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Los médicos de Rockefeller: Medicina y Capitalismo en los Estados Unidos
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Por E. Richard Brown
Prólogo
Cuando fue publicado el libro Los médicos de Rockefeller
en el año 1979, resultó ser bastante polémico. Al revisar la historia
de la Medicina entre 1962 y 1982, Ronald L. Numbers lo calificó como “la historia de la medicina más polémica de la pasada década”
[1]. Esta reimpresión del libro ofrece la oportunidad de responder a
algunos de sus críticos como parte de un diálogo continuo sobre las
cuestiones que plantea.
Parte de la controversia generada por este
libro proviene del enfoque histórico-social de la Medicina. El
incremento de estos enfoques sociales en el ámbito de la salud desafía
la perspectiva del “médico divino” que durante tanto tiempo ha dominado
la historia de la Medicina [2]. Algunos se quedaron perplejos por este
nuevo enfoque de la atención de la salud, particularmente cuando se
trata de examinar críticamente los contextos sociales, económicos y
políticos en los que se desarrolla la Medicina y la Salud [3]. De hecho,
“la lucha heroica de los médicos y los hitos en la Medicina” [4], ya
sean innovaciones en la práctica clínica o descubrimientos
revolucionarios por parte de brillantes investigadores, tienen un efecto
profundo en el desarrollo de los conocimientos y la práctica técnica de
la Medicina. Pero la historia de la Medicina, como cualquier otro
fenómeno social, es algo más que un esfuerzo intelectual: las acciones
de hombres y mujeres, incluidos los líderes y las masas que siguen y
participan en profesiones y los movimientos sociales, están moldeadas
por las fuerzas económicas, políticas y sociales. Las ideas propias se
desarrollan en un contexto más amplio que las moldea.
Quizás la crítica más destacada e influyente
haya venido de Paul Starr, que dedicó dos páginas de su propia historia
de la Medicina estadounidense a criticar mi interpretación del papel de
la Fundación Rockefeller y la clase corporativa en el desarrollo de la
Medicina estadounidense [5]. Starr sostiene que el carácter y el poder
de la medicina estadounidense es producto de su “autoridad cultural”,
así como del poder político que movilizó. Atribuye la decisiva
importancia de la Medicina estadounidense a la superación de la falta de
credibilidad técnica por parte del público, tanto de las capas bien
educadas como de las clases más pobres, a finales del siglo XIX. Cree
que de este modo la Medicina ganó en autoridad cultural, por lo cual
“sus definiciones y sus juicios prevalecieron como válidos y
verdaderos”, y que esta autoridad ha permitido a la profesión médica
ejercer el suficiente poder político como para proteger sus derechos
sociales y sus intereses económicos.
Cabe señalar que la tesis de Starr sobre el papel de la autoridad cultural es similar a los argumentos que recojo en el capítulo 2
sobre el papel de la medicina científica en el incremento del estatus y
el poder de la profesión médica. Sostengo que al emplear los métodos
científicos, la profesión médica no sólo desarrolló técnicas más
efectivas, sino que también obtuvo una credibilidad técnica más allá del
progreso científico actual en la Medicina, una credibilidad que aumentó
la legitimidad de la profesión en un mundo cada vez más dominado por la
industrialización y la tecnología. La credibilidad técnica y la
legitimidad social han sido armas importantes para sacar a la medicina
de la situación ignominiosa en la que se encontró durante la mayor parte
del siglo XIX. Sostengo que la Medicina Científica ha servido como una
herramienta ideológica a los líderes de la profesión médica para elevar
el estatus de la Medicina. Starr considera que la profesión médica ha
ganado autoridad cultural debido a la creencia en su amplia competencia
técnica extendida entre la población de maneras poco definidas. Todo
ello ha dado un peso considerable a esta creencia para así crear una
base popular que dé apoyo y aumente el poder económico y social de la
profesión. Sin embargo, mi análisis se centra en las actuaciones de los
líderes de la profesión para aprovechar esta legitimidad, mientras que
el análisis de Starr sigue siendo un tanto ambiguo acerca de cómo esta
autoridad cultural se tradujo en el poder para incrementar el estatus de
la profesión.
También discrepamos en el papel que han jugado
los poderosos grupos de presión ajenos a la profesión en la
transformación de la Medicina estadounidense. En el capítulo 3.1 se
argumenta que aunque la credibilidad de la Medicina estaba aumentando en
muchos sectores públicos, uno de los principales apoyos vino de las
instituciones Corporativas. Los filántropos aportaron unas sumas
modestas para la construcción de hospitales, pero las fundaciones
creadas por las grandes Corporaciones proporcionaron unas enormes
cantidades para la construcción de facultades de medicina, laboratorios
de investigación y hospitales. Aunque Starr reconoce su papel, reduce de
manera implícita la importancia de su contribución, sin presentar
pruebas que apoyen con claridad su interpretación. Starr no comparte mi
análisis sobre la cuestión de por qué los dirigentes de estas
fundaciones, y de la Fundación Rockefeller en particular, apoyaron tan
generosamente el desarrollo de la Medicina, la reforma de la educación
médica y la salud pública.
Pero permítanme que describa primero lo que
dice Starr acerca de mis puntos de vista, porque ahí radica uno de los
problemas con sus críticas. A pesar de su elocuente prosa, Starr
caricaturiza mis argumentos. Afirma que digo que “los capitalistas
asumieron personalmente el control del desarrollo de la Medicina a
través de las fundaciones” [7], observando que los responsables de la
Fundación filantrópica Rockefeller se dieron cuenta del gran valor del
papel cultural de la Medicina como un sutil sostenedor de la ideología
dominante, señalando de forma sarcástica que “debo tener tener en
mucho aprecio la fragilidad del Capitalismo para imaginar que podría
haber sido amenazado por la homeopatía” [8]. Pero como el lector
pronto observará, Starr distorsiona mis argumentos. Demuestro que los
programas de la fundación fueron desarrollados y dirigidos no por John
D. Rockefeller y Andrew Carnegie, los hombres que con su riqueza crearon
las fundaciones, sino más bien por los responsables de la fundación,
actuando como gerentes de los proyectos filantrópicos, con algo más de
autoridad. Fue el reverendo Frederick T. Gates (no Rockefeller, sino un
empleado suyo) quien actuó como gerente de la riqueza de Rockefeller y
fue el arquitecto de las misiones filantrópicas relacionadas con la
Medicina de la Fundación Rockefeller, y que articuló el papel que la
Medicina podría desempeñar en la formación de la sociedad. Y fueron
Gates y otros responsables quienes desarrollaron las estrategias
mediante las cuales se asentaron y dieron forma a la Medicina.
A pesar de que la Junta Directiva de la
Fundación Rockefeller temiera más tarde por el mantenimiento de las
posiciones privilegiadas y hasta del Capitalismo [9], Gates estaba
motivado por un deseo de mejora social, no por el miedo, cuando actuó
como gerente del Instituto Rockefeller de Investigaciones Médicas. Como
demuestran los archivos, se interesó por mejorar la salud de los
trabajadores y con la difusión de la cultura industrial y las
perspectivas ideológicas del Capitalismo hacia aquellos que tanto dentro
de los Estados Unidos como fuera de él no las compartían. Para Gates,
la Medicina podría mejorar la salud y la productividad de los
trabajadores y las poblaciones si se asentaba científicamente y enfatizó
la prevención y la curación. Entendía que era un vehículo especialmente
favorable de transferencia cultural, porque la Medicina es “una obra que cala en todas partes” [10].
Mi interpretación de las opiniones de Gates no
resiste eso de la “fragilidad del Capitalismo”, como sugiriera Starr. Al
contrario, Gates fue un claro exponente y un ardiente defensor del
valor social de la Medicina para la mejora y fortalecimiento del
Capitalismo. Estas visiones y metas que Gates articuló, a menudo con
gran pasión, dieron forma a las primeras estrategias médicas
filantrópicas de la Fundación Rockefeller para mejorar la salud y el
bienestar, como se describe en el capítulo 3. Y el programa estratégico
de la Fundación Rockefeller se convirtió en tendencia para otras
fundaciones. Starr atribuye la generosidad de Rockefeller hacia la
investigación médica y la educación por el interés de los filántropos “en
legitimar su riqueza y poder, demostrando públicamente su
responsabilidad moral de manera congruente con los estándares culturales
de una época que cada vez veneraba más a la Ciencia” [11]. Esta es
una razón muy divulgada por biógrafos e historiadores autorizados por la
Fundación Rockefeller, pero que tiene poco apoyo en los documentos que
encontré en los archivos.
En su relato de las reformas de la educación
médica, Starr hace hincapié en el desarrollo histórico y la creciente
autoridad de la profesión médica y minimiza el papel de explícito
liderazgo de las fundaciones filantrópicas como la Rockefeller o
Carnegie. Sólo implícitamente reconoce el peso que tanto otros como yo
[12] hemos dado a la fundación filantrópica Rockefeller en la reforma
educativa, aunque no examina de manera crítica las evidencias que
aportamos ni apoya su perspectiva alternativa. En mi opinión, Starr
incluso minimiza la importancia de determinados responsables dentro de
la Asociación Médica Americana (AMA), en cambio sí considera
cambios institucionales desprovistos de una dinámica política que
realmente provocara estos cambios. Aunque reconoce la importancia del
poder político, Starr describe un proceso político difuso basado en la
creciente credibilidad de la profesión médica. Por ejemplo, en su relato
el Consejo de Educación de la AMA aparece como una consecuencia natural
de los esfuerzos para mejorar la educación médica. Estos esfuerzos
habrían comenzado con la reformas en Harvard por el Rector de la
Universidad Charles W. Eliot en 1870, continúa con la fundación de la
precursora de la Asociación de Colegios Médicos Americanos en 1890 y la
apertura de la Escuela de Medicina Johns Hopkins en 1893 y se extiende a
las reformas del nuevo siglo. En la narrativa de Starr, sólo ciertas
personas destacarían en este proceso, en particular Eliot, que forzó las
reformas en la Facultad de Medicina de Harvard frente a las renuencias
de algunos y profesionales que se vieron sobrepasados por dichas
reformas.
Starr ignora el papel de Arthur Dean Bevan (que
ocupaba una silla en el Consejo de Educación Médica de la AMA), las
relaciones entre Bevan y Henry S. Pritchett (Presidente de la Fundación
Carnegie) y Abraham Flexner (autor del famoso estudio sobre las Escuelas
de Medicina de Carnegie) y el importante papel de Frederick Gates en la
reforma de la educación médica por parte de la Fundación Rockefeller.
Bevan fue uno de los principales impulsores de la AMA para reformar la
educación médica con el fin de mejorar la formación de los médicos y
reducir su número, al mismo tiempo que aumentaban su estatus social y
sus ingresos. Buscó conscientemente la legitimidad que la Fundación
Carnegie podría proporcionar en los esfuerzos para mejorar la profesión
(una transferencia de autoridad cultural, si así se quiere decir),
esperando que tal legitimidad sirviera de ejemplo a otros filántropos
que proporcionaran los fondos necesarios para la reforma educativa en la
formación de los futuros médicos. Pritchett cumplió la petición de
Bevan para que la fundación llevase a cabo una crítica “sin trabas” de
las escuelas médicas estadounidenses y canadienses, manteniendo incluso
en secreto la estrecha relación de la fundación con la AMA.
Gates contrató a Flexner para que dirigiera el
programa de educación médica de la Fundación Rockefeller, que
proporcionó cuantiosas sumas para la reforma de la educación médica.
Gates apoyó los esfuerzos de reforma de la profesión, pero con algunos
cambios: insistió en que las instituciones receptoras adoptaran la
estricta política de tiempo completo en las facultades de medicina,
haciendo de esta política la piedra angular de las labores filantrópicas
de la Fundación Rockefeller, con una prodigiosa financiación para
llevar a cabo las reformas. Gates se mostró inflexible con respecto a
esta política, ya que la consideraba la forma de avanzar de la profesión
médica, forzándola a satisfacer las necesidades de toda la sociedad en
lugar de los propios intereses de la profesión. Gates creía que el
mercantilismo en la profesión médica “limitaba los beneficios de la ciencia en favor de los ricos, cuando es un legítimo derecho de todas las personas por igual, y la salud pública requiere que así sea”. Pero
como se muestra en el capítulo 3, las principales preocupaciones de
Gates eran las de mejorar la productividad de los trabajadores de los
Estados Unidos y otros lugares, e inculcar la aceptación del Capitalismo
Industrial, y en particular el orden social predominante en el primer
cuarto de este siglo. Gates era un destacado miembro de la clase
corporativa y creía inequívocamente que estaba promoviendo los intereses
que compartía con otros miembros de su clase.
Otras fundaciones han perseguido hasta el
presente el objetivo de Gates de racionalizar la Medicina estadounidense
para así satisfacer mejor las necesidades de la sociedad en lugar de
estar dominada por grupos de interés dentro de la profesión. Pero a
diferencia de muchos gestores de las fundaciones en los últimos años,
Gates estaba dispuesto a emprender una batalla, utilizando como
artillería las enormes cantidades de dinero aportadas por la fundación
filantrópica de Rockefeller y de este modo subvertir las escuelas de
medicina de los departamentos clínicos que estaban dominadas por
médicos. Como argumento en el Capítulo 4, Gates finalmente perdió
esta batalla, y la fundación se ha mostrado desde entonces más cauta en
sus esfuerzos por racionalizar la Medicina [13].
Debido a estas omisiones y el correspondiente
énfasis en la autoridad culturad de la profesión, el libro de Starr
transmite la impresión de una progresión cultural en lugar de ofrecer
las aportaciones, en un sentido y en otro, de grupos y líderes
individuales, a menudo en medio de arduas luchas de intereses económicos
y de estatus, como de diferentes ideas. Ciertamente, la aceptación y
receptividad política y social por parte del público de una medicina
basada en la Ciencia, o al menos asociada con la Ciencia, fue base para
una importante reforma y mejora de la Medicina. Pero todo esto sólo fue
una base necesaria de apoyo. Pero la verdadera fuerza, en mi opinión, de
cambio estuvo en el poder político y económico proporcionado por los
líderes de la profesión médica, que llevaron a cabo una campaña
consciente. Y una de las fuentes más importantes de este poder fue una
alianza, a veces fuerte y otras débil, con alguna de las agencias más
ricas e influyentes del Capitalismo corporativo, las fundaciones creadas
por los principales magnates de la Industria y dirigidas ocasionalmente
por unos administradores visionarios.
Las fundaciones juegan hoy en día un papel
mucho menos significativo en la configuración del sistema de atención
sanitaria en los Estados Unidos que el que tuvieron desde principios del
siglo XX hasta la década de 1930. En parte, este papel menos importante
se debe a la mayor envergadura del sector de la salud en la Economía,
el papel financiero del sector de los seguros privados y los programas
gubernamentales, y a los recursos relativamente pequeños de las
fundaciones. En 1983, el gasto de las fundaciones representó sólo el
0,2% del gasto nacional en salud. Las fundaciones aportaron 712 millones
de dólares en ayudas para el sector de la salud, lo que supone una
reducción sustancial respecto de los niveles de 1975 [14].
El enfoque de las grandes fundaciones, como la
Fundación Robert Wood Johnson, es particularmente cauteloso. Eli
Ginzberg ha identificado una serie de importantes desafíos en la
política y la organización sanitaria que las fundaciones han evitado
considerar, prefiriendo dar forma al sistema de manera marginal,
absteniéndose de desafiar al Gobierno a a los grupos de interés
establecidos dentro del Sistema de Salud. Por ejemplo, si bien las
fundaciones han apoyado proyectos para mejorar los servicios de atención
ambulatoria a pacientes de clase media y pobres, no se ha evaluado de
manera crítica el predominio y centralidad de los hospitales en el
Sistema de atención sanitaria ( a pesar de que los hospitales suponen el
40% del gasto total en atención sanitaria). Y aunque algunas
fundaciones están explorando unos enfoques a pequeña escala para
proporcionar atención sanitaria a cerca de 40 millones de
estadounidenses que carecen de protección de seguro de salud, ninguno de
esos enfoques se ha detenido en considerar las posibles ganancias que
podrían obtenerse renovando nuestro pluralista sistema de Programa se
seguros [15].
Las ayudas y estudios alternativos de estas
fundaciones podrían suponer un importante desafío a la profesión médica,
la Industria hospitalaria, la Industria de los seguros y a algunos
políticos del Gobierno, lo que generaría controversias, conflictos
políticos e interés por parte del público, todo ello en contra de los
principios operativos de las fundaciones filantrópicas. A pesar de que
las fundaciones parecen compartir con Frederick Gates un interés en
racionalizar la atención sanitaria y apoyar el desarrollo de la
investigación biomédica, ahora parece que se muestran tímidos en
comparación con el enfoque a menudo polémico de Gates. Sin embargo,
estos patrones actuales no pueden ser comprendidos completamente sin
estudiar sus raíces entrando en la historia de las fundaciones y sus
líderes, que ayudaron a moldear nuestra actual sistema sanitaria y las
instituciones.
Referencias:
1. Ronald L. Numbers. “The History of American Medicine: A Field in Ferment.” Review in American History- 10 (1982). 245-63.
2. For a lucid discussion of this
conflict, appropriately set in the history of the field, see Susan
Reverby and David Rosner, “Beyond ‘the Great Doctors.'” in Reverby and
Rosner, cds.. Health Care in America: Essays in Social History
(Philadelphia: Temple University Press. 1979), pp. 3-16. Numbers,
“History of American Medicine.” includes a brief discussion of the
subject from a different point of view.
3. See. for example. Lloyd G. Stevenson.
“A Second Opinion, ” Bulletin of the History of Medicine. 54 (1980).
134-40. written by the editor because he disagreed with a favorable
review.
4. Numbers. “History of American Medicine.”
5. Paul Starr. The Social Transformation of American Medicine (New York: Basic Books. 1982). pp. 227-29.
6 . Starr. Social Transformation, pp. 13-24. ‘.
7. Starr. Social Transformation, p. 227.
8. I. Ibid. ‘.
9. See pp. 130-32 and 167-71 of this book.
10. See p. 122 of this book.
11. Starr. Social Transformation, p. 122.
Also see his comments about an article by Howard S. Berliner. “A Larger
Perspective on the Ftautcr Report.” International Journal of Health
Services, 5 (1975). 573-92.
12. Howard S. Berliner. A System of
Scientific Medicine: Philanthropic Foundations in the Flexner Era (New
York: Tavistock. I985).
13. On Bevan and the Carnegie Foundation,
see pp. 138-52 of this book: on Gates, the Rockefeller philanthropies,
and the full-time plan, sec pp. 155-76. For Starr’s view, see pp. 112-23
of his book.
14. Betty L Dooley. “Patterns in Foundation Health Giving.” Health Affairs. 6 (1987). 144-56.
15. Eli Ginzberg. “Foundations and thc
Nation’s Health Agenda.” Health Affairs. 6(1987). 128-40. For additional
evidence of Ginsberg’s argument, sec also Jeffrey C. Merrill and
Stephen A. Somers. “The Changing Health Care System: A Challenge for
Foundations.” Inquiry, 23 (1986), 316-21. and Jane Stein. “Health Care
Foundations Take Long-Range View, says Aiken.”
Business and Health, 2 (October 1985). 46-49.
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