El negocio del zika y los mosquitos transgénicos
Los
datos en los que se basa la declaración de emergencia internacional por
el virus zika son sorprendentes. No por los riesgos que la expansión
que este virus implicaría, sino por la falta de evidencias para motivar
tan grandilocuente declaración por parte de la Organización Mundial de
la Salud (OMS) ante una enfermedad leve, con muy escasos indicios de
conexión con dolencias más serias y sin pruebas científicas de ello.
Para suplir estas ausencias, agrega que como el vector de la enfermedad
–el mosquito Aedes aegypti– es también vector de dengue y chikungunya,
se está atacando las tres.
Silvia Ribeiro*
Mariátegui
09/02/15
Este
contexto alarmista, enfocado en aspectos singulares –el ataque al
vector, aislado de sus causas– favorece enfoques estrechos, erróneos e
incluso peligrosos. Por ejemplo, la empresa Oxitec, que ha hecho
controvertidos experimentos con mosquitos transgénicos, los promueve
ahora como solución (en realidad como negocio) ante la expansión de
zika, obviamente sin mencionar los riesgos que conlleva y que los
mosquitos transgénicos podrían incluso empeorar la situación.
Oxitec
ya realizó experimentos de liberación de mosquitos transgénicos en
Islas Caymán, Malasia, Panamá y Brasil. Intentó hacerlo en Europa, que
no lo permitió por razones de bioseguridad y estudios de impacto
deficientes. Encontró regulaciones flexibles en Brasil, donde ha hecho
experimentos en el noreste, aunque no pudo conseguir la autorización de
Anvisa, autoridad sanitaria de ese país. Su técnica es producir Aedes
aegypti transgénicos manipulados con un gen letal condicional, que no se
expresa si se aplica el antibiótico tetraciclina, lo cual hacen durante
la cría. Luego los liberan para cruzarse con mosquitos silvestres, que
si no encuentran el antibiótico, producirían descendencia estéril.
Oxitec
reporta una reducción de 80-90 por ciento de la población de mosquitos
en las zonas de experimento. Pero según documentados informes de Edward
Hammond, Red del Tercer Mundo y de GeneWatch, la realidad es muy
distinta.
En
un informe de 2015, GeneWatch explica que la disminución de mosquitos
no está probada, porque los mosquitos silvestres se pueden haber
sencillamente trasladado a zonas aledañas. Los resultados de Islas
Caymán sugieren que la técnica es muy ineficaz, ya que usaron 2.8
millones de mosquitos por semana para combatir una población silvestre
de 20 mil mosquitos y de todas maneras, aunque informaron una baja en la
zona de liberación, hubo un aumento de la población de mosquitos en
zonas vecinas. Pero además, aunque provisoriamente bajara la cantidad de
mosquitos, no existe evidencia, en ninguna parte del mundo, de que los
mosquitos transgénicos hayan reducido la incidencia de dengue ni otras
enfermedades.
Por
el contrario, una de las preocupaciones sobre los impactos de los
mosquitos transgénicos, particularmente en zonas endémicas, es que la
disminución temporal, pueda bajar la resistencia cruzada a varios
serotipos del dengue que existe en esas poblaciones, favoreciendo el
avance de formas más agresivas como dengue hemorrágico. Además, el
desplazamiento de Aedes aegypti puede favorecer la expansión de
trasmisores rivales, en el caso del dengue, del Aedes albopictus, que es
más difícil de erradicar.
GeneWatch
nombra también que Oxitec no ha presentado pruebas de que la proteína
que expresan los mosquitos transgénicos, llamada tTA, no tenga efectos
alergénicos o tóxicos en animales o humanos, pese a que ya se ha
observado toxicidad y neurotoxicidad en ratones.
Desde
2015 Oxitec pasó a ser propiedad de Intrexon, empresa de biología
sintética estadunidense, por lo que podría estar considerando el uso de
tecnologías de biología sintética con mosquitos, más riesgosas, como el
uso de conductores genéticos (gene drives) que podrían modificar toda
una población de mosquitos en una o dos generaciones. Las consecuencias
de modificar toda una especie tendría implicaciones imprevisibles,
incluyendo impactos potenciales serios en el ecosistema y mutaciones en
los agentes de las enfermedades. Ya existen experimentos confinados de
modificación de insectos con esta técnica en universidades de Estados
Unidos, lo que motivó una alerta de científicos sobre los altos riesgos
de esta tecnología, incluso su potencial uso como arma biológica. (The
Independent, 2/8/15) Sin embargo, en aguas de la emergencia por el zika,
aumentan la propaganda y presiones para usar esta tecnología.
Son
remiendos técnicos estrechos, concebidos más como negocio que para
enfrentar realmente los problemas. Además de los impactos que conllevan,
desvían la consideración de las causas y atrasan su atención real.
Según
datos oficiales al 2/2/16, se han confirmado 404 casos de microcefalia
en Brasil. Solamente 17 tenían el virus zika. Es apenas 4.2 por ciento
de los casos confirmados y sólo muestra que el virus estaba presente, no
que fuera causante de microcefalia, anomalía que tiene un amplio
espectro de causas posibles, como exposición durante el embarazo a
tóxicos, desnutrición y otras infecciones, todos factores de alta
incidencia entre la población pobre del noreste, donde están 98 por
ciento de los casos referidos.
La
Asociación Brasileña de Salud Colectiva publicó una excelente nota
técnica y carta abierta al pueblo, notando que el aumento de
microcefalia se puede deber al uso de insecticidas y larvicidas que se
colocan en el agua potable (¡!), cuya concentración aumentó en el
noreste en el periodo en cuestión, debido al racionamiento de agua por
sequías inesperadamente más intensas que lo normal. Exigen una
consideración amplia de las causas de microcefalia, en una estrategia
decidida con la gente, desde sus condiciones, que al contrario de esos
enfoques técnicos de alto riesgo, es la única forma efectiva de
enfrentar las epidemias. (jornada.unam.mx)
*Investigadora del Grupo ETC
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