El banco del Opus Dei se va al infierno
El banco del Opus Dei, llamado “Banco Popular” se hunde. La
Semana Santa ha reducido la cotización de sus acciones un 20 por ciento,
alcanzando el nivel mínimo de los últimos 30 años. El valor ha caído un
99 por ciento desde su pico en 2007, mientras los grandes de la banca
privada española se han revalorizado notablemente durante el último año.
En 2016 tuvo pérdidas históricas. La ampliación de capital demostró que el banco estaba mucho menos saneado de lo que pretendía hacer creer. Al poco tiempo, la entidad anunciaba despidos masivos.
El banco está lastrado por la crisis del ladrillo. Llegó tarde a la burbuja y ha sido el último en tratar de salir de ella. Como consecuencia de ello, se cargó de activos tóxicos que siguen pesando en su balance. El año pasado tenía 16.074 millones de euros en inmuebles adjudicados y 19.602 millones en créditos dudosos. Ningún otro banco español arrastra una carga tan pesada en relación con su tamaño. Además, es propietario de suelo por importe de 7.000 millones de euros, más que el BBVA o el Santander, que rondan los 5.000 millones.
Ha tratado de purgar sus pecados ampliando capital. Ya lleva dos, una en 2012 y la última de ellas hace sólo seis meses, pero no es suficiente. Se habla de una tercera, de emitir bonos convertibles... Ya no saben qué hacer.
Es un banco destinado a desaparecer absorbido por alguno de mayor tamaño a precio de ganga. Los marxistas lo llaman “centralización de capitales”.
Pero no cabe olvidar que ni siquiera eso sea posible porque el banco no vale nada. Antes el Estado tendría que salir al rescate, poner el dinero encima de la mesa... para que finalmente los tiburones se animen a tragarse el anzuelo.
En 2016 tuvo pérdidas históricas. La ampliación de capital demostró que el banco estaba mucho menos saneado de lo que pretendía hacer creer. Al poco tiempo, la entidad anunciaba despidos masivos.
El banco está lastrado por la crisis del ladrillo. Llegó tarde a la burbuja y ha sido el último en tratar de salir de ella. Como consecuencia de ello, se cargó de activos tóxicos que siguen pesando en su balance. El año pasado tenía 16.074 millones de euros en inmuebles adjudicados y 19.602 millones en créditos dudosos. Ningún otro banco español arrastra una carga tan pesada en relación con su tamaño. Además, es propietario de suelo por importe de 7.000 millones de euros, más que el BBVA o el Santander, que rondan los 5.000 millones.
Ha tratado de purgar sus pecados ampliando capital. Ya lleva dos, una en 2012 y la última de ellas hace sólo seis meses, pero no es suficiente. Se habla de una tercera, de emitir bonos convertibles... Ya no saben qué hacer.
Es un banco destinado a desaparecer absorbido por alguno de mayor tamaño a precio de ganga. Los marxistas lo llaman “centralización de capitales”.
Pero no cabe olvidar que ni siquiera eso sea posible porque el banco no vale nada. Antes el Estado tendría que salir al rescate, poner el dinero encima de la mesa... para que finalmente los tiburones se animen a tragarse el anzuelo.
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