorismo) y
todo el mundo por el apoyo militar y financiero que Arabia Saudita
brinda a los grupos terroristas aliados al Estado Islámico, y que
ejecutan sus sanguinarios crímenes en contra de los pueblos de Siria,
Libia, Yemen e Irak. Destaca su descarado apoyo, como señala Ángel
Martínez (El Confidencial) a “grupos de corte salafista-yihadista
inmersos en la guerra civil siria, como el Frente al Nusra (filial de Al
Qaeda en el país) o Ahrar al Sham. Estas dos facciones, que también
reciben asistencia de Turquía y Qatar, son precisamente las
organizaciones más poderosas actualmente en el frente de batalla. Arabia
Saudí ha llegado incluso a reconocer que coordina operaciones militares
con ellas”.
Hay desplegado todo un
imparable juego de intereses, dobles raseros y agendas ocultas que ha
impuesto la violencia fratricida por todo el Medio Oriente. Estados
Unidos, como siempre, tiene sus manos metidas hasta el fondo, siempre
manchadas de sangre. Nosotros seguimos apostando por la justicia y la
paz para toda la región.
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