jueves, 14 de enero de 2016

Ejecuciones en Arabia Saudita. La doble moral internacional

Ejecuciones en Arabia Saudita. La doble moral internacional



Richard Canan
Sociólogo
@richardcanan
Arabia Saudita es uno de los países más poderosos y ricos del planeta, tiene un PIB de más de 730.000 millones de dólares (puesto 22 del mundo). Están literalmente nadando sobre petróleo, sobre El Dorado negro. Poseen las segundas mayores reservas de petróleo del mundo con unos 265.000 millones de barriles.
Esta “abundancia” y su influencia sobre varios países del Golfo Pérsico, la han aprovechado para ejecutar una obcecada misión suicida, “acabar con la competencia” en el mercado petrolero mundial. Con todos los chorros abiertos, bombea de sus pozos más de 10.000.000 de barriles diarios, exportando más del 80% hacia sus países aliados, en especial Estados Unidos. Arabia Saudita es el principal responsable de la actual crisis petrolera mundial. Sus políticas han ocasionado la vertiginosa caída del precio del petróleo (27 dólares por barril, el más bajo en los últimos 12 años). Está empeñado en mantener la excesiva oferta en el mercado y ha bloqueado los intentos de acuerdos, en el marco de la OPEP, para tratar de reducir las cuotas de producción
Como esto es un suicidio totalmente provocado y planificado, para matar de inanición a la competencia alrededor del mundo, Arabia Saudita “absorbió” sin sobresaltos un déficit fiscal de casi 100.000 millones de euros en 2015. Casi nada, una minucia para este poderoso reino.
Hablando de reino, el sistema político de este incondicional aliado de Estados Unidos es la Monarquía Absoluta. Es decir, nada de elecciones, ni voto popular, ni democracia, ni libertades, ni alternancia, ni cohabitación (jerga de moda entre la fauna adeca). Allí el gabinete real concentra toda la autoridad y el poder. Un tres en uno con los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
Desde el punto de vista religioso, en territorio de Arabia Saudita se encuentran las ciudades santas de La Meca y Medina, de obligatoria peregrinación para cada musulmán, aunque sea una vez en la vida. La mayor parte de la población saudita pertenece a la rama del Islam Suní wahabista (Casa de Saud), siendo la población de la rama Chií, minoritaria y confinada a algunas regiones del país. Por siglos estas dos ramas del Islam se han enfrentado en conflictos de tipo religioso y político, lo que en la actualidad se refleja en las desavenencias entre Irán (antigua Persia) y de mayoría Chií, con Arabia Saudita, de mayoría Sunita.
En medio de todo este contexto, la poderosa monarquía saudita acaba de “acaparar” la atención mediática mundial por la ejecución de 47 líderes opositores, entre ellos el clérigo Nimr al Nimr, activista reformista Chií, acusado de “sedición” y “desobediencia a las leyes”, por ser la “cara visible del movimiento de protesta que estalló en 2011 en la provincia de Al Qatif, al este del país, donde es mayoría y se concentra la minoría chií, comunidad que se queja de sufrir la marginación de los suní”. Este levantamiento recuerda a las Primaveras Árabes, impulsadas y financiadas por Estados Unidos, y que dieron origen a la imparable espiral de violencia e ingobernabilidad en todo el Medio Oriente. Las Primaveras Árabes son bien recibidas cuando se ejecutan contra los enemigos de Occidente, pero no son toleradas cuando se ejecutan en contra de sus aliados. El doble rasero.
El repudio por las ejecuciones fue contundente a nivel mundial. Principalmente por la gran ligereza con que se aplica la pena de muerte, aunado a que en la ejecución del líder religioso Nimr al Nimr se entiende como una provocación para atizar aún más la candela y los enfrentamientos sectarios en la región. Con un “poema” casi que surrealista, el Departamento de Estado Norteamericano a través de su portavoz John Kirby, emitió una escuetísima y blandengue declaración donde “llamó al gobierno de Arabia Saudita a respetar y proteger los derechos humanos, y asegurar procesos legales justos y transparentes… El Departamento de Estado de EE.UU. urgió a los líderes de toda la región a redoblar esfuerzos para suavizar tensiones”. Que estilo tan pudoroso y mojigato la del Imperio Norteamericano. Su doble moral.
Con cualquier otro país ya se habrían rasgado las vestiduras, impuesto sanciones, enviado drones y lanzado a los Marines. Pero la tolerancia se mueve al vaivén de los barriles de petróleo y con su muy mimado aliado petrolero que nadie se meta. El supuesto paladín de la democracia y las libertades aplica a discreción su doble moral, su doble rasero, su muy conocida política de “viendo para otro lado”. Inmorales.
Las ejecuciones son solo la tapita del frasco de otros “tolerados deslices” y violaciones de los Derechos Humanos, los cuales siempre cuentan con el notorio silencio del Imperio Norteamericano y los “rasga vestiduras” de la Comunidad Internacional (nada de opacidad). Nada como el Imperio cuando trata tozudamente de imponer las costumbres occidentales a otras culturas y países del mundo. El que no se arrodilla ante las presiones políticas y económicas, lo hace bajo el poder de las bombas asesinas.
La relación de violaciones a los Derechos Humanos es larga y abarca una recurrente “situación desastrosa”, como señala Amnistía Internacional: “Es uno de los cinco primeros países del mundo en la ejecución de la pena capital, aplicada a un amplio abanico de delitos no letales como el adulterio, robo a mano armada, apostasía, narcotráfico, secuestros, violaciones y brujería”; “los castigos corporales se utilizan mucho en Arabia Saudí, incluyendo la flagelación y la amputación”; “discriminación sistemática de las mujeres”; así como la “trata de personas” (con propósitos de servidumbre involuntaria o explotación sexual); o la discriminación religiosa contra las minorías Chií (exclusión “sistemática en religión, educación, justicia y empleo”).
Para agravar este panorama han aumentado las protestas y recriminaciones en Europa (ahora más sensible, por ser víctima directa del terrorismo) y todo el mundo por el apoyo militar y financiero que Arabia Saudita brinda a los grupos terroristas aliados al Estado Islámico, y que ejecutan sus sanguinarios crímenes en contra de los pueblos de Siria, Libia, Yemen e Irak. Destaca su descarado apoyo, como señala Ángel Martínez (El Confidencial) a “grupos de corte salafista-yihadista inmersos en la guerra civil siria, como el Frente al Nusra (filial de Al Qaeda en el país) o Ahrar al Sham. Estas dos facciones, que también reciben asistencia de Turquía y Qatar, son precisamente las organizaciones más poderosas actualmente en el frente de batalla. Arabia Saudí ha llegado incluso a reconocer que coordina operaciones militares con ellas”.
Hay desplegado todo un imparable juego de intereses, dobles raseros y agendas ocultas que ha impuesto la violencia fratricida por todo el Medio Oriente. Estados Unidos, como siempre, tiene sus manos metidas hasta el fondo, siempre manchadas de sangre. Nosotros seguimos apostando por la justicia y la paz para toda la región.

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