No hay dinero que pueda rescatar al sistema financiero ruso de la bancarrota
En Rusia el Estado ha tenido hoy que volver al rescate de otro banco, el Binbank (B&N Bank en inglés), que ocupa el puesto duodécimo en el escalafón del país. Como en los demás países capitalistas, sigue el saneamiento financiero que, en realidad, no cura nada: es una eutanasia misericordiosa.
El Binbank, propiedad Mijail Gutseriev, se creó en 1993 como un operador especial, público, para operar en Ingusetia, una región del sur de Rusia. Tiene casi cinco millones de clientes particulares y 400 sucursales, aunque sus oficinas principales están en Moscú.
Ya hemos relatado en entradas anteriores que en mayo el gobierno de Medvedev creó el Fondo de Consolidación del Sector Bancario para sacar al capital financiero ruso del hundimiento.
Anteriormente el Binbank se había encargado de la gestión del Rost Bank para evitar la bancarrota; ahora se han hundido los dos, junto con las filiales del monopolio: Binbank Digital y Ouralprivatbank.
En julio el Banco Central ruso cerró el banco Iugra. Hace menos de un mes justificó otro rescate, el del banco Otkrytie, para impedir el efecto dominó sobre el conjunto del sistema financiero.
No se trata, pues, de una crisis conyuntural. Tampoco está ligada a la caída de los precios del petróleo, que ocurrieron hace tres años. Ni a las sanciones impuestas como consecuencia de la Guerra de Ucrania.
Es cierto que Rusia ha salido de la recesión de 2015 y 2016, como ha dicho Putin, pero ha sido ahora cuando dos de los cinco mayores bancos rusos han caído. El Estado ha estado sosteniendo artificialmente a grandes conglomerados monopolistas, lo que les ha llevado a realizar apuestas insostenibles, que son siempre las mismas: se basan en creer que el capitalismo aún tiene futuro.
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