miércoles, 13 de abril de 2016

La Guerra de Crimea y el comienzo del Gran Juego

La Guerra de Crimea y el comienzo del Gran Juego












por Alexander Dugin – El comienzo del Gran Juego

La era de Alejandro I, o más bien, 1813, es conocida como el principio del denominado “Gran Juego” en la historia de las relaciones internacionales. Así, el espía inglés Arthur Connolly, describió la rivalidad entre los imperios ruso y británico por la supremacía en Asia Central (1813-1907). Más tarde este fenómeno se asoció con la historia colonial británica en India, popularizada por el escritor Rudyard Kipling.

Junto al sentido estrecho, este concepto puede interpretarse más ampliamente; este término puede usarse para describir una confrontación global entre la Gran Bretaña talasocrática y la Rusia telurocrática. En este caso, tenemos que incluir aquí, no solamente los acontecimientos en oriente medio o el lejano oriente, sino también todos los acontecimientos importantes en la política internacional del siglo XIX que afectaron a los intereses vitales de Rusia e Inglaterra. De hecho, el Gran Juego es la gran guerra de continentes, entre la civilización de la Tierra y la civilización del Mar, que es el principal contenido de la historia geopolítica mundial. Sin embargo, esta confrontación entre la Tierra y el Mar durante el Gran Juego se considera en un periodo particular de la historia: el siglo XIX; y con dos actores políticos específicos: el imperio británico y el imperio ruso.

Formalmente, la motivación del imperio ruso para su expansión al este fue la voluntad de “civilizar a los pueblos atrasados de Asia Central”, para ganar el acceso a los bienes de Asia Central, particularmente el algodón ,y para detener los ataques de los pueblos indígenas en su territorio. Inglaterra, el colonizador más grande, temía la posibilidad de la pérdida de la India y el fortalecimiento del imperio ruso a nivel mundial, a través de un aparente éxito hacia el océano índico a través de Persia y Afganistán, por la ocupación de nuevos territorios; el colonialismo ruso de siglos de antigüedad era la confirmación real de este hecho.

Desde 1813, los diplomáticos británicos estaban observando con preocupación los éxitos militares del ejército ruso contra Persia, completados con la firma del tratado de Gulistán y el tratado de Turkmenchay. Rusia se anexionó el territorio de las actuales Armenia y Azerbaiyán. Los militares británicos estaban dedicados al entrenamiento y al reequipamiento del ejército persa, y proveyeron a los rebeldes Cherkess con armas. El principal “nervio” de colisión entre Rusia e Inglaterra fue en las fronteras del sur de Rusia, donde estaban cerca las colonias inglesas, o tierras donde la influencia inglesa era fuerte.

La expansión del imperio ruso en Asia Central y el Cáucaso a principios del siglo XIX, y la presencia político-militar de los intereses rusos chocaron con los británicos en la región. Gran Bretaña, en primer lugar, apuntaba al mantenimiento y expansión del territorio de la India británica. Los británicos llegaron a la India a principios del siglo XVII y fundaron la Compañía de la Indias Orientales. Para finales del siglo XVIII, la totalidad de la India había pasado a ser colonia británica.

Había solamente un poder en el camino de la dominación mundial inglesa: Rusia. La confrontación directa entre los dos países ocurrió bajo el siguiente monarca ruso, el hermano más joven de Alejandro I, Nicolás I. El momento más dramático del Gran Juego fue la guerra de Crimea.

Política exterior de Nicolás I

Un aspecto importante de la política exterior de Nicolás I fue el regreso a los principios de la Santa Alianza. En este tiempo, el papel de Rusia como oposición a las reformas burguesas en la vida europea se incrementó.

Después de ascender al trono, Nicolás I se enfrentó al levantamiento decembrista, que intentó derrocar a la monarquía y establecer alguna nueva forma de sistema político bajo la influencia de los revolucionarios-democráticos y republicanos (ideas obtenidas de las logias masónicas secretas). Los diferentes grupos de decembristas tenían varios proyectos con el mismo objetivo final en mente. El proyecto Sociedad Norteña introdujo la monarquía constitucional con la expansión de los poderes de la nobleza, y fue enviada para reemplazar la autocracia de la forma aristocrática del gobierno, con la preservación de la propiedad de la tierra. Una versión más radical fue ofrecida por Pestel, un activista de la Sociedad Sureña, y fue denominada Russkaya Pravda (La verdad rusa). Aquí ocurría la completa eliminación de las clases, la introducción un sistema electoral de gobernanza en toda la nación, la abolición de la servidumbre, y la liberación de los campesinos. El modelo de Pestel reproducía el modelo democrático-burgués de las naciones europeas.

La supresión del levantamiento dio a todo el reinado de Nicolás I un clima conservador y formó su fuerte rechazo a cualquier reforma revolucionaria y burguesa. Por tanto, Nicolás continuó apoyando la idea de la Santa Alianza, que fue proclamada por su hermano mayor.

A petición del Imperio Austriaco, Rusia tomó parte en la supresión de la revolución húngara mediante el envío de 140.000 soldados a Hungría, que estaba intentando liberarse de la opresión austriaca; el resultado fue el mantenimiento en el trono de Francisco José. Esto no detuvo al emperador austriaco, que estaba ansioso por el fortalecimiento de Rusia en la posición de los Balcanes, se volvió hostil a Nicolás durante la guerra de Crimea, e incluso amenazó con sumarse a la guerra del lado de la coalición hostil a Rusia. Nicolás I lo consideró como una “ingrata traición”; las relaciones ruso-austriacas fueron desesperadamente corrompidas hasta el fin de ambas monarquías.

Nicolás puso especial atención en el tema de la política exterior oriental. Rusia, bajo Nicolás I, abandonó el plan de realizar la partición del imperio otomano, que fue discutida por actores previos (Catalina II y Pablo I), y empezó a llevar a cabo una política completamente diferente en los Balcanes para proteger a la población ortodoxa y asegurar sus derechos civiles y religiosos, haciéndolos políticamente independientes. Esta política fue realizada por primera vez con la convención Akkerman, con Turquía, en 1826. Bajo este documento, Moldavia y Valaquia, mientras que permanecían como parte del Imperio otomano, ganaron autonomía política con el derecho a elegir su propio gobierno, que se formaba bajo control ruso. Después de medio siglo de tal autonomía, se fundó el estado de Rumanía, según el tratado de San Estéfano, en 1878, así como el principado de Serbia, según el tratado de Adrianópolis, en 1829, y el reino griego bajo el mismo documento y el protocolo de Londres en 1830. Además, Rusia buscaba asegurar su influencia en los Balcanes y usar libremente el Bósforo y los Dardanelos. Durante las guerras ruso-turcas de 1806-1812 (bajo Alejandro I) y de 1828-1829 (bajo Nicolás I), Rusia implementó exitosamente la estrategia de la retirada gradual de ciertos territorios respecto de la influencia otomana. Rusia se declaró como la patrona de todos los cristianos sometidos al Sultán, así, fue forzado a reconocer la libertad e independencia de Grecia y la autonomía de Serbia (1830); debido al tratado de Hünkâr İskelesi (1833), que marcó el apogeo de la influencia de Rusia en Constantinopla, Rusia tenía el derecho a bloquear el paso de barcos extranjeros en el mar negro (que perdió en 1841). Estas son las razones, así como el apoyo de los cristianos ortodoxos del imperio otomano y las diferentes consideraciones del tema oriental, que hicieron que las relaciones de Rusia con Turquía se deteriorasen en 1853; la consecuencia de esto fue el principio de la guerra. El principio de la guerra con Turquía estuvo marcado por la brillante victoria de la flota rusa bajo el mando del Almirante Najimov, que derrotó a los turcos en Sinop.

El conflicto entre el imperio otomano y Rusia fue resuelto en un complejo juego diplomático con Francia, Inglaterra y Austria. El principal hombre de estado austriaco, Meternich, estaba preocupado por los movimientos de liberación de las naciones que eran parte del imperio otomano, debido a su hostilidad general a la democracia burguesa y la transformación nacional. Fue un opositor a las reformas burguesas en los dominios franceses e ingleses. Por tanto, la actividad de franceses, ingleses, y rusos entre las naciones del imperio otomano (Griegos, Serbios, Búlgaros, etc.) causó su contra-reacción.

Los franceses y los ingleses apoyaban los movimientos de liberación nacional de los pueblos balcánicos, pero estaban preocupados que, siendo ortodoxas, aquellas naciones se convirtieran en parte de la zona rusa de influencia, ya que la amplia mayoría de ellos profesaba aquella religión. Por tanto, la confrontación entre los dos países fue acompañada por una intriga contra Rusia. Debemos tener en cuenta que, tras la derrota de Napoleón, la política francesa cambió significativamente su vector y gradualmente pasó de ser anti-británica (la Tierra) a pro-británica (el Mar). La reaproximación tenía una seria base sociológica: los dos poderes entre los demás países europeos eran la vanguardia de los procesos de reforma democrático-burgueses, la liberalización de la economía, y el continuo incremento del papel del tercer estado en la vida política. La formación del eje anglo-francés estaba asociada con una gradual orientación geopolítica talasocrática.

Esta imagen en general fue el tejido geopolítico de las relaciones turco-rusas. Tuvo lugar bajo la política conservadora de Metternich, que prefirió dejarlo todo como estaba, y la política atlantista de la alianza anglo-francesa, que buscaba debilitar y desintegrar, si fuera posible, al imperio otomano, pero sólo de un modo mediante el que Rusia no pudiera tomar ventaja. Así, la política rusa sobre el tema turco debería considerarse en el contexto del Gran Juego geopolítico.

La guerra de Crimea

Los éxitos militares rusos en Turquía provocaron una reacción negativa entre la talasocracia, que creó las bases para la alianza militar de Gran Bretaña y Francia. Esta alianza fue una expresión del poder del Mar, y tenía un carácter anti-ruso y anti-Tierra. Una vez más, podemos ver en este momento la coincidencia de la fuerza que se recubre con la lógica del comportamiento geopolítico objetivo de los políticos en todas las partes en cuestión. Sin embargo, en este tiempo, la cantidad de estados cambió un poco. Francia ya no era más una civilización de la Tierra (como lo fue en la guerra de los siete años y bajo Napoleón), sino que estaba del lado de la Talasocracia (el polo representado por Inglaterra). Rusia no podía cambiar su identidad y siguió con sus intereses estratégicos, intentando expandir el área de influencia en el sur y sur-oeste a costa del decrépito imperio otomano. El imperio austriaco, al mismo tiempo, actuaba como un polo terrestre pasivo, continental y moderado, exactamente (en la línea geopolítica) que reflejan las ideas de Metternich y su adhesión al programa de la Santa Alianza (el derrocamiento de la monarquía en Francia en 1830 y las revoluciones en Bélgica y Polonia, forzaron a Austria, Rusia y Prusia a confirmar de nuevo su fidelidad a las reglas de la Santa Unión, que fue acentuada, entre otras, por las decisiones tomadas en el congreso de Múnich por los emperadores ruso y austriaco y el príncipe de la corona prusiana, en 1833).

Turquía actúa predominantemente como un poder terrestre, que está bajo presión por todas partes, tanto desde fuera como desde dentro, haciéndola un objetivo deseable para una amplia variedad de fuerzas. Así, la imagen geopolítica general en este periodo está enfocada en los objetivos geopolíticos y en seguir las leyes geopolíticas básicas de forma bastante estricta.

En el contexto del Gran Juego entre Inglaterra y Rusia, esto es, la Talasocracia contra la Telurocracia, el equilibrio de poder se formó en las vísperas de la guerra de Crimea. En este escenario, Rusia estaba en una difícil situación, ya que se enfrentaba a una gran coalición talasocrática y no tenía ningún socio o aliado confiable en Europa. Austria abandonó a Rusia en el momento crítico, mientras Inglaterra y Francia estuvieron del lado turco, añadiendo otro importante componente estratégico al frente anti-ruso. Desde un punto de vista geopolítico, fue un enorme éxito para la diplomacia inglesa: Londres consiguió aislar a Rusia de todos los posibles aliados, y tal coalición y sus acciones serían exitosas para el imperio británico bajo cualquier circunstancia.

En 1854, Inglaterra y Francia se unieron en la guerra contra Rusia del lado de Turquía.

Los principales acontecimientos militares tuvieron lugar en Crimea. En octubre de 1854, los aliados rodearon Sebastopol. El ejército ruso sufrió una serie de derrotas y no fue capaz de proporcionar asistencia para la fortaleza asediada. A pesar de la heroica defensa de la ciudad, tras 11 meses de asedio, en agosto de 1855, los defensores de Sebastopol fueron forzados a rendir la ciudad.

A principios de 1856, tras la muerte de Nicolás primero y el ascenso de Alejandro II, se firmó el Tratado de París, y puso fin a la guerra de Crimea. Según las condiciones, Rusia no podía desplegar sus fuerzas navales en el mar negro, o emplazar arsenales y fortalezas. Rusia se debilitó en la región y no fue capaz de realizar su política.

La guerra de Crimea fue una grave derrota para Rusia y el polo telurocrático y, por consiguiente, la mayor victoria para Inglaterra, así como para toda la talasocracia.

Fuente: Katehon.



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